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Capítulo 34

—Disculpadnos, mi prometida está un poco alterada...

—Me pasa siempre que me secuestran —replica Suni mordaz.

Djeric aprieta su mano con dolorosa fuerza. Un hombre enorme, calvo, con una barba sucia, da un paso al frente, y gruñe palabras en ílgaro señalando a Suni. Djeric se tensa, su rostro se vuelve hermético y tan frío como el tono cristalino de sus ojos.

—¿Qué dice? —pregunta Suni.

—Nada que te gustase oír.

A continuación, Djeric responde algo, hace un gesto como si sostuviera el ala de un sombrero invisible, y se da la vuelta arrastrando a Suni con él. Ella frena su avance anclando los pies al suelo.

—¿Qué pretendes, Suni?

Por toda respuesta, ella agarra un guijarro del suelo y se lo lanza al barbudo; le da en el hombro. El aire se carga de tensión, como un suspiro retenido en el pecho.

—Voto al Gran Dios que algo no funciona bien en tu cabeza —murmura Djeric.

Los cuchillos oxidados de los hombres emiten un sonido amenazante mientras asoman de sus bolsillos. Djeric coloca a Suni a su espalda de un tirón justo antes de que el barbudo se abalance sobre ellos con un alarido. Djeric lo golpea con la mochila, el sonido metálico del napa en su interior encoge el corazón de Suni: probablemente ya no se pueda reparar. El hombre cae al suelo con una brecha en la cabeza.

Hay un segundo de silencio antes de que todo estalle. Los cuatro hombres sacan sus armas: botellas y cuchillos.

—Te voy a dar una paliza, Suni, si ellos no se me adelantan.

Los hombres lo rodean como depredadores al acecho; el barbudo se incorpora y enseña unos dientes amarillos con varias mellas. Djeric les habla en un tono mesurado, como si tratara de razonar con ellos. Suni retrocede poco a poco con paso inseguro, con la garganta en un puño, temiendo haber provocado una distracción con consecuencias fatales.

Cuando el barbudo ataca, el resto se une. Djeric pasa de estar inmóvil a transformarse en un torbellino de energía: bloquea, esquiva, desarma y golpea derribando a sus oponentes uno tras otro.

Suni retrocede con más energía. El sonido de metal oxidado chocando con fuerza le chirría en los oídos. No sabe en qué momento Djeric se ha hecho con varios cuchillos, pero ya no tiene dudas de que saldrá vivo: corre en dirección al edificio de los napas.

Unos pasos resuenan como tambores en el asfalto, Suni no se vuelve para descubrir quién la sigue. Entra en el edificio abandonado casi derribando la puerta a su paso. La luz del atardecer se filtra por las ventanas rotas, un aviso de que el tiempo se agota. Cuando alcanza las escaleras, unas manos la agarran por la chaqueta. Suni se retuerce, la punta de sus bailarinas alcanza el tobillo de su captor, y de él escapa un gruñido de rabia. Trata de golpearla, pero es como sostener una serpiente. Suni se contorsiona hasta que la tela de su chaqueta se tensa lo suficiente para rasgarse.

Unas palabras crudas y toscas, salidas de una garganta gastada, le dicen algo que no comprende. La chica consigue sacar un brazo y coger el sobre con la documentación del bolsillo. Entonces comienza a lanzar patadas al aire, alguna da en las paredes donde toma impulso hacia atrás hasta que él pierde el equilibrio. Ella se gira con brusquedad, libera su otro brazo y deja a su captor con los restos de su chaqueta en la mano.

Sube las escaleras de dos en dos. El chirrido de la madera antigua se une al eco de la pelea en el exterior. El olor a humedad y polvo le provoca picor en la nariz. Pronto oye unos crujidos más fuertes a su espalda. La está persiguiendo otra vez. «Mierda, ¡dejadme en paz todos!».

Va por la segunda planta cuando una mano se cierra sobre su brazo, arrastrándola hacia atrás. Suni grita de frustración mientras forcejea. Oye a Djeric gritar su nombre, y al volverse, ve que sube hacia ella a toda velocidad. Suni intenta huir, pero los dedos del hombre se clavan en su piel desnuda. Chilla, y el grito se pierde en un alarido más potente cuando Djeric golpea al captor de la chica.

Verlo la relaja un instante, hasta que recuerda que es de él de quien está tratando de escapar desde el principio. Se vuelve hacia ella. Tiene manchas de sangre en la mejilla y el cuello.

—¿Es... estás bien? —pregunta Suni.

—¿Ahora te importa?

—Tienes sangre...

Uno de los hombres empieza a lanzar alaridos desde la planta baja.

—¿Qué dice?

—Sintetizando: que me maten a mí y te atrapen a ti.

—¿Bromeas?

Djeric le clava una mirada dura como el acero.

—Te dije que estamos en una mala zona, ¿qué te pasa en los oídos que no escuchas? —Tira de una de sus orejas como una abuela molesta.

—¡Ay, suelta! —protesta la chica; se masajea la oreja a la vez que lo señala con el dedo—. Tú nos quieres condenar a un matrimonio, yo nos estoy salvado. Algún día me darás las gracias.

Djeric la contempla de ese modo en el que parece dudar de que haya algún cerebro debajo de tanto pelo.

—Yo hace mucho que estoy condenado a este matrimonio, y tú lo estás desde el momento en que tu padre me traicionó. Nos guste o no, casarnos es el destino de ambos.

Djeric empieza a medio empujarla, medio a tirar de ella hacia la azotea. Llegan jadeantes a la última planta. Encuentran la puerta entreabierta; la cierran a sus espaldas para descubrir que la manilla está rota.

—Creí que lo peor del día sería ver a Hakon, pero ya empiezo a recordarlo como un encuentro encantador —dice Djeric rastreando la azotea con mirada aguda—. Allí.

El muchacho señala una placa rectangular oxidada lo bastante grande y pesada como para servir de bloqueo. Suni le ayuda a colocarla de tal forma que sus perseguidores no puedan entrar. La textura rugosa y fría del metal en sus dedos le da tiricia, y agradece los guantes que cubren buena parte de sus manos.

—Ahora a rezar para que no la echen abajo antes de que encontremos una salida —dice Djeric sacando un pulcro pañuelo blanco del bolsillo trasero de su pantalón.

—¿De dónde sacas tantos pañuelos?

—Siempre llevo varios. Uno no puede ir por ahí sin algo con lo que asearse —responde mientras se limpia los restos de sangre de la cara.

Suni lo contempla asombrada de que sea tan presuntuoso, incluso en una situación como esta. También siente alivio al comprobar que no hay ninguna herida al retirar la sangre, no es suya.

Un golpe sordo los sobresalta. Están golpeando la puerta, se oyen voces rabiosas al otro lado.

—¿Y si buscamos esas escaleras? —propone Suni con voz aguda. Djeric asiente.

La azotea es un espacio amplio y desolado, con el suelo cubierto de gravilla y algunos trozos de escombros esparcidos aquí y allá. Solo hay un bulto cubierto por un plástico negro en un rincón. Es ahí donde va Suni, mientras Djeric se asoma por la destartalada barandilla.

Las sombras se alargan a medida que el sol se hunde en el horizonte. Suni quita el plástico con las manos temblorosas. Si no hay napas, todo lo que ha hecho no habrá servido de nada.

Ah, pero sí hay napas, solo que... están encadenados.

«No puede ser», piensa Suni con una angustia que le tapona el pecho.

Son cadenas gruesas, unidas por un candado grande, encerrando tres napas. Suni se agacha, y trata de liberar uno de ellos. Pronto se da cuenta de que las cadenas son muy anchas y no están ajustadas, con un poco de esfuerzo podría sacar uno de ellos...

—Por todos los monstruos ocultos en Druim. —Oye maldecir a Djeric al cabo de unos segundos—. La escalera está oxidada y rota.

—Tranquilo, delka —dice Suni con voz repentinamente risueña—. Siempre encuentro una manera de elevarme por encima de las circunstancias.

Suni sonríe socarrona mientras asciende en el aire y le guiña un ojo, igual que hizo en Blazh, cuando le cerró la puerta de cristal de la cocina en sus narices. Se despide con la mano que lleva el sobre con el dinero y la documentación, y acelera en dirección al mar. No le importa que él tome otro napa, en el aire jamás la atrapará.

Suni suelta una risa cantarina cuando él grita su nombre. «Ahora sí: vuelvo a casa».

***

Gracias por otra semana de lectura, espero que hayas disfrutado del capítulo. 💙🩵💙

Parece que Suni ha ganado. ¿O tal vez no? Estamos en la recta final de esta tercera parte, ¿cómo te gustaría que acabara? 👀

¿Os he dicho ya lo mucho que me gustan vuestros comentarios y votos? ¡Me dan un chute de entusiasmo! 🤩
¡Mil besazos! 💋

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