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Capítulo 26

—Con este viento no se puede napear.

Djeric dirige a Suni una mirada punzante.

—Considéralo otro obstáculo que tratará de derribarte en el aire. En la competición tendrás muchos más, criatura quejica.

Suni le devuelve una mirada de fastidio.

—El viento desestabiliza los napas, delka.

Djeric se quita el sombrero ante una ráfaga de viento; observa el borrón de nubes grises que cubre la cala que hay detrás de la mansión Lexer. Representa su estado de ánimo.

—Así que no sabes volar si el clima no es favorable. —Djeric chasquea la lengua—. No debe de tener mucho mérito ganar campeonatos en un país donde todo son facilidades. —Los ojos de Suni se amplían, llenos de indignación—. Si no puedes mantenerte en el aire, quédate en la arena, pero no nos estorbes, ¿de acuerdo? Nosotros tenemos que conseguir que ganes, pese a todo.

Djeric camina por la fina arena blanca hasta las rocas cubiertas de musgo, donde Alon ha colocado las mochilas con los napas. Para napear, Djeric ha optado por unos pantalones blancos flexibles; camisa blanca ajustada; chaqueta de montar añil con botones dorados; botas altas negras. Alon igual, pero todo de negro y granate.

Djeric se fija en Suni por sus gestos bruscos al abrir la mochila y sacar el napa. Ella le regala una mirada afilada acompañada de un gesto de suficiencia.

—¿Cuánto hace que no subís a un napa, delkas?

—Años —responde Alon mientras activa su napa—. Yo era muy bueno cuando practicaba en mi barrio.

—¿Y tú? —se dirige a Djeric.

—No lo recuerdo.

Suni sube a su napa de un salto y asciende con lentitud.

—¿Años? ¿Meses? Yo llevo unos días y no recuerdo cuándo fue la última vez que pasé tanto tiempo sin un napa en los pies. Mejor quedaos vosotros en la arena.

Djeric alza las cejas al ver a Suni volar. Parece un colibrí con su larga trenza sacudida por el viento, su vestido de tonos azules, su falda ondulante dejando al descubierto unas mallas negras. Se sostiene en el aire como si fuera su elemento.

—Por todas las Gracias, ¿ves lo que yo? ¡Es un pájaro!

—No. Es un hada.

Alon le dirige una mirada burlona por el tono embelesado que ha usado.

—Recuerda que no participamos en una simple competición de vuelo —carraspea Djeric.

—¿Ya le has contado las novedades?

Djeric niega con la cabeza.

—Analicemos primero cómo de difícil tenemos la victoria —dice mientras se quita las botas.

Alon sube al napa y renquea un poco al principio, después se lanza a por Suni. Djeric lo imita, pero asciende despacio, como si no quisiera llegar nunca. Observarla resulta más interesante de lo que estaría dispuesto a admitir. Ella se ríe. Es una risa juguetona que achispa sus ojos grises. Está jugando con Alon. Cada vez que él está muy cerca, ella gira en dirección contraria, retrocede o asciende. Alon parece incapaz de atraparla.

—¡Por el Gran Dios, muchacha! Eres como un fantasma en el aire.

Suni sonríe mostrando el incisivo. Alon aprovecha un viento fuerte para volver a atacar, pero Suni parece surfear la corriente de aire, mientras que Alon pierde el equilibrio y se ve obligado a descender. Djeric lo atrapa. Forcejean. El napa vibra bajo los pies de Djeric como si se quejara. Alon asciende y Djeric lo agarra por el tobillo, obligándolo a bajar. Cuando están a un metro del suelo, Djeric hace caer a Alon de bruces en la arena.

—En la competición no serán tan amables —grita Djeric dejando a su amigo atrás.

Suni vuela hacia los picos de roca negra que representan la meta. Djeric va tras ella. Suni lo detecta y desciende en el último segundo. Pero Djeric se interpone entre ella y las rocas.

—¿Cómo sortearás a los que te bloqueen la meta? —grita Djeric para que su voz atraviese el viento.

Suni lo observa en silencio. Su mirada parece estar calculando sus opciones. Sin pestañear, desciende como un ave de presa, en picado, para frenar a un palmo del suelo y alzarse hacia las rocas a espaldas de Djeric. El muchacho reacciona rápido. Vira y vuela hacia el punto al que Suni se dirige. Pero ella lo esquiva sin dificultad.

—¿Es este tu mejor intento? Podría bailar a tu alrededor todo el día sin que me tocaras —ríe juguetona.

Djeric debe admitir que ella tiene un buen entrenamiento. La fluidez con la que se mueve por el aire en un napa viejo, demasiado grande y que nunca antes ha usado, es una prueba inequívoca. Esa imagen de ella disciplinada, entregada, constante, no encaja con la que él se había formado de chica rebelde y frívola.

—¿Quién es el que no puede mantenerse en el aire, delka? —se burla cuando Djeric pierde el equilibrio por una ráfaga de viento.

—¿Por qué te quejabas del viento si parece que bailas con él?

Suni sonríe con suficiencia y se encoge de hombros.

—Por vosotros, claro, no quería que os quedarais sin napa el primer día. A mí el viento me impulsa o me fortalece.

Djeric siente que algo burbujea en su estómago. Es un cosquilleo. Las burbujas estallan en su pecho y apenas puede ocultar una sonrisa. No comprende como una misma mujer puede provocar tantas reacciones contradictorias en él.

Alon aparece a espaldas de Suni. Djeric aprovecha para lanzarse a por ella también. Un viento fuerte aleja a Alon, pero Djeric logra equilibrarse y seguir cercando a Suni. Cada vez que parece que va a atraparla, ella se escurre de sus dedos como si estuviera hecha de aire.

—Creo que podemos replantearnos nuestra estrategia —chilla Alon al cabo de un rato de tratar de cazar a Suni sin resultados—. No parece que ella encaje en el papel del balón.

Djeric ríe. Su humor ha mejorado mucho, igual que sus posibilidades de ganar la competición.

—Vamos los dos de una a por ella.

Djeric le hace señas a su amigo con las manos, las que emplean en el Laberinto cuando necesitan comunicarse sin palabras. Sincronizan sus vuelos para acorralar a la chica, ella se mueve errática por el aire lo que dificulta adelantarse a sus movimientos.

Alon consigue que Suni vire con brusquedad y pierda el control del napa unos instantes que Djeric aprovecha. Cuando una de sus manos se cierra alrededor del brazo de la chica es una sorpresa para ambos. Djeric tira de ella hasta rodear su cintura y tenerla entre sus brazos. El napa de Suni comienza a descender lentamente al verse sin su dueña.

El corazón de Djeric retumba en sus oídos, pero no es el único que siente, también nota el de ella, pegada a su pecho. La respiración de ambos se une a las ráfagas de viento. Sostenerla altera sus nervios de un modo tan delicioso como doloroso. Suni se limita a observarlo con las mejillas encendidas y los labios entreabiertos.

—Estoy sorprendido, mishmi —Djeric acaricia la mejilla de la chica, disfruta de su tacto cremoso y frío—. Parece que has nacido con alas.

—¿Qué significa «mishmi»? —susurra Suni con el corazón en la garganta.

—Mi bella.

Con una inspiración de sorpresa, Suni hace el amago de empujarlo, pero sus pies ni siquiera están apoyados en el napa de Djeric, y están a varios metros del suelo.

—Bájame.

—Mmm.

Djeric continúa acariciando su mejilla, recorriendo con los ojos cada rasgo de la cara de Suni, como si fuera un cuadro que tratara de memorizar.

—Hablo en serio, delka...

—Empiezo a odiar que me llames así. —Los dedos de Djeric descienden hasta el labio inferior de la chica; susurra a un palmo de su cara—. Mi nombre es Djeric. Es sencillo. Corto. Bonito. Úsalo.

Suni permanece inmóvil, atrapada en la suave caricia, en la intensidad de esos ojos que ahora parecen tan profundos como el océano; cuando se clavan en su boca a Suni le pesan los labios.

—Te lo advierto: no vuelvas a besarme. —Odia que su voz salga temblorosa.

La risa de Djeric vibra en el cuerpo de Suni provocándole un estremecimiento que casi la hace gemir.

—Vamos a casarnos, criatura: voy a hacer mucho más que besarte.

Suni deja de respirar. Djeric se inclina al mismo tiempo que la alza por la cintura, pero antes de que sus labios se encuentren, un aullido de frustración los devuelve a la realidad. Alon está dando golpes a su napa.

Suni vuelve a respirar. Djeric desciende con un gesto de decepción. Cuando están a un palmo de la arena, salta sin soltar a Suni, pero la chica se separa de él como si fuera algún tipo de cactus venenoso. Da un traspiés al retroceder. Toda la gracia que mostró en el aire ahora es torpeza.

Los rugidos de Alon son entendibles por Djeric, y no son agradables. Una ristra de insultos hacia el viento, Sifri Hakon, el napa, Sifri Hakon, las apuestas y Sifri Hakon se llevan una buena ración de maldiciones.

—Me he caído y ahora no funciona, Djer.

—Era una chatarra —dice Suni—. Para competir necesitas algo mejor. Todos necesitamos los mejores napas para competir.

Djeric asiente y Alon maldice. A continuación, agarra su napa y se marcha a grandes zancadas.

—Voy a comprar napas que se mantengan en el aire, vosotros seguid entrenando —gruñe como despedida.

Djeric se vuelve hacia Suni. La descubre con un botellín de agua en las manos y sus ojos grises clavados en él.

—No eres malo napeando, para ser un delka. Diría que eres casi tan bueno como un iora tuerto y cojo.

—Tus halagos me sonrojan, mishmi. ¿Debo recordarte que te he atrapado?

—Eres grande y pesado —continúa ella en tono ligero—, algo así como una morsa.

—Me conmueves.

—Aun así no ha estado mal.

—Te he atrapado.

—No volverá a suceder.

—Eso espero. Basta que te saquen del napa una sola vez para perder.

—Puedo volver a montar —asegura mientras camina hacia su napa.

—No si te dejan inconsciente. Y lo harán.

—Ajá.

Vuelven a entrenar. Pero él ya no es capaz de atraparla ni una sola vez.

***

Gracias por otra semana más de lectura ^^

¿Qué te ha parecido el capítulo? 

¿Qué será lo que Djeric no le ha contado aún a Suni sobre la competición? 

Recuerda votar y comentar para apoyar la historia, hacerte presente en ella y animarme a seguir.  ¡Mil besazos!

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