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Quinto paso: Ya estás mintiendo, ¿eh?

—¡Es que eso es lo que pasa ente nosotros, que tú nunca me escuchas!

A pesar de que pudiera sonar a discusión de matrimonio, las palabras venían de su mejor amigo a través del teléfono, por lo que Rubén rodó un poco los ojos mientras bajaba las escaleras hacia el comedor de su casa. Hacía ya dos días que el Proyecto Bad Boy, como lo llamó Liz, había comenzado.  Y ahora comenzaba la siguiente fase: derretir a todo el mundo... siendo un témpano de hielo.

Bueno, si su amigo en una crisis de celos se lo permitía.

—Es que todavía no entiendo cómo pudiste ni saludarme en todos estos días, como tu mejor amigo me siento ofendido, si es que lo sigo siendo —reclamaba con tono dramático desde el otro lado de la línea, mientras Rubén se detenía en la cocina y tomaba una manzana, dándole un mordisco.

—Marc, es parte de la actuación, así creen que soy callado y rudo y que por eso no hablo con nadie —respondió al terminar de masticar, recorriendo con la mirada la vacía casa.

¿Dónde diablos estaba su papá? 

—¡Ah, con que yo soy nadie para ti! Ya me está quedando claro tu opinión de esta relación, Ronchester.

Se dio un golpe en la frente con la mano desocupada, estresado. ¿Por qué había tenido por mejor amigo a un rey del drama?

—Marcus, por favor, sólo deja por un momento el papel de esposa celosa y apóyame en este plan,  ¿sí? —pidió, dejando la fruta y comenzando a sacar del fondo del estante el cereal que tenía escondido de su hermana.

Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas; nunca encajó tanto esa frase con su vida como esa semana. Sentándose solo en el comedor comenzó a desayunar, todavía con su tímpano algo perturbado por la voz de Marc, aunque su estómago seguía pareciendo dispuesto a comerse un elefante.

—Con que al señorito le molesta que su mejor amigo actúe como algo que no es, ¿ves lo que se siente? —A pesar del tono de reproche, Rubén luego escucho un suspiro cansino de su parte—. Rub, esto es una mala, muy mala idea, y estás metiendo a mi hermana en esto sin que ella sepa. Eres mi mejor amigo y te he apoyado hasta en coquetear con la directora, lo cual por cierto es ilegal... pero por favor no sigas con esta idiotez.

Sin duda alguna, Rubén había quedado sin habla. Era la primera vez en su vida que escuchaba a Marcus, el buscador de aventuras y dramático presidente del grupo de teatro, sonar tan pero tan en serio. Mas las razones no eran suficientes para Rubén, o al menos no teniendo una meta tan fija entre ceja y ceja... aun si esta terminaba con una bala justo allí.

—Eh, Marcus... Yo...

Antes de que siguiera con su pobre y para nada planeada respuesta, Rubén escuchó la puerta de la casa abrirse de golpe, junto a varios pasos fuertes.

—¡Rubén, ya llegué! —resonó la voz de su padre desde la entrada.

—Marc, gracias por tu sabiduría, pero me tengo que ir, nos vemos luego —habló con rapidez, tomando su cereal y levantándose de la mesa para ir a saludar a su papa.

—¡No te atrevas a colg...! —Logró atinar la voz del moreno mientras dejaba el teléfono a un lado en la mesa.

Su casa era pequeña, mas siendo su padre un mecánico y su madre una editora y los dos amantes de la música, la habían hecho con muy buena acústica, por lo que las varias voces resonaban en cada esquina y llegaban hasta sus oídos. Pasó hacia la sala paralela a la cocina para encontrarse con la puerta abierta de par en par, viendo el que junto a su padre habían llegado otras dos personas, las cuales se le quedaron mirando con los ojos cual platos.

 —¿Freddie Mercury? ¿Eres tú? ¡Oh por Dios, yo siempre quise acostarme contigo! —casi gritó soltando las maletas su abuela Rachel... sin lentes—. Creí que ya estabas muerto, ¡luces tan joven!

—¡Papá, Rubén puede vestirse como metalero y yo no, es injusto!  —exclamó su hermana dejando su mochila rosa en el piso, mirando a Ronny cerrar la puerta con los brazos cruzados y haciendo un puchero—. Habías dicho que eso daba mala impresión, eso demuestra que tienes un estigma social y de los colores conmigo, ¿es por ser chica? Son estereotipos de género.

Rubén no sabía si reír o darse un golpe en la frente ante todo lo que estaba escuchando. 

Inevitablemente sonrió con ternura, encaminándose a paso rápido hasta abrazar a su hermana cargándola y sorprendiéndola al darle vueltas en el aire, haciendo que su lindo vestido y sus botas enormes andaran por sobre los muebles de la sala, entre risas.

 —Rubén, cuidado con el televisor, no uses a tu hermana de ventilador por favor —regañó su padre, viéndolos con una mezcla de reproche y diversión.

 —¡Bájame, Arial, me despeinas! —exclamó la niña, por lo que la dejó en el piso—. Te extrañé, pero eso no te da derecho a arruinar mis trenzas, tonto —admitió con voz baja y cierta dificultad, sonriente.

 —Yo también te extrañé, Rookie —afirmó, pasándole la mano por la cabeza y despeinándola todavía más, por lo que la niña lo miró con ojos de furia y él río burlesco. 

Detrás escucharon dos suspiros dramáticos.

—Ay, crecen tan rápido —expresó anhelante su padre, quitándose una lágrima dramáticamente y sonriendo, mientras su abuela al lado limpiaba una y otra vez sus lentes con un pañito, mirando a Rubén con el ceño fruncido.

—Rubén, hijo, te ves... bien, wow. ¿Ya te desarrollaste, cariño? Tardaste un poco más que tu padre, ¿qué le has estado dando, Ronny? Las hormonas del pollo no hacen bien, cariño —regañó su abuela a su padre, quien a penas estaba quitándose lo gorra, con su uniforme de mecánico ya puesto.

—Hola abue, hola pap... —comenzó a saludar, siendo incómodamente ignorado e interrumpido.

—Madre, te amo, pero que no sea vegetariano como otras por ahí no implica que no alimente bien a mi hijo —replicó su padre, volteando hacia sus dos hijos antes de que comenzara otra fuerte discusión de cómo se deberían alimentar los adolescentes, quienes solo se reían de ellos—. Perdón por no avisarte, Rubén, tu abuela me llamó en emergencia de que en la madrugada se le antojó venir para acá y de que la buscara en el aeropuerto antes de que demandara a todo el mundo.

—¡Pero es que tenías que ver el avión, eso era infrahumano! Esas aerolíneas solo buscan dinero y que los derechos de buenas comida se vayan a la mier...

—¡Mamá, hay niños!

 —Ay sí, ay sí.

Su hermana se acercó a él soltando ambos risitas disimuladas por la pelea que se avecinaba.

—Vámonos a la cocina antes de que comience el tema de la comida sana, tengo pizza en la mochila —le susurró, por lo que los dos comenzaron a retroceder de forma lenta y disimulada hacia la puerta de entrada, dejando atrás los afianzados gritos.

Los dos se sentaron en la mesa del comedor y reventaron en carcajadas.

—¿Qué tal, Arial? Veo que has dejado de vestirte como bibliotecario, ¿qué pasó?  —cuestionó con voz afable y rápida su hermanita, dándole un mordisco al pedazo de pizza de champiñones que acababa de sacar de su bolso y pasándole otra a su hermano. Ventajas de tener dinero por apuestas de ajedrez; así era Rookie Ronchester—. ¿Significa que puedo quemar el suéter de la tía Gertrudis? Dime que sí, porfa.

Rubén sonrió, recordando la primera vez que su hermana lo había llamado Arial. Había sido basándose en que era la tipografía más sencilla y aburrida, lo explicó al tener apenas siete años y manejar cualquier equipo electrónico como si fuera una extensión de su mano, con él teniendo trece y ayudándole con las palabras de los manuales que ella no entendía. Rubén se había sentido muy ofendido, porque de por sí no se acostumbraba al hecho de ser invisible en la secundaria y a que Jenna se hubiera alejado de él, y luego venía la persona más cercana y en la que más confiaba a decirle eso. Pero Rookie solo se le había acercado después mostrándole el libro de El Mago de Oz de Lyman Frank Baum, con el que Rubén le había enseñado a leer, y explicándole que todo el libro estaba en Arial y que era la letra más usada por, a pesar de ser simple, ser una de las más fáciles y agradables de leer, lo cual la hacía bonita a sus ojos. 

Y sonrió todavía más, porque Rookie lo miraba de esa forma con sus grandes ojos oscuros como aquella vez, similares a los de él, a veces en burla y otras en admiración. 

No quería que esa mirada se transformara en una de decepción pero... ya había tomado sus decisiones.

Suspiró, dándole un mordisco a su pizza y levantándose para irse a la secundaria. Ya iba tarde a la primera clase, mas eso era normal en los chicos como él, ¿no?

—En la tarde te cuento, Rook —susurró, dándole un beso a su hermana en la frente y tomando con la mano libre las llaves de la motocicleta, dirigiéndose hacia la puerta del garaje con el ceño muy fruncido y dudoso de su hermana sobre su espalda.

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