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Lamento no haberte escrito antes, primero debía saber cómo contarte la historia.
Hace cinco años yo retomaba mi trabajo como escritor deseando incluirte como uno de los personajes principales, quería introducirte al mundo de la imaginación y que te vieras en una realidad muy diferente a esta. Pero llegó a un punto psicótico, donde deseaba llegar a la perfección con mi escritura e integrar el más mínimo detalle en mis escenarios. Vandie, tu padrino, me avisó acerca de mi problema y a la vez me dio un boleto a Londres sugiriéndome un descanso. Sabes perfectamente que no iría al viaje a descansar, iba a conocer nuevas tierras para mis escritos.
Era sorpresa, volvería a las tres semanas.
Le avisé a tu madre con anticipación y preocupada me dio el permiso para ir. Cam me ayudó incluso a encontrar un lugar para pasar las noches, un mapa con lugares donde querías ir y un poco de sus ahorros. Si es que te sigues hablando con ella, dile que la quiero tanto como te quiere a vos.
En la madrugada salí a Londres y entendía por primera vez tu entusiasmo acerca de la famosa ciudad. Para conmemorarlo, detallé el primer escenario que me mostró el ventanal a mi lado.
Cito "Nueve de la mañana, acabo de despertar de una corta siesta y el cielo se ha puesto de un buen clima para darme la bienvenida a un nuevo mundo. Veo un enorme prado y una casa a lo lejos, a Blanca le encanta dibujar paisajes como estos, exactamente iguales: Una casa amarilla llenas de flores de colores, rodeada de vacas y ovejas que conviven en paz, una linda familia vive en su interior, empezando el día con chocolate caliente y pan horneado del día anterior. A Blanca le encantaría ver aquella casa"
Porque el chocolate caliente de la casa huele a Londres y a Blanca le gusta Londres.
Llegué a un mundo muy agitado de gente ocupada, a Cam y a ti les hubiera gustado mucho porque pertenecen a ese mundo lleno de gente soñadora con metas en la vida. Yo, como sabrás, no me entendí para nada con esas personas, pero hice el intento de analizarlas profundamente para sacar alguna grandiosa idea que sirviera como escrito. Mary Jones, una anciana que me acompañó en la espera de un taxi, me inspiraría a crearte una mascota con el mismo nombre.
Londres es enorme y de gente con maletas negras caminando apresurados. Las personas huelen a Londres, Londres huele a perfume caro y elegante.
Después de salir de tan aburrido ambiente tomé un taxi al hotel, la primera cosa que me sorprendió bastante de la ciudad. Según Cam era el más económico que encontró, incluso se disculpó por la imagen tan anticuada que mostraba. Pero reitero, era el hotel más lujoso en la tierra, con un encanto único que me inspiró a escribir en cuanto salí del taxi:
Vuelvo a citar "¿Un hotel o un castillo? No lo podría decir con certeza, un castillo que se disfraza de hotel, un hotel que quiere ser castillo. Vea como lo vea no puede pasar desapercibido por mis ojos. Un portero me abrió la lujosa puerta de cristal, me recibió el perfume a lavanda con el que limpiaban los pisos de mármol, pocas personas se encontraban en la recepción haciendo sentir al hotel más grande de lo que era. La recepcionista parecía entusiasmada por mi llegada, limpiándose las ropas al recibirme y cuidando el acento de la voz al dirigirse a mí.
— La mejor habitación para usted —dijo antes de darme la llave, decorada con fragmentos de gemas preciosas. Cam no había comprado el hotel más económico, no entiendo cómo pudo mentirme."
El ambiente se tornó silencioso cuando caminé por el pasillo a mi habitación, ninguna de las personas en la recepción se dignó a acompañarme y eso me inquietó bastante, ¿cómo explicarlo? Me miraron con una sonrisa de oreja a oreja hasta asegurarse que me metí al ascensor y pulsé el botón correcto. El piso que me tocó era extraño. Las paredes eran de un rojo vino con estampado de flores del mismo color, el perfume que emanaban las puertas se podía confundir con olor a cloro, el piso era alfombrado con un color amarillo casi desgastado, pero sin una mancha, cuadros enormes adornaban más las paredes, pero no concordaban en nada. El piso era extraño, porque nada tenía relación con nada, más que las flores rojo vino en la pared rojo vino.
La gente de Londres no sabe utilizar el arte a su favor.
Había una mesita a lado de la puerta de mi habitación donde reposaba una tetera y una taza, pero ninguna tenía té o café, y quedé más extrañado todavía. El interior era aceptable, "económico" para Cam, pero bonito para ti y para mí. Un baño, una cama, una mesita de noche y una lámpara encima, las paredes y el suelo ya combinaban y no había ni una pizca de arte en cuadros del que criticar, solo un reloj en la pared sin números. Con mi experiencia en la recepción y en el pasillo del piso traté de buscarle algo extraño a la habitación, y lo encontré.
Encontré un libro de fotografías sin nada en sus hojas además que la sutil escritura del nombre del propietario en la esquina izquierda de la primera hoja. "Heidy", en letra cursiva hecha por una pluma. El libro no tenía más que hojas en blanco, entonces pensé en que la antigua dueña de la habitación lo había olvidado. Llamé a recepción, otra chica desconocida tomó el libro y lo abrazó entre sus brazos muy aliviada por haberlo encontrado, luego tan pronto como pudo salió corriendo. Gente ocupada y olvidadiza la de Londres.
Cuando me acomodé todo en mi habitación salí con mi cuaderno y una pluma hacia el centro de Londres, y aunque en la recepción me volvieron a mirar y a tratar como una deidad esta vez ya no le tomé importancia, tenía prisa, iba a expandir mi historia.
"Primera parada: El Big Ben (Primer lugar escrito en la lista de Blanca)
Blanca intentaba escapar de algo más poderoso que el mundo, intentaba escapar de sí misma, de sus pensamientos y de su cuerpo. No quería sonar mal, pero necesitaba liberar su alma, su madre quedaría devastada y su padre se culparía por su muerte, pero no había otra solución y creía firmemente que nadie la salvaría. Cuan equivocada estaba.
Era el aura que me daba el Big Ben en persona, no veía más que un gran reloj lleno de recuerdos que lleva varias generaciones en la espalda. A mí no me molestaría saltar desde su punto más alto y yo sé que a Blanca tampoco. Una manera de tener la muerte única en su clase, única en Londres. Pero la considero la hazaña más cobarde del mundo, no se confíen."
Y así como el corto relato de Blanca y la noche volví a mi hotel ya pasadas las 19:00, no sentí que rescaté algo en realidad, más bien me inspiré con los escenarios de la ciudad. Breve adelanto: La noche te iba a salvar, te traería la paz que necesitabas contigo misma, algo que en el tormento de un desastroso día no podrías hacer.
Las personas del hotel, como si nunca tuviesen nada que hacer más que recibirme, estaban tal y como las vi por última vez, pero ya no era la impresión de la primera vez y pasé sin mirar a ninguna persona. Me inquietaron mucho he admitir, mas no dejaría que eso impidiera dormir por la noche. Vandie tenía razón en descansar, por primera vez me acosté temprano como hace años y me dejé de preocupar por lo que iba a escribir porque ya sabía que tenía una ciudad entera para mis escritos. Que grata sensación.
Me has de decir mentiroso, pero cuando marcaron las tres en punto en el reloj de la pared, como si fuera algo rutinario tocaron a la puerta. Yo ya había quedado dormido y me sobresalté mucho con los golpes, decididos y con la intención de que fueran escuchados, entonces me levanté y tratando de no aparentar molestia abría la puerta . Una mujer bonita, vestida de manera muy diferente al uniforme del hotel me miraba sin una pizca de ánimo, no alzó la mirada en cuanto me mostré ni se movió del lugar. Inmóvil como una estatua.
— Miss Heidy solicita verlo en sus aposentos —me dijo, sin ningún saludo previo—. Pide que sea de inmediato y que vista sus mejores ropas.
— ¿Heidy? —fruncí el ceño, iba decirle que estaba confundida.
— La propietaria del libro que usted encontró —me respondió, y sin mirarme ni decir adiós se marchó. ¿Te pasó eso?
Quizá porque estaba en modo "automático", cansado y somnoliento cumplí lo que me indicó. Me vestí con lo que usaría para regresar a casa, algo que sabía a Cam y a ti le gustarían, pero sabemos que Heidy es tan importante como para mandar a una señora a buscarme y a indicarme que me vista bien. Suponía que debía ser tan urgente como para levantarme en la madrugada.
Volví a recepción, esta vez ya no eran personas estáticas en su lugar sonriéndome, ahora era un lugar lleno de movimiento y cada persona haciendo ruido. Había señoras con atuendos coloridos y vestidos elegantes, los hombres tenían enormes sombreros y sus trajes tenían manchas de color por todos lados. Me recordó a tu dibujo acerca del traje de cumpleaños que querías que usara. La señora que tocó mi puerta ya levantaba la mirada y me miraba con atención, su mano me hizo un gesto para que me acercara y yo, como perro, lo hice.
— ¿Qué hace vestido así? —me preguntó indignada—. ¿No ve que no debe llamar la atención? ¿Quiere acaso que nos descubran?
— Soy nuevo en la ciudad, no acostumbro a fiestas nocturnas —le expliqué, supuse que había una fiesta en el hotel—. ¿Es algo común aquí?
— La fiesta empezó a las 15:15 de la tarde, esperan a Miss Heidy y a su prometido el señor Aaron —me dijo—. Por eso debemos ir rápido a la mansión o ambos llegaran retrasados a la fiesta
— Disculpe, pero yo pasé por aquí a las 19:00 en punto y no había más que los empleados de recepción, es imposible que la fiesta haya comenzado a esa hora —simplemente imposible ¿no crees? —. Y van llegando demasiado tarde porque ya son las 03:00 de la mañana.
— No, se equivoca —sacó un reloj de bolsillo de oro y me lo mostró—. Son las 18:11 y se supone que usted ya debería estar en el auto.
Pensé un rato, así como estás haciendo ahora. Yo sé leer las manecillas del reloj con números romanos, con números normales, con puntos y ahora con ningún número, pero las manecillas bastan para saber todo y estaba seguro que indicaban las tres de la mañana, además, tu sabes bien que no soy una persona de dormir todo un día. Miré el cielo, estaba oscuro como si fuera la madrugada, y eso comprobaba que no estaba loco.
— ¿Qué días estamos?
— Me alegro de que al fin preguntara —me sonrió por primera vez, segura de sí misma—. Es nueve de febrero del ochenta y nueve, pero para estas personas sigue siendo el veinte de abril del cuarenta y cinco, son las 18:13 y van a celebrar una boda para por fin descansar en paz.
Consideré que eso era un mal sueño, que yo sí me levanté, pero me volví a dormir y estaba en algún lado del hotel sonámbulo, talvez un empleado estaba tratando de llevarme a mi habitación de regreso. Pero si estás leyendo esto significa que no es un sueño y que estoy padeciendo un posible episodio psicótico.
Fantasmas, eso era imposible. Pensé que era más sencillo creer en los monstruos de tu habitación que en seres invisibles supuestamente muertos. Pero luego los miraba a ellos, a su vestimenta, el reloj de la señora y el color del cielo. Nada parecía real.
— Sara me dijo que usted era especial —habló nuevamente—. Es por eso que le dieron una habitación incorrecta, en un piso que no debe existir.
Eso no explicaba nada, sin embargo, traté de mantener la calma y no hice más preguntas, ¿qué haría yo con más información de la necesaria?
— El piso y la habitación donde se hospeda están malditos —terminó por decir—. El libro que encontró es de gran importancia para ir al "otro lado".
— Entiendo —no entendí nada.
— Bien.
Dime mi cielo, ¿tú creerías si te dijeran barbaridades como esas? ¡Seguro piensas que me han tomado del pelo! Pero no es así, ya lo verás, esto es solo el principio de la historia.
— ¿No es bastante peligroso salir a estas horas de la noche? —cambié de tema al ver el color de la noche, la señora fue la que me abrió la puerta del hotel.
— El señor Devis nos espera con el auto, tiene entrenamiento militar y el peligro no debe ser preocupación
— Creí que íbamos a ir caminando.
— Miss Heidy me volvería a matar si lo dejo ir caminando —¿reíste? yo sí, pero la señora no tenía ninguna pizca de gracia al decirlo.
Tal como lo dijo, un costoso carro nos esperaba en la calle y un señor de traje y corbata esperaba a un lado, calvo y como la señora tenía una postura recta, sus labios fruncidos y sus ojos analizándome. Sin órdenes nos abrió la puerta, luego se montó en su sitio y empezó a conducir. En el interior del carro los asientos estaban uno dándole la frente al otro, la señora se sentó delante mío. En el viaje a quien sabía dónde nadie habló ni emitió algún sonido, la señora miraba sus manos aburrida, Devis mantenía la mirada fija en el camino y yo los detallaba siendo cauteloso. Me sorprendían, no parecían muertos ni enfermos, no eran como los fantasmas de las películas o los libros que lee tu primo, tampoco como la historias que cuenta tu tío Simón. Se veían como personas normales, que no tocaban ni dejaban ser tocados.
— ¿Cómo te llamas? —pregunté, rompiendo su burbuja de aburrimiento.
— Me decían Cielo —me dijo—. Nunca tuve nombre, fui encontrada por los señores Whitter y nombrada como dama de compañía para Miss Heidy, ella fue la que me nombró así.
— Señorita Cielo —repetí a modo de recordarlo—. Tengo una duda ¿Si paso mi mano por su cintura, esta traspasará sin problemas?
— Correcto —respondió—. Inténtelo, ni usted ni yo sentiremos algo.
Me estaba tentando, una experiencia como esa no se repetía nunca, además, no me iba a morir por traspasar una mujer. Tragué saliva, mis dedos empezaron a temblar y en mi interior se sintió una extraña sensación de miedo. Cielo me esperaba con su pose recta y sin ninguna señal de nerviosismo o miedo.
— Adelante —dijo al ver que no hacía nada.
Estiré mis brazos y me tranquilicé un poquito, una mano apoyé en el sillón y la otra la estiré hacia su dirección. Ya cerca, traté de palpar su estómago y mi mano la atravesó con facilidad. Tenía razón, yo no sentí nada y ella tampoco llegó a sentir algo (a mi parecer), lo único que rescato es como su cuerpo parecía desvanecerse a mi tacto, como si su torso se volviera invisible, podía ver mi mano a través de su cuerpo. Cielo carraspeó y quité mi mano velozmente, me acomodé de vuelta en mi asiento, de ahí ninguno dijo una palabra más.
Devis tomó un atajo por un callejón y cualquier rastro de luz se perdió en la ciudad, estaba oscuro y el ambiente tan tranquilo se volvió tenso, talvez por mí mismo, Cielo se veía tranquila y Devis se mostraba seguro en ir por ese atajo como si lo conociera de memoria.
Por un momento pensé que sí me habían drogado y por eso veía fantasmas que podían desvanecerse o personas que visten atuendos rarísimos. Talvez por eso Devis conducía cuando se suponía era un fantasma o Cielo tocaba a mi puerta. Y aunque mi primer impulso fue saltar del auto fui paciente y me contuve, pensé que al llegar a casa mi anécdota sería la más cobarde por esa acción. Te quería impresionar, entonces me dije que primero debía conocer a Miss Heidy y después ir a casa con una historia maravillosa. Tomaría el primer tren en la mañana y no volvería a ese hotel nunca más.
Atravesamos un túnel oscuro, sucio y de un olor mugriento, se podían escuchar a las ratas chillar por el camino y a la basura tronar cuando pasábamos sobre ella. Pronto (y por fin) una luz brillante iluminó lo que restaba del camino y me alivié de saber que estábamos de vuelta pasando por las calles de Londres. Dejé de estar tenso y volví a la normalidad, esperando ver el primer farol de luz en el camino, pero nunca pasamos por alguno, es más, no parecía que estábamos en Londres. El lugar frente a mis ojos parecía de otra tierra, de otro mundo, de otro universo, mas no pertenecía aquí a esta tierra de crueles humanos.
Había un jardín de flores violeta y flores rosas, con arbustos pequeños que parecían servir como barrera para la entrada de la mansión. Había un pequeño camino directo a la entrada y varios que llevaban en torno a las flores. Luego estaba aquella mansión tan preciosa que daba la creencia de estar hecha de oro, talvez por las luces en cada ventana acompañadas de la noche. Ese en definitiva era un palacio más acorde a la modernidad, como si quisiera pasar desapercibido entre los edificios de la ciudad (aunque ya no estábamos en ella), conté veinticinco ventanas iluminadas y cuatros pequeñas torres alrededor de la casa, la casa parecía infinita solo viéndola desde el exterior.
Londres y sus castillos de fantasía ocultos entre la modernidad.
Devis tomó un pequeño camino alrededor del jardín y paró por las puertas, luego bajó y nos abrió la puerta a Cielo y a mí. Las puertas tenían la peculiaridad de tener cerrojos de oro. Cielo se limpió sus ropas y volvió a tener esa postura recta, golpeó una puerta un par de veces y empujó ambas sin esperar una respuesta. Adentro había un montón de personas, tanto hombres como mujeres, que pararon de hacer sus labores para mirarme.
— El Señor Humphey ha llegado a la mansión —anunció—. Infórmenle a Natasha que ya está aquí.
Una mujer joven salió de entre todos y corrió escaleras arriba, después volvieron a sus labores. La entrada tenía pisos de mármol y además de algunos cuadros de arte no había más cosas en las que fijarse. Pero ahí había personas que limpiaban hasta la mínima basura de todo el lugar. Cielo no miró a ninguno de ellos y siguió escaleras arriba mientras yo la seguía por detrás. Las escaleras tenían una alfombra color roja y me daban esa ilusión de ser interminables. Pero llegamos a un tercer piso, a la habitación de puertas doradas y brillantes.
Cielo tocó dos veces la puerta y una voz en el interior nos invitó a pasar. Ella solo me abrió la puerta, anunció mi llegada y se fue.
Me encontré con varias mujeres, pero solo una lograba captar la atención. Poseía un vestido blanco y antiguo, se había recogido el pelo en un chongo no tan alto que desapareció al colocarse un sombrero blanco de tela con un lazo a un lado. Tenía apariencia de una niña de diecisiete años.
Se miraba tanto al espejo que tardó en percatarse de mi presencia.
— Miss Heidy, tiene visitas —sacudí mi saco con nerviosismo cuando ella me miró a través del espejo—. Es el Señor Humphey, le trajo su libro señorita.
Heidy se giró con una pequeña sonrisa.
— Me alegra tanto que haya aceptado verme, usted nos ha salvado de un bucle interminable —dijo, su voz era suave y baja, apenas la escuché. Le besé el dorso de la mano en modo de cortesía.
— Me siento halagado sin duda alguna, pero aun no entiendo que tiene su libro de importante —ella sonrió y lo sacó de un cajón a su lado, estaba ahora mucho más brillante y con detalles dorados, algo que no me di cuenta al devolverlo.
— Hace años, cuando estaba en vida, dejé el libro en el hotel y lo olvidé —abrió el libro y en sus hojas amarillas aparecieron fotografías de distintas personas, abajo estaban sus nombres y un número en particular—. Me alivié de hacerlo porque consideraba ese libro algo innecesario para la boda, y como ve, se convirtió en mi karma. Estos son mis invitados, desde el más importante, cada uno pagó junto a mí.
— Lamento escucharla —le dije—. Pero me alegro de ayudarla a usted y a todas las personas a encontrar su final en el cielo.
— Por eso decidí invitarlo a la celebración, en modo de agradecimiento —tomó una invitación de su tocador y me la dio—. Mi prometido está enterado de todo.
La ojeé un rato, un sobre blanco al que lo envolvía un listón del mismo color. La carta en sí llevaba la información de siempre, lugar, hora y establecimiento. Todo era a mano. Bonita, elegante y a ti y a Cam les hubiera gustado.
— Muchas gracias señorita Heidy —guardé el sobre dentro de mi saco y le di una sonrisa—. Estaré ahí y los acompañaré a todos hasta que ya no haya ni un alma en el hotel.
Heidy rio y volvió a mirarse en el espejo. Las sirvientas corrían a acomodar su vestimenta y ella se veía notoriamente nerviosa, hacía muecas en el espejo y sacudía sus hombros con delicadeza. Camila también hizo eso cuando nos casamos, ella no tenía un vestido largo o algo demasiado elegante, ni tuvimos una boda tan grande como la de Heidy, ni hubo invitaciones. Pero sabes que casarte es un gran paso en tu vida. Acabas de unirte a tu acompañante para siempre.
Talvez Cam no te contó, pero le propuse escapar y recorrer toda la ciudad para pensar con claridad. Yo no la acompañé, confiaba en su lealtad y ella confiaba en la mía. Llegó a nuestra boda sonriente y alegre, entonces supe que ella era el amor para mi vida.
Tomé asiento en la cama de Heidy. Ella también necesitaba algo así.
— Se nota nerviosa —afirmé, ella me sonrió—. Mi esposa también lo estuvo el día de la boda.
— Es inevitable ponerse nervioso, es una decisión de por vida el casarse —respondió—. No sabía que usted tenía esposa.
— Se llama Camila, ya tenemos una hija —le dije con orgullo—. Sí, es una decisión de por vida casarse, pero lo dice como si fuera un encarcelamiento.
Ella rio, haciendo un gento con la mano espantó a sus sirvientas, salieron del cuarto y se giró a mirarme. Tenía la mirada triste y sus labios fruncidos, las mujeres bonitas no merecían llorar por hombres tontos y familias egoístas. Dime Blanca, ¿lloraste por un hombre tan tonto como lo es tu padre?
— Usted no lo ama, ¿verdad? —pregunté. Hizo una mueca y juntó sus manos
— Es de conveniencia —bajó la mirada. Blanca, nunca dejes que te hagan eso. Cásate por amor, sabiendo que esa persona va a ser tu compañero en la buenas y en las malas, no por ser el hijo de alguien importante o el padre de tu hijo. Cam y yo juramos que nunca haríamos eso, espero ella cumpla la promesa—. Pero está bien, a Aaron lo conozco desde niños y es una buena persona.
— No dudo que lo sea, pero no creo que lo consideres un buen tipo para el matrimonio —le dije y ella asintió.—. Lamento mucho tu situación, mi esposa y yo hemos jurado que nunca le haríamos eso a mi pequeña Blanca.
— Eso es grandioso señor Humphey, es bonito tener la oportunidad de decidir en cosas como estas —me sonrió y luego tragó saliva, talvez reteniendo sus lágrimas. La miré con pena, pues esa clase de matrimonio es como una jaula para dos aves a las que les gusta la libertad.
— Tú todavía estás a tiempo de decidir —afirmé y volvió a sonreír, tomándoselo con gracia —. Y lo sabes.
— Perdí mi oportunidad en cuanto morí, ya no hay como escapar, defraudaría a las personas que solo quieren ir a descansar —pero ella no dependía de todas esas personas.
Nos quedamos un rato en silencio, momento en que ella volvió al espejo a volver a verificar que todo esté en orden.
— ¿Sabes, cuando Camila y yo íbamos a casarnos yo la dejé escaparse por tres horas, antes de la ceremonia? —mencioné con gracia y Heidy volvió su atención a mis palabras—. No fue para probar su lealtad, sino para que se diera cuenta de lo que más quería en este mundo, y si yo estaba en esos planes.
— Eso es romántico.
—Sí, lo es, Heidy, déjame hacer lo mismo contigo, yo te acompañaré hasta que sea hora de ir al otro lado —después de todo, quisiera que tú recibas el mismo trato—. Tú mereces vivir una vez más.
Sus ojos brillaron por un corto momento y luego volvieron a estar tristes. Ese era el deseo de algo imposible, pero si sueñas con la libertad significa que tienes la capacidad de conseguirla. Yo fui enviado a darle esperanzas a Miss Heidy, talvez ella tenía un propósito más que casarse.
Me levanté de su cama y sacudí mi traje. Sabía que en cualquier momento cambiaría de opinión y la esperaría en el hotel. Cielo entró a la habitación con su reloj de bolsillo en mano.
— Lamento interrumpir Miss Heidy, pero son las 19:09 y su prometido la espera —avisó y guardó el reloj—. Señor Humphey, debería adelantarse a la ceremonia en el hotel, otro chofer lo llevará allá.
— Magnífico —le sonreí y volví con Miss Heidy—. Espero piense en mis palabras de suerte.
Le guiñé un ojo y me sonrió, luego dejé la mansión y me subí al lujoso carro donde se encontraba otro chofer. Un poco más joven que Devis, alto y sonriente, era delgado y tenía un traje bonito. El muchacho era más hablador, sin parar la lengua en ningún momento de regreso al hotel. A Cam le gustan esa clase de personas y traté de entenderlo por ella.
Cuando llegamos se bajó junto a mí, directo a la recepción del hotel. La fiesta parecía haberse animado bastante, se escuchaba más bulla y las risas de los fantasmas se escuchaban por doquier, talvez alcoholizados. Pude tomar una copa sin traspasar de ella y la disfruté mientras observaba a las personas a mi alrededor
Que buen vino tiene Londres, con los mismos años que todos los muertos a mi alrededor.
Poco después Cielo llegó junto a mí y otra vez tenía su reloj en mano. Se encontraba un poco más contenta, pero no hablamos ni cuando se juntó a mi lado a ver como los novios esperaban en la puerta. La gran multitud les dejó paso libre para caminar al fondo de la recepción, a una gran mesa con decoraciones y un señor sentado en el medio. Todo quedó en profundo silencio. Heidy tenía una sonrisa melancólica y a Aaron se lo veía bastante contento. Era más alto, moreno y con sonrisa amistosa, cualquiera que lo mirara lo consideraría una persona agradable. Yo también pensé así, pero en el contexto donde se encontraba mi amiga era mejor mantenerse neutro.
Llegaron al centro y se giraron de vuelta hacia sus invitados, dieron una reverencia que nadie correspondió y luego de unos pocos segundos todo volvió a ser un lugar bullicioso, con personas acercándose a felicitar a los novios o para darles un largo abrazo. Yo me quedé en mi lugar, Cielo se había ido.
No estaba aburrido, más bien, esperaba el momento en que mi amiga se acercara. Esperé en mi lugar y vi vasos de chocolate caliente que el personal del hotel empezó a repartir. Tomé dos vasos y guardé uno en una mesa a mi lado. No pasó mucho cuando una bonita joven vestida de blanco se acercó.
Heidy apareció delante de mí con un ramo de rosas blancas en sus manos. Le sonreí con cariño y le di el vaso que le había guardado.
— Sentí un déjà vu caminando de vuelta hasta la mesa—me dijo—, sentí un déjà vu con todo, de hecho, exceptuando el vaso de chocolate.
Reí y ella se tomó de un sorbo el chocolate.
— El chocolate huele a hogar —mencioné—, a Londres y a mi familia.
— Bonita forma de darle sentido al olor de un chocolate —respondió mirando su vaso vacío, como si el chocolate volviera a aparecer—. Creo que no es mejor el del hotel.
— Correcto, el chocolate es mejor cuando está hecho en casa —coincidí, pero a eso no había llegado Heidy—. ¿Qué escondes amiga mía? Tú no vendrías conmigo y hablarías de chocolate, hay algo que oculta tu corazón.
Volvió a bajar la mirada y dejó el vaso y su ramo de rosas en la mesa, antes de hablar sacudió la falda de su vestido y dio una larga respiración.
— En el camino al hotel he pensado en lo que usted me dijo —sus manos temblaban, pero su voz se mantenía firme, ese era su sueño—. Quiero escapar como lo hizo su esposa y pensar un rato, no voy a decidir si quiero casarme o si quiero ir al otro lado, solo busco tomar un respiro. He estado atrapada en esa casa por tanto tiempo y anhelo un poco de libertad.
Me inspiró tanto su valentía, el arriesgarse siempre toma tiempo. Te vi reflejada en esa mujer, con ese espíritu y la capacidad de poder hacerlo todo, el anhelar un futuro más allá de tus límites. Aun así, Heidy se notaba nerviosa.
— ¡Maravilloso! —exclamé y tomé el resto del chocolate de un sorbo también—. Yo iré delante suyo para que no pierda el ritmo al correr
— P-pero Humphey, recuerda que debemos estar aquí antes de las once —tartamudeó nerviosa, me siguió hasta un lado de la puerta—. Ni un minuto más o se arruinará todo.
— ¡No hay de qué preocuparse! Agarra bien tu sombrero y prepárate para correr con tacones —animé, el corazón me latía con fuerza, las manos me sudaban y las manos de Heidy temblaban. Pareció querer detenerme, pero se tragó las palabras.
A pesar de ser los únicos (junto con Aaron) de no poseer vestimenta tan extravagante o de demasiados colores, pudimos pasar desapercibidos por la puerta. Nadie se dio cuenta de la ausencia de la novia. Heidy y yo sentimos completa paz en cuanto salimos al exterior, el aire que nos golpeó el rostro se sintió como un vaso de agua en el desierto. Heidy ya no temblaba y parecía también sentir esa sensación de adrenalina como yo.
Corrimos lejos de aquel hotel, siendo Heidy la que tomó la iniciativa. Corría con una sonrisa en el rostro sosteniendo la falda del vestido con ambas manos, el sombrero se había volado y su cabello se desordenó, pero eso ya no le preocupó. Se sentía viva otra vez, escapando del horrible destino que le había tocado. No podía imaginar su tristeza cuando sea hora de volver al hotel.
"Una bonita mujer que tenía más para ofrecer al mundo, pero la muerte, que es cruel con quien no lo merece, le ha robado la oportunidad de demostrar lo que puede hacer. Heidy Whitter es un ángel que cayó por error a la tierra y terminó en manos de una familia egoísta. Heidy merece más en la vida que estar atada a un hombre y morir siendo su esposa."
Había un parque al doblar la esquina. Estaba iluminado por pequeñas luces y tenía algo de similitud al jardín del castillo de Heidy. No se encontraba ni una sola alma en el lugar. Giré a ver a Heidy, quien no paraba de reír, sus tacos en las manos y su cabello desordenado, pero eso no le podía importar menos. La vi tan eufórica que de repente ya no parecía un ángel sino una simple muchacha libre y sin ataduras.
— ¡Oh, Humphey! ¡No me he sentido así en años! —gritó—. Debemos salir de aquí antes de que Aaron se dé cuenta que su prometida desapareció.
— Yo no conozco tanto de Londres, pero confío en que me guiarás a un lugar bonito —le dije y empezamos a caminar lejos del parque, sin rumbo alguno—. Llévame a los lugares que siempre quisiste visitar antes de morir.
— Si tuviera lugares favoritos te llevaría, pero no tengo y no quiero ir, solo te llevaré al río Támesis y luego a las afueras de Londres —respondió—. Lamento si quieres ir a recorrer Londres, tienes toda la libertad de hacerlo, yo puedo ir sola.
— Estoy mejor contigo, ¿cuál es el chiste de visitar Londres solo en la noche? —ella me sonrió y con más entusiasmo empezó a caminar. Aún tenía los tacones en una de sus manos y la falda del vestido en la otra. Se veía decidida y el miedo inicial ya no estaba.
Caminamos por las calles con los faroles iluminando el camino. Bajo la luz, Heidy se veía hermosa, con la piel brillante al igual que sus ojos, la pequeña sonrisa en sus labios resecos, algo sonrojada debido al cansancio. O talvez solo la veía así por la oscuridad de la noche, pese a eso, nunca hubiera encontrado mujer más hermosa que ella (está después de ti, definitivamente, no hay mujer más hermosa y perfecta que tú).
Cuando íbamos a mitad del camino, un bar iluminado cerca de nosotros nos hizo detenernos. Heidy sonrió y se desvió del camino inicial hasta el lugar, como niña pequeña al observar un juguete, ella se colocó los tacones y entró bajo la apariencia de una mujer elegante. Yo le seguí por detrás, asegurándome de que no se dejara llevar demasiado. Sorprendentemente, nadie se percató de su presencia (hablando solo del barista y un hombre que tenía pinta de jefe). Yo pedí dos tragos de whisky por ella, luego nos sentamos en la escalera que había en la entrada. Pudieron haberme mirado como un loco, pero eso no me podía importar menos.
— Gracias Humphey —me dijo al tomar el vaso—. Ha pasado un tiempo desde que no tomo whisky.
— Esta es tu noche —le sonreí—. Disfrútala como te plazca.
Me sonrió y siguió tomando del vaso. El sentimiento de euforia inicial había acabado, pero eso no significaba que estaba arrepentida. Heidy encontró en el silencio la noche la paz que necesitaba. Cuando devolví ambos vasos volvimos a nuestra ruta, Heidy quiso llegar al gran Tower Bridge y como si el destino estuviera a favor el puente se encontraba vacío, sin ninguna persona o auto cruzándolo. Heidy se adelantó, corriendo sin zapatos hasta llegar a la mitad del puente, con la brisa de un viento mañanero que apenas despertaba, ella pareció disfrutarlo en demasía, cerrando ambos ojos y tirando su cabeza hacia atrás. Yo me acerqué a ella a pasos lentos, admirándola desde la distancia, disfrutando el momento al igual que ella.
"Un ángel disfrutando de la noche y sintiendo por primera vez en años la paz y el silencio"
Mi corazón se sacudió cuando volteó a mirarme con una sonrisa, invitándome a su lado. Otra vez, se veía espléndida bajo la poca luz que había en el puente.
— Humphey, en la otra vida me gustaría casarme con una persona como tú —dijo sin mirarme—. O nacer en un mundo donde el matrimonio arreglado esté prohibido.
Reí y me acerqué más a ella. El mundo poco te interesaba cuando tenías semejante belleza enfrente.
— Eres muy bonita como para pertenecer a este mundo, Heidy —ella se sonrojó, sonriendo a medias—. Acabaste aquí por error, estoy seguro.
— Así decían todos —comentó—. Ya no le creo a ninguno. Fue bonito escuchar por última vez aquel chiste, me hizo sentir bien como la primera vez.
— No es un chiste, malditos lo que te hicieron creer eso.
— Pero solo te creo a ti, tranquilo, yo estoy segura que no tienes nada por detrás —me guiñó un ojo y volvió su mirada al río.
Heidy parecía haber mostrado ese lado oculto que nadie sabía.
— Perdona por no dejarte ir a donde tu desees —se disculpó—. Vuelvo a repetir, puedes irte cuando gustes, nunca me molestaría.
— Y yo reafirmo lo que te dije, no es molestia. Me gustaría que Blanca tuviera el mismo trato y fuera escuchada de la misma manera.
— Ya te tiene a ti.
Oh.
— Pero no estaré toda la vida con ella —repliqué—. Debe conseguir a su persona especial.
Se quedó callada un momento, luego seguimos por el puente, ella sin quitar la vista del rio y yo sin quitar mi vista de ella. Cuando llegamos al otro lado dio una larga respiración, dando por terminado su tiempo de pensar. Volví a seguirla sin hacerle preguntas, esta vez me alejé de ella unos cuantos pasos atrás. Desde mi perspectiva, por fin vi a una mujer caminando tranquila por las calles.
Una verdadera obra de arte.
— ¿A dónde vamos? —pregunté, ella se encogió de hombros.
— No lograremos llegar a las afueras de la ciudad hasta la media noche —suspiró, mirando los edificios—. Quiero pasear por mi amada ciudad y encontrar una sala de baile o un parque en donde descansar ¿Conoces alguno?
— Conozco ambos, elige al que quieras ir primero.
Eligió la sala de baile y a pesar de estar cansado mis pies parecieron recuperarse. La palabra 'baile' sonaba fantástica, la forma más bonita de expresar alegría con el cuerpo. No sentí el viaje a ese lugar, mi emoción creció la ver las luces prendidas de lugar y un poco de gente rodeando la puerta. Heidy se mostró curiosa, frunciendo el ceño al escuchar una canción famosa, esa que te gusta mucho. A pesar de la hora, aún había personas en el lugar, la cantidad perfecta para tener espacio suficiente y bailar a nuestra manera.
Heidy estaba feliz, encantada con la música y moviendo su cabeza al ritmo. Yo pedí un par de cervezas y esperé a que una buena canción sonara.
— ¡Esto es increíble! —exclamó, ignorando el trago a su lado—. Como me hubiera gustado vivir en esta época.
— Mi hija dice que esta es la mejor época en cuanto a música —Heidy asintió estando de acuerdo—. Aunque creo que está exagerando.
No te creas, ahora creo que tienes los mejores gustos en cuanto música.
'Take on me' sonó por fin y vi la oportunidad de sacar a Heidy bailar. Estaba sorprendida, ingresando con miedo a la pista y estando inmóvil un rato. Yo bailé como lo hacíamos en casa, dándole la confianza para hacerlo ella también. Se mostró avergonzada, solo moviendo la cabeza al principio, pero cuando vienen más personas a bailar la canción es cuando entra en confianza. Alzaba los brazos y daba pequeños brincos en el aire, bailaba a su manera y parecía importarle menos su apariencia. Volví a verla despeinada y riendo a carcajadas, como cuando corrimos del matrimonio o cuando estuvimos en ese puente vacío.
Esa era la Heidy que todos deberían conocer.
— Just to play my worries away? —canté, ella me escuchó a pesar de todo el bullicio—. You're all the things I've got to remember.
Me sonrió, moviéndose a la par de mis palabras. De repente me sentí sofocado, no por la aglomeración, sino por la manera en la que se movía Heidy, con inocencia y comodidad, olvidando el hecho de que su vestido estaba arruinado y lo pisoteaban todos. Me detuve un momento para mirarla, pero no puedo decirte más que eso. Con solo decirte que la vi sabrás todos mis sentimientos y emociones. Me conoces muy bien.
Sonaron unas cuantas canciones más y Heidy se alejó cansada de la poca multitud que había. La seguí a las afueras del bar y nos sentamos rodeados de algunos borrachos en el piso y una pareja comiéndose a besos. A Heidy no se le borraba la sonrisa de encima, acariciando sus pies descalzos sobre el pavimento, yo sostuve sus tacones y ninguno quiso decir algo, ambos estábamos cómodos así. Ella se levantó primero y me hizo una seña para seguir por el camino.
Talvez ella piense que aquel momento en la pista fue insignificante para mí, pero no me conoce como tú. El corazón me latió con fuerza en el lugar solo con saber que ella estaba feliz bailando.
Caminamos por bastante rato, algo melancólicos al saber que el parque era nuestro último destino. Heidy trataba de actuar con normalidad, pero se notaba a distancia que estaba distraída. La llevé de vuelta al parque cerca del hotel, volviendo a pasar por el puente y el bar, pero esta vez ya no nos detuvimos a conversar, solo caminamos tratando de guardar aquel recuerdo para siempre.
Nos recostamos en el pasto del parque y ella se giró a mirarme.
— Gracias Humphey —dijo—. Por todo, desde el libro hasta la noche.
— Sin tu valentía no estaríamos aquí, tú eres la que logró todo esto —le guiñé un ojo y su sonrisa se amplió más.
— Aun así, no veo razón para ayudarme.
— Me duele el matrimonio forzado, te ves como si tuvieras mucho por hacer todavía, solo quería darte la oportunidad de ser rebelde una vez más —conté—. Yo también quisiera encontrarte en otra vida, como una mujer libre y feliz.
Heidy asintió.
— Que así sea, Fran.
Se giró a ver el cielo, apenas estaba amaneciendo.
— Yo perdí el libro a propósito —confesó—. Sin libro no había boda, aun así, mamá logró que todos los invitados estén y no falte ni uno. Nos peleamos y luego ocurrió el incendio.
— Que lamentable.
— Mis dos padres lograron salvarse y quedé condenada por ese libro. El lugar al que quería ir era el hogar de mis abuelos y en donde siempre quise vivir, escuché que ahora estaba abandonado, no lo sé.
Después de su historia, ambos nos quedamos callados. Ella sabiendo que pudo soltar algo que la atormentaba y yo esperado el momento perfecto para confesarlo algo también.
— ¿Me creerías si te dijera que estoy enamorado de ti? —pregunté y ella se carcajeó—. Hablo enserio.
— Te creo, pero bien sabes que no podemos estar juntos —me sonrió sin mirarme—. Mi día está por terminar, el último de todos, en cambio, tu día está comenzando como cualquier otro.
Asentí con la cabeza y también miré al cielo.
— Te lo digo porque quiero que el universo me escuche y sepa que mi último deseo es tener una vida contigo, más probabilidad de encontrarte en otro lugar, en otra circunstancia, donde ambos seamos felices y no haya dolor alguno.
— Pues en ese caso también me gustas —suspiré, que bonito se escuchaba eso salir de su boca—. Me gustaría haber brindado en ese bar por una vida donde todo terminara bien.
— En lugar de brindar te puedo prometer amor —le propuse—. Así tengo más ventaja en la reencarnación.
— Bien, te escucho.
Ambos nos colocamos de pie, yo tomando una flor cercana y ocultándola detrás mío. Estaba tan nervioso y Heidy tan tranquila.
— Lamento no tener un anillo para decirte estas palabras, pero te amo y sé que una palabra y un sentimiento son más valiosos que oro.
Heidy colocó una mano sobre mi boca, interrumpiéndome.
— Me conoces desde hace una hora, estás confundido —dijo, con clara tristeza en sus palabras
— No, no estoy confundido, estoy enamorado. Quizás en esta vida no seamos más que un par de amigos que pasaron la noche disfrutando de su libertad, pero estoy seguro que este encuentro pasó por algo, quizá eres lo que he estado buscando en todas mis vidas como ser humano.
Me arrodillé y le extendí la rosa.
— Yo, Fran, prometo buscarte en la próxima vida. Ya sea fantasma o un ángel en el cielo, estaré a tu lado y seré ese amor que mereces.
Ella rio y también se arrodilló mirándome con dulzura.
— Yo, Heidy, prometo que seremos felices en lo que nos queda de tiempo. Aprenderemos lo que es querernos y seremos igual de felices como esta noche. Si eso no pasa...
— Si eso no pasa, tienes que saber que tu felicidad es la mía, al igual que tu tristeza y tu odio. Que soy capaz de cruzar cientos de montañas para volver a verte sonreír. Si no te vuelvo a ver en la próxima vida, haré que recuerdes que te amo de todas las maneras que existen en el universo. Te voy a dedicar una estrella, una canción será escrita para ti, pintaré el cielo de tu color favorito y me aseguraré que nadie te haga daño. Cuentas con mi palabra.
— Que así sea Humphey.
— Dime Fran, Fran Humphey.
Heidy se fue ese día con todas mis esperanzas en el amor con ella.
Volvimos al hotel, nadie se percató de su ausencia además de las sirvientas que corrieron a arreglarla en otra parte. Volví a ponerme en una esquina, algo inquieto, esperando que aquella boda termine. Volví a ver a Cielo que traía dos vasos hacia mi dirección.
— ¿Gustas de chocolate caliente? —preguntó extendiendo un vaso, yo acepté—. Gracias por traerla sana y salva, se ve bastante feliz.
— Me alegra haberlo hecho, se lo merecía después de tantos años —ella asintió y siguió tomando su vaso.
— El papa los casará a la medianoche sin falta, hasta entonces no creo hablar más contigo, pero disfruté de tu presencia y eres una buena persona —dijo—, me alegra haberte conocido.
— A mí también, espero que sea feliz en su otra vida —ella me sonrió y se perdió en la multitud.
No tomé nada del chocolate caliente, incluso se me había enfriado. Luego empezó la ceremonia y todos se colocaron a las esquinas del lugar, dándole paso a la novia.
Se me secó la garganta, Heidy se veía radiante en su vestido blanco, su cabello suelto y el lazo que lo envolvía. Se veía feliz, con la sonrisa en la cara y su respiración agitada, parecía que en cualquier momento iba a saltar de alegría.
El papa los unió a las 00:00 sin retraso, en el momento correcto y como lo había predicho Cielo hace un momento. Ella fue la primera en irse. Se desvaneció en el aire y en tan poco tiempo que no me pude despedir de ella con la mano. Luego le siguieron tantos invitados, y cuando iban por la mitad, finalmente, Heidy se fue dedicándome una última sonrisa. Se me partió el corazón y sentí desmoronarme. Solo bebí un poco de mi vaso en su honor.
Aaron fue el último en irse, mirándome con curiosidad a un lado de la sala vacía, quería gritarle que Heidy se fue por su culpa, pero no le quise atormentar su descanso. Cuando todo quedó vacío tomé lo que quedaba del vaso, volví a mi habitación y saqué el cuadernito que se suponía sería para rescatar ideas, pero ahora estoy escribiéndote una carta porque me siento culpable y soy un cobarde.
Te haré llegar la carta como sea y puede que pasen un par de años. Lo siento, no soy capaz de dártela personalmente.
Heidy quiso conocer a alguien en su próxima vida que le enseñe lo que verdaderamente es amor y compañía, me miro a mí mismo y me siento lo suficientemente listo como para enseñarle todo eso. Le voy a demostrar que si hay formas bonitas de vivir la vida y a no esperar la muerte estando resignado.
Cami ha hecho un buen trabajo todo este tiempo, con o sin mi ayuda resuelve los problemas sola. Por favor, no le recrimines todo esto. No me tiraré del gran reloj, pero caeré en el rio donde me di cuenta que Heidy es esa persona. Si me llego a convertir en fantasma por accidente, o si conozco a Dios, o si conozco a la muerte, te haré llegar junto a mí cueste lo que cueste.
Te amo Blanca, sobre todas las cosas en el universo, incluso sobre mí mismo. Pero soy un cobarde que probablemente te está limitando a seguir una tonta historia que sale de mi cabeza.
Sé feliz, por favor, y nunca dejes de seguir lo que realmente amas.
Sabes que papá siempre estará para apoyarte.
Firma, Fran Humphey.
Mabel's
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