Mistletoe - Jimin
Encontrar a la persona que amas no es fácil, y si no que se lo digan a Park Jimin, que tras una larga temporada de desencuentros amorosos, se topó con Kang Sodam.
Jimin siempre había creído en cosas como el hilo rojo del destino, en poder ver el aura de tu alma gemela o en fantasías típicas de un adolescente, y, la verdad, nunca perdió la esperanza y siempre pensó que la persona que le complementaría estaba unida a él por un fino hilo de color rubí... a miles de kilómetros de distancia, claro.
Toda la gente que conocía terminaba dejándole de lado a, como máximo, los seis meses. Jimin llegó a encadenar doce relaciones, así que empezó a perder la fe en encontrar en su ciudad a la persona que amaba.
Si alguien le hubiera dicho que su alma gemela era la persona que más cerca estaba de él, se hubiera reído.
Sodam era el compañero de piso de Jimin. Sí, compañero. Los dos compartían casa y nombre mayormente femenino además de compartir destino. Sodam era un chico alto, delgado y algo desgarbado, que siempre vestía con sudaderas grises -Jimin descubrió tras unos meses que tenía varias iguales y que no era la misma-.
Al principio no se llevaban del todo bien: Jimin tenía una rutina clara, un horario que apenas le hacía descansar y una clara preferencia por socializar en vez de quedarse en casa jugando a videojuegos online. Sodam, en cambio, cada mañana se despertaba a una hora -si llegaba a despertarse antes de la una del mediodía, claro- y sólo salía de casa en caso de quedarse sin víveres. Jimin aceptó a Sodam en su pequeño apartamento porque podía pagar su parte del alquiler y no parecía molestarse por nada. De hecho, Jimin perdió la cuenta de los favores que pidió a su compañero de piso, como por ejemplo que lavara los platos por él, o que le dejara una noche solo para poder llevar a una de esas chicas que le dejaban con la excusa de que habían encontrado a alguien mejor. Puede que fuera afabilidad o simplemente ganas de no encontrar un confrontamiento, pero Sodam terminó cayendo bien a Jimin.
Poco a poco pudieron ir conociéndose más. Jimin descubrió que su compañero de piso era la persona más amable que había conocido nunca, y puede que fuera eso lo que atrajo a Jimin. Sorprendentemente, Sodam era un buen cocinero, y cada noche se ofrecía a hacer la cena mientras Jimin descansaba en el sofá unos minutos. El más bajito terminó acompañando a Sodam en la cocina, admirando con la mejilla hundida en la mano cómo el de cabello negro preparaba la comida.
Jimin pasó por varias etapas, empezando por la de la confusión. ¿De verdad le parecía atractivo Sodam porque sabía cómo manejar un cuchillo cebollero? ¿O era su envidiable altura y su aire doméstico lo que de verdad le gustaba? ¿Y si simplemente estaba confundiendo su amabilidad con cariño después de haber atravesado tantos baches amorosos? ¿De verdad le gustaba un chico?
Después llegó la etapa de la negación, justo cuando Sodam empezaba a mostrar que no era tan introvertido como Jimin había creído. Era imposible que alguien tan aparentemente descuidado como él fuera el alma gemela de Jimin. Vestía fatal, encima.
Luego llegó la de darse cuenta de que cualquier detalle sobre Sodam era encantador: ¿Sabía cocinar? Estupendo. ¿De vez en cuando se quedaba dormido en la silla de su habitación después de estudiar? Adorable. ¿Recogía su flequillo con una horquilla que seguramente le había regalado su hermana pequeña? ¡Maravilloso!
Y lo mejor de todo es que Sodam se sentía de la misma manera. Nunca había conocido a alguien tan etéreo como Park Jimin, y cada parte de él le hacía sentirse, como poco, dentro de un pozo del que ya no podía salir. Llegó a pensar que lo suyo era un amor platónico, y que simplemente admiraba a Jimin, su trabajador compañero de piso. Pronto se dio cuenta de que cada noche hacía la cena porque era el momento en el que los dos podían hablar y reír.
Curiosamente, ninguno de los dos confesó su amor. Llegaron a un silencioso acuerdo en el que los dos aceptaron que eran amigos además de compañeros de piso, nada más. El quedarse dormidos juntos en el sofá después de un largo día o salir a comprar juntos adornos de Navidad no les convertía en pareja.
Era la primera Navidad que iban a pasar juntos, y los dos querían que fuera especial. Quizá, pensó Jimin, era un buen momento para confesar que Sodam le atraía, pero tenía miedo. Miedo de volver a no ser correspondido, a encontrarse de nuevo con una persona que no estaba enamorada de él, a que las Navidades dejaran de ser la festividad dulce y acogedora de siempre.
Sodam y Jimin decoraron su pequeño apartamento un perezoso pero soleado domingo de diciembre. El bailarín no trabajaba y Sodam se había despertado solo y exclusivamente para colocar el árbol de Navidad frente a la ventana.
Entre risas, alguna que otra mirada cómplice y silencios un tanto incómodos, el apartamento quedó sumido por completo en la Navidad. Luces de colores en el árbol, velas, fundas para los cojines de color rojo y divertidos estampados navideños como renos o elfos y un suave olor a la canela que Sodam había utilizado para hornear unas galletas que Jimin se encargaría de decorar. La suave y cálida luz de la mañana, Sodam despeinado y canturreando por todo el apartamento... Todo era tan idílico que Jimin quiso echarse a llorar de la felicidad.
Sodam era tan alto que alcanzaba el marco de la puerta sin ningún problema. Jimin, decorando con una pasta hecha de azúcar una galleta con forma de estrella, pudo ver perfectamente cómo su compañero de piso colgaba un ramillete de pequeñas hojas verdes y semillas blancas en la puerta de entrada.
—¿Muérdago? — preguntó Jimin con una risilla.
—Sí. —respondió Sodam, asintiendo. — Es para dar el último toque al apartamento. Además, —continuó, dejando que sus brazos cayeran a sus costados y dando por concluida la empresa de decorar su morada — puede que si besas a alguna chica debajo del muérdago por fin consigas pareja estable, tío.
Jimin volvió a reírse, aunque de una forma algo más amarga. —Pues no estaría mal, la verdad.
La mente de Jimin se puso a funcionar a mil por hora para buscar una excusa creíble. Necesitaba que Sodam se colocara debajo del muérdago. ¡Era su oportunidad! ¿Pero qué podía decirle? Además, ¿besarle de golpe no era un poco excesivo? Quizá se molestaba. Quizá ni siquiera le gustaban los hombres. Quizá...
—¡Sodam! — gritó Jimin, llamando a su compañero de piso. — ¡Se está acabando el fondant! ¿Puedes salir a comprar más mientras termino de decorar estas galletas?
—¡Oído!
Jimin escuchó la puerta del apartamento cerrarse. Sin siquiera limpiarse las manos del azúcar glas que había utilizado para que el rodillo no se pegara a la masa decorativa, recorrió todo el apartamento para asegurarse de que Sodam se había marchado para hacer el recado. Abrió hasta las puertas de los armarios. Corrió hasta el baño, observó su rostro -igual de rojo que el maldito gorro de Santa por culpa de la adrenalina-, comprobó que su aliento no era desagradable y humedeció varias veces sus labios.
—¿¡Por qué estás tan nervioso!? ¡Has hecho esto muchas veces!
Si se refería a besar a alguien, sí. Si se refería a besar a su alma gemela, no.
Jimin esperó hasta que oyó los pitidos de la cerradura electrónica. El muérdago tintineó cuando se abrió la puerta, y Sodam, que ni siquiera se había llegado a quitar los zapatos, se sorprendió al ver a Jimin plantado delante de él.
—¿Ocurre algo?
Sí, ocurrían muchas cosas, pero Jimin no iba a enumerarlas todas. Sonrió con algo de vergüenza y se encogió de hombros. —Solo pasaba por aquí... — señaló a la cocina — iba a continuar con las galletas... Pero es que estás debajo del muérdago. — soltó, con la confianza que sólo demostraba cuando tenía que ligar con alguien que parecía ser un objetivo difícil.
Sodam miró hacia arriba, agitando levemente su cabeza para retirarse el flequillo ondulado de los ojos. —Ah, es cierto... — suspiró con fingido hastío. — Pues supongo que tendrás que besarme.
Jimin se preguntó varias veces si Sodam lo decía en serio. ¿O estaba soñando? Le bastó cruzar una mirada con su compañero de piso para saber que sí, que lo decía completamente en serio.
No dudó ni un segundo. Se acercó a él dando un par de pasos ligeros. Intentó no sonreír, pero lo hizo cuando Sodam le dedicó una risilla cuando se miraron de cerca. El pelinegro era tan alto que tuvo que agacharse levemente, y Jimin tuvo que ponerse de puntillas.
A Jimin, el roce de la nariz helada y roja por el frío de Sodam con la suya le pareció de lo más agradable. Tomó su rostro con ambas manos y lo acercó al suyo, lentamente, hasta que pudo sentir los labios de su compañero.
El muérdago y el inicio de la Navidad fueron testigos del primer beso entre Park Jimin y Kang Sodam, que continuaron juntos por muchas, muchas, muchas Navidades más.
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estoy llorando mientras escribo esto QUÉ BONITO park jimin soft boy agenda complete por hoy ayyyy que bonita la navidad me encanta
espero que os estén gustando estos one-shots y extras navideños!!!
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