Capítulo siete: Fresas y sonrisas
Son Chaeyoung sentía que no podía concentrarse adecuadamente en aquel momento, no cuando tenía a más de tres omegas preguntándole sobre sus planes para esta tarde y si acaso quería salir, pero claro, la alfa no les prestaba nada de atención, necesitaba de ayuda, de mucha ayuda para poder conseguir el regalo perfecto para la omega de sus sueños.
Chaeyoung era considerada una de las alfas más buscadas, siendo la tercera, pues Nayeon y Mina se llevaban el premio.
Su popularidad empezó desde que había ingresado a la universidad, desde ese mismo día se la pasaban correteándola y suspirando cada que pasaba, aunque ella sentía que toda esa atención no era especial, pues sólo se trataba de una alfa más entre muchas.
Aunque esa "atención", en realidad le afectaba mucho, hasta para conseguir amistades. Los alfas no querían ni siquiera tomarle la palabra más de cinco minutos. Y si una omega se le acercaba, Chaeyoung se daba cuenta del notorio coqueteo que ésta presentaba, y ella no buscaba eso.
Poco después de unas semanas difíciles en las que había sido despreciada por alfas de su facultad, había conocido a la omega que le había robado su corazón con sólo una mirada y una tenue sonrisa.
Fue una de las casualidades más hermosas que le pudo haber pasado en toda su corta vida, había sido tan sencillo, Sana se había presentado ante sus ojos con una bandeja de comida y con una sonrisa pequeña, pero tan linda, que la hizo perderse por completo.
Claro esa sonrisa no era dirigida hacia ella, Sana le sonreía a una de sus amigas omegas que se encontraba a lo lejos para poder decirle que se sentase junto a ella en el almuerzo, pero para Chaeyoung, ese había sido el momento más efímero y significativo de toda su vida. Simplemente se había quedado embobada mirándola hasta que caminó hasta otras mesas.
Las omegas estaban con la pelicorto casi todo el tiempo, pero Sana, ella parecía no notarla y eso si que era frustrante.
Los días pasaron después de aquel encuentro. Chaeyoung había decidido a observarla cuidadosamente, hasta que por fin se decidió por hablarle, aunque fue arrastrada por alguien más, para sacarla de escena antes de que cometiera una tontería.
Allí fue cuando conoció a Chou Tzuyu, quien le había preguntado sobre su interés por la omega, ella respondió que tenía más que un interés y que quería pedirle una cita. Y en ese exacto momento, se enteró del pequeño plan de Tzuyu y sus amigas, el cual era hacer que la omega las notara.
—Disculpen, pero me tengo que ir —las chicas soltaron un chillido de tristeza al escucharla—. Lo lamento, pero en verdad necesito hacer algo.
—No te preocupes, Unnie —dice una omega de cabellos ondulados—. ¡Te esperamos!
Las demás asintieron felices mientras que Chaeyoung les dedicaba una sonrisa para por fin caminar tranquila por el pasillo hasta lograr salir del edificio de su facultad, necesitaba un respiro, tantas pláticas a su alrededor no la dejaban pensar correctamente en qué podía ser el regalo perfecto para Sana, sus manos fueron hacía sus bolsillos con nerviosismo.
¿Qué debía darle? Seguramente sus amigas ya le habrían dado de todo y ella ni siquiera había pensado en un regalo. ¿Qué podía hacer? ¿Un pastel? ¡No! ¿Darle barras de chocolate? Seguramente alguna ya lo hizo. ¿Entonces..?
—¡Ash! —ahora sí estaba molesta consigo misma.
Respiró profundo, necesitaba relajarse, tenía que haber un regalo que aún pudiera darle a Sana. Miró a su alrededor, encontrándose con algunas parejas que había dispersas por todo el campus, y frunció el ceño al ver como una omega le entregaba a un alfa unas fresas, pero eran fresas cubiertas con chocolate blanco y oscuro.
—Fresas... ¡Fresas! ¡Yo amo las fresas, será significativo! —exclamó feliz, al menos había sido de ayuda caminar un poco, luego le agradecería a esa chica por darle una idea inmediata.
Ahora sólo necesitaba ir con los de gastronomía o turismo, ellos tendrían lo necesario.
***
La omega sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento, pero simplemente no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido, faltaban menos de dos horas para que se reuniera con todas esas alfas al final de clases y eso sólo hacía que se sintiera mucho peor.
Qué mierda haría, se preguntaba.
No quería que algo malo sucediera, ha escuchado mucho de las peleas entre alfas y no es nada bonito.
—¡¿Por qué esto me tiene que pasar a mí!? —grita a los cuatro vientos, algunos le miraron extraño, pero ya no es como si le importara.
Tenía otras cosas de qué preocuparse.
Recostó todo su cuerpo en el césped, los regalos estaban a un lado suyo junto a su mochila, pero la verdad ya no quería saber nada, brownies, trufas, barras de chocolate, rosas y café... Le daría una indigestión de azúcar.
Soltó un resoplido y miró hacia el cielo, las nubes apenas y se movían, era un hermoso día, lleno de confesiones de alfas con las que ni siquiera hablaba. Y es que no lo comprende. ¿Qué les ocurría para que hicieran tales confesiones? Aunque aún le es presente la idea de que cuando se reúna con ellas, le dirían que en realidad se trataba de una simple broma, y entonces Sana se encargaría de devolverles todos esos estúpidos regalos falsos. No permitiría que se burlen de ese modo.
Cerró sus ojos por unos momentos, disfrutando de la sombra que los arboles le proporcionaban, apreciando los pocos rayos de luz solar que alcanzaban a rozar su piel, maldición, ha sido el día de los enamorados más largos de toda su maldita vida.
—¡Hola, Sana!
Lisa apretó sus parpados, ¿es en serio? Bueno, no tenía que molestarse, pero no pensó que alguien vendría a interrumpir su momento de relajación, además de que aquella voz no la conocía mucho, así que abrió sus ojos y mostró su sorpresa al encontrarse con el rostro de Son Chaeyoung a una distancia prudente, estaba sonriéndole.
—¿S-Sí? —maldijo en su interior por aquello, no quería que su voz se entrecortará, debía de tranquilizarse, aunque tener la mirada tan concentrada de una alfa como ella encima suyo, no era una buena forma para mantenerse tranquila.
—Perdona si te interrumpí, pero quería darte algo —aunque no lo parecía, Chaeyoung se estaba muriendo de los nervios, al principio se había decidido a no acercarse y salir corriendo como toda una cobarde, pero ya había conseguido su regalo, fresas cubiertas de chocolate, y ella misma había tenido que hacerlas, y no quería sólo sentarse en un lugar a comerlas mientras se arrepentía por ser una gallina.
La omega miró con toda su atención como la alfa dejaba a su vista una caja que contenía grandes fresas cubiertas por chocolate blanco y oscuro, se veían deliciosas. También notó que habían muchos detalles en la caja, pues tenía escrito su nombre con el de la alfa juntos, hechos de chocolate. Las mejillas de la omega se sintieron calentar al instante.
Se incorporó para por fin estar sentada y tomar la caja en sus manos, abriéndola y observando lo que había dentro, las fresas parecían estar marmoleadas, se veían muy bien, le habían gustado, aunque era difícil de creer, Chaeyoung era otra de las alfas atractivas de la universidad, y eso sólo hacía que tuviera más sospechas.
—Sana —Chaeyoung se sentó a su lado—, me gustas —confesó, haciendo que la japonesa sintiera el calor en sus mejillas aumentar—. Y, me encantaría, en verdad me encantaría que —acercó su mano hacia una de las de Sana para poder juntarlas y entrelazar sus dedos, maldición—, fueras mi omega.
La omega tragó grueso para quitar el nudo que se quería formar en su garganta, Chaeyoung ni siquiera había dejado de mirarla cuando le dijo eso, y no le estaba preguntando absolutamente nada, simplemente quería que ambas fueran pareja.
Sana sentía estragos en su cuerpo, y había sentido lo mismo con todas las demás confesiones. ¿Qué demonios estaba pasando? Quería desaparecer.
—Esperaré tu respuesta, omega —dice, para después soltar su mano e incorporarse, de nueva cuenta le sonrió una última vez—. Te veo después de clases, ¿bien?
Sana se limitó a dar un pequeño asentimiento y por fin la pelicorto se dio media vuelta, desapareciendo de su nerviosa vista.
Genial, otra confesión... Otra alfa.
Soltó un largo suspiro sin saber qué demonios hacer.
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