Extra
Nayeon mimaba a su gatito mientras Tzuyu mimaba a su gatito.
—Tzu, quiero mimos en los pies —pidió, mientras alzaba los pies.
—No haré eso, Nayeon. Ew las patas.
—¡No tengo patas! Los animales tienen patas, yo tengo pies, unos lindos y suaves pies —reclamó la pequeña, un poco enojada.
—Lo que sea, no tocaré tus pies.
—Mala. ¡Momo Unnie siempre me hace masajes en mis piecitos y me cuida!
—Ñiñi Uññi —repitió, con tono burlesco—, bueno, ella no está aquí, así que te jodes.
Tzuyu se había levantado de la cama, molesta.
Estaba celosa. Era muy celosa aunque odiara admitirlo.
¡Y es que no la pueden culpar! Nayeon era verdaderamente cercana a Momo, quien siempre la andaba alagando y diciendo que era “su pequeña”. Sin mencionar que la cuidaba de sobremanera, según su opinión.
Una callada Nayeon apareció a su lado, con una grande y brillante sonrisa en el rostro.
—Estás celosa, Unnie —afirmó entremedio de una risa, sus mejillas estaba rosas y reía como si decir eso fuese la maldad más grande del mundo.
—No —dijo, aún más molesta—. Claro que no. Momo también es mi Unnie y me quiere más a mí.
—Puede ser… —susurró—… Pero tú me quieres más a mí —sonrió y la abrazó, quedando como ya era costumbre, su rostro en el pecho de la mayor.
—Ni en tus sue-
Iba a negar, pero sintió su corazón derretirse cuando las pequeñas manos de la otra se posaron en las suyas y las tomaron con delicadeza. Seguido de eso, alzó su cabecita y dejó un beso en su mejilla, con otra de sus risas maliciosas.
—Okay, puede ser —murmuró Chou rendida, para luego comerle su dulce boquita.
Su tarde fue maravillosa, vieron películas, se pintaron las uñas, jugaron con Cookie (Cookie Chou Im, por cierto), y se besaron hasta que el sol se escondió.
Por la noche bailaron con “Only” de LeeHi (canción que a Nayeon le encantaba), sonando de fondo. Movían sus cuerpos tranquilamente al suave ritmo de la música, bajo la luz de la luna que las iluminaba gracias a las cortinas abiertas de la habitación de la coreana. Luego salieron al patio a observar el cielo estrellado, mientras la más alta le decía que todas esas estrellas le recordaban cada vez que la miraba directo a los ojos.
Im Nayeon sólo podía sonrojarse más.
No eran novias, pero Tzuyu no podía esperar para volver a esa gatita oficialmente suya.
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