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Capítulo 1

El barco se desliza suave y sereno hacia la ciudad que promete cambiar la vida del joven Djeric Lexer. Sus botas oscuras con perlas incrustadas parece que apenas rozan la cubierta, a diferencia de los pisotones bruscos de Alon Sven que es incapaz de contener sus nervios, y su lengua.

—«Ioral: semillero del mal» es un dicho muy popular, mi terco amigo.

Como respuesta, Djeric pasa el dedo por un botón nacarado del puño de su casaca negra de brocado. La prenda se ajusta a su cuerpo destacando sus hombros anchos y su cintura estrecha, en contraste con la casaca granate con bordados negros de Alon, más ancha, perfilando un cuerpo más bajo y robusto.

—Su moral está igual que sus tierras: fragmentada —continúa Alon alzando el ala de su sombrero, por el que escapa una melena de rizos rubios—. Nunca comprenderé tu elección de casarte con una sanadora iora, cualquier sanadora delka es mejor. Sabe el Gran Dios que sí.

Djeric clava sus reflexivos ojos azules en los de su amigo, varios tonos más oscuros. Sabe que elegir una sanadora de su propia tierra y cultura habría sido una elección más cómoda, pero en Ioral las hay mucho más poderosas que en la mayoría de países delkas. Algo que Alon obvia con desdén.

Djeric se quita el sombrero para retirar el sudor de su frente y airear los finos mechones blancos de su rostro, su cabello desciende hasta sus hombros como una cascada de espuma brillante. Alon lo imita y usa el sombrero de abanico, dejando las pecas que salpican su cara expuestas al sol.

—Lejos de nuestra Ilgarar solo hay calor, ¿a quién le gusta el calor, Djer? Tanto sol quema la piel y el cerebro.

Llevan dos días navegando y la temperatura ha ido en aumento conforme se alejaban de los picos de hielo que rodean la mayor parte de su país. Las diminutas islas que forman Ioral están rodeadas por los picos de fuego, haciéndolas accesibles solo por mar.

—Lo peor de todo no es su moral ligera y su clima pesado —prosigue Alon quitándose la casaca—, no, no, mi inconsciente amigo, lo peor es que aceptan cualquier poder de sangre como si todos fueran válidos. Poderes que son extensiones de la naturaleza ¿iguales que aquellos que atentan contra ella? ¡Están locos, Djer! Locos. Cuando bajemos del barco podríamos toparnos con cualquiera de esos saiwos que leen mentes, o que se meten en los sueños de la gente y los obligan a matar o... ¡sabe el Gran Dios qué atrocidades!

La voz de Alon queda ahogada por la del capitán anunciando la llegada a Blazh, capital de Ioral, en pocas horas. Como Djeric y Alon ya tienen su equipaje preparado, prosiguen su paseo por cubierta hasta acomodarse en la barandilla de proa donde aceptan un par de cócteles afrutados de un camarero enjuto.

—¿Cuánto tiempo vas a estar encerrado en ese silencio tuyo? Hablar solo es cosa de perturbados.

—Mi querido agorero —suspira Djeric con voz resignada—, ¿de qué sirve que hable yo si tú solo deseas escucharte a ti?

—¿Qué placer hay en escucharme si nadie busca rebatir mis palabras?

—Me niego a intentarlo. —Djeric se acaricia el mentón bien afeitado—. Hay formas más divertidas de perder el tiempo.

—Vete al diablo —la voz de Alon es brusca, sus gestos amplios, pero en el fondo de sus ojos no hay atisbo de enfado.

—Según tú, voy de cabeza al infierno —Djeric sonríe con ironía—, supongo que me toparé con más de un diablo.

—Reza para que uno de ellos no sea tu prometida.

Djeric nota un leve pinchazo en su nuca, con disimulo, examina su entorno. La piel de Djeric es muy sensible a las miradas y a las intenciones de quienes lo observan, como también a los ambientes, es un poder de sangre que lleva en su familia muchas generaciones.

Djeric descubre a quién lo vigila: un hombre canoso, de ojos verdes, vestido con ropas finas, largas y blancas, con alpargatas y sin sombrero. Lleva una cerveza en la mano y está apoyado en el otro extremo de la barandilla. Cuando sus miradas se encuentran, el hombre alza la jarra en su dirección a modo de saludo.

—¿Quién es? —pregunta Alon; Djeric arruga el ceño con desconcierto— ¿Y sus intenciones?

Djeric inclina la cabeza, lo que el desconocido interpreta como una invitación a acercarse.

—Djeric Lexer y Alon Sven, los campeones del Laberinto por dos años consecutivos, qué honor conocer a dos jóvenes tan extraordinarios —dice el desconocido con voz ronca y ojos vidriosos—. Perdonad que os moleste, pero soy un gran aficionado a todas las competiciones de los Islotes. Mi nombre es Laurin Berkis, capitán del barco Berkis, a vuestro servicio. —Berkis se inclina hacia ambos con deferencia.

Djeric le indica que beba junto a ellos, un admirador suele ser una buena compañía, o eso cree hasta que tocan el tema de su última competición, donde ganó el contrato de matrimonio con una sanadora y eligió que fuera iora.

—Llevo diez años trabajando en Blazh, y les puedo asegurar que los iora son muy distintos a nosotros. Su tecnología puede parecer fascinante, pero carecen de nuestros valores. —Alon sonríe encantado de contar con un aliado, Djeric se masajea el puente de la nariz en un intento por mantener la paciencia; Berkis se da cuenta de que está en terreno resbaladizo y cambia el tono—. ¿Qué veis en esas tierras que os guste tanto como para casaros con una iora?

Djeric reflexiona la respuesta mientras acaricia la daga que lleva oculta en su cinturón. Nota la grieta que atraviesa el ámbar rojo situado en la base del mango.

—Tal vez tenga que ver con su historia —contesta pensativo—. Ioral era nada, pequeñas islas carentes de recursos, y, pese a ello, supieron hacer de su limitación su fortaleza y construir una civilización rica. Me recuerdan a mi familia —su voz se impregna de orgullo—, forjados a sí mismos en los Islotes bélicos.

Berkis asiente, pero en su rostro hay una sombra de preocupación. Cuando habla, lo hace en voz baja.

—Quizá no lo sepáis, pero la mayoría de sus avances se lo deben a sus incursiones por el exterior.

El leve temblor al pronunciar la palabra «exterior» indica a Djeric que Berkis es de los supersticiosos que creen que fuera de Andilia solo hay lugares plagados de demonios, monstruos y magia extraña. Alon y Djeric comparten una mirada divertida.

—Mi querido Berkis —dice en tono suave Djeric—, ¿no temerá un mundo que no puede vernos?

—La magia de los dragones nos protege ¡y por algo será! Los iora son unos inconscientes por aventurarse al exterior y traer de allí su magia...

—Tecnología. No hay magia fuera de Andilia.

—Tal vez. Pero de seguro su moral está tan corrompida debido a esas incursiones, voto al Gran Dios. Ya lo veréis con vuestros ojos.

Alon asiente entusiasmado, Djeric se quita la casaca con una ligera impaciencia.

—Siento que exageráis —continúa Djeric—. Mi tía Aneta lleva seis años viviendo en Blazh, y en ninguna de sus cartas habla mal de este lugar. No importa —agrega cuando Alon hace el amago de hablar—, es una tarde muy agradable para discutir.

Berkis asiente y retoma el tema de las competiciones en los Islotes. El sol cae en el horizonte mientras los tres hombres rememoran victorias del Laberinto, la competición más querida en Ilgarar. No se hacen conscientes de la llegada al puerto de Blazh hasta que lo anuncia el capitán.

Djeric observa aturdido el espectáculo de luces nocturnas. El faro de metal y cristal es visible desde cualquier punto del horizonte gracias a sus luces cambiantes. Los barcos brillan como estrellas en el agua, mientras que los restaurantes y bares del puerto parecen constelaciones de variados colores.

—Tantas luces os marearán un tiempo, muchachos, yo tardé semanas en acostumbrarme.

Cuando el barco atraca, Berkis les da unas tarjetas con sus datos: «llamadme si necesitáis algo». Djeric y Alon palmean con afecto la espalda del hombre como despedida. Con sus bolsas de viaje al hombro, descienden del barco abriéndose paso entre la multitud.

—Bueno, mi alocado amigo, llegó el momento: conozcamos a tu prometida.

***

Una pregunta cotilla. ¿Cómo te imaginas a Djeric? Me encantará saber si alguno de los candidatos de aquí abajo se aproxima a tu imaginación. 

Espero que estés disfrutando de la historia. Agradezco mil tus votos y comentarios. 

Puedes seguirme también en mi instagram (@ linnetllamas) donde hablo de lecturas, escritura y también sobre Choque.

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