Mamá
La tormenta ha disminuido un poco, por eso Román creyó que era buena idea retomar el camino
El auto va a gran velocidad, la carretera sigue mojada y aún hay algunos charcos aquí y allá, Los limpiaparabrisas no se toman ni un descanso, todavía cae mucha agua y el viento silba al pasar entre los árboles, pero el tiempo apremia, pues caído el anochecer cerrarán los caminos y no quiere pasar la noche en el auto
Tove como siempre mira por la ventana, en momentos así a Román su esposa casi le parece infantil, de buena manera. Es entonces que dando la vuelta en la curva de los cedros la mujer es la primera en ver la delgada figura pasar
— ¡¡Detente Román, por favor para!!—
—¿Qué te pasa Tove? ¿Te sientes mal?—
Consternado Román apenas si baja la velocidad, pero Tove grita ante lo inminente, el auto golpea y pasa sobre el obstáculo, Román logra frenar antes que las llantas traseras lo pasen de nuevo y aun incrédulo le cuesta dejar su lugar
— Dios no... por favor no...—la voz de Tove es un susurro, aun en shock baja de la pequeña RAM totalmente pálida, alarmado su esposo enciende las luces de advertencia de la camioneta, pues siguen a media curva y sería una desgracia que el próximo conductor venga a gran velocidad y por la lluvia no los vea
Tove corre a asomarse bajo el auto, fría y totalmente pasmada solo la mueve el miedo de lo que pueda encontrar. No tiene lámpara a mano y la copiosa lluvia colándose entre su cabello le dificulta ver, hincada sobre un fangoso charco logra ver el bultito en las sombras
—¿Qué es? —pregunta Román, con la voz hecha un hilo
— No lo sé, trae la lámpara de la guantera —
Tove no está menos asustada, de hecho, le cuesta procesar que realmente esto está pasando. A toda prisa Román vuelve al auto y esa corta carrera hace al bultito bajo el auto reaccionar, de golpe sale contra Tove, aterrada la mujer pone sus manos al frente por puro instinto pero por bajo su cintura aquella figura se le aferra
— Mamá —
La voz es un susurro, un gruñido que Tove duda de haber oído, impactada solo ve al pequeño niño aferrarse a su cuerpo, frío y empapado el infante tiembla buscando su calor y ella no duda en arroparlo entre sus brazos
— ¡¡¿Tove que haces? Suéltalo —aterrado Román ve a su esposa ir con el pequeño al auto— ¿Y si sus padres vienen? No sabemos ni quiénes son ¿Qué les vamos a decir? —
Temblando bajo la lluvia la pareja no se parece comprender
— Debemos llevarlo al hospital —
—¿Qué? ¿Y qué les diremos? Mira, sus padres no deben estar lejos, dejémoslo cerca la carretera, traigo una manta atrás, seguro llegarán pronto y ellos se harán cargo.
El pánico se apoderó rápido de Román, mirando a lo alto del monte y al resto de la carretera, el instinto básico por salvarse hablaba por él. Tove misma sentía el temor de no saber qué decir cuando preguntaran, pero, de ninguna manera podía dejar al pequeño solo
—No importa que les diremos, pensaremos algo en el camino, fue un accidente —Tove debe sonar convencida para calmar a su esposo, en este momento solo él puede conducir, a su vez quiere creer que hace lo correcto—, escucha, salió del bosque ¿Qué más podíamos hacer? Con esta lluvia cualquier ambulancia tardará horas en llegar, ya está muy pálido y frió —
Román asiente, después de todo es verdad, fue un accidente. Se sacude el agua de la cabeza antes de entrar al auto y da un leve vistazo a la carretera por donde han venido, no se ve ni una luz y el único sonido es el de la lluvia al caer. Por el contrario en el monte los susurros del viento suenan más a voces
— Listo —anuncia su esposa al medio acomodarse en el asiento, con el niño entre sus brazos no puede ponerse el cinturón por lo que Román no deberá ir muy rápido—, ve con cuidado por favor.
Él sonríe ante el comentario, poniendo los seguros antes de arrancar el auto.
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