If she reads all the lyrics, she'll pity the men I know
Gustavo, un infiel.
Clara, una tonta.
¿Violeta? Una chismosa envidiosa.
Ahora que sabía quienes fueron los que trataron de destruirla, era momento de iniciar su verdadero plan. Mara tenía en la cabeza a cada persona que le hacía cargo y ella no iba a esperar a que el karma les llegara, sino que ella daría el primer y el último golpe.
Cerró su libreta y la escondió, para que nadie pudiera leer sus planes. Además, nadie en su familia podía enterarse de lo que pasaba, por lo que, Mara pretendió en todo momento que su relación iba perfecto.
Bajó las escaleras, pues el llamado para cenar provocó que dejara de escribir en su libreta, pero no paró sus deseos de venganza ni el odio que sentía por cada persona que la humilló.
E incluso mientras comían, no pudo dejar de pensar en ello e imaginar lo que pasaría, o así fue hasta que su mamá le habló.
—Que raro que no hemos visto a Gustavo en un buen tiempo —dijo de repente su madre—. ¿Pasó algo entre ustedes? ¿Hay un problema?
—Mamá, tranquila. —Sonrió, ocultando la situación—. Todo está bien, incluso estuvimos juntos en mi fiesta.
—Bien, es bueno que te mantengas relacionada con alguien como tú —comentó su padre—. Recuerda que...
—No es necesario. —Lo miró desafiante—. Sigo con él y ya, no tienes por qué ponerte raro.
Mara se limpió con la servilleta y se levantó de la mesa. Sus padres no podían sospechar de la situación por la que pasaba su relación, más bien, nadie podía saber la verdad, pues aquello podría arruinar sus planes. Nadie podía imaginar lo que pasaría y, por eso, ella debía seguir pretendiendo que todo estaba bien entre Gustavo y ella, que era quien más lo amaba y, por lo mismo, no sería capaz de lastimarlo.
Le mandó un mensaje a Gustavo, para citarlo a la cabaña al día siguiente. Un poco de actuación y hasta él creería que lo amaba.
Tal y como le pidió, se vieron ese domingo por la tarde en la cabaña. Había un ambiente tenso e incómodo entre los dos, pues ninguno quería continuar realmente en la relación, pero tenían sus propios motivos para no decir lo que querían.
—Perdón por hablarte mal delante de todo el salón —se disculpó primero Gustavo—. Solo quiero que entiendas que para mí fue horrible imaginar que estabas con otro chico.
—Pues no fue así, solo estábamos jugando —se excusó Mara—, como cuando éramos niños.
—Lo que yo escuché en la llamada no sonaba muy infantil que digamos.
—Solo te hice una broma, como, ya sabes... una pequeña venganza por lo que hiciste.
—¿Cuando me hablaste de tu mamá y yo...? Agh, de verdad lo siento. Prometo que no volveré a tratarte así.
—Es un poco difícil creer que dejarás de ser un gilipollas.
—Si eso crees, ¿por qué no me has terminado?
Hora de poner en práctica las clases de actuación que tomó cuando era más pequeña.
—Porque... estoy enamorada de ti, gilipollas.
—Tú... tú nunca me dijiste que estabas enamorada de mí.
—Te amo y, por más que me duela, no puedo alejarme de ti.
Lo miró con tristeza y el chico no pudo salir de su asombro. Se aproximó a él, aprovechando que el chico estaba casi inmóvil, y le plantó un beso en los labios, el cual fue correspondido por su novio tras demorarse un par de segundos en procesar lo que pasaba. Ella se sentó sobre las piernas de Gustavo y continuaron besándose, mientras él empezaba a recorrer el cuerpo de la chica con sus manos.
Como él tenía los ojos cerrados, Mara aprovechó de dejar el celular del chico detrás del sofá cuando le estaba bajando el pantalón. Luego él volvió a abrir los ojos para poder verla desvestirse frente a él. Ella lo besó de nuevo cuando solo llevaba puesta la lencería y él estuvo a punto de bajarle la braga, pero Mara se apartó y sonrió.
—¿Es otro de tus juegos? —preguntó Gustavo, un poco irritado.
—No, solo voy a buscarte un condón.
Ella se agachó para buscar un preservativo en el bolsillo de su pantalón.
—¿Y si lo hacemos así sin nada? —preguntó, sin dejar de ver la forma doblada de ella. Que fantasía sería practicar una postura así con ella.
—No. —Rio—. No pienso correr algún riesgo.
—¿No dijiste que me amas?
—¿Y eso qué tiene que ver? —Se puso de pie, con un preservativo en la mano.
—Que el amor se arriesga a todo.
—Sí, pero no a un embarazo no deseado y tampoco a otras cosas. —Sonrió y abrió la bolsa del preservativo.
—¿Otras cosas?
Asintió sonriente. No iba a entrar en detalles sobre sus sospechas, pues eso significaría pelear con él y mucho menos podía revelar que sabía que le era infiel con Clara.
Para evitar alguna trampa por parte de él, Mara le colocó el condón luego de bajarle lo suficiente los bóxers. Volvieron a besarse y permitió que moviera su braga a su conveniencia, para por fin empezar a penetrarla.
***
Al día siguiente, Mara caminó por los pasillos de la escuela con una sonrisa triunfante. Intercambió una mirada lasciva con Gustavo cuando él entró al salón y se sentó junto a ella, esperando a cualquier momento libre para besarse.
La chica puso atención a la clase en todo momento y, al terminar, se acercó a Gustavo. Se agachó junto a él para poder susurrarle:
—Espérame en los vestidores de hombres en el almuerzo.
Él sonrió y vio cuando se marchó. Se quedó un minuto sentado y se retiró para su siguiente clase.
Mara, en cambio, se apresuró para estar con sus amigos, poniéndose de acuerdo con ellos para ir al cine esa tarde. Les avisó que no se iba a aparecer durante el almuerzo y exigió que no salieran a buscarla, pues estaría muy ocupada.
—¿Cómo podrías estar ocupada a esa hora? —cuestionó Iker.
—¿Ocupada y sola? —preguntó Mateo.
—¿U ocupada con Gustavo? –—insinuó David, alzando las cejas.
—No les incumbe —contestó Mara—. Solo no me busquen y ya.
El timbre volvió a sonar y fueron hacia su siguiente clase. Ella solo podía pensar en lo que pasaría durante el almuerzo y sonría al sentir que era lo mejor que se le había ocurrido.
Por fin sonó el timbre del almuerzo. Mara se dirigió al gimnasio del colegio y se escabulló para entrar a los vestidores de varones.
Gustavo llegó un par de minutos antes que ella y se coló entremedio de los chicos que salieron después de ducharse por educación física.
Se besaron en cuanto se vieron y el chico descendió rápidamente a su cuello, con cierto apuro ya característico de él. Metió su mano por debajo de la falda de la chica y subió por su muslo hasta su cadera, donde tomó el borde de sus delgadas bragas.
—Oye —dijo Mara mientras él no paraba sus caricias—. Hace tiempo que no me has besado ahí.
El chico, un poco confundido, paró de besar su clavícula y puso su rostro frente al de ella.
—¿Dónde?
—Donde sabes que me gusta. —Sonrió y luego mordió su labio.
Él le sonrió devuelta y la tomó por el mentón.
—Necesito que te sientes entonces.
Tras besarse, Mara lo apartó sonriendo y se sentó sobre una banqueta del vestidor. Abrió sus piernas para permitirle al chico continuar. Mara no evitó soltar un suspiro y una leve risilla por el cosquilleo, pero sintió realmente satisfacción al ver la cara de Clara al encontrarlos. La expresión de la morena era de horror, estando ella como congelada en el tiempo, sin siquiera emitir un ruido.
Mara gimió el nombre de su novio para molestar a Clara y exageró su gesto de placer, que cambió luego por una sonrisa al verla por fin mover su rostro, expresando tristeza y desesperación al notar que el chico al que ella amaba estaba con quien realmente era su novia.
Mara enredó sus largas uñas en los rizos de Gustavo y lo sostuvo del cabello para que no se apartara de ella, sin imaginar él que su amante lo estaba observando todo. La chica de ojos esmeraldas sacó su lengua e imitó el movimiento de las serpientes.
Clara salió corriendo sin hacer mayor ruido, rompiendo en llanto una vez afuera. Sintió que era una tonta por haberle creído una vez más que ya no iba a pasar algo con Mara, que definitivamente rompieron. Ella pensó en ese momento que fuera lo que haya pasado, él siempre estaría enganchado a ella, siempre iría y haría lo que pidiera, lo que quedó demostrado al verlo sometido a ella, igual que un animal sobre sus cuatro patas.
***
La tarde anterior, cuando estaban en la cabaña, Mara se echó junto a su novio. Ambos jadeaban y él sonreía, pensando en que todos sus problemas de pareja ya estaban resueltos. Para él, nadie podía igualar a Mara y ese era motivo suficiente para seguir con ella.
—¿Me puedes hacer un té? —pidió la chica, con aparente dulzura en su trato hacia el chico.
—Eh... sí, voy ahora —respondió sorprendido.
Extrañado por la petición repentina de la chica, Gustavo se arregló lo que llevaba puesto y fue hacia la pequeña cocina. Aprovechando el momento a solas, Mara sacó el celular de él e introdujo la clave numérica, que si bien él nunca se la dijo, sí lo vio ponerla varias veces.
Le escribió un mensaje a Clara, pidiendo que se reunieran al día siguiente a mitad del almuerzo en los vestidores de varones, donde la iba a estar esperando con una sorpresa, pero que no respondiera a su mensaje ni le enviara otros, pues Mara podría verlos. La chica le contestó de inmediato que ahí lo vería y Mara solo borró ambos mensajes para Gustavo, sin que alguno de los traidores pudiera sospechar de la trampa.
***
Para Mara, ese día su mayor satisfacción fue el destrozar a Clara sin tener que hacer algo contra ella, solo citarla para que entendiera quién era realmente Gustavo.
La morena llegó a un punto de llorar en el que se sintió ahogada en medio de todo y las lágrimas ya no salían de sus ojos. ¿Acaso era muy ingenua por creer que un chico la amaba? No, pero fue tonta al creer que el amor era como la ilusión que le creó Gustavo para aprovecharse de ella.
Quería desaparecer y no volver a ver a cualquiera de ellos. No tenía idea de cómo fue que esa invitación que recibió terminó de esa forma, tal vez Mara ya sabía todo, pero Clara prefirió borrar esa posibilidad de su mente. Lo último que le faltaba era sentir la implacable furia de aquella chica.
¿Y si esa fue su venganza? Clara sintió que ya ni siquiera podía pensar bien y se quedó encerrada en un baño, pues no quería que alguien la viera en ese estado.
Pero todavía quedaba mucho por hacer. Quizás no hacia la chica, aunque sí para Mara ese fue solo el comienzo.
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