Prefacio
La elección más difícil siempre es elegir entre la razón y el corazón, la vida te pone en muchas situaciones en las que estos dos elementos son disonantes entre sí ¿A cuál hay que obedecer? Obedecer a la mente trae como resultado un corazón roto y seguir al corazón trae consigo resultados catastróficos.
Corría una ligera brisa de verano haciendo que el olor a mar inundara todos los sentidos. La luna llena se reflejaba de forma cristalina en el agua haciendo que pareciera que se estaba mirando en un espejo.
Una sombra humanoide vagaba sin rumbo fijo a varios metros de altura sobre el mar hasta llegar al borde del acantilado, casi no quedaba suelo bajo sus pies y aún así no detenía sus pasos y parecía dispuesta a saltar.
—Ya nada me importa...—susurro casi sin aliento, dispuesta a acabar con su vida dio el último paso.
Sin saber muy bien desde donde vino una mano negra salió desde las sombras tomando en el aire la mano de la figura provocando que con la fuerza gravitatoria fuera arrastrado hasta quedar en el linde del risco, unos escasos centímetros habían separado la muerte de la vida.
—Suéltame...—dijo una joven mujer, mientras mordía la mano de su salvador.
El chicho, que había salido en medio de la oscuridad, a pesar del dolor y des sus manos ensangrentadas, no soltó la mano de la chica ni durante un segundo. La mujer finalmente dejo de poner resistencia y se dejo arrastrar de nuevo hacia la tierra.
La muchacha abrió los ojos que se habían mantenidos cerrados mientras recordaba tantos momentos y sentimientos encontrados.
—Ayla ¿En que estabas pensando?—pregunto dulcemente el muchacho.
—Déjame...tú...no...—antes de poder terminar la frase se rompió.
Las lágrimas desbordantes rodaban por la clara piel de sus mejillas como gotas de rocío. El llanto desconsolado y su agitada respiración era lo único que perturbaba la paz de la noche.
El hombre dejo que ella descargará todas sus emociones y frustraciones todo el tiempo que necesitará, quedando afónica con lo ojos hinchados y enrojecidos. Unos minutos eternos de silencio pasaron antes de ser alterado.
—Ayla... ¿Por qué te fuiste de la fiesta?—dijo el joven intentando cambiar de tema viendo el estado en el que se encontraba la muchacha.
—Yo...yo necesitaba pensar—dijo aun sollozando y sin encontrarse a si misma.
—¿Estabas pensando otra vez en eso?
—Sí—admitió.
—¡Ayla tienes que dejar de pensar en eso!—clamó mientras estaba siendo llevado al límite de su paciencia.
—¡No puedo!!No puedo!—declaraba mientras golpeaba su cabeza con sus manos como si intentará deshacerse de las voces dentro de su cabeza.
—Ya ha pasado un año desde eso ¡olvídalo!—grito mientras la sujetaba firmemente de los hombros.
—¡No puedo olvidarlo!¡Tu nunca has tenido sentimientos!¡Así que cállate!—dijo Ayla echa una furia, apartándose e impulsándose hacia arriba hasta quedar de pie.
—Ayla...
La aludida sin querer continuar por más tiempo la conversación, se fue corriendo despareciendo dentro de la espesura del bosque.
El chico intento seguirla pero las palabras que le había dicho esa muchacha de ojos castaños se le habían clavado en el alma, pesándole como una baldosa impidiendo que se moviese. Su vista se clavo en el sitio donde la joven acababa de desaparecer.
—¿Sentimientos?—suspiro—¿Algún día sabré lo que son?
El joven miro su mano que temblaba frenéticamente, sin poder evitarlo por instinto pateo una piedra y le dio un puñetazo seco al árbol más cercano, sin que pudiera evitar que en su rostro amenazará con escaparse una lágrima.
"¿Que me pasa?¿Estos son sentimientos?¿Por qué ahora?¿Porqué me ocurre esto ahora después de lo que paso ese día?" son las dudas y confusiones que le asaltan desde lo más profundo de su ser.
Sin poder evitarlo deja escapar un gran suspiro desde lo más profundo de su interior, sus pensamientos retornan hacia Ayla y todo lo acontecido desde que la conoció, sin poder evitar que las comisuras de sus labios se eleven "creo que al final tener sentimientos no va ser tan horrible como yo pensaba"
El muchacho moreno volvió a desaparecer entre las sombras justo como había aparecido.
Ayla habiendo salido corriendo sin un rumbo fijo tras la discusión, anduvo deambulando durante un buen rato hasta llegar a un sendero del bosque iluminado por lo que parecían ser una especie de luciérnagas, que iluminaban las escaleras de raíces que bajaba hasta la playa.
El viento hacia que la capa y el los pliegos del vestido que llevaba ondularan, la joven continuó caminado hasta llegar a debajo del lugar donde había intentado saltar al vacío, a diferencia de la cima del acantilado donde predominaba el color verde, en este lugar la arena era la protagonista, más unas rocas afiladas se encontraban debajo del precipicio a escasos centímetros de la mar, parecía mentira que esa ínfima diferencia hiciera que una muerte fuera más dolorosa y agónica la una de la otra.
La abstracción en los pensamientos era tal que la mujer al recorrer la orilla de la playa con la mirada perdida en el horizonte, sin darse cuenta tropezó con algo. Tras este incidente, no había más opción que volver a la realidad.
El causante de este traspiés había sido, un joven que yacía tumbado en la arena de la playa escondido en medio de las rocas, con los ojos totalmente cerrados, mostrando el rostro pacifico que pudiera existir. Su rostro era prácticamente liso, sin embargo las marcas de demacración demostraban que parecía haber encontrado la felicidad después de un largo viaje lleno de sufrimientos.
—¡Auch que daño!—se quejaba mientras miraba hacia el joven, causante de su caída.—¡Oye tu estas en medio!—sacudió las ropas por el cuello de este hombre que este abrió sus ojos.
—¿Qué ha pasado?—pregunto aun desorientado el chico que hasta ese momento había estado desmayado.
Ayla miro a esta persona con sumo detenimiento, no pudiendo evitar que en su rostro apareciera una mirada sorpresiva como si hubiera visto un fantasma.
—!Eres tú!—en un grito de jubilo, con una mirada que volvía a recobrar las ganas de vivir que hasta ahora parecían perdidas en la eternidad—Te he echado de menos—sin dar tiempo a que la otra persona reaccionará, se abalanzo a sus brazos, atrapándolo en un tierno abrazo.
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