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;;parte única



✘ ┤ Now shut your dirty mouth.


Yoongi caminaba hacia el instituto, bajo la lluvia, sintiendo como las frías gotas caían sobre su rostro. Veía con atención el suelo, mirando las líneas que se marcaban sobre la acera y tarareando una canción mientras avanzaba con pasos lentos.

Su madre seguía dormida cuando despertó. Le había dejado el desayuno hecho, pero ella nunca desayunaba junto a él. Medio vaso de leche fría y una tostada dura, quemada y sin sabor. Lo comió igual, aunque sabía que eso muy probablemente le tendría con el estómago doliendo por toda la mañana, pero el solo pensar que su madre se había levantado temprano para hacerle el desayuno hacía que se obligara a sí mismo a tragárselo todo sin protestar.

Sabía que su madre tenía un paraguas en alguna parte de su habitación, pero no quería despertarla. Solo sería una molestia para su madre.

Yoongi siempre fue una molestia.

Gruñó por lo bajo. Ya podía sentir el frío invadirlo por completo y su nariz gotear. No había duda de que al siguiente día despertaría completamente resfriado. Volvió a gruñir, sorprendiéndose cuando sus ojos se encontraron con dos vans negras. Frunció el ceño, levantando la mirada y encontrándose con dos ojos avellanados y un rostro sonrojado. Park Jimin, pensó, el chico del club de teatro.

Y-Yoongi. — escuchó su nombre ser pronunciado por aquella voz angelical y se estremeció. — Toma. — dijo el chico frente a él, extendiéndole un paraguas negro.

Yoongi pestañeo varias veces, atónito.

— ¿Por qué? — preguntó, sin comprender lo que sucedía.

— No quiero que te resfríes. — dijo el de cabellos plateados, con una pequeña y avergonzada sonrisa surcando sutilmente por sus rojizos labios mientras evitaba la mirada de Yoongi.

Yoongi miró el paraguas negro y luego al chico frente a él. Frunció el ceño aún más y lo tomó de mala gana, sorprendiendo un poco a Jimin, quien amplió su sonrisa a la vez que su sonrojo se expandía hasta sus orejas. Yoongi abrió el paraguas y empezó a alejarse rápidamente de Jimin, prácticamente corriendo lejos del peliplateado.

— Como si te importara si me resfrío. — gruñó en voz baja, casi en un susurro que Jimin fue incapaz de escuchar.

Jimin simplemente se quedó ahí, inmóvil por unos segundos. Sacó otro paraguas de su mochila y lo abrió: Uno amarillo. Sabía que Yoongi no aceptaría un paraguas amarillo, pero tampoco creyó que aceptaría el negro. Sonrió aún más, empezando a caminar detrás de los pasos del pelinegro.

Para ser la primera vez que intercambiaba palabras con el chico del que estaba perdidamente enamorado no había salido tan mal.

Empezó a cantar Happy Together de The Turtles en voz baja, mirando la silueta del pelinegro a lo lejos. El solo imaginar que él y Yoongi podrían ser tan felices juntos hacía que su corazón saltara de alegría hasta casi salirse de su pecho entre vísceras y sangre. El extraño y callado pelinegro podía hacerlo sonreír como un bobo, sentir cosas que nunca antes sintió, hacer cosas que nunca antes hizo. Aceleró su paso con la intención de estar más cerca del pelinegro. No tanto como para que Yoongi lo notara, pero lo suficiente como para poder admirar con detalle aquel cabello negro que lo hacía suspirar.

Yoongi siguió caminando en silencio, con su vista un fija en el suelo, completamente ajeno a la atenta mirada del chico que caminaba detrás de él. Yoongi no solía prestarle mucha atención a nada realmente, por lo que no había notado que aquellos ojos avellanados no se habían separado de él ni una sola vez en los cinco meses que llevaba el año escolar. Lo único que le interesaba era graduarse e irse lejos de aquella ciudad estúpida y aburrida. Odiaba ese lugar, odiaba el instituto y, por sobre todo, odiaba a los malditos estudiantes del instituto Hankuk.

En especial a Namjoon y su grupo de amigos idiotas y bastardos.

Miró la gran puerta del instituto y bufó. Otro día de mierda, pensó, prepárate.

Se mantuvo con la mirada fija en sus zapatos, como si aquel par de converse desgastados y viejos fueran la cosa más interesante en todo el mundo en ese momento. Intentaba permanecer siendo invisible, llegar a su primera clase lo antes posible y evitar llegar a casa con un ojo morado o con moretones esta vez.

Su madre empezaba a dudar del "Me tropecé, mamá. No es nada. No te preocupes".

Estaba por lograrlo, podía ver la puerta del laboratorio a pocos metros de él. Sonrió un poco, pero esa sonrisa no tardo en ser estampada contra la fría baldosa. Recibió un empujón, uno que logró tirarlo al suelo, causando que soltara un quejido de dolor cuando su nariz impactó fuertemente contra el piso. Sintió como aquel líquido carmesí empezaba a brotar desde su nariz, llegando a sus labios rápidamente, dejando un sabor metálico por toda su cavidad bucal cuando los relamió. Intentó levantarse, pero una bota café sobre su espalda se lo impidió. Ya tenía la sensación de esa bota grabada en la memoria. Taehyung, pensó.

— Buenos días, Yoongi. — escuchó la voz de Namjoon antes de recibir una fuerte patada en las costillas que logró sacarle otro quejido.

— Que tengas un lindo día. — dijo Taehyung con voz burlona antes de que Namjoon murmurara un "Vámonos" y que todos aquellos idiotas se marcharan del lugar. De la escena del crimen, pensó Yoongi, y soltó una pequeña risa entre quejidos. Si llegan a matarme probablemente hagan eso, dejar mi cuerpo sin vida frente a todos y simplemente marcharse, exhibirme como un maldito trofeo. 

Se quedó ahí, tirado en el suelo un rato, sintiendo la mirada de todos clavada sobre él. Con dificultad se apoyó sobre sus hombros y se levantó, cojeando hasta la enfermería y limpiando la sangre que seguía goteando desde su nariz con la manga de su abrigo.











— ¿Duele, Min? — dijo Hoseok en tono burlón, propinándole otro puñetazo en el estómago. Yoongi jadeó. — ¿Duele?

— ¿Quieres que paremos, Yoongi? — dijo esta vez Jungkook, susurrando cerca del oído del pelinegro antes de reír de forma estruendosa cuando Namjoon golpeó a Yoongi de nuevo en el estómago, dejándolo caer finalmente en el suelo.

Yoongi se estremecía el en piso de aquel callejón. Tosió un poco de sangre sobre la acera, sintiendo como su boca se llenaba del sabor metálico de aquel líquido rojo mezclado con el salado sabor de sus lágrimas. Sentía un punzante dolor en todo su cuerpo. Cada temblor lo hacía querer gritar, llorar hasta que se quedara sin lágrimas, hasta que se le acabaran los sollozos que desgarraban su garganta al salir, hasta que los bastardos que estaban causando todo eso estuvieran satisfechos.

Sollozó.

— Oh, no llores, Min. — susurró Namjoon, arrodillándose frente a él y tomando su rostro entre sus manos, limpiando las lágrimas de Yoongi con su pulgar. — No llores, no llores. — empezó a decir con voz suave, como si quisiera hacer dormir a un bebé recién nacido. — ¿No sabes que verte llorar hace que me sienta mal? — el tono burlón volvió a impregnarse en sus palabras. — Así que más te vale, Min, que dejes de llorar si no quieres que nos deshagamos de tu maldita e insignificante vida en este momento, en este maldito callejón. — escupió cada palabra con enojo. Yoongi volvió a sollozar, y Namjoon pareció molestarse. Estampó el rostro de Yoongi contra la acera, haciendo que Yoongi soltara un alarido de dolor. — ¿No me escuchaste? — susurró cerca de su oído. — Dije que dejaras de llorar, Min. — musitó con tono amenazante. Yoongi sollozó de nuevo. Namjoon se levantó. — ¿No me harás caso? Está bien. — se cruzó de brazos. — Mátenlo. — ordenó, causando que Yoongi temblara aún más y que su llanto desgarrador se intensificara.

— Será un honor. — dijo Taehyung, sonriendo y empezando a clavar la punta de su bota contra el estómago de Yoongi una y otra vez con tanta fuerza que parecía que fuera a romperle las costillas con solamente una patada.

— Cállate. — susurró Yoongi en un hilo de voz.

— Así dejarás de ser un estorbo, ¿sabes? — dijo Namjoon, viendo con una sonrisa ladina como los demás empezaba a golpear a Yoongi sin piedad alguna.

— Cállate. — volvió a decir Yoongi entre sollozos. — Cállate, cállate.

— El favor que le estamos haciendo a tu madre... — dijo Namjoon, soltando una sonora carcajada. — Deberías agradecernos, Yoongi.

— Cállate, cállate, cállate.

— ¿Yoongi?

— Cállate, cállate...

— ¡Yoongi!

— Cállate...

— ¡Yoongi! — despertó. Se había quedado dormido sobre un libro de historia. Miró a su alrededor: La biblioteca. No había ninguna señal de Namjoon, ni de Taehyung o Hoseok. Recordó que había ido allí a estudiar durante la hora del almuerzo. Namjoon y sus idiotas amigos nunca iban a la biblioteca, así que ese lugar se había convertido en su zona segura o algo así. Miró a Jimin, quien lo veía con sus ojos sumidos en preocupación mientras lo tomaba por los hombros. Las pupilas del menor estaban dilatadas y parecía que en cualquier momento empezaría a llorar. — Yoongi, ¿estás bien?

— Sí. — dijo, zafándose del agarre del menor. — Estoy bien.

No estaba bien. No estaba para nada bien, pero no quería preocupar a nadie.

He visto lo que sucedió hoy con Namjoon en la mañana. Yo... — Jimin se quedo callado un momento. Había querido intervenir, odiaba ver a Yoongi así, pero sabía que si intentaba detener a Namjoon solamente sería un estorbo, otro saco de boxeo para Taehyung, tal vez. Suspiró. — No deberías dejar que ellos hagan eso... Deberías...

— ¿Decirle a los maestros? — lo interrumpió el pelinegro, sorprendiendo a Jimin. Yoongi bufó. — A ellos les importa una mierda lo que me suceda. Me odian. — empezó a decir, sin darse cuenta de que prácticamente se estaba desahogando con un chico que ni siquiera conocía. Por que Yoongi no conocía a Jimin, pero Jimin conocía a Yoongi mejor que a sí mismo.Mi madre no puede pagar la pensión desde hace varios meses ya. Los maestros son capaces de retorcer la situación a tal punto de tener la oportunidad para expulsarme o algo así.

— Yoongi... — susurró Jimin.

— Además ningún instituto en toda esta maldita ciudad quiere a una solterona sin dinero y a su inútil hijo. — siguió Yoongi, ignorando por completo a Jimin.

— Yoongi. — dijo Jimin en un tono más alto esta vez, llamando la atención de Yoongi. — Los maestros aquí son una mierda, lo sé. Iba a decir que deberías... — suspiró de nuevo. — Deberías defenderte.

Ambos se quedaron en silencio por un momento.

Yoongi frunció el ceño.

— ¿Qué?

— Cuando Namjoon y el resto de imbéciles te golpean... No haces nada, Yoongi. Me siento demasiado impotente por que quiero hacer algo al respecto, pero sé que no serviría de nada. Simplemente dejas que te humillen y no... No haces nada. — Jimin juntó sus cejas, frunciendo un poco se ceño. — Defiéndete, Yoongi.

Yoongi miró sus manos, pálidas y con varias heridas y rasguños. Jimin decía la verdad. En todos los años que Namjoon llevaba viéndolo como su maldito saco de boxeo él nunca había hecho nada para detenerlo. Nada. Solamente se limitaba a aguantar los golpes. Apretó los puños hasta que sus nudillos se volvieron completamente blancos.

¿Namjoon quería golpearlo hasta la muerte y dejar su cuerpo sin vida tirado en algún callejón? Pues él lo haría primero.

Mataría a todos los idiotas que le hicieron daño.

A todos.


✘ ┤ If I could burn this town I wouldn't hesitate


Yoongi nunca solía recibir muestras de afecto físico, ni siquiera por parte su madre. Con el tiempo, terminó acostumbrándose a los golpes y los gritos, como si recibir palabras hirientes todos los días fuera normal. Tal vez esa era la razón por la que le resultaba tan extraño recibir, como mínimo, unos cinco abrazos al día por parte de Jimin.

— ¡Yoongi, buenos días! — escuchó a Jimin exclamar a lo lejos. Yoongi frunció el ceño y puso su dedo índice sobre sus labios. Jimin comprendió y sonrió, algo apenado. — Lo siento. — susurró cuando Yoongi ya se encontraba junto a él.

Jimin le había enseñado una puerta detrás de la escuela que conducía a la biblioteca que, casi siempre, dejaban abierta. Además de aconsejarle a Yoongi de ir, al menos, una media hora antes de que abrieran el instituto para así lograr evitar a Namjoon.

Sorprendentemente, funcionó. Yoongi ya llevaba un poco más de un mes sin tener que lidiar con el imbécil de Namjoon por las mañanas, y también llevaba un poco más de un mes pasando casi todo el tiempo con aquel chico peliplateado que prácticamente le había salvado la vida.

Yoongi abrió la puerta haciendo el menor ruido posible y se adentró a la biblioteca siendo seguido de cerca por Jimin. Cerró la puerta con el mismo cuidado y dejó salir el aire que había estado reteniendo desde que salió de casa. Sonrió, causando que Jimin también lo hiciera.

Se sentó junto a una gran pila de libros y Jimin se sentó junto a él, apoyando su cabeza sobre el hombro del pelinegro. Afuera llovía, y el sonido de las gotas impactando contra el techo llegaba de forma irritante a sus oídos. Hacía frío, siempre hacía frío, pero el calor de Jimin no tardó en invadirlo, causando que su sonrisa se ampliara.

— Jimin. — lo llamó en voz baja, en un susurro que solamente Jimin fuera capaz de escuchar.

— ¿Sí?

— ¿Por qué haces esto? — preguntó. Había tenido esa duda rondando por su cabeza desde el día en el que Jimin le prestó aquel paraguas negro. — Quiero decir... ¿Por qué me ayudas? — Jimin se separó y Yoongi se volteó hacia él. La sonrisa de Jimin se amplió mientras sus mejillas se teñían de un sutil rojo que Yoongi no fue capaz de notar bajo la escasa iluminación en la biblioteca.

— Es un secreto. — dijo Jimin en un susurro, poniendo su dedo índice sorbe sus labios, sin dejar de agrandar su sonrisa en ningún momento. — Te lo diré algún día, pero hoy no. — añadió, acurrucándose nuevamente sobre el hombro de Yoongi.

Yoongi echó su cabeza hacia atrás, mirando el techo. Pasó su brazo por el cuello de Jimin y lo atrajo más hacia él. Se quedaron así por un momento, simplemente abrazados, juntos bajo el sonido de la lluvia. Yoongi miró el reloj que tenía en su muñeca, moviendo un poco a Jimin.

— Jimin. — lo llamó. — Jimin, tenemos que irnos. — no obtuvo respuesta. Confundido, miró al menor, sonriendo cuando lo vio con los ojos cerrados y los labios entre-abiertos. Rió un poco, Jimin se había quedado dormido. Se acercó con lentitud al rostro de Jimin, viendo con más claridad y detalle su delicado rostro: Sus mejillas sonrosadas, sus rojizos labios, sus pestañas que caían suavemente... Se veía tan pacífico, tan tranquilo, que no fue capaz de despertarlo.

Con algo de dificultad y varios tropezones de por medio, cargó a Jimin entre sus temblorosos brazos y trastabilló hasta el salón del menor. Dejó el dormido cuerpo de Jimin con delicadeza sobre su asiento correspondiente y empezó a alejarse en dirección a la puerta, no sin antes admirar por última vez el calmado rostro del peliplateado. Estaba a punto de salir del lugar, pero algo lo detuvo, haciendo que su corazón se acelerara cálidamente.

— Yoongi... — escuchó con dificultad entre el sonido de la lluvia. — Yoongi...

Se volteó con lentitud y con los latidos de su corazón retumbando contra sus oídos, volviéndose un sonido demasiado irritante junto al de la lluvia cayendo contra el techo. Jimin seguía dormido, sus ojos seguían cerrados, sus labios seguían ligeramente entre-abiertos y esa hermosa expresión de paz seguía grabada sobre su rostro. Con pasos lentos se dirigió nuevamente hasta el menor, viendo como el desordenado cabello plateado cubría suavemente su rostro.

— Yoongi... — volvió a decir entre sueños en un susurro. Yoongi sonrió. — Yoongi, no me dejes...

— No lo haré. — susurró igualmente, acariciando el cabello de Jimin. — No lo haré, Jimin. Nunca.

Salió del salón, apresurándose por llegar al suyo antes de que las clases comenzaran, antes de que Namjoon llegara. Cerró la puerta tras de sí y se apoyó sobre esta, suspirando sonoramente. Se sentó en su asiento y se cruzó de brazos sobre la mesa, escondiendo su rostro entre los pliegues de su abrigo mojado y cerrando los ojos, dispuesto a dormir. Lo último que pasó por su mente antes de caer a los brazos de Morfeo fue aquella brillante e inocente sonrisa blanquecina, acompañada de ese cabello plateado que lo hacía sonreír.

De pronto, se encontraba en una habitación completamente negra, sumida en la oscuridad total. Confundido, miró a su alrededor, caminando con pasos lentos y confusos, buscando alguna salida, sin éxito alguno. Era como si esa extraña habitación no tuviera fin. Sin entrada, sin salida. A lo lejos pudo divisar una pequeña y brillante luz que destacaba entre las tinieblas. Empezó a correr detrás de la luz, pero con cada paso que avanzaba aquella luz extraña se alejaba más y más. Yoongi empezó a desesperarse, con una capa de sudor frío perlando su piel y el corazón latiéndole a una velocidad inhumana.

Pero hubo un momento en el que no solo hubo una luz, sino también una voz.

Una voz...

Esa voz.

Escucharlo hizo que el acelerado corazón de Yoongi dejara de latir, que el aire abandonara por completo sus pulmones. Escucharlo hizo que el mundo se detuviera por un momento. Escucharlo hizo que la preocupación inundara la anatomía de Yoongi, que acelerara sus pasos y que la desesperación lo consumiera poco a poco.

— ¡Yoongi! — escuchó en la lejanía, aquella voz clavándose en sus oídos como millones de cristales desgarrando su piel. — ¡Yoongi!

Jimin.

— Jimin. — susurró Yoongi, sin dejar de correr. — Jimin, espera. Estoy por llegar, Jimin. Solo... Solo espera...

— ¡Yoongi!

— Jimin...

— ¡Yoongi!

— ¡Jimin!

— ¡Yoongi! — gritó el maestro Choi, estampando su mano contra el escritorio de Yoongi, causando que despertara al instante. Yoongi miró a su alrededor, las miradas curiosas de sus compañeros de clase estaban fijas en él y los ojos sumidos en molestia del maestro Choi lo miraban con enojo. — Es una gran falta de respeto lo que estás haciendo.

— Yo... L-Lo siento. No se volverá a repetir, lo prometo. — musitó.

— Eso espero, Min. — espetó Choi con tono molesto, alejándose de Yoongi y siguiendo con la clase de matemática.

Yoongi suspiró. Miró sus manos, más pálidas de lo habitual, temblorosas y sudorosas. Su respiración era agitada e irregular, su pecho subía y bajaba sin control. Sus pupilas dilatadas y su delgado y debilucho cuerpo estremeciéndose sobre la silla de madera. Se abrazó a sí mismo, encogiéndose sobre su asiento y pestañeando con rapidez para que ninguna lágrima cayera. Se volteó hacia la ventana con lentitud: Seguía lloviendo, con aún más intensidad que antes. El frío invadió toda su anatomía en unos segundos. Intentó calentarse, frotando con fuerza sus brazos con sus manos, pero no pudo evitar tiritar. Quería que Jimin lo abrazara, eso era lo único que podría hacerlo entrar en calor, lo único que podría calmarlo.

Jimin.

Lo necesitaba...

Lo necesitaba para no enloquecer.











¿Vendrás a verme el viernes? — preguntó Jimin con emoción. — No puedes perderte el show. — añadió con diversión, causando que Yoongi soltara una pequeña risa.

Caminaron juntos hasta el rincón más alejado de la biblioteca, escondiéndose entre dos grandes estantes llenos de libros y sentándose en el suelo. Jimin sacó de su mochila un sándwich de pavo, lo partió por el centro y le entregó una mitad a Yoongi.

— Gracias. — susurró el pelinegro, tomando la mitad del sándwich. Su madre no le enviaba dinero para el almuerzo, así que su estómago se había acostumbrado a pasar la mayor parte del día completamente vacío. Pero, desde que había empezado a compartir su solitaria hora del almuerzo en la biblioteca con Jimin, el menor siempre solía compartirle de su comida. Al principio Yoongi no había dejado de protestar, pero con el tiempo aprendió que Jimin era demasiado insistente y que negarse no servía de nada. — Y claro que iré, necesito comprobar tus dotes como actor, Park Jimin.

Jimin sonrió, sintiendo su rostro sumirse en un adorable tono carmesí. Yoongi también sonrió, dándole una gran mordida al sándwich.

— ¿Qué obra es? — preguntó Yoongi, con la boca llena de comida.

— Romeo y Julieta. — respondió Jimin, riendo suavemente.

— Vaya cliché.

— Lo sé.

— ¿Te dieron el papel principal?

— ¿Tú qué crees? — preguntó el menor, con una sonrisa dibujada sobre sus labios.

Yoongi sonrió aún más.

Continuaron comiendo en silencio por un rato, hasta que el pelinegro volvió a hablar.

— ¿Cómo lo aguantas?

— ¿Ah?

— ¿Cómo aguantas todas las miradas en el escenario? — volvió a morder el sándwich. — Ser el centro de atención... ¿No es incómodo? — añadió, hablando nuevamente con la boca llena de pan, lechuga y pavo.

— Terminas acostumbrándote. — dijo Jimin, sin darle mucha importancia. — Aunque sería más divertido si cierto chico — dijo con tono divertido, codeando a Yoongi, quien solamente rió. — se hubiera postulado para tocar el piano en la obra.

— Lisa toca mejor el piano que yo.

— Nadie toca mejor el piano que tú.

Yoongi fijó su mirada en el pavo. Recibir aquel tipo de palabras aún le resultaba demasiado extraño, pero agradable al mismo tiempo. Como unas placenteras ganas de vomitar, o como abrazar un cálido cactus. Se terminó el sándwich de un solo bocado y empezó a jugar con sus manos.

— No exageres. — musitó.

— Solía escucharte practicar en el salón de música. — dijo Jimin. — Eres genial, Min Yoongi. — Yoongi solamente rió, fingiendo no estar avergonzado. — ¿Por qué ya no lo haces? Extraño escucharte.

— No lo sé. — dijo Yoongi, limpiándose las manos en el pantalón. — Simplemente... Ya no lo hago. No hay una razón como tal. — mintió, evitando ver a Jimin. Obviamente había una razón. El salón de música solía ser su zona segura, pero Namjoon no tardó en encontrarlo. Frunció el ceño. Ese idiota realmente se había encargado de destruir todo lo que era, todo lo que lo hacía feliz. 

Pero no más, pensó Yoongi, nunca.

"Nunca".

¿Quién iba a saber que, por una última vez, Namjoon iba a destruir algo que Yoongi amaba?

Yoongi caminaba hacia el instituto, bajo la lluvia, junto a Jimin. Ambos caminaban con pasos inconscientemente lentos, siendo cubiertos por un paraguas amarillo que Yoongi llevaba entre su pálida y fría mano derecha, mientras que la izquierda rozaba de forma traviesa sus temblorosos dedos con la cálida mano de Jimin.

Faltaban solamente tres días para la obra del club de teatro, así que Jimin pasaría toda la mañana encerrado en el auditorio, ensayando. El solo pensar que no estaría con Jimin en la hora del almuerzo hacía que la tristeza se marcara de forma involuntaria en los ojos de Yoongi, pero al menos podía caminar hasta el instituto junto a Jimin, así que eso era suficiente.

Sonrió. Últimamente una sonrisa permanecía siempre dibujada sobre sus labios. Y siempre la causa de aquellas sonrisas era Jimin. Jimin, Jimin, Jimin. No podía pensar en otra cosa. El menor era como un ángel, su ángel. 

Yoongi se había acostumbrado a que el frío invadiera su pecho, pero ahora, con Jimin a su lado, aquella frígida sensación era reemplazada por una dulce calidez cada vez que sus ojos se encontraban con los avellanados ojos de Jimin, que aquel inexpresivo gesto que permanecía siempre plasmado en su rostro fuera reemplazado por una sonrisa cada vez que escuchaba la melodiosa risa del menor.

Pero había algo que hacía que la sonrisa sobre sus labios temblara y que el miedo lo invadiera por dentro.

Había algo que lo hacía dudar.

Era demasiado bueno para ser verdad.

Y lo bueno suele acabarse en algún momento, ¿no?

¿No?

Llegaron al instituto y aquel sueño no tardó en convertirse en una pesadilla.

Mierda. — susurró Jimin, causando que el corazón de Yoongi empezara a latir de forma errática, cada latido sintiéndose como una punzada en el pecho, como una flecha atravesándolo cuando su mirada se encontró con la ladina sonrisa de Namjoon.

— ¿Así que este era tu plan, Min? — dijo Namjoon, cruzándose de brazos y recargándose sobre la pared. — ¿Esconderte? 

— Tarde o temprano íbamos a encontrarte, Yoongi. — dijo Jungkook, sonriendo.

— Y parece que ahora tienes un amigo. — habló Taehyung, mirando con desagrado a Jimin. Yoongi pudo ver de reojo como el peliplateado empezaba a temblar bajo la atenta mirada de Kim. — Jimin, ¿cierto? Park Jimin. — los ojos de Jimin se hundieron cada vez más en aquel océano de pavor cuando la voz de Taehyung pronunció su nombre. La sonrisa burlona de Taehyung se amplió. — Genial, me estaba cansando de solo golpearte a ti, Min.

— Jimin. — susurró Yoongi. — Corre. Se distraerán golpeándome. Huye.

— No te dejaré. — respondió Jimin, en un susurro igualmente. Yoongi pudo escuchar que su voz  sonaba quebradiza, volvió a mirarlo de reojo y sintió su pecho doler cuando vio los ojos cristalizados de Jimin.

— Este es mí problema, no quiero que te hagan daño.

— Pues ahora es nuestro problema, ¿comprendes? No te dejaré, Yoongi.

— Bien. — habló Namjoon, dando un aplauso y llamando la atención de ambos. — ¿Quién irá primero? — preguntó, mirando a Yoongi y a Jimin. Ninguno dijo nada, se quedaron en silencio mientras se estremecían bajo la mirada de Namjoon. — ¿Ningún voluntario? — Silencio. Namjoon miró a Hoseok, señalando a Yoongi y a Jimin con un movimiento de cabeza. Hoseok sonrió, acercándose a ellos con pasos lentos.

— ¿Quién será el afortunado? — preguntó Hoseok una vez se encontró frente a ambos, con una sonrisa ladina dibujándose sobre sus labios. Puso una mano sobre su barbilla, fingiendo pensar. — Eeny, — señaló a Yoongi con su dedo índice. Jimin tragó saliva fuertemente. — meeny, — señaló a Jimin. Yoongi sintió como la ira empezaba a consumirlo lentamente. — miny... — la sonrisa de Hoseok se amplió cuando su dedo índice señaló finalmente a Jimin, quien había quedado paralizado por el miedo. Quería correr, huir de aquel sitio como Yoongi le había dicho, pero no podía. Tenía que permanecer fuerte junto a Yoongi. — Moe. — habló con tono burlón, sonriendo antes de impactar su puño contra el rostro de Jimin.

— ¡Jimin! — gritó Yoongi, viendo como el menor caía al suelo. Antes de que pudiera hacer algo, Jungkook y Taehyung ya lo estaban sosteniendo por los brazos, impidiéndole moverse. — ¡Jimin! — intentó zafarse del agarre, sin éxito alguno. — ¡Suéltenme, imbéciles! — Jungkook soltó una carcajada y Taehyung solamente sonrió burlonamente. — ¡Jimin!

No podía hacer nada, solo podía ver como aquellos bastardos golpeaban a Jimin. Sintió sus ojos aguarse y las lágrimas no tardaron en formar un helado río que recorría sus mejillas. Solo podía escuchar los sollozos de Jimin y las estruendosas risas de aquellos que causaban su sufrimiento. Bajó la mirada. No quería mirar la dolorosa escena, no quería ver el rostro de Jimin.

— ¿Estás llorando, Min? — dijo Namjoon, acercándose a él. Se carcajeó, tomando con fuerza el rostro de Yoongi con su mano derecha, alzándolo y haciendo que lo mirara. — ¿Tanto te importa este estúpido niño? — Namjoon sonrió al sentir como las lágrimas de Yoongi se escurrían lentamente por su mano. Dirigió el rostro de Yoongi hacia Jimin, provocando que los ojos del pelinegro miraran como el delgado cuerpo de Jimin se estremecía sobre el húmedo suelo. Yoongi dejó escapar un desgarrador sollozo que le quemó la garganta al salir. — Míralo, Min. Míralo.

— Jimin... — susurró Yoongi, antes de sentir un duro golpe en la nuca que lo dejó inconsciente.





Abrió los ojos con lentitud, siendo recibido por la blanca y luminosa luz que colgaba del techo. Reconoció aquel olor a limón enseguida, había estado en aquel lugar demasiadas veces como para contarlas: La enfermería. Se sentó sobre la camilla y pasó una mano por su cabello.

— ¡Yoongi! — escuchó la voz de Jimin antes de ver como el menor se acercaba a él, con una gran sonrisa en su rostro. — ¡Al fin despiertas! 

— Jimin... — susurró Yoongi, los recuerdos de lo sucedido golpeándolo como un balde de agua helada. Sintió ganas de llorar. Jimin tenía un ojo morado y aún podía notar rastros de sangre seca en su nariz. — Jimin... — volvió a decir en un susurro. No pudo más. Rodeó a Jimin con sus brazos, atraiéndolo con fuerza hacia él, empezando un llanto desconsolado. — Lo siento. Lo siento, Jimin... Esto es... Es mi culpa. Todo es mi culpa. Todo es... — escondió su rostro en el hombro de Jimin, dejando  el suéter del menor completamente mojado en aquella zona. Jimin correspondió el abrazo al instante, acariciando con suavidad la espalda de Yoongi.

— No es tu culpa. ¿Quién iba a saber que esos idiotas estarían ahí? — habló con tono suave, intentando tranquilizarlo. Yoongi sollozó. — Tranquilo...

— Lo siento... — volvió a decir en un susurro, aferrándose más a Jimin. No podía evitar sentirse horrible cuando pensaba en lo que sucedió, en que lo que no pudo evitar. No pudo evitar que golpearan a Jimin. Volvió a sollozar. Se odiaba a sí mismo. Se odiaba por no haber podido detener a Hoseok. Se odiaba por haber arrastrado a Jimin a sus problemas. Se odiaba...

Pero su odio hacia Namjoon superaba el odio que se tenía a sí mismo.

Habían herido a Jimin.

Habían dañado a un ángel.

Y aquella...

Aquella fue la gota que derramó el vaso.


✘ ┤To smile while you suffocate and die.


— ¡Listo! — gritó Seokjin, acomodando sus lentes sobre el puente de su nariz mientras sonreía enormemente. Se cruzó de brazos, mirando con orgullo hacia el escenario. — Fue asombroso, casi me hacen llorar... — fingió limpiarse unas cuantas lágrimas. Jimin rió por lo bajo, limpiando con la manga de su abrigo el sudor que se iba acumulando en su frente. Estaba exhausto. — ¡Bien, espero que logren sacarme lágrimas esta noche! Pueden irse. — todos ahí aplaudieron antes de empezar a abandonar el auditorio con pasos rápidos.

Jimin se sentó sobre el suelo de madera del escenario, dejando escapar un agotador suspiro. Seokjin se acercó a él, cruzándose de brazos sobre el escenario y mirándolo con una sonrisa. Volvió a acomodarse los lentes y de un salto subió al escenario, sentándose junto a Jimin.

— ¿Cansado, Park? — puso una mano sobre su hombro y Jimin sonrió entre jadeos, mirando el suelo. Solamente quería llegar a su casa y esconderse entre las suaves mantas de su cama. — Ve a descansar. Mi actor estrella necesita energía para sorprender a todos esta noche. — Jimin rió un poco, bajando aún más la mirada, algo avergonzado. — Y... — añadió, levantándose del suelo — Creo que alguien te está esperando. — Jimin miró a Seokjin, quien veía con una sonrisa divertida sobre sus labios hacia la entrada del auditorio. — Apresúrate. — palmeó la espalda de Jimin y se fue.

Jimin no pudo evitar que una sonrisa se plantara sobre sus rojizos labios cuando vio a Yoongi, parado en la entrada del auditorio con un gran ramo de rosas tan rojas como la sangre entre sus pálidas manos, sonriendo y caminando con pasos rápidos hacia donde él se encontraba. Se levantó y de un salto bajó del escenario, caminando hacia Yoongi. 

— ¿Son para mí? — preguntó una vez se encontró frente al pelinegro. Yoongi le extendió las rosas, asintiendo suavemente con su cabeza. La sonrisa de Jimin se amplió. Tomó las flores y las abrazó contra su pecho, dejando que el agradable olor invadiera sus fosas nasales.

— A los actores les dan flores, ¿no? — dijo Yoongi, rascando su nuca.

— Debiste esperar a la noche, Yoongi. — respondió Jimin, escondiéndose detrás de las flores. Su rostro no tardó en teñirse del mismo color de aquellas rosas. Nunca había recibido flores. Nunca. Y siempre había querido saber que se sentía. Ver la alegría de las niñas que recibían rosas en San Valentín cuando era pequeño le hacía querer sentir aquella increíble sensación. Pero los niños no reciben rosas, solía pensar, solo las niñas. — Gracias, Yoongi. — dijo en un susurro, antes de tirarse a los brazos del pelinegro, quien correspondió el abrazo al instante.

— Bien, futuro ganador de un Óscar, necesitas descansar. — dijo Yoongi, separándose lentamente de Jimin y sonriendo. — Vámonos, te acompaño a casa.

Salieron del instituto, asegurándose de que los pasillos estuvieran completamente desiertos antes de salir del auditorio. Habían pasado así los últimos días, siempre mirando a todos lados, con temor, sintiendo la mirada de alguien quemándoles la nuca, viviendo con la insoportable sensación de que Namjoon aparecería en cualquier momento. Yoongi se había acostumbrado a vivir con ese miedo, pero aquella sensación horrorosa de eterna inseguridad era nueva para Jimin. 

Llovía. No había un día en el que el cielo no fuera invadido por aquel deprimente tono grisáceo. Todos los estudiantes se habían resfriado al menos una vez en todo ese mes. "El cielo se está cayendo" solían bromear de forma estúpida los maestros. "Habrá un diluvio", dijo Seokjin un día, antes de empezar a ensayar, "será algo así como aquella idiotez de la segunda venida de Cristo, pero sin la mierda religiosa. Morirán todos los que deban morir y en el mundo solo quedarán los que sean dignos de seguir viviendo. Así que espero que no hayas hecho nada malo en tu corta vida, pequeño Jimin". El solo recordar aquello hacía a Jimin temblar. Seokjin podía ser extraño algunas veces. Demasiado extraño, según Jimin.

Una vez empezaron a sentir las frías gotas de la lluvia cayendo sobre ellos, Jimin sacó un paraguas amarillo de su mochila y lo abrió, tomando la mano de Yoongi y empezando a caminar. Yoongi no pudo describir todo lo que le hizo sentir aquel inocente toque. Las manos de Jimin eran suaves, cálidas, como un fuego arrasador que consumía su piel satisfactoriamente. Quemaba, pero ardía de forma placentera. No quería soltarlo. Nunca. Quería tomar la mano de Jimin por el resto de la eternidad. Sonrió, tomando con más fuerza la mano de Jimin, como si temiera que el menor se escapara de repente.

No importaba todo el frío que hubiera en el exterior, junto a Jimin su interior se llenaba de una calidez indescriptible, su pecho se inundaba de felicidad absoluta y no podía hacer otra cosa que no fuera sonreír.

Caminaron en silencio hasta la casa de Jimin. No era un camino muy largo, así que tardaron realmente poco. Desafortunadamente, por que Jimin no quería dejar de estar junto a Yoongi, quería abrazarlo y hundirse en su pecho para siempre, y Yoongi solamente quería sostener la mano de Jimin y sentir ese calor inhumanamente hermoso para toda la eternidad. Se quedaron parados frente a la casa del menor. Sin soltarse, sin hablar. Solamente disfrutando de los pocos segundos que les quedaban juntos.

Pasados unos minutos soltaron el agarre en sus manos con lentitud, sin querer separarse. Se miraron, sonrieron y Yoongi sacó de su mochila el paraguas negro que Jimin le dio aquella vez. Lo abrió, se despidió con su mano y empezó a alejarse. Jimin se quedó inmóvil frente a la puerta de su casa, viendo como Yoongi se alejaba, suspirando sonoramente cuando el pelinegro desapareció de su campo de visión y entrando finalmente a su hogar.





El reloj marcaba las siente y treinta cuando Yoongi se encontraba caminando con pasos rápidos hacia la casa de Kim Namjoon. Sabía que Namjoon haría una fiesta el día de la obra escolar, sabía que casa estaría llena de adolescentes sumidos en un cóctel de alcohol y hormonas y sabía que era el lugar perfecto y el momento perfecto para deshacerse de los idiotas que le hicieron daño. Aceleró su paso cuando sus oídos se llenaron de aquella irritante música que se volvía más clara con cada paso que daba hacia el gran domicilio de los Kim, sonriendo ligeramente cuando logró entrar en la casa. 

No fue difícil escabullirse entre la multitud, pasar como otro adolescente fiestero más. Al parecer que fueran solamente las siete no era un impedimento para que todos los jóvenes que se encontraban en aquella casa estuvieran ebrios, lo que solamente facilitaba su plan. Yoongi frunció el ceño cuando el aroma del alcohol inundó de forma molesta sus fosas nasales. Todas aquellas personas le daban asco. Al principio, se había sentido mal por lo que estaba a punto de hacer, había sentido culpa. Ellos son inocentes, había pensado, los imbéciles merecen sufrir, ellos no. Pero ahora, simplemente podía reír ante tal pensamiento.

Todos merecían morir.

Mientras se encontraba en la sala, escondido entre el gentío, sacó con algo de dificultad una botella de plástico de su bolso y empezó a esparcir su contenido por todo el lugar, sin ser visto por nadie, creando un pequeño río de gasolina que recorría toda la casa de los Kim. Cuando la botella se quedó vacía, se dirigió hasta la cocina — la cual estaba completamente desierta, para su suerte — sacando otra botella del bolso y dejando caer aquel líquido inflamable por todo el lugar.

Con pasos lentos caminó hasta la puerta, tomando el pomo y girándolo con suavidad. El aire chocó contra su rostro y dio un paso al frente, sacando del bolso una caja de fósforos. Dio media vuelta, mirando con ojos orgullosos como su obra maestra estaba a punto de ser completada. Encendió un fósforo, sintiendo el calor de la pequeña llama mientras su sonrisa se ampliaba.

— ¡Iré por más cerveza! — escuchó a Namjoon exclamar antes de ver como entraba a la cocina, tropezándose al instante con el líquido que estaba esparcido por todo el suelo, quedando completamente empapado de gasolina, tirado en el suelo. — ¿Qué carajos? — alzó la mirada, encontrándose con la de Yoongi. — ¿Yoongi? — olfateó aquel líquido, frunciendo el ceño. Miró el fósforo que Yoongi sostenía entre su pálida mano y abrió en demasía los ojos al comprender lo que estaba sucediendo. — Yoongi... N-No lo hagas. N-No...

— Nam, ¿por qué tardas tanto? — escuchó a Taehyung, quien entró a la cocina, frunciendo el ceño al notar la presencia de Yoongi. — ¿Yoongi? ¿Qué haces... ? — miró a Namjoon en el suelo, identificando el olor a gasolina al instante, dejando que sus ojos se sumieran en temor absoluto cuando vio la sonrisa ladina del pelinegro y el fósforo que este sostenía entre sus manos. — Y-Yoongi... ¿Q-Qué haces? — preguntó con voz temblorosa.

Au revoir, hijos de puta. — dijo Yoongi con tono burlón antes de soltar el fósforo, dejando que este cayera sobre la gasolina, causando que todo el lugar se consumiera en llamas al instante.

Lo único que escuchó mientras corría lejos de aquel lugar fueron los gritos de las personas siendo consumidas por el fuego, llorando entre agonía, lamentándose entre el dolor. Sonrió, dejando que los gritos de Namjoon invadieran sus oídos de forma agradable. 

Al fin, pensó, mirando como la oscuridad de aquella fría noche se teñía de luz amarillenta, se calentaba por el incendio que arrasaba con la casa de los Kim, al fin...

Dejó de correr cuando sintió que ya estaba lo suficientemente lejos. Ahora tenía que ir hasta el instituto. Su proyecto aún no estaba terminado, aún faltaba la parte final. Aún faltaba la parte más importante, y la más dolorosa a la vez. La oscuridad caía suavemente sobre la ciudad. Eran las ocho cuando Yoongi se encontraba caminando hacia instituto, tarareando suavemente Clair de Lune de Debussy, sus pasos resonando por la desolada acera, sus ojos sumidos en la oscuridad de la luna, su mente demasiado ocupada divagando en lo que estaba a punto de hacer como para darse cuenta de que estaba llegando demasiado tarde. La primera mitad de la obra ya debía haber pasado. Gruñó por lo bajo. 

— Bailaremos tan bien que nos pagarán lo debido. — dijo Felix, su profunda voz haciendo eco por todo el auditorio. Jimin no podía dejar de pasear su mirada entre Felix y la puerta del auditorio. Yoongi estaba tardando demasiado... — ¡Recuerda que solamente somos bailarines que entretienen a los aburridos!

— Eso lo sé, pero eso no evita que nos divirtamos un poco, amigo mío. — dijo, maldiciendo internamente cuando notó que su voz salió algo temblorosa. Casi pudo escuchar como Seokjin lo reprendía mientras aquella gruesa capa de sudor se asentaba sobre su frente. Sonrió con nerviosismo, estremeciéndose bajo la intensa luz de los reflectores. — Además, allí estará mi amada Julieta.

Yoongi aceleró un poco su paso al ver el instituto frente a él. El bolso que llevaba colgado en su hombro era demasiado pesado como para correr, pero Jimin seguramente se enojaría si tardaba más. Se adentró en el instituto, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo cuando empezó a caminar por los desiertos pasillos. Las luces estaban encendidas, pero no había ni una persona ahí. Tenía sentido, todos debían estar en el auditorio. 

Caminó con rapidez hasta el salón de música, dejando el pesado bolso junto al piano y corriendo hacia el auditorio después. Escuchaba las voces de los actores de forma borrosa, aclarándose más con cada paso que daba hacia las grandes e imponentes puertas del auditorio.

— ¡Romeo! — exclamó Felix. — Recuerda que Julieta es la hija de los Capuleto. ¡Grandes enemigos de ustedes, los Montesco! — Yoongi abrió la puerta con lentitud y, sin hacer el más mínimo ruido, caminó con pasos silenciosos por el auditorio hasta alguna silla que estuviera vacía. Jimin miró con una sonrisa surcando por sus labios como Yoongi tomaba asiento en alguna silla entre la cuarta fila. — Jimin. — lo llamó Felix en un susurro. — Es tu turno, Jimin.

— No me quites las esperanzas, mi amigo. — siguió Jimin, saliendo del trance. Sus nervios desaparecieron cuando su mirada se cruzó con la de Yoongi, cuando recibió una de las blanquecinas sonrisas que lograban hacerlo suspirar.

— Lo mismo opino yo, primo. — dijo Seungkwan, entrando a escena. — No deberías hacerte ilusiones, pues nuestra familia y la suya son enemigas.

— Sigo diciendo que no deberían quitarme las esperanzas. — dijo Jimin, recuperando la seguridad que le había faltado bajo la presencia de Yoongi. 

— Solo te estoy aconsejando. — continuó Seungkwan. — No sería buena idea que te unieras con una Capuleto, pero no te quitaré tus locas esperanzas.

 Locas esperanzas... — susurró Yoongi. Tragó saliva fuertemente, mirando a Jimin sobre el escenario, con esa voz angelical y esa sonrisa inocente. Sintió como el pecho se le comprimía. — No me quiten mis locas esperanzas...





La obra acabó. El auditorio se llenó de aplausos y silbidos eufóricos mientras los actores se reunían sobre el escenario y hacían una reverencia. Poco a poco, las personas fueron abandonando el lugar. Con una gran sonrisa dibujada sobre sus labios, Jimin empezó a buscar a Yoongi con la mirada, sin encontrarlo. Decidió no darle mucha importancia, si Yoongi se había ido debía ser por algo importante. Con pasos lentos se dirigió hasta los vestidores, siendo recibido por un montón de silbidos. Sonrió con algo de vergüenza y continuó su camino.

— Parece que alguien ha recibido flores. — dijo Lisa con tono divertido cuando vio a Jimin entrar. 

Jimin tomó las rosas entre sus manos y sacó la tarjeta que se encontraba escondida entre las flores. Una gran sonrisa se fue formando sobre sus labios mientras iba leyendo lo que decía en ese pedazo de papel con letra negra y desordenada. Abrazó el ramo contra su pecho, dejándose hundir lentamente en esa sensación agradable y cálida. Sacó con suavidad una rosa, una de las espinas de la flor clavándose dolorosamente en su dedo índice al hacerlo. Soltó un quejido de dolor casi inaudible, dejando caer al suelo la rosa, el ramo y la nota. Una pequeña gota de aquel oscuro líquido carmesí cayó sobre el blanco papel, tiñéndolo de rojo al instante.

"Los actores reciben rosas, ¿verdad?

Supongo que esto pierde un poco de gracia después de haberte dado ya un ramo de rosas en la mañana, pero bueno, si fuera por mí, te daría miles y millones de rosas, porque mereces eso y muchísimo más, pero no tengo el dinero suficiente, así que tendrás que conformarte con esto.

Gracias, Jimin. Por todo.

— Yoongi."

Llevó rápidamente su dedo hasta su boca, dejando que lo invadiera aquel sabor metálico y desagradable. Frunció el ceño, levantando las cosas del suelo y guardando todo en su mochila. Cuando ya no hubo nadie en el lugar, empezó a sacarse el traje absurdo que llevaba puesto, siguiendo con el maquillaje. Se miró al espejo, revolvió un poco su cabello y salió de los vestidores, preguntándose dónde estaría Yoongi. Sonrió, pensar en Yoongi siempre lo hacía sonreír.

Las luces estaban apagadas. Tembló un poco. Ya no debía haber nadie en el instituto. Se deslizó entre la oscuridad del pasillo, dando pasos lentos y temerosos. Solamente podía ver sombras incoherentes por la escasa luz de la luna que se colaba por las ventanas. Sintió un escalofrío recorrer toda su espina dorsal cuando se logró escuchar algo entre todo el silencio que irrumpía entre los pasillos. Una melodía. La reconoció al instante, su madre solía tocar esa pieza para lograr que se durmiera cuando era pequeño: Liebestraum de Franz Liszt.

Sonrió, sintiendo la paz invadir su pecho con cada nota que era tocada con delicadeza y suavidad. Empezó a caminar siendo guiado por la música, sintiendo la melodía clavarse en su corazón y sumirlo en un sosiego increíble. Con cada paso que daba, la pieza iba tomando más y más claridad, llegando con más fuerza a sus oídos. Llegó hasta el salón de música. Se asomó lentamente por la puerta y su sonrisa se amplió.

Con pasos sigilosos se dirigió hasta Yoongi, tan perdido en el piano que ni siquiera fue capaz de notar el líquido que se esparcía por todo el suelo, ni el nauseabundo olor a gasolina que invadía el salón de música.

Se acercó con suavidad y lentitud hasta el pelinegro, abrazándolo por detrás, notando aquel olor con más claridad impregnado sobre el abrigo de Yoongi, sintiendo cómo la húmeda ropa del pelinegro dejaba su sudadera empapada. Yoongi lo empujó por el susto, su expresión llenándose de pánico cuando notó la presencia de Jimin, sus ojos hundiéndose en pavor cuando vio como Jimin trastabillaba con torpeza hasta chocar con una mesa de madera que se encontraba junto a la puerta, sobre la que se encontraba una pequeña vela que se encargaba de alumbrar todo el lugar. Todo pareció empezar a moverse en cámara lenta, la vela pareció caer al suelo con una lentitud insufrible para Yoongi.

Tomó a Jimin por el brazo y lo atrajo hacia él. En poco tiempo, aquella pequeña llama que iluminaba el salón de música se convirtió en inmensas flamas que se asentaban por los bordes del lugar gracias a la gasolina. Jimin miró con ojos trémulos como todo se vio invadido por una monstruosa luz amarillenta, sintió como gruesas gotas de sudor empezaban a caer por su frente, como sus pulmones se llenaban de humo, como se le empezaba a dificultar la simple acción de respirar.

— Y-Yoongi...

Yoongi empezó a llorar.

— Lo siento. — sollozó. — Lo siento, Jimin. Y-Yo... — escondió su rostro entre sus manos, sintiendo como las llenaba de lágrimas en poco tiempo. Jimin lo abrazó y Yoongi no tardó en esconderse en su pecho. — Yo... — volvió a sollozar.

— Tranquilo. Tranquilo, Yoongi... — susurró Jimin con tono suave, acariciando la espalda de Yoongi.

— No has hecho más que ayudarme y yo... — dijo Yoongi entre lágrimas. — Siempre termino arrastrándote a mis problemas, incluso ahora probablemente... — sollozó con fuerza. — Morirás por mi culpa...

— No me importa si muero o no, Yoongi. Lo que me importa es que moriré a tu lado, y eso es más que suficiente para que muera feliz.

Yoongi se separó lentamente de él, sintiendo las palabras de Jimin como una flecha que se clavaba en su corazón. Casi pudo sentir la sangre escurriéndose por su pecho cuando miró aquella sonrisa empapada en lágrimas sobre los labios de Jimin, o tal vez el humo abriéndose paso por sus pulmones lo estaba haciendo alucinar.

— ¿Q-Qué? — fue lo único que Yoongi logró musitar. Jimin tosió un poco, el olor de aquella nube gris que ya no solo le impedía respirar, sino que también empezaba a nublar su vista, se estaba volviendo demasiado insoportable. Ya no sabía si estaba llorando o sus ojos simplemente lagrimeaban por el humo. Aún bajo aquella desesperante sensación, sonrió.

— Recuerdas... — Jimin volvió a toser. Yoongi tenía ambas manos apoyadas sobre el pecho de Jimin. Temblorosas y pálidas, más de lo usual. El olor del humo y el de la gasolina volviéndose cada vez menos soportables para sus débiles fosas nasales. — ¿Recuerdas cuando me preguntaste por qué te ayudaba? ¿Y que yo dije que era un secreto y que algún día te lo diría? — Yoongi asintió con suavidad. Jimin rió suavemente, echando la cabeza para atrás. Yoongi tosió. — Te ayudaba porque estoy completa y perdidamente enamorado de ti, Min Yoongi.

Yoongi abrió los ojos en demasía. No sabía si el calor que invadió su cuerpo se debía a las palabras de Jimin o al incendio que los rodeaba. Sonrió con tristeza y abrazó con fuerza a Jimin. Empezaba a ver borroso, y no tenía muy claro en ese momento si era por las lágrimas que seguían cayendo como cascadas por sus mejillas o por que estaba a punto de desmayarse.

— Te quiero, Jimin. — susurró, empezando a sentirse débil, creyendo que sus piernas iban a dejar de responder en cualquier momento, que caería al suelo. Aún así, no dejó de sonreír. — No, no te quiero... Te amo. — dijo abrazándolo con más fuerza, sintiendo cada vez aquellas llamas más y más cerca.

Jimin correspondió el abrazo al instante, mirando como el fuego arrasaba con todo en aquella habitación, sintiendo como sus lágrimas se mezclaban con el sudor que recorría su rostro. Siguió acariciando con suavidad la espalda de Yoongi mientras veía como el piano era consumido entre llamas. Se separó un poco del pelinegro, sonriendo tanto que sus labios dolieron un poco, tosiendo de nuevo y sintiendo que su cuerpo no aguantaría más. Tomó el rostro de Yoongi entre sus manos, limpiando aquel rastro de lágrimas con su pulgar.

— Yo también te amo, Yoongi. — dijo con voz ronca antes de estampar sus labios contra los de Yoongi. Eran tan suaves y dulces como imaginó. Tan hermosos y delicados, tan finos y adictivos. Quería besarlo por el resto de su vida, y así terminaría siendo, al parecer.

No pasó mucho tiempo para que el fuego los alcanzara, para que terminaran siendo consumidos entre las llamas. La gasolina no hizo más que acelerar el dolor. Fueron diez minutos de agonía, de gritos y sufrimiento hasta que sus cuerpos no pudieron aguantar más. 

Su amor estaba condenado a la tragedia, pero nadie podría haber imaginado la gravedad de lo que sucedió. Eran como Romeo y Julieta, quizás. Terminaron incinerados bajo las llamas de su incontrolable amor. Al menos, ambos podían decir con absoluta sinceridad que murieron siendo felices. Bajo circunstancias desastrosas, pero felices, después de todo. 

No me quiten mis locas esperanzas...


✘ ┤The end.










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