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Capítulo 20

La escalera finaliza en un rellano plano; ante ellos se extiende un túnel largo y oscuro, con una tenue luz al final. Suni se esfuerza por no tocar la pared, temerosa de encontrar telarañas o algo peor; ayuda que Djeric sujete su mano con fuerza.

Solo se escucha la respiración de ambos, y el eco de sus pasos.

Cuando alcanzan la luz, Suni da un respingo al descubrir a un gigante recostado sobre la pared. Djeric se detiene, la capucha mantiene su rostro en sombras. El gigante se coloca a la luz de una lámpara anclada a la pared; Suni descubre que es un hombre después de todo. Calvo. Fuerte. Descomunal.

Intercambian unas pocas palabras en ílgaro, antes de que el gigante se dé la vuelta hacia una puerta de madera chapada en hierro. El silencio se hace añicos cuando la puerta se abre: barullo de voces, música, y otros sonidos que Suni no sabe identificar.

Djeric tira de ella al interior de un pasillo mejor iluminado; por él caminan un par de hombres enormes con pinta de llevar armas hasta en los sobacos. Los ruidos provienen de las distintas puertas que salpican el pasillo.

—¿Qué es este lugar? —murmura Suni, incapaz de contener por más tiempo su curiosidad.

—Una casa de apuestas clandestina.

—Clandestina —repite pensativa mientras sus ojos recorren el tapiz gastado de las paredes—. ¿Por qué? ¿El tío del tal Sifri no tiene una legal enfrente del polideportivo?

—Allí solo se puede apostar lo que está permitido por ley. Aquí... puedes apostar cualquier cosa.

El vello de la chica se eriza ante el tono con el que pronuncia las últimas palabras. Entonces se da cuenta de que cada puerta tiene un dibujo en su centro, como un símbolo: hachas dobles, cabezas de dragones, un rayo... No sabe qué pueden significar, pero cuando ve unas alas se detiene, obligando a Djeric a frenar su avance.

—¿Qué haces? No...

Suni abre la puerta y da unos pasos al interior de la sala. Djeric está a punto de tirar de ella, hasta que la chica lanza una exclamación admirada. En las paredes se proyectan a personas volando sobre napas. También hay comentaristas en vivo. Sus potentes voces resaltan por encima de todos los que están en mesas o en la barra.

—¿Hay competiciones de napeo? —grita Suni con entusiasmo.

—Recuerdo habértelo dicho. También recuerdo tu absurda pregunta sobre si volaban o iban a ruedas.

Suni está tan emocionada que la pulla no la alcanza.

—¿Se hacen apuestas de napeo?

—Por supuesto, aunque no son las más populares.

Djeric la arrastra hacia la salida.

—¿Cuándo piensas soltarme la mano, delka?

—Quizá cuando empieces a llamarme por mi nombre.

—¿Nunca? Eso es mucho tiempo.

Djeric aprieta con más fuerza su mano como única respuesta. Suni decide dejar la discusión, en su cabeza va tomando forma un plan más sólido. Necesita encontrar a ese tal Sifri cuánto antes.

La siguiente puerta que cruzan da a una sala más tranquila, donde se proyectan varios deportes en las paredes, pero nadie los comenta. En su lugar, suena una música suave.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunta Suni.

—Esperar.

Se sientan en una mesa vacía en un rincón con menor iluminación. Djeric la suelta.

—Por fin —exclama Suni restregando la mano en su falda para eliminar el hormigueo que le produce el contacto con él, incluso aunque lleve guantes—. ¿A quién esperamos?

Djeric se baja la capucha y su cabello resplandece como una aureola blanca.

—A una amiga —responde mientras observa su entorno con disimulo—. Ella es quien nos ha ayudado a entrar. Trabaja aquí.

Suni comprende que se han sentado en la mesa que mejores vistas tiene de toda la sala. La gente sentada en mesas o en la barra van vestidas con ropas opacas, la mayoría son hombres jóvenes y maduros. Suni solo ve a un par de mujeres, y ambas destacan por sus colores vivos, faldas cortas y escotes pronunciados.

—¿Esa amiga es una de ellas? —Djeric niega con la cabeza— ¿En qué trabaja exactamente?

—Sirve copas. Estará a punto de llegar.

Suni se da cuenta de que Djeric se ha vuelto muy escueto en palabras. También está más serio y alerta.

—¿Qué edad tienes? —suelta Suni la pregunta que ronda su cabeza desde que lo vio en el jardín de su casa.

—Veintiuno.

—A veces pareces muy joven y otras muy viejo.

Para sorpresa de Suni, él ríe suavemente.

—La madurez tiene poco que ver con la edad y mucho con las experiencias.

De pronto, su sonrisa se congela, se pone rígido y su mirada se transforma en fuego recubierto de escarcha. Suni se emociona, esa reacción debe de significar que ha visto a Sifri.

Pero los dos jóvenes que se acercan parecen imbéciles. A Suni no se le ocurre otra forma de describirlos. Sonrisa de idiotas junto a miradas maliciosas. También sus voces son irritantes, empleando tonos diseñados para fastidiar.

—Hazme un favor, criatura, ve a la barra y pregunta por Moa.

—¿Amigos de Sifri?

—Peor —responde Djeric ignorando a los muchachos que continúan acercándose—. Antiguos compañeros de escuela. Ve —Suni se resiste a irse ahora que parece que va a ocurrir algo interesante—. Recuerda nuestro trato.

La chica resopla antes de ponerse en pie. Se cruza con los dos jóvenes, que tienen toda la atención en Djeric, no en ella. Suni no comprende lo que dicen, pero el tono y los gestos le indican que se están burlando.

La chica llega a la barra, se sienta en el taburete con la vista fija en la mesa donde está Djeric. A esta distancia, él parece indiferente, casi aburrido. Una camarera de vestido ajustado y muy maquillada se acerca y le pregunta algo en ílgaro. Suni pregunta a su vez, en iora, por la tal Moa. La joven asiente y se va.

Suni se gira y ve como uno de los imbéciles se sienta al lado de Djeric, coloca el brazo alrededor de sus hombros como si fueran colegas, y le susurra algo al oído.

Antes de que a Suni le dé tiempo a parpadear, la cara del tipo pasa de estar cerca del oído de Djeric a estamparse en la mesa con un ruido sordo. Djeric lo suelta y lo empuja lejos. Cae al suelo con la nariz sangrando.

El otro muchacho grita algo, pero alguien le agarra por los hombros cuando se lanza a por Djeric. Suni se sorprende al reconocer a Alon.

—Sale prronto.

Suni se sobresalta ante la voz de la camarera, que se ha acercado a ella sin darse cuenta. Le da las gracias, y se apresura a acercarse a la pelea. Pero los imbéciles ya se están alejando, con malas caras y palabras bruscas.

Cuando Suni llega a la mesa, Alon ya se ha sentado al lado de Djeric.

—Veo que me he perdido la diversión —dice Suni dejándose caer en la silla; Djeric y Alon la contemplan como si no comprendieran sus palabras—. No me parecías el tipo de chico del que otros se burlan en la escuela.

—Es complicado —responde Djeric de mala gana.

—Es por su hermano —aclara Alon.

—¿Kalev?

Djeric mira a su amigo con reproche.

—¿Hay algo que no le hayas contado?

Alon parece perplejo y confundido a la vez.

—Fue Aine quién me habló de él.

—Estoy rodeado de bocazas —murmura Djeric.

—¿Qué pasa? ¿Es un secreto?

—Es algo de lo que no me gusta hablar.

Una joven corre hacia ellos. A Suni le da curiosidad el abrazo que comparte con Djeric. Lo poco que sabe de los delkas es que son tan fríos como su clima, y el contacto físico lo reservan para sus allegados.

Suni se fija en la pronunciada abertura que sube por el muslo derecho de la joven, cubierto por una fina media. También luce un escote que en Ioral no tendría nada de extraño, pero que en estas tierras debe de ser escandaloso: se le ve el canalillo. Tiene una melena caoba que cae libre por su espalda. Sus labios están pintados de un rojo vivo.

Debajo de todo eso, tampoco es que la muchacha sea una belleza. Aunque su sonrisa la hace brillar.

Suni se pregunta si fueron amantes. Y esa pregunta abre la puerta a un millar más sobre la vida sexual de Djeric, que no piensa hacerle jamás.

Cuándo la joven abraza a Alon, lo hace de forma aún más estrecha, cálida, y ahora Suni se pregunta si habrá sido amante de los dos.

—Moa, te presento a Suni Firelips, mi prometida.

—¡La sanadorra! ¡Qué horror conocerrte!

«¿Horror?», repite mentalmente Suni antes de verse envuelta en un fuerte abrazo cargado de perfume. Ante la contradicción de sus palabras y su gesto, Suni supone que habrá intentado decir «honor». También empieza a dudar que esa joven necesite acostarse con alguien para ser tan efusiva.

«Supongo que puede existir una ílgara cariñosa, sin más».

—¿Y tú eres...? —dice Suni, apartándose para respirar oxígeno libre de perfume.

—Moa, amiga familia Sven de niña —chapurrea en iora— también amiga familia Lexer. Ahorra amiga tuya también.

—Moa, querida —interrumpe Djeric en tono suave—, ¿puedes quedarte con Suni hasta que volvamos? Si tardamos mucho, no nos esperéis, nos veremos fuera. ¿De acuerdo?

Moa rodea la cintura de Suni mientras responde:

—Yo cuido.

Djeric dirige una última mirada a Suni antes de salir con Alon. Una mirada de advertencia que Suni traduce como: «recuerda nuestro trato».

—Ven a barra, yo trabajo, podemos hablar.

Suni se ve arrastrada a la barra, no protesta, les da a los delkas un margen de tiempo para que se vayan. Aprovecha para preguntar a Moa por su relación con Djeric y Alon, y en sus chapurreos de iora descubre que es una amiga de la infancia de la hermana de Alon, de un barrio humilde de Rajtariv. Alon sacó a su familia de la pobreza tras ganar en el Laberinto.

Cuando se acerca un cliente, Suni le dice a Moa que va al baño. La chica asiente con la cabeza antes de atender al hombre que se sienta en el taburete. Con suerte, estará un rato entretenida antes de darse cuenta de que Suni no va a regresar.

Suni se escabulle y pregunta por Sifri al primer tipo que encuentra vigilando el pasillo. El hombre tiene tanto pelo en la cara que parece un oso, se limita a asentir y a hacer un gesto con la cabeza para que lo siga. El corazón de la chica bombea con fuerza. Lo que sabe de Sifri Hakon es que ha secuestrado a una chica para hacer chantaje, y que su tío tiene una casa de apuestas ilegales.

«Quizá esta no sea mi mejor idea de la semana».

***
Gracias por otra semanita de lectura 💙 ¿Qué te ha parecido el capítulo?

Me encanta leer vuestros comentarios y que voteis cada capítulo. Sentiros presentes en la historia 🩵
Mil besazos.

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