❝El infierno está vacío,
todos los demonios están aquí❞
—William Shakespeare

1975, Nochebuena

—Hey, Remus.

—¿Sí, Case?

—¿Estás seguro de que tienes que irte a casa ahora?

Remus sonrió intencionalmente, sabiendo por qué lo decía.

—Sí, Case, totalmente seguro.

Casey gruñó y saltó en la cama. Habían tres razones por las cuales no quería que Remus se fuera. 1) James y Sirius la obligarían a practicar el estúpido encantamiento Patronus otra vez. 2) James y Sirius sin Remus eran un desastre esperando suceder. 3) Iba a extrañarlo.

—Pero Remmie —suspiró, apoyándose en sus codos—. ¿Y qué si no quiero que te vayas?

Remus se tomó un momento solo para mirar a Casey. Grandes ojos marrones, brillante cabello castaño y largo, perfecto tono de piel. Para él, ella era la definición de perfección, por dentro y por fuera.

Pero él jamás le diría eso.

—¿Por qué querrías eso? —provocó, una ligera sonrisa agraciando sus labios a la vez que se alejaba de su maleta.

—Porque...

—¿Por qué qué? —preguntó Remus, sentándose junto a ella en su cama.

—Porque no quiero que lo hagas —su respiración era apenas un susurro mientras lo miraba inocentemente.

—Entonces supongo que no te importará si —Remus se inclinó hacia adelante— ¡Te hago cosquillas!

—¡No!

Remus se inclinó tanto que prácticamente estaba a horcajadas sobre Casey, quien estaba riéndose incontrolablemente. Casey siempre había sido cosquillosa y desde que Remus se enteró (solo él lo sabía, se negaba a decírselo a sus otros amigos), ella había sido víctima de las cosquillas sin piedad.

—¡Remus! ¡Detente! —rió, Remus solo sonrió.

Siendo ignorado por el par, la puerta se abrió y James y Sirius se miraron sonriendo por ambos chicos. En la cocina de la casa estaban los padres de James, discutiendo sobre el amor juvenil.

—¡Remus!

—Sí, Remmis —Sirius sonrió ampliamente hacia el chico, que lucía alarmado.

La posición en la que estaban Remus y Casey era algo comprometedora. Ambos en la cama, Remus a horcajadas sobre ella, solos. Para Sirius y James, era algo digno de provocar.

—Y, ¿qué podrían estar haciendo ustedes dos?