Capítulo 21
Pete lentamente abrió sus ojos, notó que aún era de madrugada. Tenía tiempo y no quería desaprovecharlo durmiendo. Por lo que se dedicó a contemplar el sereno rostro del heredero de la segunda familia, a memorizar cada uno de sus lunares, a trazar con sus dedos esa pequeña cicatriz que cruzaba por su ceja derecha. No pudiendo evitar preguntarse cómo la había obtenido, mientras una peligrosa voz en su cabeza le susurraba lo poco o nada que sabía de él. Entendía que aquello debía bastar para atemorizarlo, para que creyera que su relación era meramente sexual y tal vez un capricho del alfa. Sin embargo, no sembraba ni un ápice de miedo.
O no del que se esperaba.
El guardaespaldas se levantó de la cama, cuidadoso de no despertar al primogénito de Khun Kan. Recogió su camisa, se la puso sin abotonársela y caminó hasta la mampara de vidrio que conectaba la habitación con el pequeño balcón. La deslizó delicadamente y de inmediato, sintió sus cabellos ser golpeados por el viento. Seguían en medio del lago, bajo aquel precioso cielo azul. Lo que agradeció infinitamente, porque así no podía huir. Necesitaba reconocer que los nuevos y fuertes deseos que asentaron en su corazón, que esa parte de sí mismo ansiosa por abandonar lo que conocía para seguir al heredero de la segunda familia, pronto lo iban a vencer.
— ¿Debo renunciar? —Pete se cuestionó, completamente perdido. A pesar de ser consciente de sus sentimientos, no resultaba sencillo abrazarlos. No cuando su vida se había determinado por el deber, uno que solía convenientemente ligarse al cariño hacia por quienes él se esforzaba. Primero fueron sus abuelos, luego Khun No y su inmensa gratitud hacia la familia de éste. Pero ahora era distinto, ahora se trataba de él siendo solo Pete -no un nieto, no un jefe de guardaespaldas, no un leal amigo.
Pete suspiró, se recostó sobre el barandal y llevó una mano hacia su cuello. Con los ojos cerrados, acarició la mordida que Vegas puso cerca de su glándula omega. Mordida que le había prometido dejar en su siguiente celo para unir sus vidas. No había vacilaciones, Vegas ansiaba tomar absolutamente todo de él. Lo que todavía le abrumaba, no consideraba que fuera especial o tan atractivo como los omegas que salen en las revistas de Khun No. Tampoco tenía una fortuna que pudiera reparar esa falta, apenas era un dominante con la suerte de contar con una cara relativamente bonita. "¿Podía ser suficiente?", Pete suspiró.
— ¡No! ¡No! ¡No! —Los gritos de Vegas detuvo sus crueles pensamientos para correr hacia él. Lo encontró removiéndose en la cama, luchando contra lo que parecía ser una pesadilla por su ceño fruncido. No estaba más esa serenidad con la que lo dejó, así que no dudó en sentarse a su lado, en acunar su rostro.
—Vegas, estoy aquí. Estoy aquí, tranquilo. —Le repitió, intentando que el alfa despertara. Tardó unos segundos para que tuviera esa filosa mirada sobre él. Lucía confundido y ciertamente asustado, que quiso disculparse por haberlo abandonado. Pero Vegas se lo impidió.
El alfa lo regresó nuevamente a la cama, lo abrazó por la cintura y lo pegó hacia su cuerpo. Quería que el calor de Pete borrara el rastro de la fría soledad y sus demonios, quería que el dulce aroma del omega sea lo único que recordara -y no esa jodida mañana que había cambiado su vida. Quería tener a Pete con él, que su presencia iluminara su oscuridad. Lo quería para él, que le perteneciera y también poder pertenecerle.
—Cásate conmigo, Pete.
— ¿Qué?
—Quiero que te cases conmigo, que seas mi omega y nunca tener que dejarte ir.
Pete no supo si tenía al frente a Vegas o a su lobo, solo estaba seguro de que atrás habían quedado esos crueles pensamientos que guardaban la intención de herirlo y que desconfiara. Porque reflejado en esa mirada tan risueña del alfa, se sentía suficiente. Y aunque no se había equivocado al enlistar sus propias carencias, aquello no lo alejaba de ser merecedor de lo que Vegas sentía por él. No cuando quería ser el que abrazara su dolor, del que se pudiera sostener para jamás perder la esperanza e ilusión de días mejores.
—Vegas, creo que estás soñando. —Se lo dijo con ternura, mientras acariciaba su mejilla. Tenía que ser el sensato de los dos, o era lo que quería creer.
El heredero de la segunda familia sonrió a medias, no era la respuesta que esperaba pero la tomaba. Volvería a pedírselo, no pararía hasta recibir un "sí" de esos preciosos labios. Se prometió internamente, en lo que se refugiaba en su regazo y se dejaba a merced del cansancio.
Pete cayó igual de rendido, permitiendo que los rayos del sol reposaran sobre él. Quiso esconderse en el pecho de Vegas, pero no lo halló. Su lado de la cama estaba vacío y no necesitó de buscarlo porque justo salía de la ducha. El alfa solo vestía unos pantalones por debajo de la cintura, mostrándole su obra en aquella espalda ancha. No era el único que llevaría consigo marcas de la noche anterior, Vegas lo haría también. Se avergonzó tanto que quiso fingir que dormía. Pero su aroma lo delataba, su nerviosismo era palpable para el heredero de la segunda familia.
El mismo que paró su elección de camisa para girarse hacia el omega y quedar prendido por él. Era realmente afortunado, la belleza de Pete no conocía límites. Podía simplemente pasar toda su vida admirándola y aun así, pensar que no bastaba. Iba a requerir como cinco vidas para recién sentirse satisfecho de su pareja. Porque Pete lo era, su pareja. —Buenos días, ¿cómo dormiste?
—Bien, ¿y tú? —Pete apenas pudo responder, Vegas se acercó hacia él y le robó un beso. Uno que el alfa estaba tentado en subir su intensidad, porque la imagen que el omega le ofrecía era demasiado seductora al solo portar su camisa.
—Profundamente, toda la noche.
El guardaespaldas entrecerró sus ojos, desconfiando de la sinceridad del alfa. — ¿Seguro? ¿No recuerdas tener sueños extraños? ¿Haberte despertado?
—No, no que yo recuerde. —Vegas fingió divertido de tener a Pete inquieto. Era claro lo que esperaba oír y estaba dispuesto a decírselo, porque su propuesta fue real. Él quería a Pete, que éste lo tuviese de compañero. La necesidad de que Pete se quedara en su vida, que le diera estas mañanas, que su corazón pueda sentirse pleno era lo que le hacía sentir tan seguro -era como si su lobo hubiera reconocido a su destinado, al único capaz de pertenecerle. —. Aunque... Hubo un momento que desperté y te pedí matrimonio. Pero fuera de eso, nada.
La sonrisa cínica de Vegas hizo que Pete lo empujara como regaño. —Vegas, no juegues así conmigo.
— ¿Entonces cómo quieres que lo haga? —El alfa usó el empujón de excusa para caer encima del guardaespaldas, sus manos no tardaron en recorrer por debajo de su camisa, pudiendo sentir la suavidad de la piel de Pete. —. ¿Así está mejor?
Pete atrajo al heredero de la segunda familia y unió sus labios en un beso cargado de deseo como respuesta. Para Vegas, apartarse del guardaespaldas le resultaba más difícil. No se sentía conforme de tenerlo por un día o unas horas, de verse obligado a dejarlo regresar con la primera familia y resignarse a las llamadas en las madrugadas o mensajes por las mañanas. Peor de reconocer en el peligro que está envuelto por ser el jefe de seguridad, su deseo de protegerlo se asentó tan silenciosamente. Que su lobo gruñía de imaginarlo exponiéndose por el idiota de Khun o de Kinn.
Había razones para su decisión, para que no temiera de estos sentimientos.
—Fue en serio, Pete. Quiero casarme contigo, que lleves mi apellido, mi marca. —Pete pudo sentirse abrumado, de que tal vez era tan precipitado para esos deseos. Pero la manera en cómo Vegas lo veía, la determinación que se reflejaba en sus oscuros ojos le hacían sentir lo contrario. De la mano de Vegas, jamás caería. O no lo haría solo, Vegas estaría con él.
El omega sonrió tímidamente, mientras acariciaba la mejilla del heredero de la segunda familia. Vegas le había prometido jugar limpio, y esto no lo era. Lo tentaba, hacía que olvidara todo y a todos para seguirlo. — ¿Qué pasó con lo de aprender a caminar antes de correr?
—Es una de las cosas que podremos hablar en el desayuno, mientras forjamos ese amor profundo que nos prometimos.
— ¿Entonces podrás esperarme? —Pete susurró, conteniendo a ese corazón suyo que lo amenazaba con salirse del pecho. —. Quiero ser plenamente libre para poder pertenecerte, Vegas.
—Solo no te tardes. —El alfa lo entendió, sintiéndose dichoso de que aquello significara que lo eligiera a él. —. O sino, quemaré al mundo que te impide ser mío.
Pete supo que no mentía, lo que hacía que sus entrañas ardieran por el deseo. Podía caer por ese lado gentil de Vegas como por ese otro lado que aseguraba tanta oscuridad, que se dejó tomar nuevamente.
El fuego los consumió, el placer con el que se entregaron era tan fuerte. Que cada uno se llevó el aroma del otro, Pete por primera vez no temía que detectaran el sándalo sobre él.
Su jefe Tankhun lo interceptó, arrugó la nariz con desagrado y le ordenó ducharse, asegurándole de que podría esperar los detalles de su cita, mas no ese aroma a sándalo territorial que lo envolvía. A lo que Pete no protestó, obedeció y nuevamente lucía el uniforme de la primera familia. La insignia en su pecho le hizo saber que sus días como jefe de seguridad estaban por terminarse, "¿podría Khun No perdonarme por romper mi promesa de nunca dejarlo solo?".
Con ese nudo en la garganta, Pete se reincorporó con el primogénito de Khun Korn. Le narró la historia que había inventado, el otro omega no parecía convencido. Tal vez porque estaba enterado de que la cita no se concretó, de que su elegido ahora yacía bajo tierra. Quiso reclamarle su falta de vergüenza, pero reconoció algo en la mirada de su guardaespaldas que le hizo vacilar: Su Pete no era más suyo, le estaban robando su lugar en el corazón de su guardaespaldas y lo peor era de se que se trataba de alguien tan indigno como Vegas.
— ¡Bien, bien! Estoy conforme, ahora ve con Kinn. Le perteneces a él por esta semana o lo que tarde la recuperación de Porsche. —Tankhun dio su mejor esfuerzo para contenerse, estaba enojado. No con su guardaespaldas, sino con Vegas. Tenía la sospecha de que su interés por Pete era adrede, que solo buscaba lastimarlo a través de él. Tenía que evitar que su primo venciera, que se lleve a su Pete o se quedaría sin hermano. —. Yo puedo encargarme de los últimos preparativos para la dichosa cena en honor a la segunda familia.
Pete asintió y lo reverenció como despedida, no demorándose en llegar con el heredero de Khun Korn. Fue anunciado por Big y al entrar, se sorprendió de encontrarse con Porsche enyesado. Le había avisado que sufrió un golpe, no que fuera tan grave. Olvidó brindar sus respetos a Khun Kinn por correr hacia Porsche y verificar que la lesión haya sido debidamente tratada.
Lo que hizo que el mismo Kinn sonriera.
—Solo sufrí un esguince de tobillo, estaré recuperándome dentro de una semana. —Explicó Porsche con cierta sonrojo en las mejillas. Ayer fue su oportunidad de impresionar al papá de Kinn y terminó lastimándose. —. Siempre y cuando, esté en reposo.
—Y lo estarás. —Pete afirmó con dureza, a sabiendas de las complicaciones que podría acarrear una mala sanación.
—Si me prometes que cuidarás de Kinn, tal como lo harías si fuera Vegas. —Lo último le susurró en el oído del dominante, haciendo que se tentara a golpearlo. Khun Kinn estaba con ellos, recién Pete lo recordó y se maldijo por haber sido irrespetuoso. Rápidamente, se levantó y lo reverenció dos veces como disculpas.
Kinn negó y bebió de su vaso de whisky, ligeramente avergonzado de arrastrar a Pete nuevamente en sus líos. Pero la determinación de Porsche lo vencía y no pretendía exponerlo por caprichoso. No cuando consideraba a Pete de las mejores opciones para el viaje que su padre le encomendó. Porque con Pete al lado, contaba con la fuerza y astucia en la misma persona. —No se quedará quieto, no hasta que aceptes ser el que me acompañe a Mae Salong.
Pete se giró hacia su amigo y Porsche asintió como refuerzo a lo que el alfa mencionó. —Solo en ti confío.
Incluso si esto fuese una petición, jamás tendría opción de rechazar. Era un guardaespaldas, el jefe de seguridad del primogénito de Khun Korn. Había un deber con ellos, uno del que no podía deslindarse -aún.
—Entonces lo haré, Khun Kinn. Por el bien de Porsche y del suyo. —Pete alivió a la pareja, guardándose para sus sospechas de que este viaje fastidiara a Vegas.
Mientras que, Vegas ajeno revisaba los gráficos que el ingeniero Mer le entregó. El beta le aseguraba que la exploración en los suelos de Lampang es una prometedora inversión. Que, la provincia situada en el valle del río Wang, bordeada por el Khun Tan Range al oeste y el Phi Pan Nam Range por el este; y con un importante afluente del Chao Phraya, que atraviesa directamente la ciudad, guardaba una interesante producción de lignito. La misma que no había sido recabada por otras compañías mineras debido a la ferviente oposición de los aldeanos. A lo que el primogénito de Khun Kan tachaba de insignificante, teniendo en consideración los reportes de los posibles daños ambientales.
No había razón suficiente para el cierre del gobierno sobre la negociación de una licencia, entendiendo la exigencia de usar sus otros recursos para hacer esa región suya.
Vegas realizaba superficialmente el cálculo de los costos que implicaría el someter a los regidores y silenciar a esos activistas ambientales. No era la primera vez que lo hacía, su padre venía confiándole este rubro de los negocios. Ignoraba si pretendía observarlo fracasar y luego maldecirlo como acostumbra, el alfa dominante mantenía su compromiso en convertir estos proyectos mineros en un éxito, en las principales fuentes de riqueza de la segunda familia. E iba bien, estaba forjando su propia ventaja sobre la descendencia de su tío Korn -esa que se hallaba más interesada en los bienes raíces.
—Procede. —Soltó Vegas, tras terminar de hojear el plan de acción del beta. Era óptimo, cubrió la mayor cantidad de futuras externalidades y las ganancias seguían viéndose atractivas.
Esta reunión había acabado, el hijo de Khun Kan se levantó y sin esperar las reverencias del beta, se retiró del salón de conferencias. Notó que la noche ya había caído, que posiblemente su padre y hermano estuvieran listos para partir a la mansión de la primera familia. Así que, se apuró en tomar una ducha y vestirse quedándose conforme de no haber borrado el rastro de la dulce lavanda de su futuro omega. Una sonrisa se colocó en su rostro, uno que su padre pudo apreciar.
El alfa mayor se paró frente a su hijo, se encargó de abotonar su camisa; pudiendo percibir aquel aroma dulce. Lo que le frustró, no tenía que preguntárselo o ser creativo para suponer que se aprovechó de su propia imprudencia. — ¿Hay algo relevante que deba saber del jefe de seguridad de Tankhun?
—En lo absoluto, su vida es bastante común. —Vegas no vaciló, queriendo mantener el interés de su padre lejos de su futuro omega.
—Entonces ya no te quiero cerca de la basura de la primera familia. —Cada palabra salida de su boca provocaba a Vegas, a que dejara atrás ese poco respeto que le tenía para atacarlo ferozmente por dirigirse así de Pete. —. Porque no importa lo que ocurra, será siempre de la primera familia.
— ¿Así?
Kan asintió, indeciso en ser sincero con su hijo. Advertirle que seguir tras el jefe de seguridad de Tankhun resultaba una sentencia de muerte. —No lo olvides, Vegas. Los hombres de la primera familia no renuncian, sino mueren en servicio.
El lobo de Vegas gruñó, su padre estaba en lo correcto. Iba a ser prudente, fiel a sus palabras y darle unas semanas o tal vez un mes a Pete para que dejara a la primera familia. No más, antes de desatar una masacre por él.
—Mantente alejado. —Ordenó nuevamente.
—No lo haré. —Vegas por primera vez se atrevió a desobedecerlo. Si pretendía traer a Pete a la segunda familia, lo mejor sería que su padre lo fuera aceptando. Porque no declinaría, no se alejaría de Pete. —. No cuando pretendo convertirlo en mi omega.
—Esa estupidez te costará la vida, idiota.
Vegas rio falsamente. —Dudo que al tío Korn le importe tanto el destino de uno de sus hombres.
—No es uno cualquiera. Se trata el jefe de seguridad de su primogénito y su... —Kan conocía a su hijo y lo explosivo que era. Si se había fijado en aquel guardaespaldas, haría lo imposible para tenerlo. "¿Podía ser beneficioso? Sí, tanto como riesgoso".
— ¿Su qué?
Kan resopló, quedarse callado sería el doble de perjudicial para su hijo. Su propia cabeza era un jodido caos. —Su as bajo la manga para asegurar su descendencia.
— ¿Acaso no le basta con Porsche?
—En lo absoluto, es un omega infértil. —Lo dijo con firmeza, tras las filtraciones que Ken le entregó.
Vegas apretó sus puños, tensó su mandíbula y su lobo estaba decidido a tomar el control. Iría a la primera familia, descargaría todas sus balas en la cabeza de su tío Korn. O mejor aún, estropearía sus planes -antes de que estos sean puestos en marcha.
—No esperes que me asuste y desista. —La rudeza con la que habló ciertamente enorgulleció al mayor. —. Pete es mío, destruiré a todos los que intenten quitármelo.
Kan titubeó sobre lo que juraba cómo el destino de su hijo con aquel guardaespaldas. Porque a diferencia de él, Vegas guardaba una intensa llama capaz de desatar el infierno en tierra.
—Cuando lo consigas, dejaré de joder tu vida. —Kan prometió, retirándose de la habitación de su hijo. Lo único que se guardó fue el significado de sus palabras.
*
*
*
Ya entenderán a Kan cuando estemos en la recta final de la historia. Pero tranquil@s que aún queda relativamente bastante.
Pd: Deséenme suerte, esta semana tengo varios exámenes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro