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Leopardo

HP no me pertenece, ni la imagen. Sólo la imaginación

La guerra acababa de terminar, tan sólo hace una hora Harry Potter había vencido al mago más tenebroso de todos los tiempo. Voldemort había sucumbido ante el niño de la profecía y el mundo mágico podía respirar en paz por primera vez en años.

La familia Malfoy se había reunido y se encontraban en un lugar apartado del Gran Comedor de Hogwarts, Draco se encontraba sentado entre sus dos progenitores, observando con ojos atormentados el salón. Sabía que las personas en ese lugar los despreciarían, al fin y al cabo eran Mortífagos –al menos, su padre y él-, pero la seguridad del Castillo era mejor a estar a la intemperie mientras los aurores perseguían a los últimos seguidores del Lord Oscuro.

Sin querer hacerlo, la mirada de Draco se detuvo en el trio dorado, Harry estaba rodeado de gente mientras que Weasley y Granger estaban un poco más alejados. La castaña parecía estar consolando al pelirrojo y Draco no tuvo dudas en que él había perdido a alguien de su familia, aunque no podía imaginar a quien. Generalmente, Weasley no le importaba ni era de su agrado, pero tan sólo imaginar que alguno de sus padres pudiera haber muerto en combate lo hacía sentir cierto grado de empatía hacia el colorín. Aunque, si le preguntaran, él lo negaría hasta el final de su vida.

El rubio de Slytherin estaba a punto de retirar su mirada del trio dorado cuando el Gran Comedor se puso frío y oscuro, haciéndolo sentir un escalofrío por su espina dorsal. La temperatura había disminuido y Draco estaba comenzando a sentir cierta tristeza y desolación que antes no estaban ahí. Levantó la vista, temblando por el frío, y distinguió a varios dementores sobrevolando el Gran Comedor.

Un murmullo general se extendió en el lugar y el rubio volvió a mirar a Granger y Weasley, en el momento justo cuando ella levantaba su varita y gritaba un encantamiento que él no logró escuchar. De su varita salió una nutria que comenzó a moverse por todo el salón, alejando a los dementores y el frío que venía con ellos. Otros la imitaron, sin embargo, Draco no pudo ver más que la pequeña nutria revoloteando por el Gran Comedor.

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Una semana había pasado desde el final de la guerra y la familia Malfoy había vuelto a la Mansión a la que solían llamar hogar. Todos estaban en espera del juicio contra ellos, ninguno sabía que hacer al respecto, tenían claro que lo más probable era que terminaran en Azkaban, posibilidad que atormentaba a todos los miembros de esa familia de diferente forma.

Narcisa no quería ver a su esposo ser llevado nuevamente a aquella prisión, tampoco deseaba que su hijo sufriera esa condena. Lucius sufría de igual forma que su amada esposa, él no deseaba verla pasar por esa prisión, tampoco deseaba que su único hijo sufriera ese destino. Draco sólo pensaba en su madre, ella no había tomado la Marca Tenebrosa y no merecía ser arrastrada por los errores de su marido e hijo.

Otra preocupación estaba en la mente de Draco y era la nutria que Granger había invocado en el Gran Comedor. Investigando en la biblioteca de la Mansión había descubierto que se llamaba Patronus y que se conjuraba con algún recuerdo feliz. Servía para alejar a los dementores y el joven Malfoy encontró que podía ser de utilidad saber invocarlo, por si alguna vez volvía a toparse con algún dementor o, aunque sea, para matar el tiempo mientras esperaba su juicio.

Draco había intentado invocar un patronus, sin embargo, los recuerdos felices de su infancia eran rápidamente desplazados por la imagen de Granger conjurando su propio patronus para luego convertirse en Granger siendo torturada por su tía Bellatrix. Los gritos de la castaña inundaban las pesadillas de Malfoy hace años y ahora su recuerdo se había acentuado, sobre todo por la culpa que él sentía al haber observado la tortura y no haberla ayudado. Cuando los recuerdos lo abandonaron, Draco se dio cuenta que nuevamente había fallado al conjurar un patronus.

Frunciendo el ceño, lo volvió a intentar:

Expecto Patronum ― Gritó el muchacho haciendo el movimiento correcto con su varita, sin embargo, la nutria y los gritos de Granger habían vuelto a él haciéndolo temblar irremediablemente.

Draco se pasó su mano por el cabello y suspiró frustrado, ella nunca dejaba su mente, ya sea para recordarle su patronus o para recordarle la tortura vivida en esa Mansión y el egoísmo de él al no haberla ayudado. Draco comenzó a respirar agitadamente incapaz de poder controlar su respiración o los temblores que se apoderaban de su cuerpo.

Un golpe en la puerta lo salvó de sus pensamientos funestos.

― ¿Draco? ― La voz suave de su madre traspasó la puerta cerrada― ¿Podrías ayudarme abajo por favor?

El muchacho se forzó a regularizar su respiración antes de contestarle a la mujer.

― Por supuesto, madre―

La siguió por la Mansión ante la puerta cerrada del Salón principal. El rubio se tensó, ese era el lugar en donde Granger había sido torturada y en donde él mismo había sido torturado por Voldemort tras sus fracasos.

― Quiero redecorar el salón ― Explicó Narcisa, antes de abrir la puerta del lugar. El rubio sintió como le faltaba el aire y su cuerpo comenzaba a hiperventilar para compensar.

― Debería clausurar este lugar, madre, ha sido testigo de muchas cosas desagradables que es mejor olvidar ― Logró musitar Draco, su madre se volteó a verlo, notando su respiración irregular y sus ojos de pupilas dilatadas llenas de terror.

― ¡Tienes razón!― Exclamó la mujer, cerrando la puerta y sellándola con un par de hechizos, a veces olvidaba que su hijo había sido torturado en ese salón. Draco dio media vuelta apenas su madre terminó con sus hechizos y corrió al exterior de la Mansión, necesitaba aire fresco, aunque fuera el del jardín.

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El juicio contra los Malfoy's llegó más rápido de lo esperado y terminó igual de rápido. Narcisa había sido exculpada gracias al testimonio de Harry Potter. Lucius no corrió con la misma suerte, fue sentenciado a un año en Azkaban a pesar de ser un desertor, lamentablemente eso no opacaba sus años al servicio del mago oscuro más grande de todos los tiempos.

Draco se encontraba sentado ante el Wizengamot, escuchando a Hermione Granger testificar a favor de él. Ella estaba diciendo que él se había negado a identificarlos cuando habían sido llevados a la Mansión Malfoy y que Harry habría podido morir si él lo hubiera identificado. Draco se mordió el labio inferior, incapaz de mirar a la muchacha, ella debería estar declarando en su contra no a favor y no entendía que le sucedía a ella para actuar de esa forma. Podía aceptar la declaración de Potter a su favor, pero ¡por amor a Merlín, ella había sido torturada en su casa!

El juicio terminó y él fue exculpado al igual que su madre. La gente comenzó a salir del salón y él se encontró deseando entender a Granger. Salió y su sorpresa fue grande cuando en el pasillo se topó con Potter y Granger.

― Gra..― Draco se aclaró la garganta ― Gracias por todo.

Logró decirles y Harry formó una pequeña sonrisa en sus labios mientras asentía con su cabeza, nunca había esperado que él le agradeciera. Hermione le sonrió abiertamente antes de girarse y seguir hacia la salida del Ministerio. Draco volvió a pensar en la nutria de ella y el patronus de la joven fue rápidamente reemplazado por los gritos desgarradores de ella, se mordió el interior de la mejilla, no podía vivir sin disculparse a pesar que sus disculpas no solucionarían nada ni borrarían la cicatriz del brazo de ella. Caminó rápido y entró en el hall, vio un escritorio y buscó una pluma y un tintero, no siendo del todo consciente de lo que estaba haciendo.

Localizó a Potter y Granger hablando con el Ministerio de magia. Sin pensarlo se acercó al grupo, poniéndose al lado de la castaña.

― Ministro ― Llamó a Kingsley― Lamento interrumpir, pero quisiera saber dónde está mi madre.

Su tono fue medido, el más humilde que podía evocar. Kingsley lo miró y le indicó una locación antes de voltear a mirar a Potter, la conversación de ellos se reanudó y Malfoy tuvo su oportunidad de deslizar un pergamino en el bolsillo de la castaña antes de ir a buscar a su madre.

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Hermione se dirigía al área de aparición junto a Harry cuando metió su mano en el bolsillo de su túnica, buscando su varita, se sorprendió al descubrir un pergamino pulcramente doblado en el interior de su bolsillo. Lo desdobló y lo leyó, sintiéndose intrigada a medida que avanzaba.

Sólo había una dirección, una hora y una firma, aunque ella no necesitaba una firma para saber quién le había dado el pergamino. Draco Malfoy le había enviado más de alguna nota en su vida para reconocer su letra.

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Draco se encontraba sentado en una cafetería Muggle cercana al ministerio, aunque no tan cercana para que alguien de allí la visitara. La mesera se acercó a él para tomarle el pedido.

― Estoy esperando a alguien ― Le dijo el rubio y ella asintió antes de retirarse. Draco suspiró antes de mirar su reloj: eran las 9:01 de la mañana, oficialmente ella estaba llegando tarde. La había citado ahí a las 9:00, era la única cafetería Muggle que conocía –gracias a Blaise Zabini- y había pensado que sería más fácil hablar con Granger en un lugar que no fuera mágico, sin la posibilidad de toparse con algún conocido.

Draco comenzó a mover su pie en forma impaciente, no sabía que ella fuera tan impuntual, nadie lo imaginaría, considerando su historial de doña perfecta. Volvió a mirar el reloj, eran las 9:05, un atraso más que considerable para los ingleses. Draco había llegado a las 8:58, sabía que era de mala educación llegar antes, pero estaba nervioso y no había querido hacer hora, prefería esperarla en la cafetería, a pesar de las miradas indiscretas de la mesera. Tal vez debería comenzar a considerar el hecho que Granger lo había dejado plantado, un suspiro abatido salió de sus delgados labios, estaba comenzando a aceptar que ella no iba a venir cuando la puerta de la cafetería se abrió y una muchacha vestida con jeans, una camiseta lila sin mangas y un cabello indomable entró.

Draco se puso de pie sin dudarlo, Granger estaba llegando a su mesa.

― Malfoy― Fue el saludo de ella.

― Granger― Contestó el rubio, observando como la castaña separaba la silla de la mesa y procedía a sentarse, sabía que él debería haber hecho eso, pero las cosas entre ellos nunca eran fáciles ni comunes. Por lo que, el rubio decidió sentarse sin darle más vueltas al asunto. ― Nunca imaginé que la prefecta perfecta fuera impuntual, una mancha enorme en tu buen historial.

― No estaba segura de venir ― Contestó la joven, encogiéndose de hombros, sin remordimientos― ¿Para qué me citaste?― Preguntó Hermione, directa al grano, como siempre.

― Tengo un par de cosas que decirte, Granger― Concedió el rubio― Y sería más fácil decirlo sin tus guardaespaldas.

El ceño de Draco se arrugó en disgusto, aún odiaba a Granger por haber elegido a esos dos tontos en su lugar, resentimiento infantil que nunca lo había abandonado, menos al saber que ellos también tenían la culpa de haberla arrastrado a la Mansión Malfoy. Si ella no hubiera sido amiga de Potter, nunca la hubieran encontrado los carroñeros y su tía no habría grabado su brazo con cicatrices imborrables, a pesar de la magia que su brazo desprendía. Oh, sí, porque ella tenía su piel intacta a simple vista, pero Draco sabía que se trataba de un hechizo, las cicatrices seguían existiendo.

― Harry y Ron no son mis guardaespaldas ― Le espetó ella, con el ceño fruncido y la barbilla en alto. Desafiante.

― Ah, hasta tu sabes de quienes hablamos sin necesidad de nombrarlos ― Le espetó él, sonriendo de lado cuando ella rodó los ojos, fastidiada. Siempre le había gustado hacerla enojar, ella tenía replicas más mordaces que Nott y Zabini y era estimulante. Bueno, podía obviar el día en que ella casi le rompe la nariz en tercer año. «Ella sí rompió mi nariz» pensó el rubio, luchando por las ganas de frotarse el lugar que lucía una pequeña cicatriz por el golpe recibido.

― Ve al punto, Malfoy, antes de que me aburra y me vaya ― Le contestó ella, cruzándose de brazos en el acto.

Para buena o mala suerte, el ex Slytherin no pudo contestar, la mesera había vuelto para pedirles sus pedidos.

― Un café cortado, por favor ― Pidió Hermione.

― Para mí también, además de una torta de chocolate ― La castaña no pudo evitar alzar una ceja ante el pedido de él.

― ¿Enserio? ¿Chocolate?― Le preguntó escéptica, recordando otras tortas de chocolate.

― Es la mejor torta de chocolate de toda la ciudad, definitivamente deberías probarla, Granger ― Le sugirió el rubio, sin inmutarse ― Ya sabes que todo es mejor con chocolate, incluso esta charla.

Él le guiñó el ojo y la castaña tuvo que desviar su mirada para no sonrojarse, sus recuerdos vagaron hasta el último cumpleaños que había celebrado con una torta de chocolate y los besos finales de ese día aún estaban muy frescos en su memoria.

― Puede que tengas razón ― Concedió ella, tras un carraspeo. ― Pero preferiría acabar pronto esta...reunión.

― Como quieras, Granger ― Draco suspiró, sabía que esa charla no sería fácil, pero al menos agradecía que ella se hubiera presentado y le diera la oportunidad de hablar.

Draco miró a Hermione intensamente, ordenando las palabras que quería decirle, ella le devolvió la mirada y el silencio vagó entre ellos. Al parecer, no necesitaban palabras para entenderse, sin embargo, el rubio necesitaba dar voz a sus pensamientos.

― Perdóname, Granger, por no ayudarte cuando Bellatrix te torturó― Hermione se tensó ante las palabras, nunca imaginó las intenciones de él y la mención de la Mortífago provocó que se acariciara el brazo con su cicatriz –a pesar que no se viera por el hechizo con que la cubría-, Hermione podía sentir que le dolía ante el nombre de Bellatrix, era un cruel recordatorio de la guerra y de la maldad de esa mujer.

― ¿Por qué ahora?― Susurró la castaña, se había topado en muchas ocasiones con él después de la guerra y nunca le había mencionado algo de aquello. El antebrazo comenzó a dolerle un poco más o, al menos, así lo sentía ella ― Has tenido muchas ocasiones para disculparte.

― Lo sé ― Draco se obligó a mirarla, tal vez no a sus ojos – no podía- pero su mirada no abandonaba el antebrazo que ella estaba acariciando con insistencia – confirmándole que la marca seguía muy presente- deseaba poder borrar de por vida la cicatriz, pero tan sólo podía ofrecerle sus disculpas. Se obligó a centrarse en su rostro ― Ninguna ocasión parecía indicada...Sé que no puedo cambiar lo que pasó y si pudiera, no sé si lo cambiaría. Sé que detesto que te hayan torturado, pero cuando he pensado en que pude haber hecho para evitarlo no se me ocurre algo adecuado, toda alternativa termina contigo torturada o con mi madre muerta pagando mis errores al haberte ayudado. Ese día me bloqueé y no supe cómo ayudarte, Bellatrix estaba más descontrolada de lo normal... yo... ¡En verdad lo siento!

El rubio se agarró la cabeza con ambas manos, ocultado la vergüenza que sentía y tratando de socavar los gritos que volvían a inundar su mente. Hermione permaneció en silencio, observándolo, analizando sus palabras. Al final supo qué hace mucho tiempo lo había perdonado, así él no se hubiera disculpado.

La castaña tomó las manos de Draco con delicadeza y lo obligó a descubrirse el rostro. Él mantuvo sus ojos fuertemente cerrados, sin ser capaz de enfrentar el veredicto de ella, a pesar que el roce de sus manos se sentía bien.

― Mírame ― Le pidió en un susurro, pero él era terco y siguió con sus ojos cerrados― Mírame, Draco.

Y fue el sonido de su nombre lo que lo hizo abrir sus ojos abruptamente, se centró en el rostro de ella y se desconcertó ante la sonrisa serena que ella le ofreció.

―Te perdono, hace mucho que lo hice, pero escuchar tus disculpas era algo que necesitaba, recién ahora me doy cuenta de ello ― Hermione apretó sus manos entre las suyas y Draco sintió una tibieza desconocida en su pecho― Yo también hice todo por mantener a mis padres a salvo, no puedo imaginar lo que pasaste tú intentando salvar a tu madre, no puedo pedir que la arriesgaras para salvarme. Entiendo tus motivos.

El silencio invadió la mesa mientras las últimas palabras flotaban en la mente de ambos. La joven soltó las manos del rubio y él sintió el vacío que dejó su calor.

― Lo siento― Repitió Draco, pensando que nada justificaba su actuar, sin embargo, ella se limitó a sonreír. En ese momento, llegó la camarera con sus pedidos. Draco observó cómo Granger tomaba su tenedor y le robaba un pedazo de su torta, él abrió su boca, sorprendido y dispuesto a reclamarle su atrevimiento, cuando un ronroneo escapó de la garganta de ella.

― ¡Es la mejor torta de chocolate que he probado!― Exclamó la ex Gryffindor, haciendo reír a carcajadas al rubio. Hermione aprovechó el momento para pedirle un trozo de torta a la camarera, quien unos minutos después le traía su propio pedazo.

― Te dije que lo era ― Le dijo el joven cuando pudo dejar de carcajearse, la castaña le sacó la lengua antes de deleitarse con su propio pedazo ― ¡Ah! Que madura, Granger.

― Oh, cállate, Malfoy― Lo regañó y algo dentro de rubio se congeló ante el uso de su apellido.

― Así que volvemos a los apellidos ― Afirmó molesto y la joven no pudo más que sonreír, pícara.

― Deberás hacer más para que use tu nombre ― Ella volvió a sacarle la lengua y él no pudo más que sonreír.

― ¿Es un desafío? Porque pretendo ganarme mi nombre, Hermione ― Y ante esa declaración ella se sonrojó, recordando la única ocasión en que él había usado su nombre y los besos sabor chocolate que lo habían precedido.

― ¿Cómo conociste este lugar?― Le preguntó ella en un intento desesperado por desviar su atención. El rubio sabía cuáles eran sus intenciones, pero lo dejó pasar.

―Blaise nos trajo un día a Theo y a mí, quería escapar del mundo mágico. Su madre se había casado nuevamente y él necesitaba huir del mundo mágico por unas horas. Encontramos esta cafetería y de vez en cuando hemos vuelto ― Draco se encongió de hombros y la joven no supo qué decir, por lo que, bebió de su café intentado que la incomodidad se borrara sola.

Hablaron un poco más, pero la charla no fue tan fluida y terminaron despidiéndose con torpeza. Sin embargo, el rubio no quería volver a alejarse de ella, a pesar que la castaña seguía siendo amiga de Ron y Harry, él deseaba tener más de ella que un simple perdón. Por eso, cada día la buscó después de que la jornada laboral en el Ministerio terminaba, sabía que había conseguido un buen trabajo en él.

Al comienzo ella lo ignoraba o le daba alguna excusa para no acompañarlo, hasta que un día se hartó de la insistencia de él y decidió acompañarlo a ver si así la dejaba de molestar. Eso sólo lo incentivó a seguir invitándola a salir, ella terminó aceptando todas sus invitaciones, porque se había dado cuenta que con él el tiempo se le hacía sal y agua y cada día se encontraba deseando sus salidas.

Los meses pasaron y Septiembre llegó, ambos se había vuelto buenos amigos a pesar del disgusto de Harry y Ron –sobre todo de Ron-. Hermione había tenido que ponerse firme con sus amigos para dejar en claro que seguiría frecuentando a Malfoy – sí, él aún no se había ganado su nombre-.

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Draco se encontraba en el jardín de su mansión, estaba jugueteando con su varita, haciendo luces de colores con ella y modificando la forma de éstas cuando un recuerdo lo atacó. Él había conjurado el mismo hechizo para una pequeña Hermione el día de primer cumpleaños en Hogwarts, Draco sonrió ante el recuerdo y una idea surgió en su mente.

Expecto patronum― Murmuró y una pequeña luz surgió de su varita, no era nada que tuviera forma, pero era un avance. Hace mucho que había dejado de intentar invocar un patronus, sin embargo, habían ocasiones en que lo atacaba un buen recuerdo y él intentaba el hechizo, hasta ahora ningún recuerdo había logrado que algo sucediera.

Draco suspiró y pensó que era bueno que ya no lo invadieran los gritos de la castaña, hace algunos meses que había dejado de tener pesadillas con ella y era un avance que agradecía. Entonces otro recuerdo lo atacó, el día de mañana era el cumpleaños de Hermione –el primero después de la guerra- y pensó que había interrumpido su tradición de enviarle un pastel de chocolate con cubierta de chocolate cuando la guerra estalló, el desconcierto lo invadió por unos segundos, antes de recordar el beso que le había robado y ella había contestado. La imagen de ella sonriendo e iniciando un nuevo beso lo inundó y la añoranza de ese recuerdo fue tal que movió su varita para conjurar un patronus, pensando en que deseaba pedirle que viniera a la mansión. Un haz de luz apareció ante él y Draco le dio su mensaje, su patronus seguía siendo incorpóreo, pero tenía más fuerza que el que había invocado antes.

Hermione llegó a la mansión Malfoy una hora después, su cuerpo estaba en tensión al atravesar el portón enrejado, sin embargo, ver al rubio esperándola ante la puerta principal de la mansión, la alivió. Corrió hacia él y en un acto impulsivo, lo abrazó con fuerza. Draco le devolvió el abrazo sin pensar, a pesar de lo inesperado y extraño que era saberse abrazado por la castaña.

― Espero que tengas una buena razón para pedirme venir a este lugar desagradable― Dijo la castaña, sin pensar, y el rubio se tensó en sus brazo.

― Ven― Le pidió separándose de ella.

Hermione lo siguió sin vacilar, él rodeó la gran casa y los guió al jardín sin tener que ingresar a la edificación. El silencio lo envolvía todo y ella se sentía vibrar por la expectativa.

Llegaron a la pérgola y se quedaron uno frente al otro, aún sin decirse nada. Entonces Draco acortó la distancia y acarició la mejilla de la muchacha, ella cerró sus ojos ante el dulce toque. Hermione se perdió en el silencio y en el calor de la caricia, hasta que sintió unos labios conocidos posarse sobre los suyos. La acción fue dubitativa, él estaba tanteando el terreno, esperando para que ella le diera permiso de proceder. Su yo adolescente hubiera tomado lo que consideraba suyo sin dudar, sin embargo, su yo actual no quería hacerle más daño del que ya había hecho.

La castaña no pudo soportarlo más y envolvió sus manos en el pelo del chico mientras procedía a besarlo con anhelo, él no tardó en seguirle el ritmo. Compartieron un beso ardiente y lleno de deseos y anhelos guardados. Hermione profundizó el beso, explorando con su lengua la boca de él, queriendo más y más, la lengua de Draco fue a su encuentro mientras sus manos apretaban la cintura de la castaña como si ella pudiera desaparecer en cualquier momento.

El beso fue eterno y maravilloso para ambos y sólo se separaron para verse a los ojos y buscar la confirmación de que aquello era real. Permanecieron juntos hasta que el cielo cambió de color, se siguieron besando sin mediar el tiempo, incluso pasearon por el jardín y cenaron bajo el cielo nocturno. No había mediado palabras, pero rara vez las había necesitado, hasta que Hermione sintió que debía aclarar esa situación.

― ¿Qué es esto, Draco?― Ella dejó escapar el nombre del joven sin ser consciente de ello y él sonrió por completo ante el sonido.

― Al parecer ya me he ganado mi nombre― Le dijo sin arrogancia y la chica no pudo más que rodar los ojos, haciéndolo reír con ganas ― Esto...esto es la felicidad misma, Hermione. Tú eres la única que me hace feliz.

Y para comprobar sus palabras, sacó su varita e invocó su patronus, seguro que sería corpóreo esta vez. Hermione jadeó sorprendida ante la luz azulada que desprendía la varita del muchacho y no tuvo dudas de que las palabras de él eran ciertas cuando un hermoso leopardo se formó ante sus ojos. El animal se movió –majestuoso – y Hermione pensó que ningún otro animal sería perfecto para él más que un felino veloz, silencioso, elegante y letal. Draco Malfoy era todo aquello, a pesar que en la guerra hubiera tenido tantas dudas en su mente que sus decisiones eran opacadas por ella, porque Hermione no dudaba que Harry sólo lo había podido desarmar porque él no había querido atacar. La castaña sonrió, observando las manchitas que cubrían al animal y que eran visibles a pesar de tratarse de un patronus y abrazó al rubio, recordando que esa misma tarde él le había enviado un mensaje con un patronus incorpóreo.

― ¿Podemos ser felices?― Susurró la castaña, sin dejar de ver al leopardo.

― Podemos ― Aseguró Draco, sonriendo ante el animal frente a él, su patronus era la prueba de su felicidad y el recuerdo de su beso con Hermione era el origen de ese patronus. Nadie más que ella era capaz de hacerlo feliz.

― Podemos― Se convenció Hermione mientras volvía a besar a Draco.


Listo, terminado, Nox!

Espero que fuera de su agrado (:

BTW, me basé en mi propio patronus :3

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