🍂Capítulo uno🍂
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Era una tarde lluviosa, muy lluviosa.
Llovía a cántaros.
Christin se encontraba jugando con sus muñecas en su habitación, la pequeña emisora que tenía estaba subida a tope. Christin solo quería acabar con su ruido interno para poder disfrutar del sonido de la lluvia como hacían las personas normales.
Pero claro, Alex no sé lo permitiría jamás, o al menos, así es como Christin decide llamarlo. Según ella, él es su compañero incondicional, aunque eso no quiere decir que se lleven bien en absoluto, lo dice porque de ninguna manera podría deshacerse de él.
—¡Christin, cariño! La comida está lista —grita la madre de Christin desde la cocina.
La chica va hacia su madre.
—No tengo hambre mamá, desayuné muy pesado. —Aclara con un tono neutral.
Su madre se queda por unos segundos observando un poco sorprendida lo que Christin sostienía en su mano izquierda.
—¿No crees que ya estás muy grande para andar jugando con muñecas? —Protesta su madre volviendo su mirada hacia el rostro de su hija, la cual siempre llevaba en el una expresión neutra, que, según los demás era su típica cara de culo.
—Dile que no le importa lo que hagas con tu vida y que las muñecas no tienen nada que ver con la edad del que las usa. —La voz que tormenta a Chritin habló. Es como el lado rebelde de la consciencia de ella—. Christin —insiste Alex, pero Christin lo ignora.
Ella no es ningún títere para dejarse controlar de algo tan incoherente como Alex ¿Qué cárajos es Alex? Una simple voz gruesa y rebelde que habla cuando le da la regalada gana.
—No me interesa controlarte, batata.
—Cierra la boca, espectro.
—¿Christin? —La voz de Elenor devuelve a Christin al mundo exterior.
—¿Si, mamá?
—Te estoy hablando. —La paciencia de Elenor ya se estaba agotando. Christin nunca fue fácil y mucho menos con ella, por alguna extraña razón, Christin nunca se llevo bien con su madre.
De repente, algo en el interior de Christin cambia, lo cual se refleja claramente en su expresión y postura las cuales cambian drásticamente.
—Te he escuchado. —Masculla Christin. Elenor iba a decir algo pero su hija se le adelanta—. Y no, no estoy demasiado grande para jugar con algo que me divierte, es lo que me gusta y punto. Además, tú te acuestas con muchachos de mi edad y nadie te vive diciendo que estás demasiado grande para eso.
Al terminar de hablar Christin o lo que se supone que es Christin, se sintió liberada. Ella nunca le había hablado así a su madre...
Por otro lado, Elenor estaba más que impactada, el hecho de que su hija le ubiera hablado así la medio destrozó, no del todo, pero se sintió herida.
Christin ya no tomaba en cuenta lo que su madre le dictaba , le ordenaba o le aconsejaba , lo cual es una clara demostración de que Alex iba tomando domio en el cuerpo de Christin cada día más, poco a poco. Porque si, quien había dicho tales palabras no había sido Christin sino Alex, quien le quitó el mando con poco esfuerzo y sin que Christin se percatara de eso.
—Alex, basta, no le hables así a mi madre ¡Y ya lárgate a donde saliste!
No obstante, Christin estaba furiosa odiaba que cosas así sucedieran, porque realmente ella no se atrevería a hablarle así jamás de los jamases, aunque a veces le colme la paciencia su forma tan "recta" de ver el mundo, pero eso no quiere decir que la odie en lo más mínimo.
—Dame el mando por unas horas unas horas nada más...
—¡No! No te he dado permiso así que ¡lárgate!
Y con toda la voluntad que puede reunir Christin mandó a Alex a los confines más oscuros y profundos de su mente.
Sin darse cuenta Christin había vuelto a encerrarse en su habitación, dejando a una Elenor confundida, enfadada y decepcionada plantada en la cocina. Christin cerró con seguro la puerta de su habitación, para luego tumbarse en su cama y no despertar hasta la noche.
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—...tenemos que hacer algo con ella, ha estado actuando muy raro. —Le susurró Elenor a su esposo.
Y el le dice con el ceño fruncido:
—¿Qué quieres decir? Yo no he visto ningún comportamiento raro en Chris.
Elenor da un suspiro de frustración:
—¿Cómo te vas a dar cuenta si tú nunca está aquí? Fíjate que esta tarde hizo algo muy extraño con sus ojos y luego... ¡PUM! ¡Como si se ubiera convertido en otra persona!, me parece absurdo, claro, pero, ¿no crees que es un poco extraño, cariño?
El hombre escuchó con atención las palabras de su esposa, mientras asentía lentamente con la cabeza.
—Eso sí es extraño, si. Y, ¿no has hablado con ella?
—¡No! ¡¿Estás loco?! ¿Después de como me habló? —Ella hace un gesto exagerado con la boca—. Nop, ni hablar.
Se negó Elenor rotundamente. Ellos estaban en el comedor; su esposo estaba sentado y ella preparando los platos para la cena, así como hacia cada noche.
—Por cierto después de eso se fue a su habitación y no volvió a salir hasta esta hora. —Dice recordando que Christin no había salido de su habitación ni si quiera para tomar agua. Entonces empezó a preocuparse, Christin nunca fue una persona muy social ni en su propia casa, siempre se cohibía para todo y con todos. Pero... ¿quedarse en su habitación todo el día sin siquiera sacar la cabeza para dar una señal de vida? Nunca.
Lo cual preocupó bastante a Elenor.
De repente se escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Elenor miro el reloj de su muñeca el cual marcaba que eran las 7:59 PM y en ese instante Elenor descartó todo tema relacionado con Christin.
—¡Ya llegué familia! ¿Me extrañaron?
La pareja de casados no se sorprendió por ese pequeño escándalo, ya que todos los días, en esa casa, donde vivía La Familia Claus, siempre, a la misma hora pasaba lo mismo: los hermanos de Chritin llegaban de la universidad.
Los hermanos Claus fueron directamente hacia la cocina en donde se encontraba el comedor y también donde se encontraban los padres: Roberth y Elenor Claus.
Elenor se lanzó en los brazos de sus hijos para darles un tierno y cálido abrazo el cual ellos correspondieron con la misma actitud.
—Bueno, bueno ¿Qué hay de comer? Tengo muchísima hambre. —Habló Bryzon, el mismo que había hecho el pequeño escándalo en la entrada. El cual también es el tercero de los hijos de Elenor y Roberth.
La familia rompió el abrazo familiar y procedieron a sentarse en el comedor en donde se encontraba Roberth, el cual no se había movido de allí en ningún momento.
—Oh, ¿cómo no, Bryzon? Tu siempre tienes hambre.—comentó Elenor en tono medio burlón.
En ese instante todos se echaron a reír, ya que el hecho de que Bryzon fuera un glotón no era secreto para nadie...
Por otro lado, detrás de alguna puerta de algún pasillo de aquel hogar, se encontraba Christin escuchando las alegres voces de los integrantes de su numerosa familia. Se sintió un poco excluida, pero luego recordó que fue ella misma quien decidió excluirse...
—Míralos riendo y charlando como una familia normal, feliz, sin ti. —Alex había enfatizado la últimas dos palabras a propósito, sabiendo que eso es algo que realmente hiere a Christin.
—Es mejor así. Además, yo fui quien decidió hacerlo. —Rebatió Christin, quizás para convencerse a sí misma.
Alex se burló de ella descaradamente.
—¿A si? Entonces, si tan buenos son, ¿por qué permiten que te aísles de ellos? O ¿Será que en realidad no te aman tanto como dicen hacerlo?—rebatio Alex de vuelta.
—Cállate, tú no sabes nada.
—¿Eso crees?
Cada palabra que Alex le decía se sentía como si le echaran alcohol a una herida vieja pero infectada, podrida.
—Lo que yo decida hacer con MI mente y entorno no es problema tuyo.
—Pues te recuerdo, mi ciela, que es NUESTRA mente.
—¡Vete a la mierda Alex!, tú solo existes para fastidiarme la vida y arruinarla.
Alex se tomó su tiempo para reírse suavemente y suspirar como si estuviera reuniendo paciencia.
—Creo que no estás entendiendo cómo funcionan las cosas. —Esta vez la voz de Alex se se escuchó más fría y cruda, como si, en cierto modo, la estuviera amenazando.
—No. Creo que TÚ no estás entendiendo cómo funcionan las cosas; Alex, TÚ ni siquiera existes, yo si —tras decir dichas palabras Christin sintió una satisfacción indescriptible, y añadió:— Así que deja de estar exigiendo cosas que no mereces.
Alex no respondió de inmediato.
—Bien Christin Claus, tú ganas. Se acabó esta discusión —zanjó Alex, con un tono sereno y un poco inquietante—. Síguete engañando cuanto quieras.
Y se fue. Obviamente, no de su mente, simplemente se cerró para que Christin no pudiera escucharlo ni mucho menos sentirlo, es como si volviera a estar sola. Solo ella en su mente.
Christin se sintió bien, sin embargo, no pudo evitar que surgiera otro sentimiento. Un sentimiento ajeno a ella:
Sintió impotencia.
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