23-Veintitrés
Busco su lápida, ya en enfrente tomo asiento en el suelo. Quito las flores secas y pongo nuevas. Ni sus padres vienen a limpiar la tumba de su hija. Trato de sostener el agua que se acumula en mis ojos. No lo logro. Siento un apretón de hombros, dándome fuerzas.
—¿Sabes? Nunca aceptaré el hecho de tu partida. Te extraño demasiado— sollozo y el chico a mi lado se sienta junto a mí.
—Vamos, Kayla— me ánima. Sonrio.
—En tus últimos momentos, no me querías volver a ver... no lo entendía. Hasta ese día... tan horroroso para todas aquellas personas que te queríamos— sorbo mi nariz —Dejaste muy en claro que.... podía ser la misma hasta que yo pagará lo que te hice— sonrio débil —Déjame decirte que eso está pasando.
—Tú puedes. Debes hacerlo— él otra vez.
—Cuando tú moriste, por mi culpa debo agregar— limpio el agua que escurre —Todas perdimos algo. Yo... perdí todo. A ti, las chicas. Mis demás amigos, incluso mi reputación. La Kayla que tú conocías se murió junto a ti.
Los brazos del chico rodean mi cuerpo.
—El acuerdo es que mi vida personal... la podría tener, siempre y cuando no sea con las personas que acostumbro estar. Te llevaste mi vida. Esther, perdóname, jamás me cansaré de pedirte perdón. Y justo hoy es el último día y la vez que lo haga. Entendí la lección. Nadie más sufrirá por mi causa. Así que perdóname, espero y entiendas lo que estoy haciendo. Hoy será la última vez que te vengo a visitar.
Me levanto del suelo junto a él. Nos dirige a la salida. Montamos el auto para la ciudad ya que tienen algo que hacer.
El recorrido es en silencio lo cual agradezco. Así tuve tiempo para recuperarme y pensar en lo que pasó. Además, que no he dejado de pensar en lo que dijo Zefora. Hace penas dos días de ello, tanto los chicos como yo nos sorprendió, excepto de Tony. Él ya sabía que su prima es de la otra banqueta.
No tengo problema con eso. Pero fue directa. Muy, muy directa. Estaba segura que nadie se fijaría en mí, resulta que no es así.
—Vamos— avisa. Bajo del auto guiada por él. Entramos a un Mall.
—¿Qué vas hacer?— pregunto observando todo con detalle.
—¿Cómo te sientes?
—Hagamos tus cosas primero y luego hablamos. ¿Vale?
—Okay. Vamos a la tienda de celulares. Luego a la librería y por último a la óptica— asiento y encaminamos hacia el primer lugar mencionado.
Entra y habla con la chica que al verlo ya no hay que decir que hizo. Después de unos minutos salimos, él con una bolsa en manos. Subimos al escaleras eléctricas. Ya que el puesto queda en el segundo piso.
Esperé afuera, ya que no tenía ganas de entrar, ese lugar es uno de mis favoritos. Las personas pasan alegres, en pareja o solos. Liam sale con cara de pocos amigos.
—Uy, ¿qué pasó?—sonríe ante mi tono de bebé.
—Nada. Vamos— decido no presionarlo. Cruzamos pasillo y locales, llegamos a la óptica. En este si entro, porque soy yo quien comprará.
—Hola, ¿en qué te puedo ayudar?— el chico tiene ojos azules, que derretirse no sería problema. Y su tono borde y hostil no puedo definir si me gusta o me desagrada.
—Anteojos, vengo a comprar anteojos— rodea la vitrina y se acerca a mí.
—Ven— señala el pasillo.
—Liam, ¿Vienes?
—Dame el número que usas– pide hostil con un atisbo de desesperación en su tono de voz. Va vestido de negro y definitivamente me parece atractivo. Se lo doy, me entrega tres diferente. Me los mido.
–Se te ven mejor los negros— comenta Liam.
—Dame estos— doy los negros. Se va a la caja, doy el dinero y salimos, no sin antes darle las gracias. Buscamos una cafetería.
Tomamos asiento en las mesas lejanas de todos, dejo mi mochila sobre la mesa.
—Bien. Habla te escucho— ordena.
—Decidí no volver a ver la tumba de Esther, me hago más daño. Además que el tiempo se termina y aunque el trato fue que después del tiempo podría ser yo otra vez. Eso no será así— pongo los lentes en su lugar.
—Sabes que tus hermanos y yo no estuvimos de acuerdo con tu decisión...
—Lo sé. No podía hacer nada. Liam te agradezco por estar conmigo. Solo dame tiempo, ya se terminará. Y quien lo terminará son los populares...— esto último lo dice junto conmigo.
—Hablando de populares. ¿Ya les dijiste?— Cierro los ojos lentamente —Veo que no. Kayla se los tienes que decir. Estas conviviendo mucho tiempo con ellos, merecen saber la verdad...— lo interrumpo.
—¡Sí! Tengo que decirles, pienso que es muy temprano para ello. Te prometo que se los diré— poso mis manos en sus hombros, haciendo que me vea.
—Mientras más luego, mejor. Tienen que saber que con ellos hay una ''asesina'' según tú. Si se enteran de tu pasado antes que se los digas. Habrán muchos más problemas. Mayor con Tony, que te está tomando cariño— tapo mincara con mis manos.
—No me lo recuerdes. Que quiero darme un tiro— digo con la cabeza sobre la mesa, el ríe.
—¡Ay, Kayla! Dejemos esto y deleitemos nuestra vista con lo que tenemos enfrente— habla completo pervertido, doy un golpe a su pecho.
—¡Pervertido!
—¿¡Qué!? Tú pensaste mal las cosas. Levanta la vista y ve el postre que tienes frente— dudando lo hago.
Sonrio maliciosa y él me acompaña. Saco mi portátil junto a la suya. Se la entrego y enciendo la mía.
—Por cierto, ¿encontraste lo que querías? En la librería— aclaro.
—No. No había el libro que quería. Y para mañana es— enciende su portátil.
—Prestame tu celular— lo tiende, es el que acaba comprar: HUAWEI Pro 30 —¿Tienes el número de uno de los populares?
—Sí, los cinco.
—Okay— le mando un mensaje a Caleb y Haminton —¿Cómo se llama tu libro?
—Guía para arquitectos— les mando el nombre del libro. Diciéndoles que lo tienen que entregar antes que anochezca.
—¿Qué hiciste?
—Les dije a los chicos que me consiguieran el libro. A mi nombre, claro. Antes de la noche. Si les pido algo, ellos lo tienen que conseguir, a cómo cueste— no tan convencido asiente.
–Bien. Te reto a que consigas 10 cuentas de redes sociales, cualquiera— lo que pasa es que frente a nosotros hay muchas personas en sus celulares o portátil, entretenidas en sus redes sociales.
—5 minutos. Para conseguir esas cuentas. Si no, el perdedor tiene que comer un frapuccino de crema de café, frío no caliente— extiendo mi mano, acepta. Pongo el tiempo en mi celular.
Comienzo a teclear lo más rápido posible. Pongo ojo de águila sobre una rubia, que a metros se le ve que es de bote. Pero cuando intento hackear su celular, no puedo. Liam me ha ganado.
—Lo siento, eres lenta— se burla y enoja. Diviso a otros después de unos cuantos movimientos de manos consigo tres cuantas de Instagram y una de Facebook.
Alzo la vista, veo a un grupo de chicas ríendo de algo en el celular de otra. Tecleo y en dos por tres consigo dos cuentas más.
En el centro del comedor hay un hombre de traje en su portátil. Sonrio. Y veo cómo tiene configurada su computadora. Tardo unos minutos, el tipo tiene alta seguridad, pero nada que no pueda hacer.
Consigo sus cuentas, son bancarias. Robo otras cuantas más y el sonido de mi celular indicando que se ha acabado el tiempo.
—¡No más!— quito las manos de Liam de su computadora.
—Te gané. Nerd— se burla en lo último. Empujo mis lentes hacia tras y tomo su computadora.
Reviso todo y no consiguió todas las cuentas.
—Solo tienes 8/10. Perdiste— sonrio y a él solo un poco, se le cae la mandíbula.
—Ahora tú— toma mi portátil y revisa toda —Cuantas bancarias, muy bien— me halaga. Luego unos segundos sonríe malvado —No conseguiste las cuentas, tienes 9/10. Perdiste— no lo puedo creer.
Ahora tengo la reacción que antes tenía Liam. Lo sé porque el se ríe a carcajadas de mí.
—Como nadie ganó. Los dos comemos la crema de café.
—Me parece bien— Liam se levanta y restante de tiempo llega con un gran tazón de crema de café. Junto a otro que no sé qué es.
—Traje leche. Así no sufrimos mucho— informa, tomo una cuchara y apruebo del manjar frente a nosotros.
Hago caras horrendas. Esto es muy dulce. Tomo leche y el mal sabor se va.
—¡Joder, ésto es horrible!— exclamo.
—¡Super horrible! Es muy cargado y dulce— traga un poco de leche.
Meto mi dedo para mancharlo, es en vano él hace lo mismo también y nos señalamos.
—Si tú lo haces. Te irá de mierda— amenazo.
—Deja. Limpia tu dedo, que igual te ira— se viene una idea loca. Pero lo haré.
—Chupa mi dedo—ordeno. Se sorprende.
—No.
—Hazlo.
—Tú, el mío— ordena.
—Okay. A la cuenta de tres.
—Bien.
—0. 1. 2. 3.— mete y meto su dedo a mi boca y lo chupo. Cuando él hace lo mismo conmigo. Una corriente eléctrica, recorre mi brazo, llegando a mi vientre bajo.
—No lo hagamos de nuevo— decimos al unísono y ambos estallamos en risas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro