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08. long time without you

OCHO:
mucho tiempo sin vos

narrador omnisciente

eran aproximadamente las tres de la tarde, y rena recién se levantaba. el jet lag apenas estaba yéndose, y anoche se quedó hasta las tres de la mañana dibujando, porque tuvo un ataque repentino de creatividad. terminó pintando dos lienzos, bajo la melodiosa voz de chano.

ahora, bajaba por las escaleras de su antiguo hogar, rascándose un ojo y bostezando a la misma vez. escuchaba voces provenientes de la sala, y se encaminó hacia ella. se encontró con carre y su mamá viendo la tele, y tomando mate.

—buen día, hija.

—¿buen día? por poco y ya es la noche, pareces un oso en hibernación.- jodió su hermano menor. al pasar junto a él, le pegó en el brazo. —¡AY! ¡mami, rena me pegó!

—renata, no pegues a tu hermano.

se rió y siguió hasta la cocina, husmeando entre las alacenas para ver algo que se me antojase. como no tenía mucha hambre, optó por una bolsa ya abierta de frutos secos. gracias a su condición, no es que tenía mucha opción de menú. volvió a la sala y se sentó entre medio de sus parientes, subiendo los pies a la mesita ratona del centro y enfocándose en ver sus notificaciones de su celular.

ger no le había respondido su ultimo mensaje en whatsapp, y se preocupó un poco. andaba muy extraño, y cuando vuelva a buenos aires, tendría la tarea de averiguar cual era el bicho que le picó a su mejor amigo. lo conocía de pies a cabeza, y sabía que algo le pasaba. probablemente un pensamiento merodeando su mente de forma constante.

—¿no te contestó tu príncipe azul?- preguntó carre a su lado, y se dió cuenta que estaba leyendo sus mensajes. bloquea el celular y lo aleja con una palmada en la frente.

—¿qué te importa? enano.

—enana vos.

—medimos lo mismo.

—no empiecen, hijos.- interrumpió su progenitora, y ambos callaron. —¿quién no te contestó, rena?

la morocha soltó un suspiro y se metió un puñado de frutos secos en la boca. —ger.- dijo masticando. —como te dije, ma. anda demasiado raro.

en ese momento, rodri se acomodó en su asiento y carraspeó. inmediatamente, renata giró su cabeza hacia él, como si se tratase de la pendeja del exorcista. lo señaló y el ojiclaro ignoró su mirada. —vos sabes algo.

—¿yo?- carre miró a sus costados, buscando a otra persona, y luego se señaló a sí mismo. —yo sólo sé, que no sé nada, que vos deberías de saber que yo sé.

arrugó las cejas, sin entender mucho. —¿qué tiene germán conmigo? algo te habrá dicho.

—si vos no sabes, yo menos, hermanita.- alzó los hombros. y renata lo conocía tan bien, prácticamente desde que nació, para saber que estaba mintiendo. —arreglate.

entrecerró los ojos, pero no dijo nada más, y se quedó pensando. estaba a punto de abrir de nuevo la boca, pero el timbre de la casa sonó, anunciando a alguien en la puerta. miró confundida a sus costados. —¿esperan a alguien?

eli negó. carrera escondió una sonrisa. —capaz es para vos.

—¿para mí? a mí ni me viene a visitar el pomberito.

—atendé vos, renata.

soltó un suspiro exhausto. —¿porqué yo, loco? estoy en pijama, y desarreglada.- se quejó y se recostó sobre su espalda.

rodri miró hacia la puerta nervioso. —andá, pelotuda.

—rodri no quiero, posta. ha de ser la veci-

—¡ATENDÉ RENATA! ¡que bronca loco, como te gusta llevar la contraria, nena!- estalló su hermano, y ella se quedó callada. el timbre volvió a sonar, y esta vez se levantó.

caminó perezosa y extrañamente hasta la puerta, y antes de ver por la mirilla, abrió.

—¿delivery para renata carrera?

germán estaba parado frente a ella.

—¡GER!- exclamó feliz. el casi rubio, le miró con una sonrisa enorme y le abrió los brazos.

se lanzó a abrazarle, como la misma vez del aeropuerto días atrás. sintió las manos de su mejor amigo sostenerle por su cintura, por encima de su remera de fútbol con fuerza, como si no la dejara escapar. respiró en su cuello, oliendo su característico perfume y se sintió mareada. no sabía si por el fuerte olor, o por su presencia misma.

se separó un poco, sin bajarse, pero lo suficiente para hablarle cara a cara, a pocos centímetros de distancia. miró embelesada su rostro analizándole, sin darse cuenta que él estaba haciendo lo mismo. —¿qué haces acá?- preguntó embobada, viajando con su mirada desde sus ojos hasta sus labios.

los desvió rápidamente.

—tres días separados en el mismo país es un montón, renata.- murmuró. su mirada estaba fija en sus ojos, esos ojos donde siempre se perdía, porque pensaba que se trataba del mismísimo océano. —te extrañé, boba.

renata sonrió de oreja a oreja.

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