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❝𝙿𝚛𝚘́𝚕𝚘𝚐𝚘❞

En el Consejo de Reyes, el aire se encontraba lleno de tensión e incertidumbre. En una gran sala, iluminada por las llamas eternas de un lado y la luz celestial de una cascada mágica del otro, se encontraban los líderes de los reinos del fuego y el agua, dos de los elementos más importantes. El Rey Eldar, del reino del fuego, era un hombre que tenía una mirada dura de ojos marrones como la madera y cabellos rojizos que parecían llamas danzantes. Frente a él, la Reina Lysara, del reino del agua, mantenía una postura tranquila pero firme, su cabello azul caía como un río tranquilo, simbolizando la calma de su elemento.

—La estabilidad entre nuestros mundos corre peligro —dijo Eldar, su voz grave resonando por la sala—. La energía elemental que sostiene el equilibrio entre ambos está debilitándose. Si no actuamos, ambos reinos, tanto el del fuego como el del agua caerán en el caos.

Lysara asintió, sus ojos mostraban preocupación. —El río de lo Eterno se ha desbordado, y el volcán Kiros ha comenzado a rugir. Son signos claros de que las fuerzas que nos mantienen separados pero conectados están empezando a fallar.

Eldar cruzó los brazos, su mirada se dirigió al suelo. —No podemos ignorar más esta amenaza. Necesitamos enviar a dos elegidos. Personas fuertes y capaces de representar lo mejor de ambas partes.

Lysara lo vio fijamente, un destello apareció en sus ojos. —Dos elegidos, sí. Pero también deben tener algo más que solo fuerza. Necesitan la voluntad de unir las habilidades que ambos poseen y superar las diferencias que desde siempre han dividido nuestros mundos.

Ambos líderes se miraron en silencio, conscientes de lo arriesgado de su decisión. Finalmente, Eldar, con su voz grave habló:

—De mi reino, Tanner. Hijo de los mejores guerreros, fuerte y disciplinado.

—Y de mi reino, Maia —respondió Lysara—. Su conexión con el agua es algo único. Tiene el corazón de ser líder y el espíritu de una soñadora.

Mientras los gobernadores debatían, los pueblos estaban envueltos en sus propias celebraciones.

En el reino del fuego, gobernado por el Rey Eldar, la Festividad de las Llamas Eternas se centraba en honrar al volcán Kiros, fuente de poder y sustento para aquel pueblo. Desde temprano en la mañana, los habitantes trabajaban en una gran figura de ceniza y carbón que representaba al espíritu del fuego, el cual sería encendido cuando la noche cayera. La ceremonia incluía una procesión, donde cada habitante llevaba una antorcha prendida mientras subían al punto más alto de su pueblo.

Tanner participaba sosteniendo su antorcha mientras avanzaba junto a los demás, pero su mente parecía estar perdida en otro sitio. Aunque respetaba las tradiciones de su pueblo, no podía evitar sentir que su conexión con el elemento iba más allá. Cuando llegaron a la cima, observaron en silencio cómo el espíritu era encendido, las llamas devoraban la figura convirtiéndolo en un gran espectáculo. Veía a los demás bailando mientras se perdían en el ritmo de la música, no era que no valorará las tradiciones de su pueblo, pero el prefería la soledad y el silencio.

—¿Por qué no te unes? —le preguntó un amigo, viéndolo.

—No es lo mío —respondió Tanner, encogiendo sus hombros.

Mientras tanto, en el reino del agua, gobernado por la Reina Lysara, la celebración se conocía como la Celebración de las Mareas que se llevaría a cabo bajo un cielo estrellado, junto a el inmenso lago que reflejaba la luna como un espejo. Los habitantes decoraban el lago central con linternas flotantes hechas de conchas y hojas, mientras las familias preparaban ofrendas de frutas y flores que serían lanzadas al agua como símbolo de gratitud. Durante el día, se organizaban carreras de botes decorados con colores vibrante, pero cuando la noche caía, las verdaderas festividades arrancaban.

En el medio del lago, una plataforma flotante servía como escenario. La música era suave y melódica, con flautas y tambores que imitaban el sonido de las olas. Los habitantes bailaban descalzos sobre la plataforma. En el centro de todo se hallaba Maia, quien giraba descalza, reía mientras su cabello se enredaba con el viento. Sus pies deslizaban suavemente, y las gotas de agua salpicando del lago parecían responder a sus movimientos. La alegría en su rostro era contagiosa, y los niños corrían alrededor, tratando de imitar sus movimientos.

—¡Maia! —gritó una de sus amigas, entre risas—. ¡Tu energía es la de una tormenta!

—Es el aire, el agua, la música... todo me llena de vida —respondió Maia, girando una vez más antes de detenerse con una sonrisa radiante. A medida que avanzaba la noche, las linternas comenzaban a iluminar el lago, creando un espectáculo de luces y sombras en la superficie cristalina. Cuando terminó su baile, Maia se sentó en la orilla, observando las linternas alejarse con la corriente. Un anciano del pueblo, Korin, se acercó y le ofreció una flor de loto.

—Tu baile es una bendición para todos, Maia. Pero esta noche, quiero comentarte algo más importante.

Maia lo miró curiosa, sosteniendo aquella flor en sus manos.

—Siempre he pensado que el agua te iba a elegir para algo grande. Hay un equilibrio entre el agua y el fuego que debe ser protegido, pronto llegará el momento en que tú, con la conexión especial con tu elemento, serías parte de ello. —Korin hizo una pausa, sus ojos grises reflejaban la luz de las linternas—. El fuego y el agua, aunque sean opuestos, están destinados a trabajar juntos. Durnte la misión, conocerás a alguien del otro pueblo. Él no será solo tu compañero... —El anciano sonrió con suavidad— ...será el amor de tu vida, Maia. Aunque ahora no lo tengas claro, tu alma y la de él están entrelazadas desde mucho antes de que siquiera nacieran.

Ella quedó en silencio, sorprendida por las sabias palabras. Su corazón, que hasta ese momento había estado lleno de la alegría de la celebración, comenzó a latir rápidamente.

—¿Cómo sabes algo como eso, Korin? —preguntó en susurro, mirando la flor que tenía en su manos.

—El agua me lo contó, como lo hace siempre con nosotros, pequeña —respondió Korin con un tono lleno de sabiduría—. Pero recuerda, Maia, el amor verdadero no es solo una bendición sino también una prueba complicada de pasar. Tú debes estar preparada para saberla pasar.

En esos momentos, mientras Maia reflexionaba sobre las palabras de Korin, por otro lado, Tanner, en el pueblo del fuego, observaba cómo el espíritu iluminaba el cielo nocturno.

De vuelta en la sala del Consejo, Eldar y Lysara sellaron su decisión.

—Convoquemos a los padres de ambos, para que les comenten la noticia y se preparen. Partirán al amanecer —dijo Eldar.

—Es hora de que el fuego y el agua trabajen juntos como nunca antes —concluyó finalmente Lysara.

Y así, ante la decisión de ambos gobernadores de cada pueblo, el destino de ambos elegidos quedó sellado. Un destino marcado por elección, una misión imposible y un vínculo que ninguno de ellos podría haber presentido.

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