Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Suni no cree en el infierno, pero de existir su entrada tiene que ser idéntica al valle humeante de Ilgarar. Una llanura desierta repleta de nubes grises, donde enormes columnas de humo se elevan del suelo, como si el valle estuviera en ebullición. Las montañas parecen inalcanzables, Suni confía en que así sea, porque están cubiertas de hielo y sus picos son tan afilados como una sierra nueva. La tierra es negra. No hay nada verde. Ni tampoco edificios. Solo un sabor metálico en el aire.

—No es el camino más acogedor —grita Alon desde el asiento delantero para hacerse oír sobre el ruido del motor—, pero sí el más rápido, rodear la costa nos habría llevado todo el día. Hemos tenido suerte de encontrar este coche en alquiler.

Suni lo observa como si se estuviera riendo de ella. Jamás ha visto un coche en peor estado. El tubo de escape expulsa más humo que el valle. Traquetea como un viejo achacoso. Y su velocidad es irrisoria, Suni lleva viendo el mismo árbol seco desde que salieron del pueblo de Fukerin y entraron en esta carretera desierta.

Alon trata de iniciar una conversación con Djeric, pero él se mantiene en un silencio tan denso como el humo que sale de la tierra. Lo intenta con Suni, y ella actúa igual.

—Viajes así son los que te hacen valorar el hogar —gruñe Alon echando su sombrero hacia delante, como si fuera a dormir.

Suni tararea para sí canciones de Takiro, siempre la relajan; ahora la sumergen más en la desesperación de no saber cuándo volverá a casa. Recuerda la competición de la Diosa de Fuego. ¿Qué pensarán Maiq y sus amigos de su repentina desaparición? ¿Vendrá su padre y su hermana a impedir la boda? Es el único pensamiento que le da esperanzas, pero si las acusaciones de los delkas son ciertas... Contiene las lágrimas que empujan tras sus ojos. No quiere llorar, no podrá parar si lo hace. Inspira el aire que entra por la ventanilla, huele a humo y hielo.

—Si me hubieras hecho caso desde el principio, mi terco amigo —rompe el silencio Alon en ílgaro—, no te habrías llevado esta desilusión. Habrías apostado por una sanadora de nuestra tierra, quizá no tan poderosa, pero más conveniente. Cómo yo ya te dije...

—Mi queridísimo, queridísimo Alon —Djeric habla con suavidad mientras aprieta el volante hasta que sus nudillos se ponen blancos—, como acabes esa frase volverás a casa andando.

Alon refunfuña antes de guardar silencio. Djeric necesita ese silencio. Sabe desde niño que la familia no se elige, ni en la que naces ni la que formas con una mujer desconocida. Él estaba más preparado para imprevistos de lo que Alon se imagina. Pero la criatura que hay en el asiento trasero parece algo sacado del sueño de un fumador de opio.

Djeric la observa por el retrovisor, ella hace lo mismo y sus miradas se traban como dos espadas que colisionan.

A medida que se acercan a la capital, hay un cambio gradual en el paisaje. El humo y vapor del valle se disipan, el aire se vuelve más fresco y limpio, aparece vegetación de un verde oscuro. A lo lejos, se alza una estructura alargada y alta, con techo puntiagudo, como un barco que hubieran puesto boca abajo. Es el pabellón deportivo, la entrada norte de Rajtariv, un lugar lleno de bares, hostales y casas de apuestas. Su primera parada para comer.

Suni baja del cacharro que los delkas llaman coche con el estómago revuelto. Se frota los brazos, el aire atraviesa sus fosas nasales como agujas de fuego helado. Entran a un bar de paredes de piedra ceniza y ventanas anchas enrejadas que a Suni le recuerda al interior de una celda; salvo por el alboroto de voces y risas fuertes. Descubre que la mayoría son hombres, todos grandes, de ojos y cabellos claros, pero con vestimentas más holgadas y menos refinadas que las de sus acompañantes. También se da cuenta de que muchos la contemplan con aturdimiento, como si no comprendieran lo que ven.

Alon pide platos como si llevara semanas sin comer, y engulle con ferocidad. Djeric es más comedido, mastica con parsimonia con sus ojos entornados atento a cada persona del local. Ella apenas come, da sorbos a una sopa con tropezones desconocidos con sabor a especias.

—Problemas —dice Djeric en ílgaro.

Desde que entró en el local percibió que lo observaban con malas intenciones. Un disimulado escrutinio a su entorno le ha permitido descubrir a dos secuaces de Sifri Hakon. Solo conoce al más grande, Inker. La quemazón que siente en su nuca le advierte que debe de estar preparado para un ataque.

—Si no me he terminado ni el primer plato... —protesta Alon en el mismo idioma.

—Hakon nunca ha sido considerado, mi querido amigo.

Djeric limpia sus manos con una servilleta. Se quita la casaca de brocado dorado y la dobla con mimo. Se desabrocha los botones de los puños de su camisa y se arremanga. Suni lo observa sin entender qué sucede.

—¿Por qué te desnudas ahora?

Djeric tuerce los labios con burla.

—Es tradición ílgara quitarse la ropa al finalizar la comida —alza sus ojos hacia el plato de Suni—. Veo que ya te queda poco.

Djeric contiene una sonrisa ante la expresión de horror de la chica. Alon ríe por lo bajo, y unos manchurrones rojos se pintan en las mejillas de Suni.

—Estúpidos, delkas —farfulla removiendo con enojo lo que le queda de sopa.

—Llévatela —ordena Djeric en ílgaro mientras se quita el chaleco y lo dobla en el respaldo de la silla vacía donde está su casaca y su sombrero.

Alon niega, sombrío.

—Ese hijo de mil perras tiene sus pulgas muy alteradas. Prefiero quedarme por si me necesitas. No insistas —alza la mano cuando Djeric abre la boca—, recuerda que también va a por mí, separados somos más débiles, mi cabezota amigo.

Djeric no puede negarlo. Desde la última victoria de Djeric y Alon en el Laberinto, Sifri ha estado especialmente irritable con ellos.

—Si habláis de mí me gustaría saberlo —dice Suni malhumorada.

Djeric le dirige una mirada perezosa.

—Lamento informarte de que no eres el centro de nuestra conversación.

—Es posible que hayan problemas, muchacha —dice Alon tras limpiar su plato con una rebanada de pan negro—. No te muevas de mi lado, ¿entendido?

—¿Qué tipo de problemas?

Djeric se levanta y camina tranquilo hacia la barra, del cinturón sobresale el mango de su daga. Se sienta en un taburete y pide un apovki con hielo. Apenas le da un sorbo cuando un hombre se sienta a su lado: Inker. Es ancho como un armario, sus brazos parecen troncos y sus manos platos de alta vajilla. Lleva la camisa holgada marrón arremangada hasta los codos, unos pantalones gastados y botas altas.

—La próxima competición del Laberinto se va a poner más dura de lo habitual, Lexer —la voz sale rasposa, las palabras se arrastran con lentitud.

—Magnífico —alza su vaso Djeric—. Ganarla será más gratificante que las anteriores.

Inker gruñe con una mueca de fastidio. El camarero le sirve una espumosa jarra de cerveza.

—No lo entiendes. A ésta competición es mejor que no te presentes. Tendrás muchos problemas si lo haces.

—Comprendo.

Djeric bebe un sorbo y lame sus labios, unos mechones blancos caen sobre su ojo y se lo aparta con delicadeza; Inker se remueve impaciente en su asiento.

—¿De verdad comprendes, Lexer? ¿Quiere decir eso que vas a retirarte de la competición?

Djeric le regala una sonrisa tan suave como una tostada de mantequilla.

—Por supuesto que no.

Inker tamborilea los dedos sobre la barra, Djeric observa cómo sus uñas crecen, afiladas como su daga.

—Entonces no comprendes nada.

—Comprendo que este es el último año en el que Sifri puede participar y te ha enviado a quitarle competencia del camino.

Inker parece más satisfecho, responde bebiendo un largo trago, sus uñas aún afiladas. Djeric acaricia el borde del vaso con el pulgar.

—Dile a tu señor que si tanto desea la victoria, debe entrenar más. Es lo que hago yo. Es lo que hace Alon.

—Él es muy entregado.

—Desde luego, se toma muy en serio el quitarse a rivales mejores que él. No tan en serio superarlos por sus propios méritos.

Las uñas de Inker crecen hasta convertirse en cuchillos, Djeric las observa con expresión curiosa.

—Sifri se juega mucho en esta competición, tú y Sven ya habéis ganado dos. Retiraos por las buenas.

Djeric ladea la cabeza hacia Inker con un rastro de desdén en su rostro.

—Yo no acepto órdenes de un perdedor.

Las uñas se clavan en la madera de la barra.

—Solo te estoy avisando de lo que se viene. Antes de lo que crees desearás haberme dado otra respuesta.

El hombre vacía su jarra, deja unas monedas en la barra, se coloca el sombrero y sale despacio por la puerta del local, seguido de cerca por otro secuaz de Hakon. Djeric termina su bebida con el amargo sabor de la decepción. No se mete de cabeza en las peleas, y menos cuando viste sedas y terciopelo, pero en estos momentos le habría resultado muy gratificante liberar su frustración con esbirros de Hakon.

Djeric regresa a la mesa.

—¿Ese hombre era el problema? —pregunta Suni antes de que se siente— ¿Qué quería?

Djeric no responde, en su lugar, estudia el rostro de la joven. Sus pestañas espesas, largas y oscuras, el delineado de sus ojos, el brillo de interés en sus iris grises. Bajo su escrutinio, el interés de ella se transforma en tensión y duda. Djeric desciende por su nariz respingona hasta sus labios en forma de corazón. Es como su hada, sin las orejas picudas, ni la alta cola cayendo a su espalda.

—¿Q-qué haces? —Suni se estira hasta tocar el respaldo de su silla, como si tratara de alejarse de la mirada de Djeric.

—¿Qué te ha dicho? —interrumpe la voz de Alon en ílgaro.

Djeric le cuenta todo en el mismo idioma. Alon sacude la cabeza con preocupación antes de decir:

—Si no gana este año quizá caiga en desgracia en su familia. Su padre no es de los que soportan tener un perdedor en casa. Ya conoces el dicho: no se debe subestimar a un hombre desesperado. Debemos estar alerta.

—Tengo problemas mayores en estos momentos.

Djeric regresa su atención a Suni: descubre una chispa de enojo en sus ojos. ¿Cómo puede preocuparse por Sifri Hakon y sus maquinaciones, cuando en unas horas va a presentar a su familia a una joven que lo contempla como si estuviera planificando la forma de matarle?

***

Os dejo esta imagen representativa del valle humeante.
Espero que os haya gustado el capítulo, es el inicio de la segunda parte ☺️

Agradezco mil vuestros votos y comentarios 💙

Podéis seguirme en Instagram (@ linnetllamas) para ver más imágenes de Choque. Mil besotes 💋

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro