♡ Թ ɑ ɾ Ե ҽ մ ղ í ς ɑ ♡
A diferencia de muchas otras personas, Jimin adoraba las madrugadas de los días lunes. No esperaba que su madre apareciera en su puerta para despertarlo, ni tampoco que la alarma sonara. Siempre despertaba a las siete de la mañana, sonreía y se levantaba dispuesto a darse una ducha.
Ése lunes fue la excepción.
Gruñó por lo bajo cuando sintió los suaves golpes en la puerta. La suave voz de su madre diciéndole que ya se le hacía tarde se le hizo extraña, pues no acostumbraba a escuchar aquello. Un perezoso"Ya voy" salió en respuesta, y contrario a lo que dijo, se removió en su lugar, acurrucándose contra las sábanas. Pegó su mejilla a la almohada, y soltando un suspiro de puro gusto, sonrió y cerró sus ojitos, dispuesto a seguir durmiendo.
— ¡Park Jimin, te he dicho que te levantes!
Sollozó escondiendo su carita en la almohada, cubriéndose lo más que pudo con las mantas. Quiso fingir que no había escuchado nada, hacer caso omiso a aquella orden y volver a dormirse, pero la puerta siendo abierta de una forma nada delicada, y las sábanas arrancadas de su cuerpo con fuerza terminaron por frustrar sus planes.
— A ver, ¿qué estuviste haciendo anoche que ahora no quieres levantarte, señorito?—a diferencia de su actitud de apenas tres segundos, su forma de hablar era más bien suave, incluso curiosa. Jimin se incorporó en su lugar, con los ojos entrecerrados, el cabello rosado apuntando en todas direcciones, y un ligero rastro de baba seca en la comisura de sus labios. Abrazó una almohada con fuerza, haciendo un ligero pucherito.
—Tenía insomnio.
—¿Tú? Pero si solo te basta con tirarte a la cama para caer en coma, cariño.
No era del todo falso. Jimin siempre había sido muy propenso a dormirse nada más sentir la comodidad rodearlo. Muchas veces se había dormido sobre el césped de su jardín, en la bañera llena de burbujas y agua caliente, apoyado en el hombro de alguna persona cualquiera, o recostado en el asiento trasero del carro de su madre. Le bastaba con sentir algo blando debajo de su cuerpecito, y el calor rodearle para caer en un sueño profundo y placentero.
Habría sido distinto la noche anterior de no ser porque en cuanto cerró sus ojitos, dispuesto a dejarse caer ante Morfeo, su teléfono sonó furiosamente sobre la mesita de noche. La canción "Space Unicorn" robada de la serie aquella, Star vs las fuerzas del mal le hicieron espabilarse y sujetar el objeto entre sus manos, observándolo con sus ojitos cansados y pequeños bostezos saliendo de vez en cuando. Mentiría si dijera que se sorprendió al ver al menos quince mensajes de aquel chico extraño de su secundaria, Kim Taehyung.
También mentiría si dijera que no sonrió como un autentico bobo ante la posibilidad de entablar una conversación con él.
Conversación que se extendió hasta casi las cuatro de la mañana, cargada de bromas, chistes malos y piropos peores que los de un camionero que aún así consiguieron encender los colores en el rostro del pequeño Mochi.
Ocultó su rostro sonrojado en la almohada y negó suavemente con la cabeza. Podría decirle fácilmente a su madre la razón de su desvelo, o de la tímida sonrisa que portaba en ese preciso instante, pero la conocía tan bien que sabía que si lo hacía, sólo despertaría a la bestia "quieroquemihijotengaunnovioyamismo" que la mujer llevaba en su interior.
Por lo que simplemente suspiró, fingiendo resignación, y transformó aquella sonrisa de antes en una que fingía inocencia, aunque siendo él tan tierno la mujer no llegó a notar la intención oculta del gesto.
—Bien, bien. Me atrapaste. Me quedé viendo una maratón de una serie.
—¿Qué serie?
¿Por qué me saliste tan preguntona?
—Eh...los...espejos de...pantufla...—terminó respondiendo, usando palabras de acuerdo a lo primero en que su vista se enfocara. No se esperaba que su madre sonriera y asintiera con la cabeza efusivamente.
—Sé de cual hablas. Es una muy buena serie, deberíamos hacer una maratón alguno de estos días, ¿qué dices?—la mujer sonrió.
¿Es una broma?
— ¡Claro! Cuando tú quieras...
—Claro. Cuando yo quiera veremos la serie que te inventaste para no decirme que hacías anoche. Muy buena jugada, pequeño —alborotó el cabello del estupefacto pelirrosa, sonriéndole con ternura al acabar—. Si no quieres decirme está bien, pero no vuelvas a mentirme. Ahora levántate que se te hace tarde.
No pudo evitarlo. Rió suavemente y asintió con la cabeza a la vez que su mamá depositaba un suave beso en su frente, para luego salir de su habitación.
Su celular volvió a vibrar, esta vez con un mensaje de su mejor amigo, Jung Hoseok.
Jimin, apresúrate. Tae trajo uno nuevo.
Oh, Dios.
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Ni siquiera le importó salir de su casa con la chaqueta a medio abotonar, la corbata suelta alrededor del cuello, el cabello aún alborotado y la tostada en la boca. Su primera preocupación aquel instante era llegar a la escuela lo más pronto posible, sin importarle tener que correr las tres cuadras de distancia para conseguirlo. Tampoco tenía demasiado problema en hacerlo, pues nunca había sido precisamente perezoso, aunque por su talento para dormir todos pensaban que sí.
—¡Jiminie!—lo primero que escuchó al atravesar el portón de entrada fue el efusivo grito de su mejor amigo, seguido de un abrazo de la misma intensidad. Se apartó en seguida, y quitándose la tostada de la boca, se dispuso a recuperar el aire que antes había perdido. Hoseok le arrebató su "desayuno", sonriendo—. Gracias, estaba hambriento.
—No era para ti —lloriqueó, cruzándose de brazos y mirando como el mayor hacía caso omiso a su reclamo, dando una enorme mordida a su pan. Rodó los ojos—. ¿Dónde está?
—¿Quién?
—Taehyung y su nueva locura.
—¡Oh! En el patio trasero, aunque no es nada tan extravagante como lo de la última vez.
—Lo creeré cuando lo vea.
Recibió un asentimiento en respuesta, puesto que el mayor aparentemente no podía hablar teniendo la boca llena. Rió bajito, y tomando la mano de este, comenzó a caminar para adentrarse en el lugar.
El panorama no fue muy distinto al de cada día. Los alumnos esparcidos en los pasillos, ya sea en pareja o en grupos, conversando, riendo, jugando o incluso algunos besándose eran el pan de cada día. Jimin pertenecía a aquellos que solamente sacaba las cosas de su casillero y luego se dirigía al enorme patio trasero del instituto, donde siempre alguna nueva sorpresa de la mano de Kim Taehyung le esperaba.
Podía decirse que ya se había acostumbrado a ver día a día las ocurrencias del menor, pero realmente jamás podía adaptarse a ello.
Fue algo que comenzó hace dos meses, a inicios del año escolar. Hoseok había hecho una tonta encuesta a todos los alumnos del salón, interrogando "de qué forma te gustaría que te enamoraran". Muchos respondían cosas como canciones, poemas, comida, citas románticas, notas anónimas, etc.
Él en cambio se la había pasado toda la clase pensando en su respuesta. La parte trasera de su lapicero favorito tenía sus dientecitos marcados en cada centímetro, y su libreta de apuntes estaba llena de rayones, garabatos, números y palabras al azar que se le pasaban por la mente. Anotaba cada idea que se le venía a la cabeza en la hoja trasera, y luego simplemente continuaba desarrollando más que pronto se sumaban a la lista.
Nunca le había respondido a Hoseok aquella pregunta, pero supo que no fue necesario el día en que vio a su amigo leyendo atentamente esa lista, e incluso alcanzó a verlo sacar una foto.
Al final el mayor había terminado con los dientecitos del pelirrosa tatuados en un brazo, y la lista había llegado a empapelar cada pared de su escuela.
Es ahí donde entraba el maravilloso Kim Taehyung. Según Jimin -y todo el instituto, a decir verdad-, el castaño siempre había tenido un "crush" con el pequeño pelirrosa. Tampoco se molestaba en ocultarlo cuando le gritaba desde el otro lado del pasillo lo lindo que lucía, o cuando aparecía repentinamente a su lado robando besos furtivos en sus regordetas mejillas, dejándolas teñidas de un intenso color rosado. Jimin nunca había hecho caso realmente a sus sentimientos, pues pensaba que no eran más que una tontería.
Fue el día en que lo vio de pie junto a su casillero, sosteniendo firmemente entre sus manos una hoja de color celeste pastel con el título "Trucos para enamorar a Park Jimin" escrito en grande arriba, una graciosa versión "chibi" de él mismo a un lado, y muchos corazoncitos por las orillas.
—¿Por qué tienes eso?—entre alarmado y avergonzado, arrebató la hoja de las manos del sonriente castaño, apretándola contra su pecho.
Taehyung rió, no de una forma muy suave, y parándose tras de él, le abrazó por la espalda, apoyando su mentón en su hombro y tomando la hoja suavemente entre sus manos para comenzar a leer.
—Número uno; los mensajes de buenos días siempre le sacan una sonrisa —habló bajito, siendo consciente que su voz daba directamente al oído del más bajo—. Número dos; ¿Canciones al oído? Siempre son una buena opción. Número tres; le gusta la atención, es un punto importante. Número cuatro; "el amor es algo mágico, si quieres enamorarme, nunca dejes aquella chispa de lado", palabras textuales dichas por el enano —terminó de leer, y luego se apartó, aun sin soltar la hoja, leyéndola una y otra vez con atención. Jimin lo seguía con la mirada, completamente avergonzado—. ¿Esto funciona, Mochi?
Ignorando aquel apodo, Jimin negó fuertemente con la cabeza, sonrojado hasta las orejas, y le arrebató la hoja nuevamente, de un solo tirón.
—¡N-no, claro que no! Fue un invento de Hobi, es f-falso —titubeó, y cuando vio que Tae planeaba volver a quitarsela, la hizo una bolita y se la metió a la boca—. Je.
—¡Entonces sí funciona! Oh Dios, podré enamorarte —sonrió aun más ampliamente si era posible, y alzó ambos brazos—. Parece que hoy traigo la camisa de la buena suerte.
Jimin hizo una mueca y se quitó el papel de su boca, metiéndoselo en seguida a su bolsillo.
—No creas que tan así. Es falso, además que ya no tienes la lista.
—Oh, eso no importa. Hay muchas más pegadas en el mural del pasillo principal —se encogió de hombros, y antes de darle tiempo a Jimin de reaccionar, ya había estampado suavemente sus labios en la mejilla ajena, antes de comenzar a alejarse corriendo. De un segundo a otro volteó para mirarlo, y desde la distancia le sonrió—. ¡Voy a enamorarte, pequeño Mochi!
Y vaya, sí que se había tomado aquello en serio.
Desde aquel día que Taehyung se había esforzado en cumplir cada punto de aquella lista. Jimin nunca supo cómo, pero el castaño había conseguido su número y día tras día recibía su mensaje de buenos días, acompañado de alguna frase bonita, un chiste tonto o una foto adjunta. Siempre lo miraba cuando tenía la oportunidad, o cuando le tocaba pasar al frente en clases, no le quitaba los ojos de encima. Incluso una vez le había mandado un audio cantando, dejando en claro que debía escucharlo con audífonos, pues de esta forma sería como si le cantara en el oído.
Y la peor -o posiblemente mejor- parte, estaba ligada al punto número cuatro.
Al parecer Taehyung se había tomado muy en serio aquello de "el amor es algo mágico". Jimin se dio cuenta de aquello cuando el menor reunió a todo el mundo en el patio trasero, vistiendo una túnica azul oscuro con estrellas plateadas, y un gracioso sombrero puntiagudo con el mismo diseño. Ése día había sacado un conejo de un sombrero, el cual corrió hasta Jimin sujetando en su hociquito un post-it color rosa pastel con uno de los piropos sin gracia que Taehyung siempre le dedicaba.
Esa fue la primera vez que sintió una chispita danzar en su estómago.
Y luego de eso vinieron muchas. Taehyung siempre aparecía con alguna idea nueva en el patio trasero, y claro, sin olvidar aquel peculiar traje suyo. Usaba trucos típicos, como sacar animales de un sombrero, jugar con las cartas, o incluso "hipnotizar personas" (cosa que no engañaba a nadie, Jimin sabía que Tae le pagaba a algunos chicos para ayudarle), o algunas veces algunos más extraños, como cuando de alguna forma sacó un ramo de rosas (y sí, era un jodido ramo completo) de la mochila de Jimin, aquella que nunca dejaba sola y que era muy pequeña como para que las flores estuvieran ahí sin estropearse.
No se dio cuenta de que aún llevaba a Hoseok de la mano, hasta que él se detuvo bruscamente, haciéndolo también frenar. Parpadeó, algo aturdido y miró a su amigo con sus ojitos bien abiertos. Ni siquiera se había dado cuenta en qué momento su mente se había transportado a los suaves recuerdos con Kim como protagonista.
—¿En serio piensas seguir con esto?
Frunció los labios suavemente, bajando la cabeza. No era primera vez que aquel tema aparecía en las conversaciones con su amigo. Muchas veces era la misma pregunta, y su respuesta se limitaba a un suave encogimiento de hombros.
Hoseok muchas veces terminaba enojado con el pelirrosa por su actitud, porque simplemente le parecía injusto que Jimin continuara jugando con Taehyung.
La cosa era simple. Jimin había caído. Taehyung había cumplido con su parte al enamorarlo, pero nunca se lo dijo, o se lo demostró. Incluso fingía indiferencia ante sus propios conflictos emocionales, porque no quería que Taehyung llegara a enterarse y dejara de hacer todo lo que hacía. Los mensajes de buenos días y buenas noches ya se habían vuelto rutina para Jimin. Dormirse con los audífonos escuchando las canciones que Taehyung le dedicaba por audios era algo que sencillamente adoraba, y el ver sus intentos de hacer trucos de magia que llegaran a Jimin era algo que no se sentía dispuesto a perder.
Por eso prefería callarse. Fingir que las chispitas en su estómago no existían, y quedarse en silencio disfrutando todas aquellas atenciones.
—¿Qué es lo malo?—inquirió bajito, antes de retomar el camino al patio trasero. Hoseok lo siguió de cerca.
—Que Taehyung ya se está cansando de buscar algo que no llega —respondió, admirando como Jimin se detenía, mirándolo confundido—. He hablado con él, Jimin. Dice que todos sus esfuerzos son inútiles, que ya es hora de rendirse, que por más que lo intente tú no cederás y...
—¡Pero no es así!—interrumpió, asustado—. T-tú sabes que yo ya cedí, que él me gusta...
—Pero él no lo sabe, y llegará el momento en que se canse de no conseguir nada. Solo piénsalo, Jiminie.
Y sin darle tiempo a responder, continuó con su camino, dando largas zancadas hasta la puerta doble que separaba el pasillo del patio trasero.
Jimin tomó aire profundamente, y con la vista baja siguió el mismo camino marcado por el mayor.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
El mismo panorama de siempre. En el medio del patio, arrodillado en el césped, Taehyung se encontraba arrodillado revisando una pequeña caja forrada con papel plateado. A su lado, su pequeño conejito acompañante de trucos mordisqueba tiernamente una galleta de chocolate, y tanto la túnica como el sombrero se encontraban tirados a un lado. Varias personas se encontraban sentadas alrededor, a la espera de alguna de las nuevas y tiernas gracias de Kim.
Jimin sonrió apenas perceptible al verlo tan concentrado, mordiendo suavemente su labio inferior y con los castaños mechones cayendo por su frente, casi llegando a cubrir sus ojos. Unos cuchicheos anunciaron la llegada del pelirrosa, haciendo así que Taehyung levantara la mirada y sonriera levemente. Sacó finalmente de la caja algo que Jimin no pudo ver, y luego se acercó a él, luciendo casi tímido.
—Si esto no funciona —murmuró, parándose frente suyo y balanceándose suavemente en sus talones—, prometo dejar de insistir.
Una fea presión se hizo presente en el pecho de Jimin, pero aun así no dijo nada. Se le quedó mirando, a la espera de que hiciera algo más, alguno de sus trucos o chistes bobos, pero simplemente nada llegó.
—¿Tae?
—Esta vez no tengo nada grande, solo...—mostró aquellos objetos que tenía en su mano; una hoja alargada de color verde pastel y dos clips, uno marrón y el otro rosado—, somos notros. El marrón soy yo, el rosa eres tu. Si conseguimos unirlos, me darás una...solo una oportunidad. Si no es así, prometo dejarte tranquilo.
No entendió muy bien, pero aun así asintió con la cabeza, aun con la bruma de pensamientos martilleando sus sentidos. Taehyung dobló la hoja suavemente como si fuese un zigzag, y luego la juntó, sin llegar a presionarla, dejando en la parte superior dos pequeños espacios. Acomodó el clip marrón en uno, y le tendió el otro al lindo chico.
—Acomodalo en el otro extremo —indicó. El mayor hizo caso, y con sus manos temblorosas tomó el clip para acomodarlo. El silencio que el "publico" mantenía era inquietante, pero a la vez le relajaba no tener que soportar ruido—. Sujeta ese borde del papel.
—¿Qué piensas hacer?
—Cuando te digas, soplarás, y tirarás de ese extremo, ¿bien?—volvió a asentir, y la sonrisa cuadrada de Taehyung hizo acto de presencia—. Si los clips se enlazan es porque estamos destinados, ¿sabes? Y si eso no pasa, entonces solo no eres para mí.
—Entonces si no funciona, ¿dejarás todo esto?—no ocultó el tono desesperado que salió, ni tampoco la mueca de susto. Tae asintió, sin dar importancia a aquello.
—A la de tres —susurró. Jimin tomó aire profundamente—. Uno...dos...
—¡No!—interrmpió antes de que Tae llegara a soplar. Éste lo miró, sorprendido, admirando como el labio inferior de Jimin comenzaba a temblar a la vez que sus ojitos brillaban, bañados en lágrimas—. N-no puedes dejar que un tonto clip decida si te rindes o no, ¡simplemente no debes rendirte!
—¿Y que gano con seguir con esto? Si ya me quedó en claro que es inútil.
—¡No, no es inútil! Yo sí...sí te quiero, me gustas Tae, p-pero no quería decírtelo porque...
—Tres —susurró el menor, y luego de soplar sobre la hoja, sin esperar que Jimin también lo hiciera, tiró de su extremo del papel, viendo como ambos clips saltaban del mismo, haciendo una ilusión de enlazarse en el aire antes de caer sobre la manito de un estupefacto Jimin. Taehyung sonrió, transformando poco a poco el gesto en una risa—. ¡Funcionó! ¿no ves? Ahora debes darme una oportunidad.
—Q-qué...¡lo dejaste en manos del azar!—gritó entre lágrimas traviesas, encerrando los clips en un puño y apegando el mismo a su pecho.
El castaño negó, y pronto ya tenía rodeado el pequeño cuerpito del pelirrosa con sus brazos.
—Nop. Es un truco infalible. Los clips sí o sí terminarían enlazados, así que sí o sí debías darme la oportunidad, ¡soy un genio!
—¡Eres un idiota!
Ambos clamaron al unísono.
Taehyung, lejos de sentirse ofendido, solo rió.
—Fue un buen truco, ¿no?
—¿No ibas a rendirte?
—Para nada —habló con los labios pegados al cabello. Jimin sonrió, escondiendo su rostro en el pecho ajeno. Ninguno de los dos notó en qué momento los espectadores se fueron, dándoles así privacidad—. Me gustas demasiado como para que la palabra "rendirse" sea válida.
—P-pero Hoseok me dijo que...
—Todo planeado. Pensé que si te presionaba un poco terminarías por admitir que te gusto un montón.
Jimin suspiró suavemente. Sus ojos comenzaban a cerrarse. Aquel defecto suyo haciéndose presente al verse encerrado en un lugar tan cálido y suave, con las palabras de Taehyung arruyandolo. Bostezó, presionando la camiseta ajena con sus manitos.
—¿Tae?
—¿Sí?
—Te daré todas las oportunidades que quieras.
Juraría que pudo sentir la sonrisa del chico sobre su cabello. El pecho de Taehyung vibró de acorde a su risa. El menor comenzó a acariciar su espalda con suavidad, agachándose apenas un poquito para apoyar su mentón en el hombro de un adormilado Jimin. Quedarse la noche anterior hasta altas horas de la madrugada comenzaba a pesarle en aquel momento, y Taehyung notó aquello, por lo que tan sólo sonrió y se sentó en el suelo, acomodando con cuidado al mayor en su regazo. Este simplemente se dejó hacer. Ninguno estaba demasiado interesado en llegar a clases.
—Creo que aún me falta cumplir un punto de la lista —susurró, retomando las caricias en la espalda ajena. Jimin se removió con cuidado, acomodándose en su lugar y pegando su mejilla al pecho ajeno.
—¿Cuál?
No recibió una respuesta, al menos no una hablada. Simplemente se tuvo que tragar la sorpresa cuando Taehyung comenzó a tararear una suave canción en su oído, ascendiendo su volumen hasta quedar en un canto bajito. Mordió su labio inferior, reprimiendo un chillido, y se abrazó lo más que pudo al torso ajeno, soltando un suspiro entrecortado.
—¿T-Tae?—volvió a llamarlo, con su voz sonando débil a causa del cansancio y las repentinas ganas de llorar que habían atrapado a su corazoncito luego de haber oído la canción que el menor le dedicaba.
Taehyung se calló, y bajó la mirada para ver a Jimin, quien con sus ojitos entrecerrados, su ropa mal acomodada y su cabello alborotado, le sonrió suavemente antes de acercarse y posar un suave beso sobre sus labios. Tan delicado, dulce e inesperado que le arrancó el aire al castaño en seguida, haciéndole sonrojar por primera vez en su vida.
No fue más que una presión prolongada, pero que fue más que suficiente para ambos, y que solo acabó cuando Jimin sucumbió ante el sueño, volviendo a acurrucarse en el pecho ajeno.
Y nuevamente aparecieron en su estómago aquellas chispitas que le indicaban que todo estaba marchando bien.
Y que Taehyung había cumplido su propósito de enamorarlo, gracias a la tonta lista que Hoseok le había robado.
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