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2.La caja


En la lejanía dos siluetas recorrían un camino desértico, era un camino pedregoso lleno de rocas afiladas y poco cuidado, un paso en falso y lo mejor que podría pasarte era terminar solo con un ligero esguince, la peor opción era caer por uno de los laterales y caer a un abismo profundo.

Una de las sombras, era una chica que llevaba las manos atadas con cadenas de un metal desconocido el siri, un metal muy difícil de conseguir y desconocido, al menos en nuestro mundo. La otra sombra llevaba el extremo de una cadena que se unía a las esposas de la chica como si se tratará de la correa de un perro.

En el rostro de esta personase veía que esa situación le gustaba tan poco o menos que a la chica, pero no pensaba mostrar signos de debilidad, ni arriesgarse a un escape.

— Venga, vamos aún nos queda mucho camino por recorrer — dijo la sombra sin cadenas en un tono neutro.

— Si me explicaras mejor la situación y me soltaras tal vez tendría más prisa —contesto de forma sarcástica.

— Te explicare cuando sea el momento

— Si claro — dijo irónicamente Ayla — quizás te estrangule antes con estas cadenas, yo no me las quitaré pero tendré un problemas menos.

A pesar de esperar una repuesta esta no llegó nunca, lo que hizo que la joven se impacientará aun más. Ella no entendía lo que pretendía esta persona y porque todo tuvo que comenzar con ese maldito beso indeseado que había sido el origen del desastre.

Ayla se quedó muda durante unos momentos sin saber cómo reaccionar, al sentir el frio metálico que aún tenía en su mano su instinto fue el de elevarlo bruscamente haciendo un corte en diagonal, no encontró carne ni tela de por medio solo aire, la persona que hasta hace unos segundos estaba delante de ella, se había evaporado. En su lugar había una caja de azul zafiro puro, con cintas de oro y una cerradura de rubí.

"Ya he tenido suficiente de cartas y cajas misterios, sé que estás cosas no acaban bien" sin más pensamientos arrojo la caja a la chimenea del salón esperando que ardiera, más la caja no se destruía. "Serás idiota Ayla, si son auténticos estas son las piedras preciosas a las que no les afecta el fuego" se reprochó a sí misma, dejo un tiempo a que las llamas se extinguieran y se enfriara la caja para poder sacarla.

No pensaba abrirla bajo ningún concepto y no le hacía gracia tenerla en la casa, una tienda de empeños sería lo ideal, pero al ser fin de semana todo estaba cerrado, se desharía de ella a primera hora de la tarde, mientras la guardaría en un baúl bajo llave con bloques encima, no sabía qué pasaría si no tomaba estas medidas y no tenía ganas de averiguarlo.

Ayla salió como hacia todos los lunes hacia su instituto aun no asimilaba los sucesos del día anterior y se cuestionaba si habían sido reales o no. No tardo mucho tiempo en dejarle de dar vuelta a la cabeza, la rutina y la ordinariez hacían que confirmará que esto era la realidad.

— ¿Qué tal el finde?

— ¿Qué nos toca ahora?

—Matemáticas

— Que asco

—Los horarios están mal puestos

—Vamos, ya queda menos para las vacaciones

Ayla no se inmiscuía en ninguna de estas conversaciones, su cabeza estaba ida y no era una persona lo que se dice extrovertida, al menos no cuando la conoces por primera vez.

—Es verdad la próxima semana cumples 16 años Ayla —salto Mira haciendo que la aludida volviera a reaccionar.

Las otras conversaciones pararon y todas las miradas se dirigieron hacia Ayla que se sintió cohibida antes las miradas de sus amistades, ella era las más pequeña del grupo y al fin iba a tener la misma edad todos.

—Hablamos luego que ya sabéis como se pone la profe si llegamos un minuto tarde —dijo Ayla resignada.

La siguientes horas pasaron muy lentas a primera les tocaba Matemáticas, a segunda Historia y la tercera era mortal Ética

"Ese reloj está roto siempre tiene la misma hora" solía comentar la gente al ver que un minuto era una eternidad.

La última hora antes del receso parecía una eternidad, al final todo llega, tal como habían quedado comenzaron al planear la fiesta

— Entonces todo claro, el sábado nos vemos a las cinco en mi casa para poder hacer todas las cosas que tenemos planeadas, y las cinco son las cinco.

— Si no te preocupes mujer que tu cumple no me lo pierdo por nada del mundo voy a estar ahí desde las cinco de la mañana —respondió Sari

—Tampoco te pases —rieron las otras chicas.

Las chicas rieron ante esta situación y no se percataban de que una mirada indiscreta las estaba observando desde hacía ya rato y se acercaba a las chicas cuando el timbre volvió a sonar indicando que tenían que volver a clase. Al levantarse Ayla un intenso dolor en el pecho la atravesó, sus piernas temblaban como un ciervo recién nacido, los contornos empezaron a ser difusos, una niebla espesa la hacía cerrar los párpados, su conciencia se desvanecía.

— ¡Ayla! —las tres no pudieron contener un gritó de estupor, su amiga en pocos segundos tendría su cara en el pavimento.

La más rápida fue Jacky, al estar más cerca la pudo sostener de los hombros y evitar una desgracia.

—Gracias —fueron las únicas palabras que pudo articular.

—Nena, vete al hospital estás fatal —recomendó Mira.

Nadie podía imaginar el dolor que estaba soportando en ese momento, se sentía como si le hubieran clavado una espada en el corazón y le hubieran devorado las entrañas mientras aún seguía viva.

—Será lo mejor —Ayla ayudada de sus amigas empezó a recoger las cosas, le insistían en que al menos una la acompañara y las otras le explicarían a los profesores, salvo que ella no quería molestarlas y se forzaba a aparentar que se encontraba mejor de lo que creían hasta el punto que las termino convenciendo de dejarla ir sola.

Al dejar a sus amigas atrás, ya podía dejar de fingir para no preocuparlas, su mente la distrajo hasta que tropezó sin querer con alguien en la puerta del instituto.

—Perdón y-yo, lo siento —arrastraba y repetía las palabras debido a su malestar.

—No pasa nada ¿Estás bien?

Esa voz le resulta tan familiar que hizo que le recorriera un escalofrió por la espalda, "no esa persona otra vez no" Ayla levanto sus ojos temiendo quien fuera quien ella creía que era. Su sorpresa fue ver que no era quien ella creía, sino una persona totalmente diferente con ojos de color ámbar claro, no pudo ver nada más antes de vomitarle toda la ropa y zapatos a su interlocutor.

—Perdón, no me encuentro bien

— ¿Necesitas ayuda?

—No

Sin dejar de responder, se alejó su mente no estaba para lidiar con estas situaciones en este momento y darles explicaciones de su estado a un completo desconocido.

Habían pasado varios minutos desde el encuentro, encontrándose cerca de su casa en el trayecto su malestar parecía haber cesado como si nunca hubiese ocurrido de hecho se encontraba con más vitalidad.

Ella ya iba a atravesar el portón de su casa cuando el dolor del pecho regreso de forma desmesurada como si el anterior solo hubiese sido un ligero soplo. Esta vez, perdió el equilibrio completamente, no pudiendo contar con nadie esta vez. Ayla cerro sus ojos esperando lo peor, mas el golpe seco nunca se produjo sintió unas manos que la sujetaban, al intentar mirar el rostro de esas manos el sol la cegó.

—Ves que no estabas bien.

Ayla reconoció enseguida la voz de la persona que la había ayudado era la misma que procedía de la persona que había tropezado y vomitado no hacía mucho, nunca le había podido ver el rostro a pesar de las palabras cruzadas cada vez que quería mirar sus rostro le daban mareos o el dolor del pecho aumentaba.

Su instinto le decía que corriera: era peligroso, muy peligroso. 

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