1998
—¡Los vi, los escuché! Así que quiero que saques todas tus cosas hoy, ahora. Voy a salir un rato y cuando vuelva, no quiero ver nada tuyo ni menos a ti porque voy a quemarlo todo, y sabes que lo haré porque tú mismo dijiste que estoy demasiado jodido.
—Pero, espera, déjame explicarte, Kyungsoo...
—Vete al diablo, Chanyeol. Voy a salir, y mira, este anillo —se quita la argolla de matrimonio y la sostiene en el aire— ya no es nada —y se lo traga ¡se lo traga!— ¿Ves? Ya no somos nada.
—¡Estás loco!
—Bum, eso dolió ¡Me quemas por dentro! Ya lo oí cuando estabas a punto de tirarte a esa perra, no me interesa. Voy a salir.
—Kyungsoo...
—¡¿Qué quieres?!
—Necesitas zapatos, —señaló al darse cuenta de que iba tomando las llaves de su auto en pantuflas— si quieres puedo...
—Shhh... Shhh... Puedo cuidarme por mí solo. Ahora te vas a ir mientras yo salgo, te lo estoy diciendo de buena manera, sino, tus cosas arderán apenas llegue en el patio. Voy a salir.
Da un portazo a la entrada y se empuja de un salto al cádillac rosa, antes de pasar las llaves tira las pantuflas a donde caigan y las reemplaza por unos zapatos negros cualquiera que guarda en el asiento trasero—estúpido Chanyeol que cree que no puede cuidarse solo— y quiere partir pero encuentra un par de cartas, son del museo: otra notificación de que su galería se acabó y que ya no quieren sus trabajos en ningún lado. No es importante por ahora, o quiere fingir que no, así que las mete en la guantera y parte.
Es sábado, ¿o era viernes? al final no importa, cualquier día se puede encontrar un poco de diversión.
Deja el auto estacionado en horizontal ocupando tres espacios de una, aunque no se da cuenta, o quizás sí pero qué le importa. Entra a un lugar que no sabe cómo se llama, pero tienen luces de neón y las luces de neón siempre son prometedoras y bonitas, por lo menos para él; además le recuerdan a esas películas de hace una década que tanto le gustan.
Pide nada más que agua, y para variar agua con hielo a ratos, pero la gracia está en apartarse al baño, meterse en una cabina, sacar la cuchara, el polvo, el mechero, hervirlo, la aguja, ticktick booooom, sale sangre, entra, y listo. De pronto ve todo más bonito, la música suena más fuerte, todo es más divertido.
Quiere ser libre, vivir, olvidarse de Chanyeol —esa mierda barata—, del museo. Le dan ganas de volver al cádillac pero se aguanta porque no quiere ver el color rosa aún, pero de la nada las luces se vuelven rosa y quiere bailar. Bailar, bailar, bailar, y brilla. La cuidad nunca se vio tan brillante.
Está en medio de la luz rosa y azul, moviéndose con los ojos cerrados. Ya no está en ese antro de los años ochenta, está en un lugar distinto que tiene un aroma como a goma de mascar de fresa, palmeras y el número ocho, puede sentirlo, no puede verlo, no puede sentirlo, tiene que ir más profundo.
Entra otra vez al baño y repite el proceso, la cuchara está tan fea que le dan ganas de tirarla junto a la aguja, pero no tiene otra y aún razona un poco así que se la queda. Cuando sale, un tipo disfrazado de mujer lo mira más de lo necesario con cara de equino.
—¿Qué miras?
—Estás en el baño de mujeres.
—Tú también.
—¡Soy mujer!
—Claro, tienes cara de caballo.
¡Zaz! Recibe una cachetada en su mejilla derecha que en vez de doler lo hace sentir bien porque es como una descarga más de adrenalina, y no sabe por qué, porque en su mente esa persona es un drag queen o lo que sea, y no llega a darse cuenta de que sí es una mujer desde que nació. Al final sale relajado diciendo "bla, bla, bla" mientras mueve la mano como si fuera una boca porque no le interesa lo que tenga que decir.
Ya no piensa en Chanyeol, ya no piensa en que lo descubrió en el dormitorio que comparten con otro tipo —qué feo tipo era, él estaba mucho mejor—, y que se quedó escuchando desde antes cómo hablaban de que estaba jodido por dentro. Ya no. Ahora son sólo los tonos de rosa mezclados con púrpura y azul que salen de todas partes, y bailar, y pedir agua.
Cuando se cansa de la música, se va a una mesa en una esquina y enciende un cigarrillo. Le dan ganas de ir al baño de nuevo, pero no se quiere morir de sobredosis esa noche, aún así, dice descuidado en voz alta:
—Desearía morir esta noche.
—Cuidado con lo que deseas.
Se da media vuelta y, puede que sea efecto de la heroína pero, ve a un tipo excepcionalmente bonito mirándolo, su sonrisa se curva hacia un lado y apaga un cigarrillo rosa sobre el cenicero en medio de la mesa, de hecho, todo él se asemeja al color rosa. Tiene el cabello pintado de un tono rosa suave, lleva un suéter rosa y la luz rosa lo ilumina como una obra de arte. A Kyungsoo le recuerda a las flores del cerezo y piensa que un paisaje tan bonito no puede estar metido en un lugar como ese, debe ser su imaginación.
—De casualidad, ¿ese cigarrillo era rosa?
—Sí, sabor a fresa, ¿quieres uno?
Le extiende la cajetilla entera para que pueda ver bien lo bonitos que son, parece incluso orgulloso de ellos porque probablemente son difíciles de encontrar. Son tan preciosos que Kyungsoo siente deseos de robárselos y salir corriendo, pero se aguanta, limitándose a sólo sacar uno y encenderlo. Así que de ahí salió el aroma a goma de mascar de fresa de hace un rato.
—¿Te gusta el rosa? —le pregunta el desconocido al tener su cajetilla de vuelta.
—Sí. —responde Kyungsoo saboreando el humo deliciosamente, disfrutando la mezcla de tabaco y dulce, sin mirarlo, más concentrado en los nuevos descubrimientos que le da la vida a veces —¿Y a ti?
—Se podría decir que el rosa es mi religión.
Kyungsoo se ríe, porque nunca se le habría ocurrido una respuesta tan precisa, y piensa que si no tuvo el valor de robarle la cajetilla sí tendrá el descaro de robarle esa respuesta.
—¿Quién eres, Chico Rosa?
—Jongin, ¿y tú?
—Kyungsoo, el artista más grande de nuestra era, el nuevo Basquiat, reencarnación de Dalí, mejor que Escher y que cualquiera que hayas visto. Mesero, —le habla a un muchacho que pasa cerca suyo, y tomando su vaso de agua vacío, le dice— ¿me puedes traer otro vaso de lo mismo? Gracias.
—Impresionante. —Le responde Jongin contento. —Te vi bailar hace un rato, lo haces bonito.
—Supongo que me gustaba la canción, la verdad no me acuerdo... —Se queda pensando por un rato, mirando ahora la belleza de muchacho que es ese Chico Rosa, o Jongin, o como se llame, y dice —Por favor dime que eres escritor.
—¿Por qué? —Jongin está fascinado.
—No sé, sólo dilo.
—Está bien, Kyungsoo. Soy Kim Jongin, escritor de famosas novelas de misterio y romance, mejor que Hemingway, Larsson y Camus juntos.
No sabe por qué le sigue el juego, pero es divertido. A Kyungsoo simplemente le encanta fantasear que ese tipo rosa es escritor, porque le encantan los escritores y piensa que una persona que se sienta sola en un bar a fumar cigarrillos de fresa mientras mira a desconocidos tiene que ser uno. Debería serlo. Por lo menos es más esperanzador que oír que es electricista, o profesor, o astronauta, y que vive con su esposa y sus tres hijos trabajando en algo que no le gusta.
Le da una oportunidad de dejarlo e irse a escribir una novela cuando va al baño otra vez por otra dosis, pero cuando vuelve Jongin sigue ahí, como un demonio esperando llevárselo. Es extraño, pero le gusta.
—¿Quieres ver mi auto? Es sensacionalmente rosa.
Van donde estacionó horriblemente el cádillac y el desconocido ya no tan desconocido se maravilla más de lo que debería para su edad al verlo. Es demasiado irreal para ser cierto.
—¿Por qué un cádillac, te gusta la película?
—Porque me gusta el rosa, las películas de los ochenta y para representar mi odio en específico a esa, es pésima, deja mal a los cádillacs rosa y tampoco me gusta Clint Eastwood.
—Concuerdo con eso. Pero da la impresión de que es al revés... —Se suben, y cuando Kyungsoo trata de arrancar casi se estrella con un auto de enfrente, pero salen ilesos a la calle conduciendo como en el aire, sin respetar esquinas ni semáforos.
—¿Estás ebrio, Kyungsoo? Vamos a matar a alguien. —Comenta riendo Jongin.
—No, no estoy.
—Estabas bebiendo, te vi. Déjame manejar a mí.
—Era agua. —Se detiene en una esquina, quitándole las llaves al auto. —Siente mi aliento.
No hay ni una brisa de alcohol en él, sólo tabaco y fresa, pero aún así Jongin no se contenta. Termina conduciendo el cádillac de algodón de azúcar.
—Si quieres robarme el auto está bien, quizás es tu plan para hacerlo, yo quise robarme tus cigarrillos, así que no te molestes. Si quieres secuestrarme también no me importa ¡no me importa! —Grita parándose de su asiento, como gritándole al mundo.
—¿Qué te pasó esta noche? ¿o siempre eres así?
—Nada. No, en verdad no es nada, es algo. —Mira a las estrellas de la cuidad que se confunden con luces, recordando, y continúa— Vi a mi esposo en nuestro dormitorio acostándose con otro tipo, y diciendo que yo estaba jodido, dañado emocionalmente. Además, mi carrera se acabó.
—Guau, espera ¿Estás casado? ¿qué edad tienes?
—Veintiuno, veintidós... No me acuerdo, pero por ahí. Y sí, estaba casado, estoy, porque nos enamoramos hace como... —hace una pausa para contar con los dedos— quince meses, pero ya no.
—Intenso. Me agrada.
Kyungsoo se acomoda en el asiento acolchado, cierra los ojos y se ríe. Quizás nada de esto está pasando y todo es por las drogas, pero no importa, porque es una de las mejores fantasías que ha tenido.
—Vamos a beber algo, pero esta vez a beber de verdad. Hasta que nos olvidemos de quién somos y de dónde vivimos, ¿qué dices? —Jongin se encoge de hombros. —¿Y qué te pasó a ti, o acaso siempre sales a fumar en la esquina de un bar?
—Estaba... —duda por un segundo, pero quiere continuar con la ficción porque su realidad es mucho más penosa que la del chico del cádillac rosa, así que la modifica un tanto. —Estaba en casa, escribiendo, ya sabes, creando los personajes y todo eso cuando sentí un disparo en la casa de al lado, y fui a ver y encontré a todos mis vecinos en el suelo. Fue...
—Inspirador.
—Inspirador. Aterrador. Así que llamé a la policía, tomé mis cosas y me fui hasta llegar a ese lugar con luces rosas, pero aún así no me puedo quitar la imagen de la cabeza.
—Deberías escribirlo, deberías escribir que me conociste a mí también. Así que vamos a beber, por los vecinos muertos y por los esposos infieles... De verdad necesito beber algo, me tragué un anillo más temprano y como que aún lo siento en la garganta.
Jongin da la vuelta a la esquina y se adentran por el centro nocturno de la cuidad, estacionando en el primer lugar vacío que encuentra y entrando a un bar entre tantos otros. Ambos piden seis rondas del trago más rosa que encuentren, y Kyungsoo se las bebe casi todas, sufriendo por dentro porque detesta el alcohol de cualquier tipo, el sabor es amargo y malísimo, y le duele tragárselo, pero ahora es un dolor que le agrada.
El Chico Rosa lo mira como cuidándolo, preguntándose por qué está ahí con un extraño tan delicadamente tierno, porque sí, le parece tierno y agresivo, lo que lo hace más dulce para él. El día empezaba mal y terminaba bien, o algo así estaba escrito en la pared.
Kyungsoo se pone tan ebrio que lo toma de la mano y lo lleva al baño, donde se deshace de todo el licor rosa en cuestión de minutos.
—Vomita tú también. —Dice limpiándose en el lavabo y echándose muchas pastillas de menta a la vez.
—No tengo... No tengo ganas. —Le responde confuso. —Y no sé cómo hacerlo.
—¿No sabes vomitar? Ven, —lo acerca al inodoro— tengo un paquete de mentos extra así que no te preocupes, sólo tienes que meter los dedos en tu garganta así —le mete los suyos como si fuera su propia boca— y listo.
Jongin piensa que Kyungsoo está excesivamente demente, pero le sigue gustando. No recuerda si su ayuda fue exitosa, no estaba borracho de todos modos, sólo recuerda la sensación.
Vuelven al cádillac y deben ser cerca de las cuatro de la mañana ya, se supone que Chanyeol tendría sus cosas bien lejos para ese entonces, pero Kyungsoo no tiene ganas de moverse, acurrucado en el asiento trasero acolchado de su auto, somnoliento. Jongin tiene las manos al volante pero aún no arranca, esperando por alguna señal de a dónde ir ahora.
—¿Sabes? Si quieres que te la chupe o que nos acostemos no hay problema, no me molestaría para nada porque...
—Kyungsoo...
—Porque tienes esa cara bonita, y ese cabello y como que mi matrimonio se fue por el desagüe... Puedes robar mi auto también, pero dime dónde compras esos cigarrillos... —Habla quedándose dormido.
—Kyungsoo, estás desvariando, ¿dónde vamos?
—Podemos ir a mi casa, tengo pelucas ahí, miles de pelucas, ¿te gustan las pelucas?
—Sí, —responde sonriendo enternecido— me encantan las pelucas.
—...No es porque sea transformista o algo así, sólo me gustan las pelucas. Tengo varias, castañas, rubias, morenas, rosas, onduladas, lisas...
Continúa hablando de las pelucas hasta que Jongin logra que suelte la dirección de su casa e ir a dejarlo hasta allí. No planea abusar de él, ni acostarse con él ni robarle, sólo quiere dejarlo sano y salvo donde vive, sin que cometa algún delito en el camino.
—Tu rostro es bonito, ¿te lo han dicho? Quiero pintarlo en un lienzo de dos metros de largo. —Menciona cuando van de camino, asustándole porque pensaba que estaba dormido, pero en verdad no ha pegado un ojo en todo el camino, sólo está sintiendo el vaivén del auto.
—No es bonito... —Responde avergonzado. —¿De verdad pintas?
—Sí, ¿qué no me crees? ya te dije que soy el artista más grande de nuestra era.
Jongin sonríe porque sabe que ese tipo extravagante no está mintiendo. Y se siente mal por él sí haberlo hecho, entonces se queda en silencio tratando de concentrarse en conducir mientras Kyungsoo vuelve a concentrarse en lo que está sintiendo.
—Maté a un hombre.
Lo dice con los ojos bien abiertos y sin pestañear, al mismo tiempo en que saca las llaves del auto.
—Estás borracho, Jongin, guarda la ficción para las novelas.
—No soy escritor, de verdad maté a un hombre.
—Ya, está bien... —Kyungsoo se pasa los dedos por los ojos tratando de espantar el adormecimiento y sale del auto, quitándole las llaves al Chico Rosa. No le toma importancia a lo que dice, por lo menos no ahora —¿No vas a pasar? Tienes que ver mis pelucas.
Jongin aprieta los labios haciendo una mueca, pero el pintor no se da cuenta porque le da la espalda mientras abre la puerta de su casa. Por lo menos lo intentó.
El interior está en silencio, para Kyungsoo está vacío porque Chanyeol sí cumplió y ya no hay nada suyo o que le recuerde a él, casi como si nunca hubiese vivido ahí. Las pinturas en la pared en tonos ascendentes de rosado le llaman la atención al Chico Rosa, así que escucha una explicación:
—Son todas mías. Todas. Oh... Esa, —dice señalando a una en el pasillo que Jongin ve como a una mariposa siendo devorada por un oso con cara de payaso, aunque probablemente no es eso porque él no sabe nada de arte— esa la pinté para ese estúpido de Chanyeol.
Sin más, se acerca, se pone en puntitas para alcanzar el lienzo y lo rompe como puede, tirándolo lejos.
—¡Kyungsoo, no! Es arte, y es hermoso.
—¿Qué importa ahora? —tiene ganas de llorar— No importa, no vale nada... Debió habérselo llevado también. No te preocupes, hay otro igual en mi galería de arte en el museo.
Recorren la casa exprimiéndole cada detalle, las pinturas, la decoración, las luces, todo, y todo es tan geninuamente Kyungsoo que Jongin se fascina aún más, todo parece ser arte. Hasta que suben las escaleras y descubren el lugar donde guarda la colección de pelucas, sí, no mentía, de verdad eran muchas pelucas.
Como se le está acabando la energía y no quiere que la noche termine, el pintor saca de una escondite en la habitación polvo blanco en una bolsita transparente. Se desarma también de la aguja que aún guardaba en su chaqueta, del otro polvo y de la cuchara porque no los necesita por ahora. El Chico Rosa sólo observa atento.
—¿La has probado alguna vez? —Le pregunta cuando la tiene alineada sobre una mesita en la esquina, enrolla un billete para ayudarse a sí mismo.
—Sí, pero...
—Entonces no te molestará hacerlo otra vez.
Acaban echados riendo en el piso alfombrado mientras Kyungsoo fuma los bonitos cigarrillos de fresa rosa, ojalá el humo fuese rosa también, dice con su peluca rosa lavanda ondulada y con moños a los lados que compró en una página Lolita. Ojalá lo fuese, responde Jongin con la suya de Sailor Moon que fue adquirida en una subasta de cosplay por internet.
Se miran y se ríen, se ríen y se miran, y en un principio lo hacían por lo gracioso de verse con esas pelucas ridículamente puestas, pero después lo hacen por la situación, ¿cuáles son las posibilidades de que ambos se encontraran y de que terminaran así? Quizás una en miles de billones, y eso la hace ser la mejor de las casualidades.
—¿Eres real, Jongin, o fue mucho por hoy? —le pregunta apagando el cigarrillo con la punta de los dedos. Él le responde acercándose y robándole un beso corto en los labios.
—¿Eso te lo demuestra? —Vuelven a reírse, están demasiado lívidos y como que nada importa.
—Sí, y eres muy mal besador.
Dejan las bonitas pelucas atrás y van al dormitorio aún llenos de risa, sin embargo, al ver las mantas pálidas de la cama desordenadas y maltrechas Kyungsoo se enfurece, recordando el engaño. Las arranca todas porque deben estar sucias, corrompidas y no las quiere ver. Arrugándolas en el piso les prende fuego, haciendo que Jongin entre en pánico y comience a pisarlas como loco.
—¿Crees que estoy dañado emocionalmente ahora? Porque siempre hago este tipo de cosas... —Reflexiona sentado en el colchón, con ganas de llorar otra vez.
—No. —Ahora, seguro de que no hay peligro de que se quemen vivos, el Chico Rosa vuelve a sonreír, brillando como la primavera, es el mismo paisaje de los cerezos en flor que Kyungsoo vio al conocerlo. Es precioso. —Creo que estás dolido y es tu forma de expresarlo.
—Eres lindo, Jongin. Pero no me voy a acostar contigo, sería como para desquitarme por lo que pasó y no lo quiero de esa forma.
Ambos están serios ahora.
—No quería acostarme contigo en primer lugar. Quería que llegaras sano y salvo a casa.
—Oh, lo siento... Debo haberme metido muchas cosas esta noche y hablo sin pensar. —Se muerde el labio, con deseos de ir a buscar la aguja, la cuchara y el polvo que dejó en la otra habitación porque ese chico guapo se irá y él se quedará completamente solo en casa.
Se quedan en silencio, pero no es un silencio incómodo, es más bien uno reflexivo. Sienten el amanecer entrar por las cortinas blancas de la habitación como un llamado de alarma para que se separen, porque esa noche exótica y excepcional entre todas las otras, llena de tonos rosa, acabó.
Jongin se asoma por el ventanal hasta el balconcillo a ver los colores del amanecer, el efecto de éxtasis está pasando siendo reemplazado por un dolor de cabeza y un sabor amargo en la boca, además de la sensación de culpa. A pesar de ello, se concentra más en la tonalidad luminosa del cielo.
—Ven a ver, —llama a Kyungsoo, y cuando está a su lado mirando también, continua: —Es todo púrpura, lavanda, incluso naranja, pero sobretodo...
—Rosa.
—Inspirador. —Él le asiente. Ambos se apoyan en el barandal del balconcillo a contemplar como sale el sol, sintiendo como si fuera el último día que gastarán en libertad, y percibiendo a la vez como si se conocieran hace mucho. Esta vez, Kyungsoo es quien lo besa.
—Sabes a fresas. —Hace una pausa, recordando lo importante — ¿De verdad mataste a un hombre, Jongin? —Le pregunta con los ojos cansados, el encantamiento de las drogas se le había ido también, y todo comenzaba a sentirse normal otra vez.
—Sí. —Se vuelve sombrío —Y no soy escritor, soy...
—Shh, no quiero saber eso. De verdad no quiero. —Baja la mirada sintiendo el sabor a fresa y recordando la noche sorprendentemente espectacular que pasó. Se fija como la punta de un arma se asoma, ¡oh! pero se calma —Antes te dije que no importaba que me robaras el auto, o que nos acostáramos o lo que sea, y tampoco me importa ahora que me dispares. Es efímero.
—¿Qué es efímero?
—Yo, tú. Mi matrimonio, el amor, la noche. El amanecer, mi vida, nosotros. Todo se acaba en un momento, y no me da miedo eso, porque ya pinté, ya amé, ya probé todo lo que quería probar, ya te conocí... Y todo eso ya acabó, no tengo a nadie, no tengo qué más pintar, tú te vas a ir. Es efímero.
Kyungsoo se da la vuelta, mirando de vuelta a su habitación. Hay un espejo que refleja justo a ese chico que lo apunta discretamente, lo refleja de forma tan noble y pura que no parece en verdad que se estuviera reflectando. Se busca entonces en el vidrio, pero no se encuentra.
Se quedan observando el sigilo del cielo pensando. El amanecer se va. Y Jongin lo entiende, más bien, Kyungsoo lo hace por él.
—Nunca te dije dónde compraba los cigarrillos de fresa.
—Oh, verdad. Puedes hacer lo que quieras después de eso.
—Por eso no te diré. Quiero que esto no sea efímero, quiero que el cielo se quede rosa por siempre por lo menos una vez, ¿puede ser, Kyungsoo?
Kyungsoo lo mira, sonríe. Le da esa sensación de que el chico que tiene en frente no es real, que salió de uno de sus lienzos, y la sensación perdura. Se vuelve otra vez al espejo, y recuerda que nunca ha tenido un espejo ahí; es una pintura. Así que responde:
—Con tal de que sea rosa... Puede ser, Jongin.
Los pájaros acomodados en sus nidos en los recovecos del techo salen volando adornando el cielo con un batir de alas ávido al escuchar el eco de la bala. Lo único efímero que perdura es el lienzo del chico rosa, lo demás, se desvanece.
♡ ♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡
N/A: cuánto tiempo ;; esto es lo que sale cuando no duermo en treinta y seis horas. Gracias por leer, estoy escribiendo como tres kaisoo más largos así que molestaré por acá más seguido~ esto lo escribí a la rápida y las ideas me iban y venían, así que no exijan mucho(?) jaja :)
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