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Prólogo

Misham, Quilem, actualidad.

En la ciudad de Quilem desarrollada en los suburbios de la edad media de los civiles, las iluminadas calles inundadas por la fría lluvia que caía con furia en el pavimento, calles y personas desafortunadas pisando charcos evitando mojarse más de lo que estaban. Rattata en grupo de tres fisgoneando en los cubos de basura de callejones oscuros y poco iluminadas por las luces públicas, uno de ellos trataba de buscar comida, en el intento tambaleando su peso tirando un cubo de metal. Una persona encapuchada tratando de abrir su puerta de su casa subiendo las escaleras apresurado, solo para tirar las llaves en el piso.

Un periódico mojado casi rompiéndose rodó un poco en la calle, en donde tenía el propietario de imprenta marcaba Valhalla Hammock, tenía en el contenido con una imagen acompañada a un grupo que habían detenido no mucho antes, a eso de un par de días. La razón del arresto era por traficar y consumir sustancias ilícitas.

<<Todavía se desconocen todos los integrantes de los detenidos, aunque algunos han confesado que los productos que más han tenido demanda las últimas veces fueron por vía intravenosa. La policía no ha dado con quienes fueron el objetivo del presidente municipal, pero les convence que los atrapados estén involucrados. Buscan todavía al grupo que ha interrumpido en varias calles e iniciado conflictos armados, cuando se le preguntó al jefe de policía por un informe de sus avances, solo dijo que tienen ahora un rastro, y luego se negó a comentar>>.

Un auto pasó por la calle Avengton arrollando un charco, mojando el periódico. Dentro sin calefacción y el número de placa tapado. A su lado izquierdo de la pista, en la banqueta, se escuchaban pasos que se hacían más grandes conforme se acercaban a la salida. Se abrió, revelando un jóven que estaba siendo agarrado del cuello de la camisa y la parte de la espalda por un adulto, que fue tirado fuera a la lluvia sin caer en los escalones, de cara.

-¡Eres un inútil, Kosh!-dijo su padre, un hombre, calvo, moreno, no media más de un metro y setenta centímetros-. ¡Nadie te recordará!-en eso, cierra la puerta de golpe. Kosh, su hijo, cayó rodando en el suelo manchando su camisa de agua sucia del lodo. Su cabello rubio tapó su cara, mientras ocultaba el odio y repugnancia en su cara. Al lado suyo, su mochila negra, que había tenido mejores días. En un cierre tenía una cadena con una PokeBall, que la había puesto de decoración, no por qué tenía algo dentro.

-¡No puedes hacerme esto, viejo!-dijo quien había rodado por el suelo-.¡Te arrepentirás! ¡Verás que me necesitarás!

Un pequeño camino de sangre se apareció en su boca cuando vio la puerta. Se levantaba lentamente por el golpe del pavimento. Tenía las manos peladas por intentar amortiguar un poco el golpe, lo cual no le funcionó del todo. Con dolor en la parte baja de su cadera, poco podía hacer para mantenerse estable.

El carro que estaba fuera de esa casa era rojo, casi en tono rosado. Kosh estaba tan molesto, que hizo una rabieta, gritando hasta que se escuchara en todo el vecindario. Quería entonces arruinar ese sitio, empezando por las llantas del carro del año dos mil. Empezó a patear, golpear el carro, quiso orinar en la entrada pero eso le parecía poco. Nada de lo que hiciera podía calmarlo. Incluso lanzar piedras a las ventanas, pero no había nada lanzable al alcance suyo.

En la calle de enfrente, una criatura marrón que media un metro contando las orejas, que andaba en cuatro patas salió de un bote de basura. El estruendo no se escuchó por la lluvia. No había comida (lamentable para ella) y olía bastante mal. Le dolía la cabeza por escuchar las gotas cayendo en su contenedor llamado hogar temporal o refugio, si no hubiera sido por el callejón que estaba siendo resguardada en ese momento, vagaría por las desoladas calles, cayendo enferma. A nadie le importaría. Era una Eevee, que estaba sucia por pasarse la mayoría de tiempo en la calle. Era su vida, nadie la quería, y era extraño, todos adoran a ese tipo de Pokémon.

-Eevee-chilló débilmente, el olor la marea y el sonido la empeoraban. No podía quedarse más ahí hasta que la lluvia pase, y una caja de cartón no era lo ideal para ella.

Mientras las gotas la cubrían de frío, y ella temblaba, buscó la salida de ese oscuro callejón, caminando débil viendo el suelo, lamentándose de haber nacido. Cuando halló el final de su camino, vio a los dos lados a cuál podía tomar. Echó un vistazo a la derecha. Nada. A la izquierda, se veía prometedor, pero por ahí había pasado. Y se negó a volver a pasar. Vio arriba, pero lo único que sintió fue la lluvia, que caían en sus ojos. Bajó la mirada, entre cerrando sus ojos avellana, vio la calle, y de repente, se topó con el chico, que estaba haciendo pedazos la llanta derecha delantera, con algo filoso que encontró por ahí.

-¿Eevee?

Estaba confundida, él no parecía estar sufriendo por la condición climática. Le entró curiosidad (o podía ser el hambre que tenía de sensación en su estómago). Su actitud agresiva la asustaba un poco, pero no se intimida ante lo movimientos bruscos y las risas maniacas que soltaba Kosh. De hecho, ante su primera reacción a Kosh, ella tragó saliva involuntariamente. Ella nunca sabría porqué lo hizo. Nunca le iba a importar, estaba demasiado confundida en ese entonces.

¿Debía de decir o chillar algo? ¿Debía llamar su atención? ¿Era lo correcto quedarse ahí solamente? ¿Con solo hacer que se note su presencia bastaba? No lo sabía, pero de algo estaba segura, esa era la única oportunidad para sobrevivir.

-Vee-con estruendos en el cielo, se acercó un poco, temblorosa de miedo y frío. Pisó el pavimento bajando de la banqueta. Sintió la baja temperatura de gotas caídas al suelo. Su cola casi tocando el suelo.

-¡Maldita sea!-gritó Kosh, que seguía golpeando la tapa del carro-. ¡Todo esto es tu culpa, Baciy!

Se acercaba lentamente, con pocas fuerzas diciendo su nombre para pedir ayuda o comida como solía hacer. Estaba tan mal que es sorprendente que todavía pudiera caminar. Estaba a nada de estar a unos pasos de Kosh.

-¡Baciy!-golpeó las luces del lado izquierdo del auto.

-¡Eevee!-con sus últimos esfuerzos, ella dio un salto en su mochila para empujarlo e indicarle que ahí estaba. Cuando menos se lo esperaba, ella tocó la entrada de la PokeBall, dando en el botón.

Inmediatamente, esta se abrió, y un aura azul que jamás había visto la envolvió entera. En sus ojos se reflejó, era para ella un tipo de horror y su final. No podía moverse cuando eso la tocó de cuerpo entero.

Un estruendo más fuerte de lo usual cayó por encima de los dos.

-¡Eeve...!-fue lo último que dijo antes de ser absorbida a esa cosa, su voz fue un grito hasta que se volvió un eco que desapareció rápidamente. La PokeBall la había atrapado, sin mucho esfuerzo por parte de ella, los tres pitidos que debía emitir sonaron. Estaba demasiado débil ya para moverse.

-¿Eh?-Kush se giró, había escuchado un grito ahogado en su espalda. Pero no vio nada, ni en el poste de luz ni nada de nada. Pero estaba seguro que sí había escuchado algo-. ¡Malditas drogas! ¡A ti también te tocará, Beg!

Y con eso vio el carro, destrozado, salió corriendo dejando la escena del crimen del lado por donde había salido la Pokémon, para nunca volver a ese sitio. La PokeBall golpeaba la mochila por razón de Kush al correr. Casi tropezando, pisó los charcos de la calle, largarse sin cuidado. Dejó la marca de su pie en el periódico que estaba mojado unas calles atrás:

Kush Cobain, presunto culpable de tráfico de drogas. Buscado por colaborar en el grupo <<Arcang>>.

Y se fue, sin saber que en su mochila cargaría un peso que su vida dependería de él... Y de otras.

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