Capítulo 12
Suni despierta sobresaltada. Mira a su alrededor y descubre que la cama contigua está vacía. Sobre el sillón yace su ropa y su mochila. La luz que entra por la ventana es intensa. Capta el sonido de las olas y voces fuertes que parecen provenir fuera del barco. ¿Qué día será? Gira su muñeca, pero su braz no está ahí, otra vez lleva puesto el camisón. Siente su piel pegajosa.
«Necesito una ducha, mi braz y mi casa. ¿Dónde estarán los delkas?».
Sale al pasillo con su ropa en la mano, no hay nadie. Entra en el baño y se ducha con lentitud, pese a que el agua no sale todo lo caliente que le gustaría. Ponerse su ropa, ahumar sus ojos y pintar sus labios la hace suspirar de placer. Se coloca la mochila al hombro y sale a cubierta.
La claridad daña sus ojos. Una suave brisa con olor a mar, a sol y a pescado fresco llena sus pulmones. Descubre que están atracados en un pequeño puerto de embarcaciones rudimentarias; las rocas que lo rodean están cubiertas de musgo, y en una de ellas se puede leer un nombre: Fukerin.
—Malditos sean tus huesos, Djer, estás siendo irracional. Eso no es propio de ti, sino de mí, lo cual me obliga a ser yo el racional, ¿te das cuenta de lo incómodo que me resulta?
—Tú puedes tomártelo a risa, por supuesto: no tienes que casarte con ella.
Las voces de los delkas provienen de la cabina. Suni se aproxima sin hacer ruido.
—No es tan grave. Mírame a mí. Estaba desahuciado y en tres días estoy casi recuperado. Es lo que querías, lo que necesitabas.
—No. Es un castigo. ¿Ya has olvidado cómo trataba a su padre? ¿Su deficiente educación? Es como él. —Hay una nota de amargura en las últimas palabras.
—No es Kalev, por el Gran Dios, si apenas la conoces.
Suni asoma la cabeza y descubre a Alon en una silla de cuero marrón junto al timón, y a Djeric con los brazos sobre una repisa de madera, tenso y con el pelo desordenado.
—Siempre puedes renunciar...
—Sabes que no. —La frustración en la voz de Djeric anuda el estómago de Suni—. Sabes todo lo que está en juego. —Golpea la repisa con tanta fuerza que la chica da un brinco—. No puedo fallarles —murmura dejando caer su cabeza.
No se parece en nada al joven recto, sereno y aburridamente educado que se presentó en su casa. Suni teme preguntar qué lo tiene en ese estado.
—Pones a prueba el alma de un hombre —suspira Alon.
Suni aferra la correa de su mochila y entra en la cabina. Alon se pone en pie. Djeric se tensa.
—Mi joven salvadora, pareces recuperada —saluda Alon rascándose el antebrazo y dirigiendo furtivas miradas a la espalda de Djeric.
—Tú también, de nada. ¿Ocurre algo? Tu amigo parece a punto de arrojarse del barco.
Alon carraspea antes de hablar.
—Djeric ha estado hace un rato en la casa de las competiciones de los Islotes bélicos para... bueno, ya sabes, denunciar lo sucedido con tu familia, —Suni contiene la respiración—, ha solicitado un contrato matrimonial con otra sanadora... —Alon parece atragantarse con las siguientes palabras—. Parece que... resulta que... no hay devoluciones.
—¿E-eso qué quiere decir? —El corazón de Suni comienza a ser errático.
—Quiere decir —responde Djeric con voz de ultratumba— que yo gané el contrato matrimonial de Mare Firelips. Ese era mi premio, junto al dinero que debía entregar a su padre. Yo cumplí, él no. Las consecuencias por romper un acuerdo matrimonial es la devolución del doble del dinero.
Los ojos de Suni se amplían como pelotas. ¿El doble? Imposible. ¿De dónde iba a sacar su padre esa cantidad?
—De no hacerlo —continúa, dando pequeños golpecitos a unos papeles enrollados que tiene en su mano—, es una deuda de honor que solo se salda con sangre, ¿comprendes lo que eso significa?
Suni tiene un fuerte nudo en el estómago y se encuentra intentando respirar alrededor de él.
—Ha-hablaremos con mi padre... Seguro que todo esto es un error.
—¿Volver a Blazh, dices? ¿Volver y que nos tiendan otra trampa? No, está vez tendrá que ser tu padre el que venga aquí. Ya sabe cuándo y dónde es la boda.
—Pero si no está Mare, ¿cómo va haber boda?
El silencio envuelve la cabina durante una pequeña eternidad. Djeric afila su mirada antes de decir:
—Estás tú.
Suni abre la boca, pero el pánico se eleva tensando su garganta y ahogando sus palabras antes de que salgan. Sacude la cabeza en negación hasta que recupera su voz.
—No. Imposible. Jamás.
Djeric la contempla con oscura resignación.
—No —insiste ella con más énfasis—. De ninguna manera. Tú... renuncia al contrato.
Djeric se masajea el puente de la nariz.
—Lo haría, créeme que lo haría, si tuviera otra sanadora con la que casarme, cualquier otra. Pero eres tú o nada, y no he luchado tanto para nada.
—No quiero casarme contigo. No voy a casarme contigo. Yo... —El rostro de Suni se ilumina—. ¡Tengo novio!
Djeric se pone recto y la evalúa con la mirada.
—¿Estás comprometida?
—¡Claro que no!
—Entonces no tienes nada.
Suni maldice su sinceridad, pero contraataca.
—Soy menor de edad, no puedo casarme sin el consentimiento de mi padre.
Djeric muestra el papel que lleva enrollado en su mano.
—Tengo el contrato de matrimonio de tu hermana, tendríamos que hacer un cambio de nombres.
—Ni hablar. Yo no soy ningún premio.
Djeric sonríe: es un rictus amplio carente de humor; se revuelve el pelo con impaciencia.
—Por fin estamos de acuerdo en algo, criatura: tú no eres ningún premio.
—No voy a casarme contigo, delka —repite sintiendo como su rabia le abrasa la lengua.
Djeric avanza unos pasos hacia ella; Suni retrocede hasta sentir la manilla de la puerta en su espalda.
—¿Prefieres una deuda de sangre? —Los ojos de Djeric son tan opacos como el cristal ahumado—. La única forma de saldarla es con un desafío a muerte en los Islotes. ¿Quieres eso para tu padre?
Suni siente ganas de gritar, pero su voz queda atorada en su garganta. En su lugar, empuja a Djeric con todas sus fuerzas; él retrocede sorprendido y ella sale corriendo de la cabina sin mirar atrás.
Nadie la sigue. Nadie la detiene. Baja del barco y se encuentra contemplando un muelle de madera oscura, barcos pequeños, personas que hablan otra lengua y contemplan sus ropas como si fuera una criatura sacada de algún libro extraño.
«¿A dónde voy?», piensa con desesperación mientras ardientes lágrimas ruedan por sus mejillas. Está tan lejos de su casa, de sus amigos, de su familia, de todo su mundo... «Galáctico, papá, ¿cómo has podido cagarla así? ¿Qué hago yo ahora? Joder, ¿cómo regreso sin condenarte a muerte?».
***
Damos por finalizada esta primera parte del libro. ¿Qué te ha parecido?
La semana que viene iniciamos la segunda parte, ¿cómo crees que les irá a Suni y Djeric ahora que están prometidos? Solo digo que la historia se va a poner más complicada, tensa y excitante.
Te agradezco mil tus votos, comentarios y que recomiendes el libro. 💙🩵💙
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