Capítulo 15
Pete bajó la mirada, tenía en sus manos una crema que le ayudaría a borrar las marcas en su cuello. Contaba solo con tres días para desaparecerlas; o de lo contrario, Khun Vegas padecería la excéntrica furia del primogénito de Khun Korn. El mayor fue severo al despreciar las órdenes del heredero de la segunda familia sobre su guardaespaldas, sobre cómo se atrevió a venderlo cual trozo de carne a un ser tan asqueroso como Wang. Aparentemente era ajeno a la verdad, cegado en creer lo peor de su primo. Que el mismo Pete estaba tentado a decirle la verdad, que estas marcas no le resultaban ofensivas ni asquerosas de ver. Pero callaba a sabiendas de lo que podía desatar.
El guardaespaldas escogió solo escuchar los reclamos de Khun No, esos que el mayor se había guardado por respeto a Porsche la noche anterior. Dejó que lo acusara sobre el aroma intruso que detectó sobre él y por haberlo divisado cerca de su primo cuando fue a buscarlo. Se merecía el dolor de cabeza que ahora sufría, porque internamente sabía que había desobedecido al mayor -que ignoró sus advertencias y exigencias por preferir a los hijos de Khun Kan. Había cierta culpa merodeándolo, cuestionando su lealtad.
Pete masajeó su cuello con ambas manos, encargándose que la crema se extendiera y secara. Optó por una cafarena de cuello alto para cubrirlas las marcas, esperando distraer a Khun No de su ferviente enojo. Su mañana había sido exhausta, rogaba que el resto del día sea más compasivo. Mas bastaba encontrarse con Porsche en las afueras de la mansión de la primera familia para intuir que no sería así, su amigo seguía con esos ojos apagados. Se acercó a él y le extendió su cajetilla de cigarros, el recesivo no dudó en tomar uno para encenderlo. Caló lentamente, sus ojos se cerraron y su cabeza recayó en el hombro de Pete. No se dijeron nada, acabaron sus respectivos cigarros. Pete quería tener las palabras exactas para calmar el corazón de su amigo, pero no le correspondía.
Solo Khun Kinn podía conseguirlo, solo con sus disculpas podía reponer ese corazón herido.
Pete suspiró profundamente. — ¿Quieres que convenza a Khun No de ir al bar de P' Yok?
—Mejor convéncelo de que nos dé días libres. —Porsche guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón, intentando ocultar su nerviosismo. Esquivar a Kinn no era tan sencillo como esperaba, el alfa dominante estaba decidido a dar con él a solas, ignorando la advertencia de su hermano mayor.
—Apenas regresamos, Porsche.
—Pero no de vacaciones, Pete. —La voz de Porsche apenas se escuchaba, se sentía patético. —. Si te lo propones, puedes conseguir que nos deje libres.
—No lo conseguiré, créeme. —Pete fue sincero, a Khun No le desesperó su silencio. Ese con el que enfrentó a sus reclamos, porque temía que ese insignificante pero existente consideración por los hijos de su tío Kan haya crecido con esa corta convivencia.
—Entonces me conformo con esos tragos. —Porsche susurró, Pete asintió y aplastó la colilla de su cigarro. La tiró en el bote de la esquina, despidiéndose de su amigo. El recesivo sonrió a medias como respuesta.
Pete se sentía frustrado, detestaba que Porsche luciera tan desganado. Se había acostumbrado a esa energía tan contagiosa, que no entendió en qué momento cambió su destino y terminó en las puertas del estudio de Khun Kinn. Se había prometido no interferir, pero su corazón no soportaba que su amigo sufriera. Le mintió a Big para que lo dejara entrar, sorprendiéndose a sí mismo.
"El amor es la muerte del deber", su lado racional le repitió en un suave murmuro. No le prestó atención, tenía a Khun Kinn frente a él con una ceja arqueada y expectante por su visita.
—Khun Kinn, ¿usted aún confía en Porsche? —Su pregunta realmente no fue pensada, no se consideraba un hombre de rodeos. Menos cuando el silencio de Khun Kinn imperó la habitación. —. Si no lo hace, debería. Porsche es un buen hombre, no merece estar en la oscuridad de este mundo. Sé que lo sabe, también que conoce su manera de amar.
Khun Kinn se mantenía sin decir nada, bajando ligeramente la cabeza.
—Es absoluta y leal, el sacrificio que hace por su hermano es la mayor prueba, Khun Kinn. —Pete se animó a sí mismo de seguir, dispuesto a recibir cualquier castigo por involucrarse demás. —. ¿Por qué se niega a reconocerlo?
—Porque... Temo a ser herido, Pete. —Kinn se confesó, seguro de que el omega no lo juzgaría. En estos tres años, había descubierto en el jefe de los guardaespaldas de su hermano una tranquilizadora comprensión -esa que es capaz de serenar al mismo diablo, su hermano mayor por ejemplo. —. No sería la primera vez que lo hacen, que tratan de arrebatarme la poca felicidad que puedo tener.
— ¿Cree que Porsche es capaz de hacerlo? —El alfa volvió a callar, Pete suspiró con pesadez. Entendía el miedo, mas no lo justificaba. No cuando ese miedo lastimaba a su amigo. —. Yo no, su corazón es inexperto pero sincero con lo que siente. Si escogió amarlo, entonces eso hará. Cuidará de usted, procurará hacerlo feliz y mantenerse a su lado.
Khun Kinn lo miró con cierta ilusión.
—Pero también sufrirá, se arrepentirá si lo único que recibe es desconfianza por un miedo silencioso. —Pete relamió sus labios, tomó aire y lo soltó con lentitud. Sobrepasar sus límites debiese ser de sus mayores y recientes defectos. —. No es justo, Khun Kinn, Porsche es inocente.
Kinn asintió, sintiendo un horrible nudo en la garganta. Su lobo aullaba, su corazón empezaba a sollozar lentamente. El omega dominante no mentía, sus palabras se tornaban en puñales al recordar los ojos llenos de decepción y dolor de Porsche. Esa luz con la que lo recibía se esfumó, dejando en su lugar la amargura por haberse equivocaba. Realmente lo había herido, a él -al que quizás sería de los más ingenuos por amar a una persona tan rota.
—Tú sí confías en él. —Kinn susurró, comprendiendo que su intervención era por el cariño hacia Porsche y no a él. Pete le mostraba que no había mayor lealtad que la que debiese existir a los sentimientos de cada uno.
—Para amar a alguien, primero debes confiar en esa persona. De lo contrario, ¿cómo podríamos conocerla, saber si estamos o no equivocados?
Khun Kinn cubrió su rostro con ambas manos, resopló con la misma pesadez y su lobo se removió inquieto. Se sentía regañado y bastante estúpido.
—Porsche... ¿Él... está sufriendo por mí?
—Lo hace, fue acusado y sin oportunidad de ser escuchado. ¿Usted no sufriría si pasara por lo mismo?
—Lo haría, ¿yo... tengo oportunidad de remediarlo? —Los ojos de Khun Kinn se tornaron a los de un cachorro abatido por la culpa y el miedo.
—Solo si está dispuesto a abandonar esas vendas que le impiden conocerlo y confiar en él.
—Lo estoy. Quiero, Pete. —Pete asintió, esperando que no fuese una fugaz decisión. Su amigo tenía un gran corazón, no merecía ser lastimado.
—Entonces búsquelo, gane esa oportunidad, Khun Kinn.
Kinn sonrió, se levantó de aquel sillón de cuerina para dirigirse hacia Pete. Su mano recayó sobre el hombro del guardaespaldas, apretando su agarre. Estaba bastante agradecido con él, indirectamente le había hecho ver de su error y de lo que posiblemente perdería si continuaba preso de ese miedo a ser herido.
—Sé que no lo pedirás, Pete. Pero me siento en deuda contigo, dejaste que te arrastrara a mis líos con Vegas por cuidar de Porsche, sin medir las consecuencias que te traería con mi hermano. —Kinn reconoció, estaba enterado de los reclamos de Tankhun. Había sido una mañana desgastante para el guardaespaldas, no necesitaba preguntárselo. El cansancio se evidenciaba en el rostro pálido de Pete, sintiéndose propiamente culpable por ello. El hombre en el que más confiaba había sido un daño colateral de sus inseguridades, esas por las que le ordenó no despegarse de Porsche y por las que también pudo compartir cierta tranquilidad al saber que era Pete al que Vegas tuvo de soporte en ese tiempo.
Era un tirano, Kinn no lo negaría. Tampoco que mereciera la lealtad de Pete, mas realmente tenía la intención de retribuirle esa tranquilidad que nuevamente se la regresaba.
—Así que, permíteme darte esta noche libre.
—Khun No lo desaprobará. —Pete apenas protestó, no quería más acusaciones de parte de su jefe. No estaba pensando abandonarlo, tal como Khun No se jactaba. Mas debía suponer que sus acciones le decían lo contrario, "¿podía culparlo".
—Yo te justificaré ante él, Pete. —El guardaespaldas hizo una mueca, no convencido. El alfa suspiró. —. Solo déjame hacer esto por ti, ¿sí?
—Está bien, Khun Kinn. —Pete no tenía las fuerzas para oponerse, no cuando sentía que ese respiro realmente le sería de ayuda para mantener sus máscaras -para lidiar con la inquietud de Khun No. —. Muchas gracias.
Pete se despidió con una reverencia.
El dominante se regresó con Khun No, el mayor había empezado un nuevo drama. Estaba concentrado, comiendo esos occidentales y salados algodoncitos de maíz. También riendo, su humor parecía haber mejorado. Que no le recriminó su ausencia, se limitó a palmear el sitio a su lado. La mirada conciliadora con la que le invitó a sentarse, terminó convenciéndolo. Pete pudo sentir el peso de la cabeza de Khun No sobre su hombro, mientras se sujetaba de su brazo. Podía jurar que su jefe le susurró unas disculpas, mas la intervención de Pol por hacerle saber de qué trataba el drama le hacía vacilar.
Aunque no era necesario, Pete podía comprender los arrebatos de Khun No. Esto tal vez porque pocos le tenían la paciencia, su jefe era un desafío constante. Pero él aprendió a quererlo, a ser parte de sus excentricidades e incluso de poder ir más allá y reconocer a ese hombre asustadizo que usaba a la locura como la mejor forma para protegerse.
Sus arrebatos fueron en razón a su miedo de que otros hayan ganado un espacio en su corazón, lo terrible de saberlo era que no podía ofrecerle esa seguridad de que se equivocaba.
Porque ahí estaba su omega interior, sintiéndose triste por haber dejado la mansión de la segunda familia tan pronto.
Estaba jodido, muy jodido.
Pete agradeció este respiro, botando el humo de su primer cigarrillo en esta noche. Estaba sentado en el capó del auto con el que supuestamente se dirigió hacia uno de los casinos del este de Khun Kinn para una supervisión, ese fue el pretexto con el que el heredero de Khun Korn convenció vagamente a su hermano. Khun No quedó bastante disconforme, porque primero fue él y luego, Porsche a quien requirió. Lo último le hizo sonreír, esperaba que ambos pudieran solucionar lo que sea que tuvieran como relación. Esto por la felicidad de su amigo, extrañaba al Porsche elocuente y un tanto torpe.
El guardaespaldas recostó su peso hacia atrás, usando de soporte ambas manos. No se preocupaba por su cigarrillo, éste se encontraba seguro entre sus dedos. Por lo que se permitió cerrar los ojos y mover en círculos la cabeza; bajando así la guardia. Solo estaba él en este mirador, que se dejó un aspecto más relajado. Cambió la cafarena de cuello alto por una camisa, tenía los tres primeros botones abiertos, el saco dentro del auto y las mangas dobladas. Sus cabellos eran golpeados por el frío viento, ese que se enredaba y tomaba a su aroma a lavanda como el perfecto señuelo.
Fue un depredador el que cayó, Vegas había llegado a ese mirador.
Sus ojos estaban clavados en el guardaespaldas, en cómo incluso su aspecto relajado se tornaba tan seductor bajo la luz de la luna. Pete tenía una belleza que podría jurarse inocente y tierna, mas bastaba con detenerse a ver esas perfectas piernas que se cruzaban, esa cintura que reclamaba su forma debajo de la camisa y ese cuello en el que aún sus marcas yacían para descubrir que su figura realmente era una tentación. Podía jurar que verdaderamente Pete era un ángel caído, porque solo en él encontraría el cielo y el infierno. El alfa se relamió los labios, esa presa era suya -solo suya.
El heredero de la segunda familia se abrió paso entre la oscuridad, acechando silenciosamente a su presa. Todavía disfrutando del atractivo espectáculo que le ofrecía y ciertamente agradeciendo la eficiencia de Ken. Tenía a Pete frente suyo, a esos apetecibles labios entreabiertos y seguramente en la espera de ser atacados por él. Así sería, se lo prometió a su lobo, mientras que una media sonrisa se posaba en su rostro ante la sorpresa del guardaespaldas. No le dio oportunidad de escapar, lo acorraló contra el capó y su nariz hurgó en el cuello del omega; sintiendo cómo este se tensaba por su invasión
No pensaba disculparse, no cuando la desesperación por saberse frustrado de estas libertades le había impedido dormir y serle útil a su padre. En su mente, estaba el omega dominante con sus últimas palabras. El miedo de que esta luz se escape de sus manos lo hacían vacilar de su razón, que su hermano Macao debió ser el sensato por los dos.
—Ayer me dijiste que tu deber era volver con Khun No, mas te encuentro aquí. —Los ojos del alfa dominante buscaron a los del guardaespaldas. Había una oscuridad deslumbrante, Pete tuvo que aferrarse a su lado racional antes de que su omega interior trate de tomar el control. —. Solo, sin tu supuesto dueño.
—Khun Vegas, ¿cómo me encontró? —Pete arremetió, seguro de que esta coincidencia no era una como tal.
— ¿De verdad, tengo que responder? —La respuesta era un rotundo no, Pete era consciente de ello. Esto no era una coincidencia, Khun Vegas probablemente había estado siguiéndolo desde que dejó la mansión de la primera familia. Y aquello le hizo fruncir el ceño a Pete, "¿cómo fue que no se percató?".
Vegas, por su lado, aprovechó la lucha silenciosa de Pete para coger su cigarrillo y ser él quien lo acabe. Se sentó a su lado, fijándose en lo tranquila que podía verse esta parte de la ciudad. Mientras que, su propia mente se esforzaba por imponerse a los deseos de su lobo -a esos que le exigían lanzarse nuevamente contra el omega y marcarlo con su aroma.
Había que sujetarse a la palabra que inicialmente le dio a su hermano, Vegas ciertamente frustrado dio la último calada al cigarrillo. —Pese al incidente de ayer con Kinn, mi tío no se retractó. Su propuesta de pedirle lo que se me plazca se mantiene. —Pete detuvo sus pensamientos, atento a las palabras del alfa. —. Estoy seguro de que si te reclamo para la segunda familia, difícilmente se negará.
—Khun Vegas, no. Esa solicitud solo le traerá problemas. —El alfa se giró hacia Pete, descubrió en esos ojos cafés que su respuesta no nacía por su habitual resistencia, sino por una genuina preocupación. La que tal vez estaba ligada al caos que el loco de Tankhun podría desencadenar. Porque estaba ese sensación de que le importaba su bienestar.
—Ambos sabemos que "esos problemas" no me intimidan, Pete.
El omega suspiró, negando con la cabeza. Había olvidado lo obstinado que eran Los Theerapanyakul. — ¿Entonces lo hará?
—Lo haré, pero no ahora. —Pete volvió a fruncir el ceño en lo que Vegas sacaba de uno de sus bolsillos un celular -uno que tenía el número de su hermano y el suyo. —. Antes quiero cumplir la promesa que le di a Macao y jugarte limpio.
El alfa puso el celular en las manos de un confundido Pete, esto era una prueba para ambos -para realmente saber si ninguno se había equivocado al creer en esta tensión, en este llamado de sus lobos.
—Mantén tu corazón abierto para nosotros, Pete. Deja que lo ganemos en esos breves momentos en los que eres libre, en los que solo eres Pete y nosotros, Macao y Vegas.
El guardaespaldas pidió que este respiro le ayudase a contener a su omega interior. Mas ahora tenía a ese parte de él y a su corazón desenfrenados, incluso su mente quedó en blanco ante esta faceta de Khun Vegas. El alfa lucía sincero en su intento de "jugarle limpio".
"¿Era capaz de negarse?", Pete se alejó de sus máscaras y escuchó a su propio deseo. Quería corresponderle e iba a serlo. No dijo nada, simplemente guardó el celular en su bolsillo; dejando atrás lo que esto tal vez repercutiría en el futuro.
Bien o mal, Pete había tomado una decisión.
Vegas sonrió, se lanzó contra el guardaespaldas y se adueñó de sus labios en un beso necesitado. No hubo "peros", Pete cedió el control. Dejó que las manos del alfa descendieran, se metieran por debajo de la camisa y tiraran de ella; que sus cuerpos se pegaran y buscaran ser solo uno, que ese beso necesitado se convirtiese en varios a ser dejados por su cuello y clavícula. Se dejó envolver por ese fuego salvaje, por el riesgo que había tomado al permitirle a los hijos de Khun Kan entrar a su vida. No estaba más la razón, sino el deseo... y el placer.
Las ventanas se empañaban, Pete callaba sus gemidos y Vegas memorizaba el desastre que era Pete debajo de él.
*
*
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~•~
¿Saben? Me gusta que Vegas saque su mejor lado solo con los que realmente le son o empiezan a ser importantes en sus vidas; es decir, Pete y Macao.
Ya tenemos luz verde, se vienen cosas lindas para este trío. ¿O quizás no? 👀🤙🏼♥️
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