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Venganza

     La planificación no les costó mucho trabajo, pues al día siguiente sus padres trabajarían (aunque Jacob ganaba el dinero suficiente para mantener a la familia, Lauren no quería dejar de trabajar; estaba acostumbrada a hacerlo para poder mantener a sus hijos). Por suerte ese mismo día Jacob le había comprado un auto a su hijo, Thomas ya sabía conducir y estaba más que feliz, ya que le serviría para transportar a las chicas. Así pues, durante la última clase de la tarde, Christian escribió una tarjeta para Jennifer.

"Hola Jenny, soy Marcos, escuché por ahí que te gusto, y la verdad es que tú a mí también, nos vemos en la salida detrás de la escuela". Sí, Jennifer estaba loca por aquel chico, y todos lo sabían. La puso en su casillero y fue directo a la parte trasera del edificio, a donde nadie nunca iba. Se ocultó detrás de un bote de basura.

     — ¿Hola? —Jennifer se había maquillado y peinado de manera diferente en el baño antes de llegar ahí, Chris se dio cuenta de lo guapa que se veía en aquel momento—, ¿Marcos? —El de ojos color avellana salió de su escondite—. ¿Tú qué haces aquí? ¿Dónde está Marcos? —Preguntó. Le molestaba mucho que los chicos que querían con ella le insistieran. Chris sonrió justo en el momento en el que Thomas apareció atrás de ella, pasó su brazo sobre el cuello de Jennifer y lo apretó con fuerza, le tapó la boca para impedirle gritar mientras ella pateaba y se retorcía intentando soltarse de su agarre. Finalmente la chica dejó de moverse.

     — ¿Está muerta? —Preguntó Christian acercándose a los dos, le había preocupado la vida de la rubia cuando vio que se empezaba a poner roja y la vena de la frente casi le explotaba.

     —No, sólo esta inconsciente. —A Thomas no le gustaba cuando sus víctimas no estaban despiertas para ver lo que él les hacía; le encantaba ver a "sus niñas" llorando y suplicando que las dejara ir, pero no importaba si ésta estaba inconsciente o no, de todas formas no iba a ser para él, sino para su hermano, bueno, probablemente la tomaría una vez que el castaño se hubiese hartado de ella. La cargaron asegurándose de que nadie los estaba viendo, la metieron al maletero del auto nuevo y fueron a su casa. Tenían un sótano, que casi nunca utilizaban, ahí le amarraron las manos y los pies con una cuerda.

     — ¡Auxilio! ¡Ayuda! —Gritó Jennifer cuando despertó.

     — ¿Qué quieres? —Thomas bajó las escaleras con los brazos cruzados.

     — ¿Quién eres tú? —Lo miró de arriba abajo intentando reconocerlo— ¡Déjame ir! ¡No quiero estar aquí!

     —Me importa un pepino lo que quieras —lágrimas empezaron a salir de los ojos de la chica. Thomas miró al techo suspirando. Se acercó a ella y empezó a tocar sus piernas, ella las movió intentando alejarse, pero él no dejó de tocarla—. No te preocupes, pronto todo terminará.

     — ¿A qué te refieres? —La chica lo miró con pánico.

     —Sólo deja que Chris te haga... lo que tenga planeado. —Jennifer sabía lo que es significaba y no le agradaba en absoluto permitirlo.

     —Si lo hago... —Sintió saliva pasar por su reseca garganta—. ¿Me dejarás ser libre? —Thomas sonrió.

     —Claro. —La cargó hasta una bolsa de plástico negra y la recostó ahí. Después de unos segundos entró Christian.

     —Tú... —Se incorporó un poco al verlo—. ¡Tú eres quien me invitó al baile! —Exclamó horrorizada.

     —Así es —asintió llegando al último peldaño de la escalera—. Y me rechazaste. —Le dirigió una sonrisa falsa.

     — ¡Lo lamento! —Se puso de rodillas una vez que el castaño estuvo frente a ella— ¡No sabía lo que decía! ¡Sí quiero ir al baile contigo! —Christian negó con la cabeza sabiendo que ella sólo lo decía por la situación en la que se encontraba.

     —Ya es tarde. —La miró desde arriba.

     — ¡No! —Varias lagrimas cayeron en los tenis del hermano menor— ¡Lo siento! —Christian la empujó por los hombros para que cayera acostada de espalda, se puso sobre ella, le incomodaban un poco las manos atadas de la chica.

     —Recuerda lo que te dije, rubia. —Thomas aún no salía del sótano, y no pensaba hacerlo. Ella asintió dejando que Christian la besara. Cuando le empezó a subir la blusa se sacudió, no iba a dejar que abusaran de ella sin dar pelea. Thomas sacó unas tijeras de un cajón y se las entregó a su hermano. Éste puso el filo en el cuello de Jennifer.

     —Si te sigues moviendo te vas a cortar, y no te gustará —amenazó Christian. Cuando dejó de moverse él sonrió y empezó a cortar la ropa de la chica. Jennifer sabía que si luchaba iba a morir, al menos si se dejaba abusar podría conservar su vida. Christian se quitó la camisa y volteó a ver a su hermano—. No piensas quedarte aquí... ¿O sí? —Levantó una ceja.

     — ¿Te molesta mi presencia?

     —Yo nunca te veo cuando violas a las niñas. —Jennifer abrió los ojos como platos al darse cuenta de que no era la primera vez de aquellos psicópatas, y no sabía que les había pasado a las chicas anteriores.

     —No te quedas por que no quieres. —Dijo riéndose.

     — ¡Thomas! —Ya se estaba impacientando con su hermano mayor. El pelinegro puso los ojos en blanco.

     — ¡Bien! —Se dirigió a las escaleras para subir.

     — ¡Oye, Tommy! —Lo llamó Christian cuando Thomas puso un pie en el primer escalón.

     —No me llames así, ya tengo 18 años.

     — ¡Uy! ¡Perdón! —Exclamó con sarcasmo.

     — ¿Qué quieres?

     —La cinta, está en...

     —Sé dónde está. —Lo interrumpió dirigiéndose a un cajón de herramientas que su padre tenía en una esquina del sótano. Partió un pedazo y se agachó para ponérselo a la chica en la boca.

     —No le des muchos problemas, ¿sí? Es su primera vez —le dijo dándole unos golpes en su mejilla—. Por cierto, Chris —sacó un condón de su bolsillo y se lo lanzó, el castaño lo atrapó en el aire—, úsalo, es mejor si no quedan muestras de ADN tuyas en su cuerpo. —Salió del sótano cerrando la puerta detrás de él. Christian se quitó el resto de la ropa que le quedaba mientras la chica trataba de empujarlo. Como ella llevaba falda sólo le bajó las bragas y movió sus piernas haciendo que ambas rodillas quedaran hacia un lado, pues con los pies atados no podía acomodarla de otra manera para penetrarla y al mismo tiempo ver su bello rostro, tampoco se iba a arriesgar a soltarla. Jennifer trató de gritar en cuanto lo sintió dentro de ella, pero la cinta en su boca no se lo permitió. La penetró, la tocó, la besó, literalmente estaba cumpliendo la fantasía que había tenido desde el día que la vio recorriendo uno de los pasillos de la escuela. No pudo terminar, quizás porque era su primera vez, tal vez la posición en la que estaban no era la más cómoda, no importaba la razón, sólo sabía que tenía que decirle a su hermano que aquel había sido el mejor momento de su vida o él estaría muy decepcionado.

     — ¿Ya terminaste de divertirte? —Thomas entró justo cuando Christian se estaba quitando el preservativo—. Hermano, tengo que admitir que tienes buen gusto —le dijo el mayor admirando a la chica llorando en el suelo—. ¿Te molesta si yo me divierto un rato?

     —Tom, yo nunca he estado con ninguna de tus víctimas después de que tú lo hagas.

     —No lo has hecho porque no has querido. —Se puso de cuclillas sin apartar los ojos de la rubia. Christian se volvió a vestir antes de dirigirse a las escaleras.

     —Pero hazlo rápido, que nuestros padres no tardan en llegar. —Aquello no era cierto, simplemente no quería que su hermano estuviese tanto tiempo con ella. Chris había sido tierno con Jennifer comparado con Thomas, quien abusó de la chica golpeándola, mordiéndola y enterrándole las tijeras un par de veces. Cuando terminó subió y le informó a su hermano que ya era la hora. Christian tomó un machete y un cuchillo antes de que ambos bajaran al sótano de nuevo. Jennifer había logrado ponerse de pie, estaba en una esquina tratando quitarse la cinta de la boca, pero cuando los vio se paralizó.

     —Ven acá. —Ordenó Thomas, la rubia negó con la cabeza temblando. El pelinegro se dirigió a ella y la cargó por el hombro. La puso de pie frente a su hermano sujetándola de los brazos. Movió la cabeza de un lado a otro intentando convencer a Christian de que no hiciera lo que tenía planeado, ella se había dejado abusar pensando que la dejarían ir pero ahora era muy tarde para darse cuenta de que esto no sería así. El castaño le encajó el cuchillo justo arriba del ombligo. La chica trató de gritar pero Thomas le puso una mano sobre la boca tirando su cabeza hacia atrás.

     —Jamás debiste rechazarme. —Susurró antes de cortarle la garganta. No se esperaba que un chorro de sangre saliese disparado hacia él, cerró los ojos en cuanto sintió el líquido cayéndole en la cara.

     —Sí... Creo que debí advertirte que te hicieras hacia un lado. —Thomas sonrió con algo de culpa. 

     Christian había asesinado por primera vez cuando tenía tan sólo 15 años de edad, si eso hubiese sido una carrera le habría ganado a su hermano quien lo hizo a los 16.

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