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Capítulo 47

Djeric arroja el corsé lejos sin dejar de besarla. Sus manos se deslizan libremente por el tejido empapado y arrugado de su vestido, que la lluvia ha afinado y pegado a su cuerpo. Es casi como tener sus manos sobre su piel desnuda. Algo que le excita más de lo conveniente.

Suni se retuerce en sus brazos hasta que él libera su boca.

—¡Para! ¿Q-ué pretendes?

—¿Cómo vas a secarte con el corsé puesto? —responde con fingida inocencia.

Y la aprieta contra él hasta sentir sus pechos agitados pegados al suyo, pero cuando va a capturar su boca, los dedos de ella se adelantan y cubren los labios de Djeric.

—¿No deberías estar con tus invitados?

El muchacho alza los ojos al techo.

—Han venido a verte a ti y casi acaban muertos. Sé un buen anfitrión y ve con ellos.

Él entorna los ojos, abre la boca y lame sus dedos, probando el sabor de la lluvia en su piel. Ella lanza una exclamación ahogada y lo libera de inmediato.

—Los invitados que aprecio están bien, el resto me importan un bledo. Además —ladea la cabeza con una sonrisa irónica—, no estoy presentable.

Suni se revuelve en su regazo, el movimiento aviva el fuego que arde en la sangre del muchacho. Está tratando de poner distancia, pero solo consigue que él desee tenerla más cerca. Mucho más cerca.

—¿Por qué saliste de la mansión?

La pregunta detiene los esfuerzos de la chica. Sus ojos son dos lunas enormes que muestran cautela.

—Ya te respondí a eso.

—«Curiosidad» o un «no sé» no me bastan —ronronea Djeric mientras su mano se desliza por la cintura de la joven y desciende por sus caderas—. Porque estoy bastante seguro de que sí sabes la razón, solo que no deseas decirla.

—¿Ah, sí? —Hay burla en su tono, que pierde fuerza al finalizar en un jadeo cuando siente la mano de Djeric en el dobladillo de su falda.

—Sin duda. —Se introduce en el interior de la prenda, y ella aferra su muñeca para detenerlo—. Estabas preocupada por mí.

Djeric se lame el labio inferior como si saboreara la batalla que se ha alzado en el rostro de la muchacha. No sabe contra qué lucha con más fuerza, si contra la mano que agarra su muñeca o lo que le impide aceptar sus palabras.

—Lo que no logro entender es por qué creíste que salir me ayudaba a mí en algo.

Ahora el rostro de Suni se contrae de disgusto.

—Pues me parece que impedí que te hicieran papilla el cerebro.

—Casi te desintegras en el proceso.

Djeric clava los dedos en el fino tejido de las medias; se rompen y sus dedos se encuentran de pronto sobre la piel desnuda de sus piernas. Suni contiene el aliento con sorpresa y un deseo que convierte sus ojos en una borrasca.

Ante esa reacción, Djeric solo puede besarla y acariciar con fuerza sus muslos, presionándola contra él como si quisiera imprimirla en su piel. Suni sigue sujetando su muñeca, pero sin tratar de frenar sus avances. De hecho, termina por ascender por el antebrazo del muchacho, por sus bíceps y hombros, clavando los dedos en él, como si ella también necesitara grabarlo en su piel.

Entonces, Djeric siente un dolor punzante atravesar su brazo. Emite un sonido a caballo entre un gemido y un gruñido y deja de besarla para mirar donde Suni lo tocaba. Ambos observan que tiene los dedos manchados de sangre.

—¿Cómo...? —balbuce ella.

—Fue en tu segundo estallido de poder —explica Djeric en tono casual, recordando el momento—, yo estaba intentando acercarme a ti.

Suni estudia la herida, y Djeric la estudia a ella. Le resulta asombroso que pueda verse tan hermosa con el cabello mojado salpicado de flores destrozadas. Sus ojos carecen de las sombras que a ella tanto le gusta usar, incluso tiene ojeras, señal de que el maquillaje ha quedado arruinado. Y aún así, lo atrae como la gravedad misma, una fuerza que tira de él hacia ella sin tregua.

Se deja llevar por esa atracción inclinándose para besarla, pero Suni vuelve a cubrir sus labios con una mano sin desviar su atención de la herida. Hay concentración en su rostro y una sombra de preocupación. ¿Preocupación por él? Esa idea le agrada.

Ya que no deja que la bese, Djeric disfruta acariciándola. Cada curva de su cuerpo es hipnótica y él sabe que su contacto también la afecta a ella, porque su respiración es cada vez más irregular.

Esa agradable tensión se hace pedazos cuando Djeric siente un picor intenso en la herida, como el de mil hormigas mordisqueando su piel. También aumenta el calor en esa zona.

—Suni —murmura entre los dedos de la chica.

Ella lo ignora. Pero él ve cómo su rostro va perdiendo color, y sus ojos se entrecierran a la vez que el picor se vuelve insoportable.

—Suni, detente —ordena con voz fuerte.

Sin embargo, ya es tarde, la chica cae sobre su pecho, inconsciente.

~~~

Suni abre los ojos pesadamente, como si sus pestañas estuvieran pegadas.

—Bienvenida, cuñada, ¡despertaste justo a tiempo!

Una Aine con una sonrisa llena de dientes está junto a su cama. Sigue llevando el vestido color rosa palo, con una cinta de raso en la cintura anudada como un lazo, y su cabello rubio cayendo en cascada de un alto moño.

—¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?

—Bastante más de una hora. Hace poco los Purificadores se fueron —dice en tono aliviado.

Suni se palpa el cuerpo y mira bajo las sábanas. Lleva puesto uno de esos horribles camisones ílgaros.

—¿Quién me ha vestido?

Lo último que recuerda es haber estado en los brazos de Djeric, y estaban solos.

—Una sirvienta, Dagny y yo la ayudamos. ¿Cómo te sientes? Djeric nos contó que te pusiste así por sanarlo. ¿Es cierto que saliste fuera? —Sus ojos son enormes ahora mismo, y están llenos de espanto.

—Eso parece —responde Suni sintiendo un ramalazo de irritación, se apresura a cambiar el tema—. Dijiste que he despertado a tiempo, —Aine asiente, ahora más feliz—, ¿a tiempo de qué?

—De prepararte.

—¿Prepararme para qué?

—Para la boda. Tu boda. No puede ser que lo hayas olvidado —añade con una nota de preocupación.

Suni parpadea.

—Pero, pero... si ha habido una guerra en el jardín.

—Sí, qué horrible, pero, ya sabes, ninguna celebración se detiene por unos saiwos.

Suni está casi segura de que sigue durmiendo y su subconsciente se está riendo de ella.

—P-pero habrá gente herida...

—La mayoría recuperados ya. El resto, bueno —esboza un leve gesto de pesar—, se perderán el enlace.

Sin duda su subconsciente tiene que estar gracioso hoy.

—Nadie celebra una boda después de una guerra campal —insiste Suni.

Aine parece confusa ante esa reacción, y tarda varios segundos en responder.

—No deberías preocuparte. Por suerte no llegaste a ponerte el vestido de novia, si se hubiera dañado eso sí habría sido irreparable.

Suni le dirige una mirada lo bastante iracunda como para que Aine se ponga en pie, balbuciendo que debe de ir a informar a su madre de que ha despertado. Suni se quita las sábanas y la colcha de golpe, con enfado. Tienen que estar tomándole el pelo, es imposible celebrar la boda después de todo lo sucedido, en Ioral desde luego sería impensable. Sale de la cama con indignación, sin saber qué hacer.

—Debo decir que las ropas mojadas te sientan mucho mejor.

Esa voz deja a Suni inmóvil en mitad de la habitación. Se vuelve despacio hacia la puerta por donde salió Aine hace un minuto, y ahí está Djeric, perfectamente vestido con su traje de novio, incluído el sombrero y los guantes.

—Creo que he soñado que nos atacaban unos encapuchados y destrozaban toda la decoración del jardín —dice Suni.

—Me temo que no fue un sueño.

—¿Y cómo es posible que la boda se celebre hoy?

—¿Soñaste que se cancelaba? Debió de ser terrible despertar.

Djeric camina tranquilamente hacia uno de los sillones que hay cerca de la ventana.

—Daba por hecho que se cancelaba después de sufrir un ataque.

—Nunca permitiríamos que los saiwos arruinaran un evento donde asisten algunas de las Altas Familias, eso es casi un lema en Ilgarar.

Suni se cruza de brazos. Djeric se ha acomodado en el sillón con la elegancia de un príncipe. Está relajado, abrillantándose las uñas en la solapa de su lustroso traje. Es como si el muchacho que vio horas atrás luchando bajo la lluvia hubiera sido producto de su imaginación. O el que la besaba con tanta pasión que quemaba más que el fuego de la chimenea.

—Elsta intentó asustarme hablándome de tu familia materna, y admito que lo logró durante unos minutos. Pero se equivocó conmigo.

Djeric le regala una mirada de lo más indulgente, como si mirara a un niño que da sus primeros pasos solo para tropezar de inmediato.

—Subestimarla te convertirá en su títere sin que te des ni cuenta.

—Ajá. Quería que me resignara solo porque tu familia materna pertenece a ésas Altas Familias que has mencionado.

Ahora Djeric también sonríe, una sonrisa cargada de compasión.

—Cualquiera que te conozca diez minutos habría sabido que eso no funcionaría contigo. Elsta lleva días observándote, y su mirada no es la de cualquiera.

La chica abre la boca y la cierra de inmediato al recordar las palabras de Astrud. «Los Ashburg son maestros en ocultar sus intenciones». Arruga el ceño, confusa y molesta de pronto.

—Si no se equivocó, significaría que quería que averiguara cosas. Cosas que tú me ocultas.

Entonces recuerda también que Elsta le dijo que mirase a los invitados, que observara a su alrededor.

Djeric se sacude una pelusa imaginaria de la manga.

—No te oculté los orígenes de mi familia materna, simplemente no te interesaste en saber nada.

—¿Eso era lo que ella quería entonces? ¿Que me interesara?

Djeric ríe con suavidad.

—Te volverás loca imaginando posibilidades.

—¿Cuál crees que era la intención de tu hermana si no era detenerme?

Djeric sonríe con amargura.

—Ese siempre ha sido el juego favorito de Elsta conmigo. «Averigua lo que pretendo, deberías poder hacerlo». —Juega con un botón de su traje, abstraído—. A veces podía. Digamos que Elsta y yo hemos desarrollado nuestro poder de formas distintas.

Suni no puede dejar de mirarlo y comparar esa imagen de joven aristocrático con las otras facetas tan dispares que ha visto en él.

—¿Por qué quieres casarte conmigo? —pregunta Suni en voz baja, atrayendo la atención del muchacho de inmediato—. Y no me digas que es para restaurar el honor de tu familia.

—¿Deseas que invente una mentira? Porque te garantizo que esa es la razón.

—Pero ¿para qué? —Djeric la observa sin comprender—. ¿Para qué quieres restaurarlo? ¿Cuál es la razón real?

—Devolver a mi familia todo lo que perdió.

—¿Nada más?

—Supongo que Elsta lo que buscaba era fastidiarme, haciéndote husmear donde no hay nada —dice con despreocupación volviendo a toquetear el dichoso botón.

«No ha respondido». Sin embargo, la otra vez insistir no hizo que él le diera ninguna respuesta directa.

—Me dijiste que estabas condenado a este matrimonio, que no tenías opción. ¿Sabes? Me parecía muy triste tu situación, y a la vez me asqueaba. Lo cierto es que me parecías patético.

—Por favor, controla tus cumplidos, me estás sonrojando.

—Ahora me doy cuenta de que hay algo que no encaja en ese discurso.

—No me dejes con la intriga, dime qué no encaja.

—Tú. Tú no encajas. No pareces el prisionero que acepta resignado la espantosa carga de sus cadenas para poder salvar a su familia.

—¿Ah, no? ¿Qué parezco entonces?

En la mente de Suni se alza la imagen de Djeric luchando contra el saiwo de las dos espadas. Tranquilo, deteniendo sus golpes, paciente, aguardando el momento en que cometiera un error... Suni traga saliva al recordar cómo le atravesó el pecho, y responde en voz baja:

—Te pareces más al prisionero que aparenta aceptar sus cadenas, solo para agarrar el cuello de quién se las ha puesto... y apretar hasta matarlo.

Una chispa brilla en los ojos de Djeric, Suni no sabe cómo interpretarla, pero está segura de que ha tocado algo en él, y continúa.

—No me gusta ser el peón de un juego del que nadie me ha explicado las reglas.

Djeric la contempla de forma tan intensa que la chica empieza a sentir mucho calor en la cara. Pero nunca sabrá si él iba a decirle algo o se iba a limitar a contemplarla como si tratara de absorberla, porque las hermanas Lexer irrumpen como torbellinos. Incluida Elsta, la cual destaca entre el bullicio alegre de sus hermanas menores como lo haría un cuervo entre dos petirrojos.

Es a ella a quien Suni escruta, ignorando al resto. Aunque Elsta le devuelve una mirada indiferente, como si nunca hubieran mantenido una conversación privada cargadita de tensión. ¿A qué estará jugando? Suni se cuestiona si alguna vez lo sabrá, dado que ni su hermano parece entenderla.

Más palabras de Astrud resuenan en su mente como una advertencia: «Nadie alcanza el corazón de un Ashburg».

***

Gracias por otra semana de lectura
💙 🩵 💙

¿Qué os va pareciendo el avance de esta pareja?

¿Habrá boda al fin? 👀

¿Y noche de bodas? 🤭

Amo leer vuestros comentarios, no dudéis en dejarme vuestras impresiones y votos 🥰

¡Mil besazos! 💋



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