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Décimo paso:

-Eres un idiota.

Jenna Parker reconoció esa voz desde la puerta de su casillero; era la primera vez que escuchaba tan molesto al siempre serio presidente del Club de Teatro, por lo que se sonrojó un poco. Marcus Bretzer era todo lo que ella siempre había querido en un chico, mas no tendría la valentía de hablarle ni aunque chocaran de frente en medio del pasillo.

-Lo sé, Marc, lo soy. No es necesario que me lo repitas mil veces. -Esa voz suave y triste sí que le era de lo más conocida. Mientras buscaba un lápiz de tamaño medianamente decente entre sus cosas, Jenna escuchaba de forma atenta la discusión entre su amor platónico y Zackaria Ronchester, a unos metros de ella.

Jenna no era la única que de una u otra forma espiaba la escena. Era un tanto extraño ver a Zack, el nuevo enigma de turno en la secundaria, conversar con alguien. Las dudas aumentaban cada segundo después de lo acontecido en la fiesta. Pero sí, Ronchester revisaba en busca de su libro de historia cada caótico rincón con los ojos caídos y expresión de funeral, y Marcus parecía a punto de matarlo con su ceño fruncido y los ademanes que hacía al hablarle, recostado de los casillero junto a él.

-Te lo diré hasta que no tenga ganas de matarte. -replicó, como si fuera obvio-. ¡Engañaste a mi hermana, Rubén! ¡A Liz! Y ni si quiera se enteró por ti. ¿Sabes lo que duele que te mienta así la persona que te gusta? ¡Lo peor es que ni sientes nada por ella!

Rubén cerró la puerta de golpe, enfocando en Marcus su mirada de ira.

-¡Claro que sí, yo la quiero!

El casi grito resonó entre los pasillos a primera hora de la mañana, por lo que más de uno volteó sin disimulo hacia la escena para luego volver a susurrar entre ellos.

-Pues por lo que escuché, tu manera de querer es patética, Zack.

Ambos dejaron su pelea de miradas y la llevaron al frente, encontrándose con Jenna Parker y su clásica mueca de fastidio.

-Ella me cae mal, pero tiene razón. -aseguró Marcus en tono analítico y señalándola con el pulgar. La chica levantó las cejas y entreabrió los labios, con total indignación-. ¿Qué? Es la verdad. Casi ni te conozco, pero hasta ahora nunca me has agradado. Por cierto, ¿qué hacías escuchando nuestra conversación? -Jenna dio un respingo ante la acusación.

Vale, era el único chico que le había resultado verdaderamente atractivo en su vida, y además de caerle mal y acusaba de intrépida, sería mentir con demasiado descaro el decir que no era un golpe bajo. Mas, como siempre, hizo ver como que no le importaba. No podía dejar ver que sí nunca, no otra vez.

-Ustedes hablan muy alto. Además, el pasillo es libre, y estoy conversando con Zack, mi amigo, no contigo. -respondió, tajante y fría como solo ella sabía hacerlo; Marcus parecía apunto de romper sus dientes de tanta presión y rabia que enfocaba en ellos. Se volteó hacia Zack, quien seguí con cara de que se le había muerto otro hámster-. ¿Qué hiciste ahora, Zack?

Rubén bajó la mirada, terminando por cubrirse el rostro con sus manos.

-Lo arruiné todo con ella, Jenna. Liz me odia -susurró, sintiendo pasar el aire de su suspiro entre los dedos.

Quería gritar, tomar algo y romperlo, para ver si así no sentí que el que merecía una golpiza era él. No le gustaba relacionarse por eso, porque o terminabas herido o terminabas hiriendo, quisieras o no.

O no.

La sonrisa de Elizabeth se plasmó en sus párpados en cuento abrió los ojos. Su mano contra la suya, las risas, el verla ser feliz o frustrada o queriendo matarlo o abrazarlo. Y vio a Marcus y a Jenna en frente de él mirándolo atentos y, a pesar de todos las molestias o tristezas que pudieran sentir hacia él, preocupados. Por su mente pasaron las locuras con su mejor amigo, las salidas y tristezas juntos, todo lo que sentía por ese chico; las aventuras infantiles con Jenna que lo llenaban de alegría, su primer y dramático amor platónico, la reconciliación de ese fin de semana y el cómo ella le hacía abrir los ojos. Y una parte de él quiso sonreír y la otra llorar, porque al parecer, viniera con lo que viniera, amar a alguien siempre valía la pena.

Por lo menos, para él valía la pena.

-Quiero recuperarla. -soltó, con la mirada centrada en ellos-. Quizás no quiera ser ni mi amiga, pero no quiero que me odie. No podría con eso.

Jenna rodó los ojos, tomándolo de la manga de la chaqueta y jalándolo con ella.

-¡Hey! ¿Qué haces? ¿A dónde van? -exclamó Marcus extrañado, andando detrás de ellos-. Más te vale que no estés planeando robarte a mi mejor amigo, Jenna Parker, porque eso sí que no te lo voy aceptar -aseguró, mientras la veía encaminarse entre los salones y buscando en las puertas.

-Y yo me creía celosa -susurró, escuchando detrás la linda risa ronca de Rubén. En cuanto divisó a varios metros y entre las cabezas a cierta chica con gorro tejido, se detuvo, volteando hacia el chico y soltándolo. Los pequeños ojos de Jenna nunca le habían parecido una presión hasta ahora-. Es obvio que te gusta, así no lo hayas notado todavía en medio de tu idiotez sentimental, por eso te lo digo. Así que sé lo más sincero posible y aclara todo lo que sientes, por favor.

-No puedo creer que lo hayas traído aquí-soltó Marcus, por lo que ella le hizo una seña de que se callara y lo miró molesta, volviendo a rodar los ojos. Era inteligente, serio y agradable, pero Dios, qué dramático.

En cuanto Rubén miró por sobre su hombro, la sonrisa se le desapareció y toda su tez se volvió igual de pálida que las paredes. Jenna se hizo a un lado asintiendo con la cabeza, y en ese momento Marcus empujó a su mejor amigo y ambos quedaron uno al lado del otro, viéndolo a él voltearse con pánico en su mirar.

La presidenta del consejo sonrió.

-Este Zack -rió-. Ni siquiera sabe conquistar a una chica buena.

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