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22-Veintidós

1 semana después:





Kayla

Hoy es lunes, en todo el tiempo en casa tuve que ponerme al día con mis tareas y demás. Y por alguna rara y extraña razón no hubieron retos y no me buscaron por algo similar. Bajo del bus, me encamino para llegar al colegio. No tuve comunicación con ninguno de los populares, excepto de Caleb, rompió una regla.

Doblo la esquina. Cuando estoy más cerca, los de mi alrededor me ven confundidos y algunos con lástima. No me sorprende que sepan lo que  sucedió. Aprieto mis libros contra mi pecho y entro.

Dirijo mi cuerpo al casillero y suplico, suplico porque Zac no esté allí. Las miradas que juzgan. Las risas burlonas. Hace que mi estómago se revuelva.

Mientras opto de mi lugar muchas cosas pasan en mi cabeza, las malas decisiones que he tomado el último año, mis hermanos que luchan conmigo, mis problemas y las consecuencias de mis actos. No es algo de lo cual esté orgullosa.

Quiero mi vida de regreso y no en la que medio mundo me jode la vida. No. En la que era yo. La chica rebelde pero con una vida tranquila, donde nadie se  metia en mi camino, en la que nadie me hablaba, que la envidiaban por ser lo que era. Por supuesto para ello debo cambiar muchísimas cosas.

Choco con un cuerpo, mis cosas al suelo, me agacho. Tomo todo, antes de pararme dan un zape, mis lentes caen al suelo. Los cojo y acomodo en mi rostro.

—Lo siento— digo una vez parada.

—Al fin te animas a venir al colegio. Ya era hora ¿no?— su voz acusadora. Recordándome que es la única persona que no puedo enfrentar.

La ignoro, dando el paso para irme, Zoe me detiene empujándome contra los casilleros.

—Tú no te vas— ordena.

—Déjame no quiero problemas... Scarlett no más— pido  molesta.

—¿No más? Tú te conseguiste ésto. ¿No lo recuerdas?— eleva una ceja y una sonrisa ladeada se dibuja en su rostro.

—Sí, perfecto. Sabes que no fue mi culpa— sorbo mi nariz.

—¡Ja ja! La única culpable de todo lo que nos está pasando eres tú.

—No. Yo no sabía...— caen lágrimas, quita mis lentes, los quiebra y mete en el bolsillo que tiene mi blusa.

—Nunca sabes nada— empuja y caigo al suelo —Por eso mismo la mataste. Arruinaste su vida y la de las demás— se arrodilla ante mí.

—Lo siento— las personas nos rodean. Observan todo el drama atentos y en lo único que puedo pensar es en darle un golpe firme.

—Tu lamento no es suficiente— pasa sus rodillas a cada lado de mi cuerpo —Por eso tengo un regalo. Tómalo como bienvenida y travesura de mi parte— Chasquea sus dedos y las otras le pasan unas tijeras.

—No lo hagas...—  tartamudeo con la voz quebrada.

—¡Hazlo!— gritan entre la multitud. Aquí no hay profesores.

Remuevo mi cuerpo bajo el de ella, que está incomodandome. Sus amigas falderas tomas mis manos y sujetan con fuerza. Agarra el inicio de mi camisa y la corta por la mitad, me remuevo todo lo que puedo. Su rostro refleja alegría y satisfacción.

Todos disfrutan de todo esto. Termina con lo suyo. Baja sus manos al inicio del pantalón, desabrocha. El miedo invade mi cuerpo.

—No te asustes. Que no te voy a violar.

—¿Qué haces?— Baja mi jean, alguien la toma de la cintura y aleja de mí. La pelinegra se a cuclilla ante mí. Ve mi cuerpo desnudo, niega, con las dos partes de la camisa me cubre y levanta.

—¿Estas bien?— las manos grandes de Haminton toman mi cabeza.

—Sólo sacame de aquí...— pido entre sollozos. Pone su chaqueta en mi cuerpo y me guía a no sé dónde.

Llegamos a la biblioteca, cruzamos los pasillos, me siento en la primera mesa que veo.

—...Tranquila. No pasó a más— acaricia mi cabello Justin.

—Sí. Kayla tranquilizate— pide Zac y quita mis manos de mi rostro.

—¿Sabes? El rumor que tenía muchos amigos es cierto, éramos 5 o 6. Y uno de ellos era Scarlett. Antes pensaba que no le tenía envidia, ahora algo dentro de mí, dice lo contrario. Tal vez por eso, nunca nos llevamos bien— veo sus ojos los cuales no demuestran alguna expresión.

—¿Scarlett? Hablas que tenías enviada a ella ¿no?— habla Caleb, tomando posición junto a Zac.

—No. A Esther, la chica que jamás volveré a ver— los chicos frente a mí no articulan ninguna palabra  —Pero no lo creo realmente.














Salgo del salón, dirigiéndome a la cafetería. Mi estómago ruge, desde la mañana no he comido nada, además que mis medicamentos no los puedo tomar con él vacío. Ya con la bandeja de comida y que se agua mi boca, voy a las gradas donde siempre paso mi tiempo libre. Ya mi trasero en el suelo comienzo a comer saboreando todo.

El problema de hoy en la mañana. El director mandó a llamar a Scarlett. Y su castigo fue ayudar a las cocineras en la jornada vespertina. Y no se olvidó de amenazarme. Los demás se burlaban de mí.

Veo una silueta hacia mí. Tal vez sea Zac. Él es el único, tengo que comprar otros anteojos.

—Vete de aquí. Hay mucho lugar sin ocupar— muerdo mi manzana.

—Quiero que arregles mi celular— claramente esa voz no es de Zac —Se ha vuelto loco y en lugar que los arreglan, dejaron la cita dentro de dos días. No puedo esperar más tiempo— restriego mis manos a los ojos. Veo todo borroso.

—¿Aquí dice: ''tienda de celulares''? no puedo ayudarte.

—Nerd, todos saben de tus rumores y el único cierto para todos es que eres una Hacker. Tú lo arreglas y te pago.

Esa oferta no la puedo rechazar. Mi mente dice no, pero mis manos dicen sí.

—Damelo— lo tiende. Reviso cada detalle y lo único que identifico es que es un Iphone.

—¿Tienes unos lentes?— eleva un dedo, revisa su maletín y los entrega. Me los pongo y comienzo con mi labor.

Tecleo todo lo que puedo, pero éste celular, la está poniendo difícil. Ya he intentado con todo y no logro saber cuál es el problema. Saco mi portátil, conecto el celular a ella.

Ingreso a la tarjeta del celular. Encuentro el problema. Hackeo todo y regreso cada archivo de éste. Ya todo bien se lo entrego al dueño.

—Listo— doy sus lentes. Saca el dinero y lo pone en la palma de mí mano.

—Gracias— se va. No entiendo cómo consiguen tanto dinero sino trabajan. El dinero esta completo lo guardo y el timbre suena.

Cojo todo, regreso cada cosa a su lugar. Entro al salón, tomo asiento esperando que el último curso se pase rápido.

Luego de unos minutos alguien toma lugar junto a mí.

—¿No te cansas de fastidiar?— vuelvo mi vista y la chica de antes frente a mí.

—La verdad. A ti  no te fastidio mucho.

—Lo siento, pensé que eras alguien más.

—¿Cómo quién?

—Los populares. ¿Cómo te llamas?

—Zefora... se te olvidan luego las cosas.

—Cierto, además, te apareciste en tiempo no tan bueno— susurro y la maestra entra.

—...Sí, lo noté. No soy quien para juzgarte pero, la chica popular ¿era tu amiga?

—¿Los chicos te dijeron?

—No, yo lo escuché. Estaba con ellos cuando tú lo mencionaste— su mirada tiene algo que no me cuadra.

–Sí. Si lo era. Ya no...— la maestra carraspea.

—¿Por qué?

—Cuando te acercaste a mí. Tu mirada era rara. No te estoy juzgando o algo. Pero me viste como...— una sonrisa aparece en su rostro.

—¿Cómo?

—No sé, algo ¿excitada? Luego te diste... cuenta y negaste...

—¡Ey! Sino les gusta mi clase se pueden salir. Allá afuera hay mucho lugar silencioso— nos reprende a ambas.

—Cállate, porque realmente nos sacará— recomiendo. Es la misma maestra de la vez pasada. La que por culpa de Zac, nos sacó.

Hablando de rey de Roma, y su plebeyos no los he visto. Excepto después del problema.

La maestra luego de dar su aburrida clase y dejarnos un trabajo, que por suerte es personal. Salimos. Dejo  a Zefora sola. En la salida están los chicos, incluido Tony, el cual he evitado todo el tiempo. Con el rabillo del ojo los veo y sigo mi camino.

—¡Kayla!

No volteo y sigo, me alcanzan y sus rostros demuestran que me harán algo malo.

—...Tengo que irme— me lanzan una cosa blanca. (En polvo) Todos ríen, el disgusto aparece.

—¿Qué te pasó?— intriga Zefora.

—Nada...

—Olvidando ésto— me señala —Te quería decir por qué te miraba así.

—¿Por?— todos tenemos la atención en ella.

—Tenías razón en la parte en que mi vista estaba excitada.

—¿En serio?— artículo sorprendida.

—Sí. Y es porque me gustas. Soy lesbiana.

Wow, todo lo esperaba menos esto.

—¡¿Eres lesbiana?!— decimos todos al unísono.

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