🍂Capítulo cuatro🍂
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Christin estaba inconsciente en aquella cama, en aquella habitación. Llevaba alrededor de dos horas así. Mientras tanto, dos personas desconocidas tienen una pequeña discusión en el cuarto donde se encontraba Christin.
—¿Qué crees que pasará si la chiquilla se entera? —Dice una voz aguda pero femenina. Apoyada en la pared al lado del escritorio.
La persona a la que le habló era un hombre. Estaba ocupado acomodando unas cosas en el escritorio.
—¿Enterase de que? De seguro Milton ya se lo habrá dicho, y si el está de acuerdo con que ella sepa, yo también. —El hombre también tenía voz aguda y grave, como la de un adulto.
La mujer lo mira con desaprobación.
—Definitivamente ustedes son tal para cual. No se sabe cual de los dos es más imbecil. —Aquella mujer tenía una nota de amargura en su tono.
El hombre suspira, como si su compañera no tuviera remedio. La mira a través de sus lentes.
—No es eso, Margaret. Es que yo le he prometido apoyarlo en cualquier decisión, pasa lo que pase. ¿Recuerdas? Tu también lo hiciste. Lo juraste. —Dice el hombre con un tono tranquilizante, enfatizando la última frase mientras le da una mirada severa, para luego volver a lo suyo.
La mujer se queda en silencio por unos minutos, en su expresión se le ve la melancolía y el dolor. Un dolor que se queda sellado en ella por los recuerdos de un pasado perdido.
El hombre termina de hacer lo que estaba haciendo en el escritorio.
—Debemos irnos. Para cuando ella despierte debemos estar ya muy lejos de aquí. —Dice el hombre dirigiéndose a paso rápido hacia la puerta—. ¿Margaret? —Llama cuando nota que al parecer está sumergida en sus pensamientos. Ella reacciona y procede a mirarlo con cara de fastidio.
—Espero que Milton no se equivoque al hacer esto. —suspira mirando a Chritin de reojo.
—Confía en él. Sabe lo que hace.
Y sin decir más, ambos se van de aquella habitación. Dejando a Christin sola, inconsciente...
Y con Alex.
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Cuando Christin abre los ojos, vuelve a encontrarse con la misma inmagen de una habitación desconocida. Pero... espera ¿Dónde está la nota que colgaba de la puerta del closet?
—¿Qué demonios pasa con este lugar? —Dice ella mientras se incorpora lentamente para quedar recostada del espaldar. Aún le dolía todo el cuerpo pero era como si con cada sengundo que pasaba su cuerpo recuperara un cinco por ciento de su fuerza.
No paraba de mirar y mirar. TODA la habitación, buscando algo que sabía perfectamente que no iba a encontrar por más que buscara. Pero como dice el dicho: el que busca encuentra, ¿no?
Al volver a mirar al escritorio por milésima vez, nota lo que antes había ignorado deliberadamente: medicamentos... ¿eso siempre estuvo ahí?
A ella no le importaba. Sabía que debía tomarse medicamentos para, por lo menos, bajar el enorme chinchonázo que tenía en la frente. Pero... ¿y si era veneno?
¿Que más da? La situación no podría empeórese más, ¿o si? Piensa Christin.
A lo que, con todo el esfuerzo del mundo, se baja de la cama para ponerse de pie e ir hacia el escritorio retorciéndose del dolor para tomarse el medicamento especializado para eso.
Pero cuando Christin está a punto de hacerlo, una voz gruesa y firme la detiene:
—No tomes eso. —Era Alex.
¡Por fin!
—¿Por qu...?
—No necesitas saber por qué. Solo no lo hagas, hazme caso por una vez en tu vida y NO tomes eso.
Christin se detiene volviendo a poner el medicamento donde estaba. ¿Qué pasaba con ese imbecil?
—Alex. —Lo llamó, a lo que el respondió de inmediato:
—¿Qué?
—Me voy.
—¿A dónde?
—A mi casa. Me largo de este lugar.
—Ya, ¿y que le dirás a Axel cuando te intercepte?
—Tengo buena imaginación ya me inventare algo.
En ese momento Christin recordó algo muy importante: la nota. Tenía que saber quién chuchas había escrito la condenada nota.
—Alex... —la voz de Christin cambio de exigencia a duluzura un poco fingida, como si eso fuera a convencer a Alex de algún modo—. ¿Quién escribió la nota?
No necesitaba darle detalles si sabía de la existencia de la dichosa nota, lo captaría al instante.
Ella espera una respuesta.
Diez segundos...
Treinta segundos...
Un minuto...
Vale. ¿Dónde coño se ha metido Alex?
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Morphil.
Unos momentos antes del accidente.
Morphil estaba de camino a su casa. Después de haber dejado a Christin y a Axel para que conversaran. Llevaba una larga caminata ya.
¿En que habrán quedado esos dos?
Morphil se plantea ir a la casa de Christin al día siguiente para averiguar el chisme. Lamentablemente en nuestra querida Penvil no ocurrían cosas muy interesantes, así que algo es algo.
En ese momento, alguien le pasó al lado a una velocidad alarmante. Estaba a punto de gritarle a esa persona pero luego la reconoció:
Era Christin.
Sin duda Morphil podía reconocer esa silueta delgada pero esbelta en cualquier lugar y de cualquier forma. Pero... ¿Por qué corría?
Tenía que averiguarlo, así que corrió detrás de ella para alcanzarla. Y cuando Christin iba cruzando la calle, Morphil se detiene en seco. Vió que un auto se dirigía hacia Christin a toda velocidad.
Esto tiene que ser una pesadilla.
Ella pudo gritarle.
Pudo impedir que Christin siguiera avanzando.
Pudo...
Pero no lo hizo, solo se quedó mirándo perpleja el accidente. Vió cuando Christin se metió en medio de la calle. Vió cuando el auto la chocó. Vió cuando Christin quedó tendida en el suelo en una pocision imposible para que un ser humano quedara... vivo.
Vio todo.
No. Esto no podía ser cierto. ¿Que demonios estaba pasando por la mente Christin? Ella no era así.
Es entonces cuánto se percata de algo:
Christin volteo los ojos, la miró. Definitivamente la estaba mirando a ella. En ese momento Morphil retrocedió dos pasos, asustada, porque sabía que esa mirada no era de Christin.
Esa no era su Christin.
Esa mirada estaba cargada de odio y resentimiento. Y lo que ella no pudo notar en el momento, era lo que significaba esa mirada. Lo que claramente de decía a gritos:
«Jamás voy a olvidar tu asqueroso rostro, Morphil. Jamás».
El auto que había atropellado a Christin solo se marchó, como si nada ubiera pasado, pero Morphil alcanzó a ver al conductor: era un hombre de cabello castaño y ojos cafés claro, usaba lentes...
No puede ser... ese era...
En ese momento la mirada de Morphil y la de aquel hombre se cruzaron, el también la reconoció.
Su propio tío había acabado con la vida de Christin, o eso es lo que ella pensaba hasta que vio que Christin se levantó de nuevo y empezó a correr. Corrió mucho más rápido, como una atleta profesional, y se perdió en la lejanía de las calles.
Afortunadamente, no había casi ningún testigo, la única vio lo que Christin hizo fue Morphil. La única que había reconocido al asesino.
Pero ella no podía decir nada. No podía meter a su tío en la cárcel. No quería, después de todo... tenía que apoyarlo en las buenas y en las malas, ¿no?
¿Eso no es lo que haría una buena sobrina?
Pero no es lo que haría una buena amiga.
No lo hagas, Morphil. No lo hagas...
Morphil ignora las voces en su cabeza, que en realidad solo es su subconsciente tratando de hacer que recapacite.
Morphil sabe que eso no va a funcionar, porque ella daría su vida por la de su tío. No le costaría nada dar la vida de su mejor amiga ¿verdad?
No, en absoluto.
Su tío se detiene delante de ella.
—Vamanos antes de que esto empeore y se llene de gente chismosa. —Le dice apurado, y, por su tono y su mirada, Morphil se da cuenta de que no se lo estaba pidiendo, se lo estaba ordenando.
Morphil tiene que elegir.
Pero todos sabemos a quien eligió cuando ella solo asintió y se subió al auto con su tío.
«Ya no hay vuelta atrás. Ella te vió. Ella te odia».
No me importa.
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