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Duh

Mateo salió desesperado del granero y empezó a vomitar. Dedujo que todo lo que iban a hacer sería para que Mara consiguiera su venganza, pero no quería presenciarlo. En definitiva, lo más horrible que había visto ya ni siquiera fue la tortura que le hicieron al chico, sino cuando Mara le disparó y sus...

El recordarlo le provocó vómitos otra vez. Lo peor es que parte de los restos que volaron de su cabeza estaban sobre él, pues estaba detrás.

—Iker y tú se quedan —ordenó la chica, apareciendo detrás de él.

—¿Qué? ¿A dónde vas?

—A la ciudad. Las personas me deben ver o van a sospechar.

—¿Y nosotros?

—Bueno, van a estar limpiando. No queremos que el tío de Iker note que hay sangre por todos lados en su granero.

—¡No voy a...!

Volvió a doblarse para vomitar.

—Eso también lo limpias tú —acotó David con disgusto.

Mara se alejó y David fue detrás de ella. Luego de limpiarse y cambiarse la ropa ensangrentada por prendas iguales —tal y como prepararon por el plan de Mara—, subieron al auto del chico y partieron con rumbo a la ciudad. Mara llevaba el arma y limpió sus huellas, tomándola luego con un paño para no dejar un rastro que la conectara.

—Necesito que te deshagas de esto —pidió Mara, con la pistola en sus manos.

David frenó de golpe el auto y ella casi se golpeó por lo mismo.

—¡¿Qué te pasa?! —exclamó Mara, enojada.

—¿Cómo hago eso?

—No lo sé, imagina alguna cosa. Sé creativo.

Mara la guardó en la guantera y se metió el paño en el bolsillo. David estaba molesto y no encendió el auto.

—Ambos escondemos cosas horribles y dudo que te arriesgues a que se sepa todo, así que, ya no me puedes chantajear. ¿Qué obtengo yo con deshacerme del arma?

—No lo sé, ¿qué quieres?

—Que me la chupes aquí mismo o qué sé yo. Sé creativa. —Sonrió—. No puedo creer que tuviera que metértelo con Iker al lado y teniendo a Mateo encima.

—Tampoco puedo creerlo. —Sonrió—. Qué fantasía, ¿no crees?

—No. Quería tenerte para mí nada más.

—Y así será, pero solo esta vez.

Se le aproximó sonriendo y lo empezó a besar. La chica desabrochó su pantalón y coló su mano, sujetando su pene por sobre el bóxer, pero se detuvo y luego lo soltó.

—Cuando te deshagas del arma, seguimos. —Sonrió la chica y se apartó.

David le agarró la cara con fuerza, pero ella llevaba su cuchillo y lo desenfundó.

—Incluso si no lo tuviera —se refirió Mara a su arma—, ¿en serio crees que me puedes tocar? He tenido mucha paciencia contigo.

—No está Iker para defenderte, solo estamos los dos.

—¿Y? El punto es qué estarías dispuesto a perder por hacerme algo.

El chico la miró confundido.

—¿De dónde crees que tu papá sacó el dinero para este bonito auto? Súmale toda la mierda que te metes y las putas a las que estás tan acostumbrado. Si me haces algo, no solo no te podrá salvar del lío, sino que además vas a sufrir como nunca antes.

La soltó, sabiendo que tenía razón. De por sí era difícil poder estar cerca de ella debido a su padre y era gracias a la rebeldía de la chica que podía.

Se acomodó la ropa y continuó manejando, con impotencia por la actitud arisca de la muchacha.

Mara bajó del auto una vez que la dejó a fuera de la casa de Gustavo. Una vez más, la chica se mandó una actuación espectacular, jugando el papel de la novia desesperada por no saber algo de su amado.

***

—Me pregunto, ¿cuánto va a tardar Mara en deshacerse de nosotros? —pensó en voz alta Mateo—. Digo, después de esto, no le servimos realmente, solo nos convertimos en las únicas personas que conocen su más oscuro pecado... si es que no hay más, claro.

—¿De qué hablas? —Iker estaba confundido.

—Ya hicimos todo lo que nos pidió, ¿para qué más podemos ser útiles si no es por nuestro silencio?

—Bueno, ustedes son sus amigos y yo soy su novio.

—Mira cómo terminó su último novio. —Señaló con la mano al granero, donde todavía se escuchaba a los perros gruñiendo mientras destrozaban el cuerpo del chico—. Y del otro, ya sabes, con el que estaba a veces, antes de Gustavo, ¿qué has sabido de él? Solo desapareció de repente. Además, ¿de verdad eres su novio?

—Obvio, ¿no nos has visto?

—La he visto besar a David, también se la chupó cuando ustedes estaban teniendo sexo, ¿no?

—Tú engañas a tu novio y siguen juntos.

—Sí, pero él no me manipula ni yo a él. Abre los ojos: Mara está usando tu amor por ella para que hagas lo que quiere.

—Habría matado a Gustavo sin que Mara me lo pidiera, solo que ella me dio un plan.

—¿Así funcionaron siempre? ¿Ella da los planes y tú obedeces? Amigo, en serio: eres solo un peón en su tablero.

—Cállate y ayúdame después a limpiar.

***

Un detective le hizo varias preguntas a Mara, quien sostuvo su versión. No daba los datos precisos ni contó todo de corrido, con miedo a que se notara que era un testimonio armado e intercaló pequeños ahogos de aflicción y tener que revisar su registro de llamadas, diciendo que llamó a David para que la fuera a buscar.

La policía llegó a la casa de David, lo que en un inicio lo molestó y contestó a todo con cierta altanería.

—Entonces pasé a buscarla como a las... uh... no lo recuerdo. Si le soy honesto, había estado tomando más temprano, pero no le quise decir a Mara.

—¿Manejó ebrio?

—No exactamente, solo... —Rio con cierta arrogancia—. Solo un poco. Como sea, partí a buscarla después de que me llamó y la recogí en esas cabañas para turistas. Si me permite decirle, es muy solitario por ahí y temí cuando veníamos de regreso que nos pudieran asaltar... ya sabe cómo es eso.

El policía alzó las cejas pensando en que el chico tenía razón.

—Si había bebido, ¿por qué fue a buscarla?

—Ella me llamó.

—Podría haberle informado y que ella se hubiera ido con alguien más, o usted podría haberle pedido ayuda a otra persona.

—Claro, pero ahí hay dos cosas: estando ebrio manejo mejor. —Sonrió con altanería—. Y admito que ella me gusta, mucho. ¿La ha visto? Es ardiente... pensé que esa podía ser mi posibilidad, porque podría consolarla después de esa pelea, pero... ella solo podía pensar en Gustavo.

—¿No cree que ella pudiera hacerle daño después de la pelea?

—¿Mara? Por favor: es una mujer, son más sensibles. Para ella, Gustavo es el amor de su vida.

—Gracias por su cooperación.

Ya no quedaba a quien más preguntar por el momento, solo seguir buscando al chico, cuya desaparición salió en todas las noticias de aquel día, sin haber pasado al menos un día desde la denuncia que interpuso su familia por su desaparición.

Mara nuevamente durmió en la casa de Gustavo, como si los padres de su víctima la hubieran adoptado, tranquila al pensar en que David se iba a deshacer de la pistola que había conseguido días antes para matar a su novio.

Sin embargo, el chico decidió que pasaría su noche de otra forma, no yendo a tirar un arma a quién sabe qué sitio. Tras ser rechazado aquella tarde por la chica, él necesitaba desahogarse en algún lugar y, como ella lo necesitaba cerca, decidió ir a su bar favorito de la ciudad.

Donde empezó todo, hacía un año ya.

—Hace tiempo que no te veía por estos lados —dijo el barman.

—He estado ocupado.

—Por fin terminaste la escuela, ¿cierto?

—Así es. —Sonrió.

—¿Y ahora qué?

—Uh... Ni siquiera postulé a algo. —Se echó a reír—. Mi papá está enojado por eso y mandó mis papeles para el ejército hace meses, pero creo que me podré librar.

—¿Cómo?

—Por el examen psicológico. Diré lo más horrible que se me ocurra y dirán "ay no, está loco".

—Bien pensado. —Le sirvió lo de siempre.

Luego de un par de rondas, David decidió seguir dando vueltas por la zona, pues él no pensaba detenerse temprano. Necesitaba encontrar rápido a alguna chica, pero todas se veían demasiado corrientes, nada como la belleza de Mara.

Hasta que redujo la velocidad cuando pasó por el lado de una chica que caminaba a algunas cuadras de distancia de donde él acostumbraba a recogerlas.

—¿Te llevo? —preguntó con la ventada abajo, para ver si la chica volteaba a verlo.

—Estoy trabajando —respondió a secas, mirando de reojo.

—Vamos, yo pago muy bien.

Buen porte, curvas excepcionales y un alisado negro hermoso, que la hacía ver de alto nivel. Por fin un corte digno, pensó.

La chica se inclinó un poco para asomar su rostro por la ventanilla, dejando ver sus brillantes ojos verdes.

—¿Has salido de mis fantasías acaso?

La chica soltó una risilla al escucharlo.

—¿Qué tanto estás dispuesto a pagar?

—Depende qué estés dispuesta a hacer.

Dudó un poco, pero igualmente entró al auto. Estacionaron en un callejón, a un par de cuadras de ahí, para empezar a besarse de inmediato.

—¿A dónde vamos a ir? —preguntó ella.

—Nos vamos a quedar acá.

—¿En el auto? —Alzó las cejas.

—Sí. —Tomó su mano y se la puso sobre el pantalón, queriendo pedir que se lo bajara ahí—. ¿Nunca has tenido esa fantasía?

—No trabajo así.

La chica retrocedió, pero él atrapó su rostro y lo apretó, igual que como hizo con Mara más temprano.

—Vas a hacerlo cuando y donde yo quiera.

Intentó zafarse, pero no pudo.

—Se cancela —dijo ella—, me quiero ir.

—No, no lo harás.

Con la otra mano, la tomó por detrás de la cabeza, jalando por accidente la peluca que llevaba.

—¿Qué coño? —El asombro superó al chico.

La chica trató de liberarse forcejeando, pero él la agarró igual de la nuca y le soltó la cara, para poder bajarse el cierre del pantalón y asomar su pene por debajo del bóxer, el cual trató de bajar un poco, aunque se le dificultó por la posición en la que estaba y el agarre que mantenía.

Jaló la cabeza de la chica hacia él y le pegó la cara a su pene flácido pero levantado por él y con ayuda del bóxer.

—Ya sabes qué hacer.

La chica chillaba, tratando de no abrir la boca, pero él seguía restregando la cara de ella, hasta que la chica decidió armarse de valor y abrió la boca, mordiéndolo con fuerza en lugar de chuparlo como él quería.

David gritó por eso y la soltó por unos segundos que ella aprovechó, pero no alcanzó a escapar, pues él le sujetó la muñeca y arrancó el auto como pudo.

A ella ya no le quedaban recursos y empezó a buscar en la guantera para ver si había algún aerosol que pudiera usar, sin jamás imaginar que iba a encontrar la pistola que Mara le ordenó a David tirar.

—¡Suelta eso! —gritó con furia, sin dejar de manejar con rapidez.

—¡Déjame salir! —contestó la chica, sin dejar de apuntarle.

El chico intentó quitársela, pero a ella se le fue un tiro estando asustada, destrozando su mano cuando se la puso frente al cañón. David volvió a gritar y ella también, pues jamás pensó que eso iba a pasar.

—¡Detén el auto! —ordenó la chica.

Al ver que no se detuvo, entró en pánico y siguió disparando. Amanda tomó el volante mientras David agonizaba y se quejaba de dolor, pero terminaron chocando de todos modos, ya que, el chico nunca dejó de pisar el acelerador.

Cuando ella volvió a abrir los ojos tras el impacto, miró hacia el lado y no pudo creer que aquel monstruo estaba muerto. Ella trató de salir, sin embargo, estaba tan adolorida que se le hizo imposible.

Una patrulla llegó debido al choque y sacó a la chica, tomándola detenida al ver que llevaba un arma en la mano y que evidentemente él había sido baleado.

Ambos fueron trasladados a urgencias y Mara llegó a la sala de estar del hospital para ver cómo seguía, donde escuchó la noticia como de último minuto:

"Hijo de distinguido juez fue acribillado por una prostituta, chocando el auto en el que se desplazaba debido a las heridas, según informa la policía".

"La teoría actual es que el choque se produjo debido a una discusión, donde una trabajadora sexual sacó un arma y le disparó a la víctima. Todo esto es parte de la investigación preliminar" dijo un policía en el televisor.

—Los familiares de David Quiroga —llamó el doctor.

Los padres del chico se acercaron, al igual que Mara, solo que un poco alejada para no involucrarse en la categoría de familiar.

—Hicimos lo que pudimos —se disculpó el doctor—, pero no pudimos salvarlo. Lo lamento mucho.

La madre rompió en llanto ahí y su esposo trató de contenerla con un abrazo, pero él también estaba acongojado.

Mara, por su parte, sintió alivio al saber que el chico estaba muerto, sin tener que intervenir ella para que fuera posible.

El detective Fernández llegó a la sala de espera como el detective a cargo del caso y fue informado del fallecimiento, por lo que, decidió que iba a interrogar de inmediato a la sospechosa de homicidio.

Entró a la habitación donde estaba la chica, pese a que no podía pasar en ese horario y menos hacer un interrogatorio en dichas circunstancias.

Vio el rostro de la joven, ahora sin maquillaje ni pupilentes verdes, tampoco con la peluca puesta, por lo que, distinguió lamentablemente un rostro muy familiar.

—Amanda... —solo fue capaz de susurrar en medio de su asombro al distinguir quien era la sospechosa del crimen.





Fin.

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