🍂Capitulo siete🍂
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—Sabes perfectamente que odio que me llames así.
Elenor y Christin estaban en el segundo pasillo del segundo piso, y Elenor abrió la segunda puerta, la cual era la habitación de Christin. Ambas entraron y Elenor cerró la puerta detrás de ella.
La madre de Christin se acerca a ella cuidadosamente.
—Christin, cariño. Necesito que me digas donde estabas, por favor. —Le pide su madre casi suplicante.
Christin no entendía porque tanta molestia, solo se había tardado unas horas y aunque no era para nada común que Christin llegara a su casa más allá de las nueve, realmente no era para tanto.
—Recuerda lo que te dije, hagas lo que hagas. No. Digas. Nada. ¿Entendido? —Le recordó Alex.
Christin asintió con la cabeza, como si él pudiese verla.
—No te escuché.
—Si, Alex. Entendido.
Christin mira a su madre. Elenor llevaba en su pecoso rostro una expresión de preocupación absoluta, pero Christin no sabía exactamente porqué. ¿De verdad todo eso es porque pudo haberle pasado algo malo?
Christin empezó a sospechar un poco.
—Estuve con unos amigos, mamá. Creo que se me fue la noción del tiempo. —Miente.
El rostro de Elenor seguía con la misma expresión. No le creía, o al menos, no del todo.
—¿Segura que solo estabas con unos amigos? —Le cuestionó Elenor, aún sin poder créerle completamente.
Christin ni si quiera lo piensa, mentir se le daba un poco demasiado bien.
—Claro que sí, si quieres le puedes preguntar a Morphil, ella estaba conmigo.
La expresión de Elenor se relajó al instante, ella confiaba mucho en Morphil, dudaba que esa niña pudiera verse involucrada en cualquier mal asunto.
Lo que significa que si Christin sabe mentir bien, pues Morphil sabe manipular muy bien con sus encantos.
Elenor suspira, aliviada.
—De acuerdo, cariño. —Ella se da la vuelta para salir de la habitación, pero se detiene a mitad y se voltea de nuevo para verla a los ojos—. Y... no vuelvas a hacer eso, por favor, casi se me sale el alma del cuerpo.
Elenor no espera una respuesta y solo se va sin decir nada más.
—Chris, tenemos un problemita.
Christin va hacia su cama y se tumba boca arriba.
—¿Qué sucede?
—¿Recuerdas cuando te atropellaron?
Christin lo piensa un momento. Bueno, la verdad no había mucho que recordar; estaba en la cafetería hablando con Morphil, apareció Axel para darle el motivo perfecto como para salir corriendo despavorida del local...
Cuando cruzó la calle creyéndose inmortal...
Cuando el coche la atropelló...
Cuando vió a Morphil parada al otro lado de la calle...
Un momento...
¿Morphil? ¿Qué hacia Morphil allí?
—¿Ese recuerdo es mío?
—Nop, no lo es.
—¿Entonces?
—Pues es mío, obvio.
Ay caramba, ¿qué rayos había pasado?
—Mira, Chris. El problema es que no podemos confiar en ella.
—¿Por qué? Es mi amiga.
—¿Tú amiga dejaría que te atropellen sabiendo que pudo haber hecho algo para evitarlo? —soltó Alex sin más.
Ella se quedó paralizada por unos minutos que se hicieron eternos. Se quedó ida. No podía creer lo que él le estaba diciendo.
¿Era verdad? ¿No estaba bromeando?
Pues a Alex nunca le agradó Morphil. Siempre pensó que era una estupida mimada, pero aún así, Chris sabe que el no sería capaz de mentirle. No de esa manera.
—¿Qué? —Masculla Christin con un hilo de voz, atónita.
Alex suspira, se notaba un poco de lástima en su voz.
—Lo que oíste, Chris. Ella no es una buena amiga, en conclusión; no es de fiar.
Christin traga saliva con fuerza.
—¿Crees que mi mamá la llame de verdad?
El respira hondo, como si estuviera cansado.
—No lo sé. Espero que no, y si lo hace, entonces espero que la zorra de Morphil coopere.
—No la llames así —protesta ella, sin querer.
Alex no responde y solo opta por cambiar el tema.
—Ve a bañarte. Tenemos mucho de que hablar.
—Bien. Pero Alex...
—¿Mm?
—No quiero que me veas.
Ella casi puede verlo rodando los ojos.
—Realmente dudo que tengas algo que no haya visto. Y si lo que te preocupa es el hecho de que pueda violarte, tranquila, eso es imposible y además, yo no puedo excitarme. —Dice Alex con su usual tono sarcástico.
Chris entrecierra los ojos.
—Sí puedes.
Alex balbucea algo que ella no puede entender y luego dice:
—Bueno si, pero es que te he visto la vagina tantas veces que ya es como si estuviera viendo tu cara. Digo... la vi crecer. —Dice Alex con simpleza y un poco de ¿asco?
Christin se levanta de golpe para quedar sentada. Ella abre los ojos de par en par, perpleja por la forma tan directa en que lo había dicho.
Este Alex es un caso.
—Serás idiota...
—Aquí tu eres la menos indicada para hablar de idiotez, querida.
—Imbécil.
—¡Ja! Sabes que tengo razón. —Dice Alex orgulloso.
Ambos dan la pequeña discusión por terminada y Christin procede a bañarse para después quitarse de la cabeza todas las dudas que habían surgido desde el momento en que Axel la había interceptado ese mismo día en la cafetería.
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Se escuchan dos toques en la puerta.
—Señorita Claus. Su padre solicita su presencia en el comedor.
Luego se escuchan pasos pesados alejarse.
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Christin se encontraba en el comedor cenando con su familia, lo cual le parecía altamente raro ya que eran casi las una de la mañana, pero recordó lo altamente rara que es su familia y sus tradiciones.
Bien, volvamos al asunto de la cena familiar...
¿Por qué razón estaba allí? Bueno, la razón tenía nombre y apellido: Gael Demetrio. ¿Qué tiene que ver este chico con que Christin saliera de su sagrada cueva para convivir un poquito con su familia? Pues resulta que el señor Róberth Claus Williams, su padre; es un hombre de negocios, si, negocios.
El punto es, que como todo hombre de negocios padre de familia que tiene 4 hijos y una sola hija mayor de edad...
Pues...
En conclusión, el tal Gael Demetrio es el prometido de Christin. El padre de Gael: Gregorio Demetrio Sánchez, es uno de los hombres más ricos del continente al igual que el padre de Christin, solo que con más... beneficios económicos.
Y por eso es que Christin se encontraba en esa sala cenando con su familia junto a los familiares de Gael, y, por supuesto, Gael también estaba presente.
Lo cual ponía un poco nerviosa a Christin. Ese chico no le quitaba los ojos de encima.
El padre de Christin levanta su copa en el aire a modo de saludo hacia Gregorio, su nueva alianza.
—Es un placer tenerlos aquí en nuestro hogar, señor Demetrio —saluda Róberth.
Gregorio se ríe. El sonido que transmitía su garganta daba la impresión de que estaba tosiendo. Christin arruga la nariz.
—El placer es todo nuestro, señor Claus. Además, eso no ubiera sido posible si mi querido hijo no ubiera quedado completamente hechizado por su hija... ¿Cristina? —dice Gregorio señalando a Christin con su copa de vino.
—Christin, padre. —Le corrige Gael con un tono zanjado.
Tanto los hermanos de Christin cómo su padre le dieron una mirada a Gregorio que de seguro helaría al infierno, pero este no se da cuenta ya que estos la desvían al instante fingiendo demencia.
Estos caballeros eran unos perfectos mentirosos.
Los nuevos colegas empezaron a hablar sobre un tema que Christin desconocía y se dedicó a observar a Elenor por un momento; ella solo se encontraba al lado de su esposo, como una sombra. Atenta a cada movimiento de su marido y participando en la conversación cuando le daban la oportunidad.
¿Eso era lo que le esperaba estando casada con Gael Demetrio?
Definitivamente eso no era lo que ella quería para su futuro. Aunque, algo le decía que Gael no era tan rígido en ese aspecto.
Christin estaba como suspendida, pensando en cosas. Cuando, por cosas del destino levanta la mirada hacia el frente, para darse cuenta de que el chico sentado frente a ella no le había quitado los ojos de encima en ningún momento. Seguía mirándola.
La miraba de la misma forma en que lo había hecho la primera ves que habían intercambiado palabras. Eso le recordó lo peculiar que había sido su encuentro...
Christin estaba en el instituto, en el patio de este para ser exactos. Se había escapado de clase, o bueno, lo que había hecho no contaba como una huida ¿o si?
Ella no lo creía. No era su culpa. La maestra le había dicho que si no le interesaba su clase podía irse, y lo hizo. Se fue. Pues claramente le parecía aburrida cada palabra que la mujer decía en un pésimo intento de explicación.
Ella no entendió porque todos los presentes la miraron sorprendidos, tampoco entendió cuando la maestra se enojó.
¿Por qué lo había hecho? No era su culpa que su forma de explicar la historia del país fuera un asco.
A veces no entendía como funcionaba la sociedad en la que vivía. Era un asco, pensaba ella.
Estaba sentada debajo de un árbol removiendo la tierra con un palito. Eran alrededor de las tres de la tarde, aunque no estaba tan soleado, parecía que estaba a punto de llover, pero a Christin le valía muy poco lo que le pasara a su ropa o a su salud.
¿Qué más daba?
Se iba a morir de todos modos.
En ese momento, suena el timbre que indicaba que los estudiantes ya podían irse a sus hogares. Christin no se mueve. Y entonces empieza a llover.
«Vaya día» piensa Chris.
Todos los estudiantes se van corriendo hacia los autos de sus padres y el centro educativo se queda casi vacío en cuestión de segundos.
En ese momento, Christin siente que alguien la está observando y se gira para ver quién o qué está detrás de ella.
Y lo ve.
Ve a ese chico rubio de ojos color cielo de verano, para ella eran lindos, aunque para otros solo eran unos simples ojos azules. Es ese chico que se sienta delante de ella.
Ese chico era Gael.
Su Gael, como ella decía.
—Tienes demasiadas agallas para ser una chica tan pequeña.
Christin parpadea confusa.
—¿Agallas?
Gael sonríe divertido al ver su reacción.
—Si, pequeña gigante. Agallas.
Ambos se encontraban debajo de un árbol. Era muy grande y por ende sus ramas ocupaban mucho espacio, cabían como diez personas más o menos. El viento gélido de la lluvia golpeaba su cuerpo causando que un escalofrío recorra la espina dorsal de Christin. A Gael también se le veía como su cabello ligeramente húmedo se movía por el viento.
—¿Puedo sentarme a tu lado, pequeña gigante?
Christin entrecierra los ojos en su dirección.
—No me llames así.
—¿Por qué?
—No es mi nombre.
Gael deja de sonreír pero sin quitar la diversión e intriga que se podía observar a través de sus ojos.
—¿Y cómo te llamas?
Christin vuelve a enderezarse dándole la espalda.
—Siéntate. Me duele el cuello.
Gael se ríe suavemente mientras procede a sentarse a su lado. Christin ve que la
Escuela ya se estaba quedando vacía y lo mira.
—¿No tienes que irte a tu casa? —le pregunta ella, con un tono de duda genuino en su voz.
El se sostiene la barbilla como si pensara.
—Si —dice simplemente encogiendose de hombros.
—¿Y por qué no te vas?
El se ríe un poco, de nuevo.
—¿Quieres que me vaya?
Christin lo piensa un poco. ¿Ella quería que se fuera?
Christin lo mira a los ojos por un momento, quería leerlo, pero por algún motivo no podía. Sus ojos parecían expresar tantas cosas, pero a la vez... nada.
Simplemente nada.
Pero también muchísimas cosas.
Le pareció interesante su forma de mirarla. Quería seguir mirándolo, pero el tenía que irse, no sabía porqué, pero sabía que de verdad tenía que irse.
—Sí, quiero que te vayas.
Ellos seguían mirándose así, como aquella ves. La mirada de Gael seguía siendo tan... indescifrable.
Y aunque Christin nunca lo admitiría; eso le atraía, de una forma que ella desconocía completamente, pero le gustaba. Disfrutaba la sensación que le causaba al mirarla así.
Ella quería algo más, pero no sabía el que. O quizás si lo sabía, solo que evitaba a toda costa pensar en ello, tenía cosas más importantes que hacer antes de eso.
Su lado adolescente y descabellado tendría que esperar.
Christin rompe el contacto visual y se pone a mirar a otras partes; como sus hermanos conversan muy animados entre ellos, como Gregorio y su padre también conversaban, pero un poco más serios, como si se tratara de un tema muy serio.
Y también pudo ver que la hermana de Gael y su querido hermano Hermes coqueteaban descaradamente.
«Aburrido» pensó Chris volviendo su mirada hacia el plato de comida que tenía en frente. No tenía hambre pero sabía que tenía que comer para tener energía que le dé por lo menos para pensar mejor.
—¿En que piensas tanto?
Christin se gira hacia su derecha al instante, espantada.
Era Gael, el desgraciado se había cambiado de lugar sin que nadie se percatara. Christin responde casi sin pensar:
—Que te importa.
Gael suspira y la mira como si fuera el manjar más delicioso del mundo y sacude un poco la cabeza.
—Me encanta cuando me dices que me amas de esa forma tan extraña.
Christin pone una mueca mirándolo de arriba a bajo y luego niega con la cabeza volviendo la atención a su plato, se entra un pedazo de carne en la boca.
—Yo no te amo. Si fuera así te lo dijera. —Masculla Chris, pero ella y Alex sabían muy bien que eso era una vil mentira.
Gael solo la mira, con el codo apoyado en la mesa.
Y en su interior, muy en su interior... Christin sentía unas sensaciones extrañas para ella, le llamaban... ¿mariposas en el estomago? Si, eso creía. Esa era la sensación que Christin sentía cada vez que estaba con él. Cerca de él.
Ella lo ocultaba con todas sus fuerzas, no quería que él supiera el efecto que causaba en ella.
—Vaya, vaya. Parece que tenemos a nuestro amiguito cerca, ¿eh? —comentó Alex de la nada, el sabía lo que ella estaba sintiendo, ya que, ella no sabía cómo restringir sus emociones ni nada parecido a Alex. No había nada de ella que Alex no supiera.
—Te dije que te fueras.
—Es que es imposible ignorar que el chico tiene potencial —dice con un tono de picardía en su gruesa y masculina voz.
—No se de que hablas.
Alex se ríe de forma traviesa.
—Sabes perfectamente de que estoy hablando. —Masculla enfatizando cada palabra.
Y luego solo desaparece.
Otra vez.
Christin rueda los ojos sin saber que el chico de ojos color cielo de verano sigue sin despegar la mirada de ella.
De pronto Christin pensó que quizás el lo sabía. Que sabía de la existencia de Alex, así como seguramente lo sabía Axel...
Se sintió descubierta por un momento, hasta que dijo:
—Hasta cuando pareces estar en tus viajes astrales te ves tan hermosa, Christin.
Gael la miraba como si fuera el tesoro más sagrado, más hermoso, más exclusivo... Y ella no lo entendía. ¿Qué era ese brillo peculiar en su mirada? Además, ¿por qué la miraba así?
La miraba como lo hacía casi siempre, pero había algo más, como... íntimo. Ella no sabía si lo estaba mirando igual, solo sabía que en ese momento le pareció más atractivo—más de lo que le había parecido antes—. Como si todos esos años ubiera querido ocultar la forma en que realmente lo veía. Entonces se permitió admirarlo mejo; su hermoso rostro, sus brazos notablemente ejercitados, sus manos masculinas, las venas que se le marcaban.
Eso le hizo pensar en que otras miembros del cuerpo se le marcaban las venas...
Christin sale de sus pensamientos morbosos al notar que Gael hace un movimiento extraño.
Entonces Gael hice algo que deja a Christin descolocada: alza sus manos y aparta delicadamente un mechón de su cabello poniéndolo detrás de su oreja.
¿Alguna vez alguien había hecho eso con ella?
Claro que si, solo que nunca se sintió como se sentía en ese momento, como... ella no encontraba la palabra para definir ese sentimiento. Ese cosquilleo en el estómago que iba descendiendo poco a poco.
Gael no apartó su mano, al contrario, procedió a acariciar su mejilla tiernamente. Empezó un recorrido por el rostro de Christin; desde su oreja hasta su mandíbula, y luego cerca de sus labios... pero el apartó su mano de inmediato como si le quemara.
Christin sintió tanta decepción que se sintió un poco avergonzada.
El le sonrió amable y con un ápice de complicidad.
—Come, lo necesitas.
Ella pestañeó, reaccionando y volviendo a aterrizar.
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Christin se encontraba en su habitación de nuevo. La cena ya había terminado y todos habían ido a sus respectivas habitaciones, y si; Gael y sus familiares se había quedado a dormir.
¿Cómo no? Eran casi las tres de la madrugada. Y ellos vivían muy lejos, de seguro no se quedarán durante un día. Cada vez que se quedaban a "pasar la noche" terminaban pasándose la semana.
Aunque... no era tan malo para Christin si eso significaba que Gael también se quedaría a pasar la semana.
Lo único malo era su hermana: Lady Demetrio. Esa chica la trataba como si no fuera suficiente para su hermanito Gael. Lady siempre le preguntaba a su hermano que había visto en Christin, pues para ella no era la gran cosa.
Pero Christin sabía que ella estaba liada por uno de sus hermanos en específico: Hermes. Todas siempre van a por Hermes. Ese salado/amargado/idiota.
—Pues te recuerdo que es tu hermano.
Vaya, Alex se había tardado un poco en aparecer.
—¿Por qué no apareciste desde que terminó la cena?
—Porque pensé que estarías con el principito azul haciéndote favores pre-conyugales... ¿Qué pasó?
—¿Pre-conyugales? —pregunta Christin confusa.
—Me refiero a que pensé que estaban teniendo sexo —aclara Alex un poco fastidiado por la incomprensión de Christin.
—¡Ah! Claro, si. Debí saberlo viniendo de ti.
—Oye Chris.
—¿Qué?
—Me vas a perdonar pero debo irme otra vez.
—¿Qué? ¡No! Estaba a punto de empezar a hacerte preguntas sobre lo que acordamos.
Alex solo se limitó a decir:
—Ya me lo agradecerás después, batata.
Y se fué.
¡Otra vez!
Christin se retuerce en su cama de la frustración.
¿Qué mierrrda pasaba por la cabeza de ese imbecil? Ese cara de trasero llena de excremento procesado...
Christin se sobresalta en su lugar. Alguien había tocado la puerta, ella revisó la hora en su teléfono: eran las tres y media de la madrugada. ¿Quién se se atrevía a molestar a esa hora?
Y aunque en su mente pasaron mil insultos hacia quien sea que se encuentre detrás de la puerta, se lavantó de su cómoda cama para dirigirse hacia la puerta.
Tocaron por segunda vez.
¿No estaba escuchando sus pasos? La gente es tonta.
Christin se detiene frente a la puerta y la acción hizo que recordara lo que había pasado en esa misteriosa casa. El recuerdo de Alex...
Pero todo eso se desvaneció en cuanto Christin abrió la puerta y vio a la persona que se había atrevido a molestarla en medio de la madrugada.
Se trataba de...
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