02-Dos
—Dijiste que me pagarías el 50% y me estas dando solo el 20% así no trabajo yo— digo enojada.
Al parecer Adam no me quiere pagar lo acordado. Sin dinero no hay producto.
—Kayla, sabes que no puedes hacer tus trabajos en el trabajo— dice mi hermana.
—Vamos atrás— digo saliendo de allí yendo al lado trasero del local.
—Kayla... es lo justo, tú casi no haces nada, solo haces que tus clientes se queden sin dinero.
¿Qué dijo?
—¿Qué no hice nada? ¿Qué ni hago nada?, ok— digo sacando un pequeño envoltorio cafés del bolsillo de mis pantalones.
—No te atreverías— suena asustado y de alguna forma rara eso me hace gracia y me burlo en su cara.
—Bien. Si no me das lo acordado, esto se irá al agua— aproximo la mano al líquido transparente dándole a saber que me vale hectáreas de porquería si es importante o no para él.
Yo, solo quiero mi dinero.
—Ok, ok, tú ganas— saca el dinero de malas maneras lo cual me hace sonreír, odio cuando las personas se ponen a negociar lo ya acordado, si quieren algo más barato que busquen otro proveedor, realmente la gente entiende mal mi forma de trabajar.
En serio, es odioso.
—Si a la próxima, no pagas cabal tus cuotas dejaré de amenazarte y lo hago— advierto, sus ojos amenazantes no dejan de verme pero da igual. Salimos por donde entramos, él se pierde por la gente del mercado y yo regreso a mi puesto de trabajo.
Maya se acerca.
—Tu trabajo por aparte, por favor— pide molesta. A mi hermana mayor jamás le agradó la idea que yo haga algunos trances ilegales para ganar dinero extra, de hecho ninguno de los dos están de acuerdo con mi decisión.
—Ya me lo has dicho— recalco con un poco de molestia, bien, acepto que no fue bueno lo que hice, debe relajarse por un momento, no volverá a pasar.
Eso dijiste la última vez.
++
—Kayla, apresurate que se hace tarde— habla mi hermano desde las escaleras.
—Ya voy— grito de vuelta. Meto mi portátil y ropa extra en una pequeña mochila, abajo encuentro a un chico más alto que yo, tez blanca, ojos marrones cuerpo medio musculoso, guapo y cabello negro.
—¿A caso no ves la hora?— musita al llegar a su lado.
—Todavía es temprano.
Entramos al auto, arranca, y pone música horrible.
—Eloisa, eres guapa, ponte otra ropa— comenta en cuento damos a la carretera atestada de vehículos que contamina el ambiente.
—Nop, es cómodo estar así— me señaló —¿Qué tiene de malo?— lo veo reír irónico.
—¿Aparte de todo?
Mi ropa no es que sea de Gucci, es lo más normal del mundo, en pocas palabras holgada, si por mi fuera vendría en chanclas pero estaría rompiendo el reglamento del colegio.
Un buen rato después, llegamos a la entrada del colegio, donde paso parte de mi vida lamentándome, este lugar te deprime muchísimo. Bajo del auto, no sin antes darle un beso en la mejilla y él darme dinero.
Por eso lo amamos.
A lo lejos veo a los chicos, queriendo comerse a las chicas sobre su regazo o entre sus piernas, eso se llama no tener dignidad.
Que asco.
Sigo mi camino hasta que en las escaleras caigo de culo, buena mañana y caídas.
Me levanto y vuelvo a caer ya que he sido empujada sin nada de compasión, hasta que tropiezo con la puerta.
Doy media vuelta, los chicos frente a mí, sus risas burlonas, Tony es el que más disfruta esto.
—¡Deja de molestarme!— grito acomodando mis dos mochilas en la espalda.
—¿Si no qué?
No lo pienso dos veces y un puñetazo da a la mejilla de Tony, él toma el lugar afectado viéndome mal. Oookay, tal vez no debí hacerlo.
—¡Lárgate de mí vista antes de que me arrepienta de algo!— dictamina con el enojo a flor de piel. Flash se queda corto conmigo al salir corriendo de ahí, no quería otra sanción.
Voy directo a los casilleros para sacar mis libros una vez lista y antes que el timbre suene voy al salón marcando el número de la única persona en el mundo con quien puedo hablar honestamente.
—Hola Kayla, ¿aqué se debe tu honor?
—¿Estás ocupado?— respondo con otra pregunta.
—La verdad no, estoy en casa porque tenía flojera para ir a estudiar.
Río suavemente.
—Dichoso.
—Tú puedes hacer lo mismo pero no quieres.
—Me gusta ser masoquista.
—Lo sé— pausa —Te escucho triste, dime lo que te pasa. Para eso estoy yo— anima.
Recuesto mis brazos sobre la mesa y coloco mi cabeza sobre ellos.
—Acabo de darle un puñetazo a un chico ahora en la entrada— comentó.
—Vaya, esperaba de todo menos eso. ¿Y por qué?
—El muy tarado se ha reído de mí.
—Su merecido.
—Aparte de ello, debo quedarme después de clases limpiando las canchas deportivas. ¿Recuerdas el problema del que te hablé?
—Sí.
—De ese problema salió el castigo.
—Kayla, tú me preocupas cada vez más— endureció la voz.
—Lo tengo controlado, Stevens— mentí, mi segundo don era mentir, las cosas salen más sencillas cuando mientes pero está claro que él no se trataba aquella mentira.
Este chico al otro lado de la línea permaneció en silencio por muchísimo tiempo, tiempo el cual no me agradó.
—Mira, no soy quien para decirte qué hacer o cómo debes de reaccionar ante los problemas— rodé los ojos —Y menos en la toma de decisiones pero solo recuerda que tú misma te llevas al borde del colapso, véase como se vea, tú eres la única culpable o no, de tus acciones. Ten más cuidado.
Aquellas palabras consiguieron enfadarme a nivel superior, tiene razón y eso fue lo que más odié.
—Ya tengo que irme...
—No es para que te molestes.
—No lo hice...— mentí —Adiós.
Colgué la llamada. Guardé el móvil esperando a que los pocos minutos culminaran. Creí que seria buena idea hablar con él, y conseguí todo lo contrario. No necesitaba que alguien viniera a recordarme lo que pasa en mi vida, mayormente de mis decisiones. Mierda, no debía entrometerse en nada. Joder.
Saco mis libros cuando ya es hora de tomar notas, el profesor hace ejercicios en pareja y para suerte mía no pasa nada grave, el timbre suena y corro a los casilleros para tomar mis otros libros, entro al salón donde se encuentran varios chicos haciendo relajo, tirando bolas de papel, golpeando los escritorios y hablando muy fuerte. Esquivo todo eso llegando a mi lugar.
Las clases se pasaron volando, fueron pesadas y tuve un laboratorio sorpresa, valga la redundancia... no estudié para cuando el timbre suena del primer receso dejo todas mis cosas en la taquilla.
Voy al comedor, tomo mi comida y me paro en medio de todos, cada grupo sumergido en sus pláticas y sistemas que demandan, yo no tengo grupo de nada así que voy a los baños a comer porque uno: no hay bullicio de nada y dos: evito enfrentamientos con algunas chicas.
Entro a uno de los cubículos acompañada del olor a caca, es preferible mil veces. Hay profundo silencio, pienso en todo lo que hago y hay más cosas malas que buenas. Debería de sentirme mal, en serio, pero hay algo dentro de mí que no deja que la tristeza salga, quiero llorar y no puedo, o sea, sí lloro por algunas cuestiones pero al pensar en algo específico no. Es como si mi cerebro negara la idea de hacerlo.
No sé qué pensar y al no poder llorar me deprime, soy un caso aparte... mis acciones varían y mis emoción con ellas.
Soy interrumpida cuando siento que algo cae sobre mí, abro la boca en una gran "O". Mis zapatos se mojan y toda yo por igual. Levanto la cabeza encontrando a un chico demasiado conocido sonriendo malévolo.
—Joder.
—¿Fresca?
Salgo del cubículo yendo a su encuentro.
—¿Qué te pasa imbécil?
—A mí nada, a ti por otro lado...— me echó un vistazo de arriba a abajo.
—Tus padres cometieron el error al traerte al mundo.
—Auch, piedras que hieren mis sentimientos— dio pasas al frente —Ojalá te sirva de experiencia para no volver a cometer el mismo error de golpearme— susurró.
—Eres un patán— le empujé.
Él salió no sin antes guiñar un ojo.
Toda mi ropa está mojada, mi brassier... todo, agradezco haber traído ropa extra hoy. Luego de ir por mis cosas a la taquilla me cambio, por suerte mis pantalones holgados no están tan húmedos y puedo con ellos, lo peor es que voy a estar sin brassier el resto de la tarde.
Me cago en todo.
El timbre suena, voy a recibir mis otras clases y para cuando la jornada acaba debo quedarme limpiando las canchas deportivas. Espero a que todos se vayan para poder empezar mi trabajo. Ayer en la cena dije a mi hermana que no podía ir al trabajo porque estaría haciendo obras de caridad, ella me creyó y en cierta forma sí hago caridad, lo malo es que no es con amor. Busco escobas, jabón y una manguera para empezar. Son cuatro canchas de mierda.
Me paro justo en frente de ellas y grito de frustración. Comienzo a regar y mientras lavó una dejo la manguera abierta para la otra cancha que se mantienen juntas. Restriego con fuerza el pavimento, algunos cabellos caen sobre mí rostro, el sol está en su mejor punto y después de veinticinco minutos acabo la primera de tres.
"Tú puedes, tú puedes quedarte cansada"
Gracias por el ánimo.
Voy a la siguiente, me es más fácil por el agua reposada en esta, con el cepillo lavó. Veo al director asomarse por lo lejos. Quiero gritarle: ¡Sí, aquí estoy!, ¿a caso no me ve? Pero no lo hago. Se va y cuando enciendo el chorro a presión alguien se queja.
—¡Oye!
Cierro encontrando a Zac del otro lado de la cancha.
—Lo siento, no te ví— me acerco a él.
—Tranquila, estás tan concentrada que no me viste llegar.
—Tal vez— es extraño que él esté aquí —¿Tú qué haces?
Zac se hace a un lado para que yo pueda seguir haciendo mi trabajo. Para este punto estoy estilando sudor como ríos de agua en la selva, mira que me he puesto desodorante pero ahora no te acerques que te desmayas.
—Vine aquí contigo.
—¿Para...?— le ánimo a seguir.
Él está parado a la orilla de la cancha con las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón y su mochila colgando de un hombro.
—Es que mi celular ha estado fallando demasiado y para variar, no recuerdo la contraseña. Quisiera saber...
—¿Si puedo arreglarlo?— completé regando agua.
—Ajá– sonríe.
—¿Qué modelo es?
—Iphone.
—¿Cuánto es la paga?
—Doscientos dólares— duda.
—Okay. Pero no puedo hacer nada ahorita, si quieres puedes dármelo y yo lo arreglo en casa.
Termino con la otra cancha y sigo con la tercera haciendo lo mismo.
—De acuerdo, como se haga más fácil para ti. No tengo prisa.
—Bien, déjalo en mi mochila— indicó donde se encuentra y él lo hace, luego se va diciéndome que me pagará cuando yo le entregue su móvil.
Una hora más tarde el reloj marca las cinco con quince, terminó con mi trabajo yendo a la parada de buses. Por suerte no se tarda mucho. Lo único que necesito ahora es una buena ducha y dormir demasiado.
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