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❝Dicen que una persona muere dos veces. La primera vez, cuando dejas de respirar, y un poco más tarde, cuando alguien dice tu nombre por última vez❞
—BANKSY
1 de septiembre, 1979
—¿Qué quieres para la cena, amor? —exclamó Remus desde la cocina. Casey estaba de pie en el marco de la puerta, rastros de lágrimas acariciando sus mejillas.
Ella no quería. Oh, Dios, ¿cómo querría hacer ella eso? Pero tenía qué, era por su propia seguridad. Si él supiera porqué, le agradecería, de seguro que vería la razón en ello. Él entendería. Siempre entendía.
—Cas... Oh, Godric, ¿qué te ha sucedido? ¿Estás bien? —Remus dejó la sartén que estaba sosteniendo y corrió hacia la castaña, una expresión preocupada en su rostro.
—S-sí, sí, e-estoy bi-bien —dijo con fiereza, alejando cabello de su rostro—. Yo... te-tenemos que hablar —respiró.
Remus la observó con miedo en su rostro cuando tomó su mano y la llevó hasta la sala. Ambos tomaron asiento y Remus sostuvo las manos de Casey en las suyas.
—¿Estás bien? ¿Hice algo? ¿Qué hice, Case...?
Ella negó con su cabeza, apartando sus manos mientras lágrimas seguían cayendo por sus mejillas de porcelana. Su cabello cayó en su cara, y rápidamente lo empujó detrás de su oreja.
—T-te amo —rió Casey. Ella sonrió tristemente, pero claramente. Remus se alivió considerablemente.
—También te amo —sonrió él.
—No, no, no, Remus. Te amo. T-te amo demasiado. Ay, Merlín, te amo más que a cualquiera. Y nunca dejaré de hacerlo. Te amo. Y solo a ti. Demasiado.
—Yo...
Casey negó con su cabeza.
—No he terminado. Te amo de una manera que debería de ser imposible, duele decir puntos. Lo mucho que te amo, duele. Duele cuando estoy lejos de ti más de una hora. Duele mentalmente. Pero lo amo. Y, Dios, amo decir eso. Te amo. Podría gritarlo desde el tejado. Podría gritárselo a cualquiera que conozca alguna vez y aun así no me cansaría jamás de decirlo. Nunca podría dejar de decir cuánto te adoro.
»La primera vez que dije que te amo, solo sonreíste. Esa sonrisa, amé esa sonrisa. Sonreíste como si lo hubieses sabido. En mi cabeza, por días enteros solo pensaba "¿él lo sabía?" Aun así, siempre lo supiste, ¿no es así? Hubo algo que me dijo que siempre lo supiste. Desde el momento en el que me enamoré de ti, lo supiste. Y cuando me enamoré más profundamente, lo supiste. Cuando estaba molesta o triste, lo sabías —rió.
―Casey, ¿por qué me dices esto? ―Remus tomó las manos de Casey en las suyas. Ella, una vez más, sacudió su cabeza y lo empujó lejos.
—Espera, Remus, tengo que decirte esto —Ella tomó un gran respiro—. Remus, eres asombroso. Eres como el sueño al final de una pesadilla. Eres brillante, original y espléndido. ¡Eres todo lo bueno en el mundo, Remus! Todo. No te querría distinto de ninguna manera.
Para entonces, ella ya estaba sollozando completamente. Remus la miró a los ojos.
—Oye, oye, ¿qué pasa? Llorar es la forma cómo el cuerpo reacciona cuando las palabras no pueden explicar el dolor que uno siente, así que dime qué está pasando.
Ella negó con su cabeza.
—Poético. Siempre has sido jodidamente poético. Oh, por amor de Dios. Todo suena bien cuando dices algo. Siempre todo parece bien. Podría vivir miles de vidas en miles de tiempos distintos, conocer a miles de personas y aún te amaría.
»Y porque te amo, tengo que dejarte ir.
Remus la miró, sus ojos demostraron cuán roto estaba. Sus ojos dejaron caer lágrimas pero él no hizo sonido alguno. Estaba roto. Ella lo rompió. Y lo sabía. Odiaba eso.
—No, no, Casey, ¿qué estás haciendo? Tienes que detenerte. No estás pensado con calma, cariño. Tienes que sentarte y pensar lo que estás diciendo.
Casey reaccionó bruscamente, parándose y dejando su cabeza en sus manos.
—No, no, Remus, ¡detente! Se supone que tienes que callarte, tengo que terminar.
»Remus, fuiste mi primer amor. Y serás mi último. Puedo asegurártelo —Ella se volteó hacia él pero no encontró sus ojos. Desde su abrigo, sacó su varita.
—Casey, amor, ¿qué estás haciendo?
—Remus, ellos vienen por mí. No tienes que atraparte en el fuego cuando lo hagan. Te estoy liberando de las cargas que tendrías que llevar en tus hombros.
—No, Casey, no tienes que hacerlo. Hemos pasado por peores cosas.
—Cariño, nunca pasaremos algo peor que esto. Y no puedo dejarte pensando en cuánto me amas antes que en tu lucha. Remus, te amo.
Ella dio un paso hacia él.
—Obliviate —Casey dio un paso hacia atrás, sus ojos derramados mientras veía al hombre que amaba olvidar todo de ella.
—Remus, te amo demasiado, pero lamentablemente, esta no es una historia de amor.
–
Casey golpeó la puerta impacientemente, sus ojos estaban desbordando lágrimas y sus mejillas estaban manchadas. Sus manos temblaban. Se repetía a sí misma lo mismo una y otra vez.
—Qué he hecho, qué he hecho...
James abrió la puerta inmediatamente.
—Casey, ¿qué has hecho?
—Y-yo hice cosas malas, James. Muy malas. Y voy a hacerlo otra vez.
—Qué...
—Obliviate —murmuró. Luego, tras gritar otro hechizo, James quedó inconsciente, y jamás la recordaría de nuevo.
–
—Eres una idiota.
—Lo sé.
—Pero, ¿realmente lo amabas?
Casey se giró hacia la pelirroja, una almohada apretada en sus manos y sus ojos llenos de lágrimas.
—Lo amaba y lo amo, lo amo como la muerte ama a la vida, un deprimente tipo de afección que nunca muere.
—Ay, cariño —La arrulló cuando se acercó a Casey, envolviéndola en un abrazo—. Está bien, me tienes, y a James. Nunca te dejaremos ir. Siempre estaremos para ti, Case. Siempre.
Más cuencas de agua salada cayeron por su rostro a la vez que se alejaba del abrazo.
—Lo que sea que pase, Lily, quiero que recuerdes que eres y siempre serás mi luz, ahí para guiarme en los momentos más oscuros.
—Case, yo...
—Y es por eso que nadie se preocupará cuando me vaya. Me aseguraré de eso.
Casey pausó, cogiéndola de los brazos.
—No te atrevas a siquiera pensarlo, Casey, te prometo que...
—Obliviate.
Lily dejó de decir lo que iba a hacer y miró a su alrededor. Estaba claramente confundida. Casey frunció las cejas levemente, dando pasos hacia atrás. Lily la observó.
—¿Q-quién eres tú? ¿Qué estás haciendo en mi casa? ¡James!
Casey se dio la vuelta.
—No soy nadie. Solo nadie.
–
—¿Sirius?
—¡AQUÍ!
Casey se acercó para ver a un tambaleante Sirius, uno embriagado, con botellas vacías de cerveza y Whiskey de Fuego por todas partes.
—Demonios, Sirius, ¿qué has estado haciendo?
—Yo, yo cre-creo que me emborraché —arrastró las palabras, dejando caer una botella de lo que sea que estuviese tomando.
—¿Así es como enfrentas lo de Marlene? ¿Así? —Casey negó con la cabeza.
—¡No digas su nombre, Casey! No lo digas. No lo malditamente digas.
—Lo siento, Sirius —le mandó una triste mirada—. Obliviate.
–
—Ali, lo s-siento tanto —suspiró Casey—. Re-realmente lo hago. Voy a arrepentirme jodidamente demasiado de esto.
—Casey, eres histórica, cálmate. Necesitas respirar, ahora dime qué hiciste —la arrulló Alice.
—Alice, l-lo hice —Casey colapsó, aterrizando en el suelo de golpe—. L-los hice a todos olvidar. Ay, mierda, lo hice.
Alice miró a Frank antes de acercarse a reconfortar a la chica.
—Está bien, Casey, nos tienes —Ella extendió sus brazos para pasarlos alrededor de Casey—. Siempre nos tendrás.
—N-no, ti-tienen que o-olvidar —dijo Casey tristemente.
—No, Case —Frank se acuclilló junto a su mejor amiga y a su esposa—. No tienes que, nosotros nos quedaremos de tu lado y vamos a recordarte.
Alice sonrió suavemente, el tipo de sonrisa que una madre le daría a su hija, justo cuando Casey levantaba su mirada hacia ambos.
—¿Siempre?
—Siempre.
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