Capítulo 18
Pete removió sus cabellos, su reflejo en el espejo era gentil y ciertamente encantador. Tenía las mejillas sonrojadas, esa mirada suave y cálida que guarda un precioso brillo en sus ojos cafés, junto con una piel lisa que enaltece sus delicadas facciones. Lucía tal como se sentía, muy ilusionado. Que no podía dejar de sonreír y avergonzarse, no era el mismo Pete que llegó a Bangkok. Cambió, el deber que regía sobre su vida no era más un extraño para sus sentimientos. Tal vez nunca lo fue, eran pocas las veces que se detenía a entender lo que ocurría en su cabeza y corazón. Solía simplemente arrastrarse por las órdenes y necesidades de los demás, poniéndose siempre al último y reprimiendo sus emociones.
Se desconocía, no lo iba a negar. Dejó de ser el perfecto guardaespaldas que cumplía severamente con las reglas, por convertirse en aquel que se liaba de la misma seguridad para escaparse. Entendía que era incorrecto, que estaba faltando a la inmensa benevolencia de Khun Korn al no seguir portándose como P' Chan. Mas no podía retener remordimiento alguno cuando eran esas bonitas sonrisas y esos ojitos iluminados de las personas que más eran consumidas por la oscuridad de este mundo, lo que divisaba al llegar.
No había razón para considerar como un error a sus decisiones, o para que la culpa recaiga en sus hombros. Él estaba siendo sincero consigo mismo, totalmente libre. Que asustaba, comprendiendo a Porsche. Pete suspiró, quizás no podía organizar citas como su amigo lo hacía. Mas aquello no lo detendría para mostrar lo que sentía. Así que, aprovechando el tiempo libre que le dio Khun No, iría al centro de la ciudad a buscar la dichosa botella de vino que Vegas le sugirió para la cena.
"Cabernet Sauvignon", Pete leyó con dificultad de su celular. Decidió apuntar el nombre del vino en una pequeña nota, sospechando que su pronunciación entorpecería su misión. La guardó en el bolsillo delantero de su pantalón y terminó por salir de su habitación, no olvidando su billetera. Se cruzó con Pol y Arm, ambos corrían con las últimas ediciones de la revista Cottona. Seguro por orden de Khun No, el primogénito de la primera familia aún no se decidía por la decoración de la cena del domingo. Para lo que el mayor juró no necesitarlo, fue de bastante ayuda para la degustación de platos. O eso le dio como mentira para convencerlo de no interferir más y disponer de ese tiempo para acudir a las sesiones en el salón de belleza que agendó.
Khun No estaba empeñado en que usara su día libre para esa cita a ciegas que le organizó, prometiéndole que su elegido era lo que su corazón anhelaba. A lo que realmente vacilaba, el primogénito de Khun Korn estaba lejos de conocer o aceptar verdaderamente su corazón. De lo contrario, no interfería. Le permitiría arriesgarse, respetar a quienes él ya había dejado que se adentraran a su vida y ganaran un lugar en este impredecible corazón suyo. Por lo que, rogaba que el enojo de haberle desobedecido e incluso engañado no fuese tan severo y excéntrico.
Pete negó con la cabeza, jurando que los vellos de sus brazos se erizaban de pensar en el castigo que tendría. No estaba dispuesto a vestir ese ridículo disfraz de camarón, menos mostrarlo al resto de sus compañeros. Tenía que mantener su imagen de jefe de seguridad en alto, así que hacer de sus mentiras lo más convincentes posibles era una prioridad. Arm ya le había conseguido el perfil de su supuesta cita, pudiendo enterarse de su información más básica y trivial. Con ello y las experiencias de Porsche sobre sus propias citas con Khun Kinn, crearía la perfecta historia de amor que Khun No ansía escuchar el domingo por la mañana.
Se la daría, se esforzaría.
Pete avanzó seguro, siendo interrumpido por Porsche. Dio un brinco sorprendido, su amigo debería estar resguardando a Khun Kinn en su junta con P' Hetm. No deambulando en las afueras de la mansión. —. Esa sonrisa, eh. ¿Acaso tendré que cubrirte esta noche?
—No, pienso regresar. —El recesivo asintió, aplastando la colilla de su cigarro contra la pared escarchada. Se encontraba cansado y ciertamente irritado. El llanto del bebé de la alfa P' Hetm resonaba en su cabeza, causándole un insoportable dolor. Lo que se evidenció en su largo suspiro que Pete prestó atención. —. ¿Todo está en orden?
Porsche hizo una mueca, indeciso. —No en realidad, hay un pequeño problema que impide que Kinn y P' Hetm puedan concentrarse.
— ¿Y ese es?
—El bebé de P' Hetm, sus guardias no logran calmarlo. —Pete no pudo evitar reírse, imaginando lo estresante que resultaba para enormes alfas y betas entrenados para el combate y las soluciones prácticas.
—Entonces esa es la razón de que huyeras y los dejaras, antes de que te asignen el favor de tranquilizarlo, ¿cierto?
—Así es, toda mi paciencia y amor se la entregué a Ché. —El recesivo respondió sincero. No podía volver a tratar un bebé, no cuando calaba profundamente en su corazón. Le recordaba esos días grises en los que solo estaba él y su hermanito, en los que apenas siendo un niño tenía que ser el que acunara a un pequeño Ché, secara sus lagrimitas y besara su frentecita mientras liberara su frágil aroma. Porque no había nadie más que viera por ellos, que fuera el sustento que necesitaban tras quedarse huérfanos. Solo habían sido él y su hermanito en esa casa, con las fotos de padres que apenas recordaban pero que extrañaban tanto. —. Yo no puedo tratar con un bebé... Aún no.
Pete no dijo nada al percibir cómo la voz de su amigo se quebraba, cómo ese nudo en la garganta se formaba y en su aroma se refleja la tristeza. Se limitó a poner su mano en el hombro del recesivo y apretarlo, dirigiéndole una media sonrisa.
—Déjamelo a mí, ¿está bien? —Porsche tomó aire y volvió asentir. No se soltó del omega dominante, encaminándose hacia la sala ejecutiva. Dieron sus reverencias al llegar y por intervención del mismo Porsche, consiguieron llevarse al bebé de la alfa de Eter.
Pete fue el que se acercó y con sumo respeto, apartó al pequeño bebé de los brazos de su madre, liberando sus feromonas para no asustarlo. El aroma a lavanda se tornó en una fragancia dulce y calmada que detuvo su llanto por unos segundos, el hijo de P' Hetm hizo un puchero con su boquita y alzó sus manitas hacia el rostro del desconocido que lo mecía tan delicadamente. Quería conocerlo, mas sus lagrimitas se lo impedían. E iba a sollozar de nuevo, de no ser por el omega que lo arrullaba. Le limpió esas gotitas de agua, sus dedos apenas rozaron el suave rostro del bebé; obteniendo un ronroneo.
El hijo de P' Hetm se sentía en casa, envuelto por una ternura y calidez tan diferente a la que se había acostumbrado en sus primeros meses de nacido. Que trató de esconder su pequeño rostro en el pecho de Pete, queriendo sentir más el aroma a lavanda. Le gustaba y mucho, no era igual de picoso como el de su madre o agrio como el de sus guardias. Era gentil, lo hacían sentir tan seguro; que esas mismas manitas empezaron a tirar de la polera que vestía el jefe de seguridad de Khun No.
Pete no tardó en reír, entendiendo lo que el pequeño bebé buscaba en su lucha de querer quitarle su polera. Así que, lo levantó y juntó sus frentes para que el hijo de P' Hetm lo viese negar. —No, mi dulce niño. Ahí no encontrarás leche.
El bebé volvió hacer su pucherito, a hacer esa trompita con su boquita y a cristalizar sus ojitos. Comprendió la negativa de Pete y su corazoncito se entristeció, iba a sollozar. Sus guardias se preparaban para afligirse nuevamente, mas Pete lo acunó en un tierno abrazo. Lo pegó a su pecho, dejó que su carita cayera en su hombro y su naricita pudiera husmear cerca de su glándula omega, percibiendo la lavanda tan dulce y ahora mezclada con sus feromonas infantiles. No podía romper en llanto, no cuando era arrullado por la voz de Pete mientras recibía suaves palmadas en su espaldita.
Los ronroneos fueron lo que se escucharon, tanto Porsche como los guardias suspiraron. Era una escena bastante hermosa, el hijo de P' Hetm derrochaba su dulzura. Estaba encantado con Pete, esos fieros ojitos que se enrojecieron por el llanto ahora luchaban por no cerrarse, queriendo seguir despierto para escuchar la melodía que Pete le cantaba.
Aunque no era tan fuerte, pronto resonó el ronquido del pequeñito. Sus guardias festejaron con una reverencia hacia Pete, la cual él correspondió con una sonrisa. Se lo iba a entregar a uno de ellos, mas el hijo de P' Hetm se aferró a su polera.
—Tenga. —El que parecía ser el jefe de los guardias del bebé se acercó a él para extenderle una mantita. —. Es su favorita, hará de su sueño más profundo.
—Gracias. —Pete la recibió, abrigando al pequeño bebé con cuidado de no despertarlo. Apenas pudo hacerlo, el hijo de P' Hetm estaba reacio de apartarse de su regazo.
Porsche no lo culpaba. —Ahora el demonio de Tailandia tiene otro rival. —Susurró después de sacarle otra foto con su celular.
Pete sonrió de lado y negó, sabía que la persona de la que hablaba y a la que le enviaba las fotos que le tomó, eran la misma. Lo que causó un lindo sonrojo en sus mejillas, su lobo internamente aullaba enternecido y tímido. Esta era una de las facetas que no le había mostrado, esperaba que no lo incomodara.
— ¿Entonces se molestó?
—Definitivamente, teme que su rival consiga refuerzos.
— ¿Refuerzos?
—Su madre. —Porsche se explicó, no pudiendo apartar su mirada encima de Pete. Su amigo se veía muy bonito sosteniendo al bebé, lo que le hacía preguntarse si sus fotos habían desatado ese instintivo deseo de tener un bebé en el heredero de la segunda familia. Porque a él sí lo afectó, esas mariposas de querer un bebé revoloteaban en su estómago. Solo que no sabía si era el anhelo por ser el que lo tenga, o por preferir a su amigo para cumplir tal anhelo. —. ¿Sabes, Pete? Si no fuéramos omegas y Kinn no se hubiera cruzado en mi camino, me hubiera enamorado de ti y sería yo el que luchara contra ese demonio por tu corazón.
— ¡Porsche, no! ¡No digas eso! Es raro. —El dominante regañó, preocupado de no ser escuchado; mientras el sonrojo se extendía hasta sus orejas.
— ¿Por qué? Eres jodidamente hermoso y con un bebé, el doble. —Pete se giró hacia ambos lados, agradeciendo que los guardias del hijo de P' Hetm estuviesen sumidos en su propia conversación. —. Apuesto mi vida a que lucirías divinamente encantador cargando un bebé nuestro, se lo diré a Kinn.
—Es suficiente. —Pete avergonzado se levantó, se acercó a su amigo y le dio un zape en la cabeza con su mano libre. —No cabe duda de que te han contagiado la locura Theerapanyakul.
— ¿Qué? ¡No! —Porsche se defendió en lo que masajeaba el lugar donde recibió el golpe, y su amigo se regresaba al sillón del frente. —. Eres tú, Pete, tienes una magia rodeándote.
—No es magia, tonto, solo es práctica. —Pete se apresuró en responder, procurando calmar sus feromonas para no despertar al pequeño hijo de P' Hetm. —. De pequeño, me encargaba de cuidar los hijos de las tías que trabajaban en la fábrica del puerto. En su mayoría, eran bebés de cuatro o seis meses. Así que, aprendí a usar mi aroma para arrullarlos, calmarlos y reemplazar la presencia de sus madres.
Porsche se quedó en silencio, él sabía lo que era asumir esa enorme responsabilidad; no pudiendo concebir que su amigo tuviera que lidiar con tantos bebés siendo él mismo un niño y seguramente por una paga.
—Esa era la manera en que apoyaba a mis abuelos para poder cubrir los gastos de la semana. —Pete se permitió abrirse solo un poco, no queriendo que su amigo culpara a sus abuelos de sus decisiones. Porque el mentirles de que iría a jugar con sus amigos para poder escaparse y cuidar a esos bebé fue su elección. Aunque claro, debía reconocerle a la culpa cierta participación, pues era esa culpa que sentía al presenciar cómo su propio padre les quitaba el dinero de sus pensiones para irse a beber, la que lo llevaba a tocar las puertas de las tías y pedirles ayuda. —. Debo confesar que me gustaba, no era tan complicado como el cuidar a Khun No.
—Pete... —El recesivo miró esa sonrisa que su amigo le ofrecía, reconociéndola no como sincera por primera vez. Era una a la que forzaba, la que sostenía para jurarle que todo se hallaba bien -aunque no fuera así. No pudo insistir por una verdad, Kinn y P' Hetm habían terminado su reunión.
Ambos alfas estaban en el living, observando atentamente a los dos amigos conversar. P' Hetm, advertida de los rumores sobre Kinn y de la relación que mantenía con el jefe de su seguridad, se fijó únicamente en el guardaespaldas que pudo apartar a su bebé de los brazos. No recordaba su nombre, tampoco tuvo oportunidad de preguntar. Centrada en exponer sus intereses al heredero de la primera familia Theerapanyakul, no logró vislumbrar tal belleza. Lo que le resultaba un terrible pecado ahora que lo tenía en frente sonriéndole y sosteniendo a su hijo.
Su lobo se sintió atraído de inmediato, quizás respondiendo al dulce aroma del omega sin marca que estaba a solos unos pasos de ella. No le importaba sinceramente, solo poder restregarse encima y mezclar esa exquisita lavanda con su propia esencia. Era un deseo primitivo, uno que despertaba por el dominio que su hijo había hecho sobre el desconocido omega al quererlo como suyo. Lo que no estaba dispuesta a ignorar, no cuando se consideraba una buena madre.
Una sonrisa ladina se posó en el rostro de P' Hetm, quien descaradamente dio una oferta por Pete. —Recibirán un 20% más de lo que pactamos, si me lo entregas.
—No. —Kinn respondió sin titubeos, comprendiendo perfectamente a quién la alfa quería a cambio. P' Hetm no disimulaba, sus feromonas comenzaron a desplegarse sobre Pete. Lo que le fastidió, estaba tratando de imponerse sobre su territorio.
—30. —Porsche dio un paso totalmente indignado, Pete lo detuvo al agarrarle de la mano. No podían ser ellos lo que rechacen o insulten a la alfa, no les correspondía tal derecho a pesar de que uno de ellos era al que trataban como un objeto más.
—He dicho que no, P' Hetm. —La voz de Kinn se endureció, estaba por superar sus límites. Pronto su lobo se desataría y terminaría con aquella intrusa. —. Toma a tu hijo y lárgate.
La alfa arqueó una ceja, la renuncia del heredero de la primera familia Theerapanyakul solo alimentó más su deseo por el omega. Que divisando al patriarca de esta familia, se dirigió hacia él para involucrarlo en su oferta. Esperaba que el mayor fuese más sensato y ambicioso que su primogénito.
—Señor Korn, estoy ofreciendo el 50% más de lo que se pactó, a cambio del omega dominante. —Informó P' Hetm al alfa cuyo aspecto aparentemente era gentil, causando que la sonrisa que se le dedicó fuese reemplazada a una mueca de asombro y posterior, a una de enojo. —. Confío en que usted sea más considerado y aprecie correctamente mi intención de favorecernos.
Khun Korn se puso al lado de Pete, palmeó su espalda y dejó su mano en el hombro del dominante. Mientras que su primogénito ardía, sus puños amenazaban con caer en el rostro de P' Hetm. La alfa no solo estaba desafiando su territorio y ofendiéndole al querer negociar con su padre, sino que atentaba contra el guardaespaldas que valoraban como uno más de la familia. Que independientemente de la respuesta de su padre, ardería en este fuego de ira que ella había desatado.
—La lealtad de nuestros guardaespaldas se funda en el trato que le damos, P' Hetm. —Khun Korn presionó sobre el hombro de Pete, tensándolo y provocando que el hijo de la alfa se removiera. —. No son solo empleados, aquí procuramos que el respeto hacia ellos prevalezca. Por lo que, aceptar su propuesta sería un total insulto.
Khun Korn dejó atrás su habitual diplomacia para mirar directamente a P' Hetm, sus ojos se tornaron peligrosos y su aroma se tornó tan agrio que convirtió el ambiente insoportable, obteniendo el sollozo del hijo de la alfa como respuesta.
—No lo pienso tolerar, Pete es y será de la primera familia Theerapanyakul. —La oscura sonrisa que le dirigió el mayor fue suficiente para entender; la alfa se disculpó y tomó a su hijo de los brazos de Pete, despidiéndose de la mansión con sus guardias.
Tanto como Khun Korn y Khun Kinn fueron reverenciados por Pete, el omega dominante estaba agradecido por el respaldo que le dedicaron.
El mayor volvió a palmear su espalda y sonreírle. —No te preocupes, Pete. —La máscara con la que Khun Korn sometía a quienes querían regresó, nuevamente usaba el falso cariño y gentileza para mostrarse benevolente. —. Solo estoy cumpliendo con mi promesa hacia tus abuelos.
Pete asintió y le dio otra reverencia, recibiendo una risa del mayor mientras negada con la cabeza. Así se alejó el patriarca de la primera familia, dejando asombrado a Porsche por el trato hacia su amigo. Parecía que el alfa solía apreciar más a los jefes de la seguridad de sus hijos, "con justa razón" pensó. Eran ellos los que cargaban con la responsabilidad de mantener viva y a salvo a su sangre.
—Esta falta no se quedará impune, Pete. —Kinn prometió antes de retirarse con Porsche.
Pete se mantuvo en silencio y simuló otra sonrisa, apenas lidiando con lo que ocurrió. No estaba cómodo, sentía su propio enojo florecer. Así que, se apuró en salir también de la mansión de la primera familia. Mientras que las palabras de Khun Korn se repetían en su cabeza. Él jamás se había inquietado por el aprecio del mayor. Lo contrario, solía recibirlo con entera gratitud y fortuna. Porque consideraba al patriarca de la primera familia un sujeto al cual admirar, solo que su último dicho le sonó más a una sentencia.
Tal vez era su consciencia mortificándose por sus recientes acciones lo que le molestaba, no estaba seguro. Pete suspiró profundamente, preguntándose si estos sentimientos suyos que lo motivaban a desobedecer las reglas serían tomados como una traición por el mayor. Temía descubrir la respuesta, enterarse que sería una decepción para Khun Korn.
Pete agobiado cerró los ojos, alzó su rostro hacia el cielo y sintió las gotas de la lluvia caer sobre él. Su mente era un caos, mas no su corazón y lobo. Estos tiraban hacia un solo anhelo, ese que tenía un nombre bastante relevante: Vegas Theerapanyakul.
— ¿Será que amarte dolerá, me consumirá? —Preguntó Pete en un susurro, a sabiendas de que cualquiera desistiría si recibía una afirmación como respuesta, salvo él. No podrá alejarse, detenerse. Ya era demasiado tarde, ese lado insano que forzó a mantenerse en la oscuridad había aparecido. Sus ansías por ser herido empezaron a merodearlo, apuntando hacia el primogénito de Khun Kan como el único capaz de entenderlas y acogerlas.
Estaba jodido, Vegas no era ajeno aquella verdad.
El alfa dominante mantenía sus ojos en la foto que Porsche le envío, siendo indiferente a cualquier mensaje que se le notificaba. Su atención la tenía Pete, el guardaespaldas lucía tan encantador cargando a ese mocoso. Que su lobo reaccionó, plantó en él ese deseo primitivo de querer un cachorro con el omega. Lo que le causó escalofríos, no era la primera vez que apreciaba a un omega con un bebé en brazos y tampoco sería la última, él lo sabía. Pero ahí se encontraba recelando a ese estúpido engendro que osaba hurgar el pecho del jefe de seguridad de Tankhun, mientras la mera posibilidad de un interés por su madre lo enloquecía.
Era Pete, era el que lo dejaba a merced de sus instintos, era el que lo convertía en esta peligrosa bestia ansiosa por poseerlo.
Que su oscuridad se desbordaba, buscando aplastar sus intentos de querer ser justo con el omega. Esto por un miedo mezclado con un terrible enojo de que otro se atreviese a quitárselo, a que otro siquiera se dignara a girarse a verlo. No lo soportaba, ni siquiera pensarlo. Pete se estaba transformando en un anhelo tan claro en su vida que lo probaba cada día; especialmente, cuando debía dejarlo regresar a la primera familia. Se estaba hartando, lo reconocía abiertamente y aquello incentivaba a sus insanos pensamientos sobre el guardaespaldas.
Vegas no quería escucharlos, no ahora que en su ser crecía ese enfermizo deseo por adueñarse de Pete. Mas la llegada del reporte de Ken sobre el bastardo que Khun escogió como cita para su jefe de seguridad lo empeoró, impidiendo que la razón intercediera. Su frustración caló, haciendo que su aroma se tornara tan desagradable que Nop estuvo tentado en detener la camioneta y abandonarla. La lealtad del mayor pesó más y continuó con rumbo a la dirección que su joven amo con dificultad logró compartirle. Él sabía lo que sucedería cuando llegaran al destino, lo que el primogénito de Khun Kan terminaría haciendo.
Los filosos ojos de Vegas se volvieron más oscuros, reflejando esas ansías por la destrucción. Una destrucción que solo bastaría si es hecha por sus propias manos. Nop comprendió que su joven amo fue apresado por su naturaleza, que era el lobo del heredero de la segunda familia el que lo acompañaba en este viaje. No se atrevió a mirarlo y hacía bien, Vegas tronaba sus manos y formaba duros puños. Los mismos que usaría para aplastar el rostro de ese beta cuyo nombre poco o nada le importaba en recordar.
Atrás quedaron los inocentes celos de una persona que temía ser cambiada, atrás quedó el buen juicio. Vegas se bajó de la camioneta apenas se paró, ignoró la gente que aún permanecía en la cafetería para abatir al dueño. Aquel predilecto por su estúpido primo cayó con el primer golpe, Vegas se lanzó contra él y no detuvo cada uno de sus puñetazos -ni por los gritos de la gente a su alrededor. Estaba cegado, su lobo y él no permitirían que otro se adentre en la vida de Pete. No dejaría a ninguno la oportunidad, ni siquiera a sus sombras. Fue un juramento que se hizo cuando sacó su navaja e hizo trazos con ella sobre el rostro del beta, mientras la sangre salpicaba y lo manchaba.
Sus hombres botaron a la gente de la cafetería, cerraron las ventanas y puertas. Se encargaron de amenazar a los testigos de ir por ellos de reportar lo que vieron, Nop dirigió a cada uno de sus compañeros. El mayor entendía que los daños colaterales era una preocupación que su joven amo atendería tras calmar ese fiero e infernal instinto que se desató. Por lo que, presenciando las torturas del heredero de Khun Kan, Nop se cuestionó si Pete sería la salvación o perdición de Vegas.
Claramente podía ser ambas y viceversa para el mismo omega dominante.
—Encárgate de comprar esta cafetería, mi nombre debe figurar como nuevo dueño. —Ordenó Vegas, tras dar la primera calada a su cigarrillo. Había recuperado el control de sí mismo, no quedaba ni el rastro de quien fue ese beta. Apenas y podrán distinguirlo con sus huellas dactilares, siempre y cuando encontraran primero sus dedos. —. Así Tankhun sabrá que fui yo.
Nop asintió, a lo que Vegas finalmente se retiró de la cafetería y sintió cómo la lluvia lo mojaba.
—Espero no te hayas hecho ilusiones con esa cita, Pete. Que él no llegará. —Teniendo una sonrisa de lado, Vegas se subió a su camioneta y manejó rumbo a la mansión de la segunda familia.
Mientras que Pete se estacionaba frente a la tercera licorería que el buscador le señaló. Se aseguró de tener la pequeña nota con el nombre del vino y su billetera a la mano para seguido correr hacia la licorería. Empujó la puerta y limpió sus zapatos en la alfombra, esperando ser recibido por el vendedor. Mas éste permanecía en una esquina, mirando por el gran ventanal las calles. Lo saludó para llamar su atención, pero fue enormemente ignorado. Vaciló en irse y probar suerte en otra licorería; sin embargo, el recordatorio de las reseñas sobre este lugar se lo impidió. Presentía que aquí encontraría la botella para la cena del domingo, la misma que ocultaría de Khun No para poder ofrecérsela exclusivamente al heredero de Khun Kan. Por lo que aguardó unos minutos y el hombre finalmente pudo notar su presencia.
—Lo siento, lo siento. —El anciano encargado de la licorería se disculpó. Pete notó el miedo en la voz del hombre, en cómo sus manos disimulaban su tembladera. —. Yo debí cerrar la licorería apenas me enteré, pero me superó el desconcierto.
Ante la vaga explicación del vendedor, producto de su mismo estado, Pete frunció el ceño. No vislumbró alguna señal de intento de robo o situación parecida.
—Aunque saber que masacraron a un pobre hombre solo a unas calles de acá, me justifica. ¿Cierto? —En la mirada del hombre se evidenciaba ese terror, el shock. —. Ya no importa, está aquí. ¿Qué es lo que busca?
Pete le extendió la pequeña nota, aún confundido. Quería saber más de ese asesinato, pero sospechaba que indagar empeoraría al hombre y realmente quería dar con aquel vino.
—Cabernet Sauvignon. —Leyó el vendedor, enfocando su mente en recordar si tenía o no aquella marca en su bodega de vinos. —. Exquisita elección, déjeme traerla para usted.
El anciano se tomó su tiempo, Pete pudo revisar las noticias y efectivamente había ocurrido un "terrible" asesinato cerca de la licorería. Su curiosidad aumentó, que después de pagar por el vino y guardarlo cuidadosamente en el auto, se animó a ir por sí mismo al lugar. Se olvidó de la lluvia al escuchar el sonido de las patrullas, así que no tardó en arribar y observar el cómo los oficiales cerraron la calle e impidieron que las mujeres y hombres que trabajaban al lado interrumpieran la labor de los fiscales. La poca prensa que trataba de indagar fue despedida por los mismos oficiales y sorpresivamente no ofrecieron renuencia alguna.
Lo que le hizo arquear la ceja a Pete, así operaban ellos cuando debían limpiar: Los mismos hombres de traje puestos en puntos estratégicos de la escena, la prensa abandonando el lugar y los oficiales predispuestos a callar y también despedir a los más escandalosos. Que suspiró y leyó por última vez el nombre de la cafetería, le resultaba familiar. Juraría que lo leyó antes, solo que no recordaba. El timbre de su celular detuvo su intento por hacer memoria, había recibido un mensaje de Khun Macao.
[Conversación entre Pete y Macao]
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Aquí les dejo el contexto detrás del anterior especial. Parece que fuese de relleno, pero siento importante que podamos conocer un poco de cada uno. También que vislumbremos esa dualidad que ellos tienen. Al menos la de Pete ya se está haciendo notar, mientras que la de Vegas siempre ha estado ahí. 👀👌🏼
Les debo 500 palabras. Les prometo que el próximo capítulo tendremos lo que ocurrirá el sábado, será igual de largo para que puedan leerlo completo. Tal vez me anime a darles una escena +18 enteramente narrada, ya se verá. 🫶🏼
Solo para aclarar que las escenas son secuenciales, no suceden al mismo tiempo. Lo remarco para evitar confusiones, especialmente en la parte final. 🙏🏼
Pd: Ignoren la hora de la conversación entre Pete y Macao, se me pasó corregirla.
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