Capítulo 9: Helado derretido y sonrisa derretida
Para Katsuki, no había ninguna razón que justificara gustar de Uteki por parte de Eijiro. Nada en ella le parecía especial, ni siquiera su perfume frutal natural. Era un hecho irrefutable que Uteki le resultaba aburrida a Katsuki, y no entendía qué veía Eijiro en ella.
Al recordar los sucesos del reciente miércoles, cuando la vio comportarse agresiva y malhablada en una pelea en plena vía pública, se preguntaba cómo reaccionaría Eijiro si lo supiera. ¿Seguiría gustándole Uteki?
Aunque Katsuki quería que Eijiro se desilusionara de Uteki, su educación le impedía revelar cosas sobre otros. Prefería que Eijiro se diera cuenta por sí mismo más adelante, aunque tal vez ni le creería.
La imagen de Uteki como una grácil muchacha que resultaba ser grosera cuando se enfadaba sonaba como un embuste inventado por Bakugou Katsuki por simple odio injustificado. Uteki, también conocida como Murasaki, ocultaba sus malas actitudes tras una máscara afable.
Pero al final, no importaba. A Eijiro le gustaba, y si a él le hacía feliz que ella correspondiera a sus sentimientos, Katsuki no se opondría. Estaba dispuesto a ayudarlo, volviendo a su obsesión por apoyar a su amigo. Desde aquel miércoles, tenía muchas esperanzas para Eijiro. Ni siquiera Eijiro mismo albergaba tantas esperanzas cada vez que tenía la oportunidad de hablar con Uteki.
Aunque organizar citas infantiles podría socavar su integridad, estaba decidido a ayudar a Eijiro a recuperar su extrovertida personalidad y ser el pilar emocional de su grupo de amigos junto con el bromista Denki.
Sin embargo, se dio cuenta de que tenía problemas de afinidad hacia Uteki. Mientras a los demás les resultaba fácil llevarse bien con ella, a Katsuki le resultaba imposible.
Así que allí estaba, sentado junto a Uteki en un banco, a pocos metros y de espaldas al camión de helados que siempre llegaba a la misma hora, en el mismo lugar de siempre en la misma plaza y en una mañana de domingo.
Katsuki tuvo dificultades para organizar esa cita, pero se vio obligado a pedirle el número de celular a Uteki para poder reunirlos esa mañana. Aprovechó el miércoles anterior, cuando ella le obligó decirle su nombre y edad bajo la excusa de devolverle su tomatodo.
Ese miércoles, Katsuki se sintió presionado, como si estuviera cargando con todas las obligaciones del mundo. Hacía todo eso por el bien de otra persona.
—Se acabará el helado —comentó Uteki con un tono un poco triste.
Uteki solo quería que Katsuki le devolviera su botella y disfrutar del helado que él le había prometido invitar en aquel mensaje. No podía irse hasta que Katsuki le devolviera su tomatodo, aunque en realidad fue él quien le ordenó que se quedara.
Después de recibir ese inesperado mensaje de él el día anterior, Uteki le dio muchas vueltas al asunto. Llegó a pensar que tal vez Katsuki estaba interesado en ella románticamente. Sin embargo, al final descartó esa idea extraña después de considerar la actitud agria de él. Aunque antes ya había dudado de él debido a su insistencia en seguirla a todas partes, pero también pesaba en su mente la pequeña riña que tuvieron por la forma "cruel" en que rechazó a Kirishima.
Al final, Uteki se dio cuenta de que Katsuki había planeado ese encuentro para obvias razones, se hizo evidente con la actitud propia de Katsuki. Esto dejó en claro la determinación de Katsuki por juntarla en una relación amorosa con su buen amigo Eijiro, a pesar de que ella no podía aceptarlo.
—Maldición, espera un poco más, tu impaciencia me está estresando —Katsuki respondió con frustración, aún buscando con la mirada la presencia de Eijiro.
—No soy la única que sufre de impaciencia, ¿a quién esperas? —preguntó intrigada, llevando los labios a un lado, a pesar de saber a quién se refería.
—A nadie, solo espera un poco más —dijo Katsuki impaciente y frustrado, frotándose las manos con la esperanza de que Kirishima Eijiro apareciera.
Tanto Katsuki como Uteki se aburrían por la espera. Para distraerse del aburrimiento y la impaciencia, ella miraba a su alrededor sin motivo y jugaba a imitar los gestos furibundos de su acompañante sin que él la viera.
—Hace mucho calor, ¿cómo puedes tú seguir soportando? —resopló Uteki, sacudiendo la abertura del cuello de su polera de mangas largas—. Si tú no vas a invitarme, me invitaré yo misma un frío y refrescante helado. Hace demasiado calor.
Uteki se puso de pie, pero él la atrapó del brazo y no la dejó levantarse por completo. Su agarre constreñido la obligó a sentarse de nuevo.
—¡Auch! —exclamó Uteki al sentir la banca de madera— Eso dolió —hizo gestos de queja aunque no mostraban que hubiera sufrido una agresión grave.
—Espera aquí, no te vayas.
Katsuki abandonó a Uteki al darse cuenta de que Eijiro se acercaba lentamente por la acera del frente, casi llegando al punto donde Katsuki lo había citado.
Katsuki no se dio cuenta de que ella había visto de reojo a Eijiro llegar antes que él. Por lo tanto, no tenía sentido interrumpir la caminata de su amigo para contarle el plan, ya que todo su plan estaba expuesto sin que él lo supiera.
—¡BakuBro, hola! —saludó Eijiro.
Eijiro recibió un empujón y más empujones que lo hicieron retroceder. Katsuki lo detuvo antes de que sus gritos alegres resonaran en toda la acera, no quería que ella los escuchara.
—¿Qué te pasa? —preguntó Eijiro desconcertado.
—Cállate, pelirrojo idiota —Katsuki lo mandó callar, tapándole la boca por unos segundos—. Ella no debe vernos ni escucharnos.
—¿Ella? ¿Quién es ella?
Eijiro buscaba curioso a la misteriosa "ella" con la mirada entre la multitud frente al camión de helados.
Nadie parecía ser conocido para él, hasta que sus ojos se posaron en la plaza, donde Uteki permanecía sentada de espaldas. La reconoció por su distintivo cabello celeste y trenza.
—¿Murasaki? —Sus ojos reflejaron sorpresa antes de apartar la mirada—. ¿Estás en una cita con Murasaki?
—¡No, por supuesto que no! ¡Eres un idiota! —Katsuki lo agarró bruscamente de los hombros—. Pero tú sí, vamos hacia allá.
Con precaución por el semáforo, arrastró a Eijiro hacia el camión de helados casi a la fuerza.
Todos los presentes los miraron con extrañeza por el escándalo que estaban armando, especialmente cuando Katsuki, sin pedir permiso, sacó dinero de la cangurera de Eijiro. Luego, se acercó al dueño del camión de helados y pidió con seguridad dos helados de limón.
La escena se volvió aún más llamativa cuando Eijiro y Katsuki se marcharon de manera emotiva, violenta y descarada, tomados de la mano mientras Katsuki arrastraba a Eijiro hacia la plaza. Algunas chicas en el lugar se emocionaron pensando que estaban presenciando una cita romántica gay.
Sin embargo, a mitad de camino hacia donde estaba Uteki sentada, Eijiro se detuvo y miró a Katsuki con dudas.
—¿Ella sabe de esto? —preguntó en voz baja.
—No, no tiene por qué saberlo. Ninguno de los dos habría aceptado encontrarse si les hubiera contado la verdad sobre mi plan —respondió Katsuki con indiferencia.
—Entonces... no puedo seguir, no iré, porque no es a mí a quien espera —dijo entregando los helados de limón a Katsuki—. Quedé en algo con ella, y no quiero incomodarla ni a mí mismo.
—¡Maldita sea! ¿De qué estás hablando? ¡No puedes rendirte, porque...!
—¿Por qué?
—Porque puedes rendirte en el amor, pero no con ese amor —declaró Katsuki con desagrado al finalizar esas palabras sentimentales.
Eijiro soltó una risa incrédula.
—¿Lo sacaste de internet o qué?
—Sí, ¿y qué? No te rías —advirtió Katsuki con firmeza—. No soy experto en dar consejos amorosos.
—Pero yo no estoy enamorado, solo me gusta Murasaki, o me gustaba. Tal vez mañana ya no me guste. ¿Nunca has sentido algo por alguien? —bromeó Eijiro dándole un codazo a Katsuki.
—¿Sentimientos? ¡Nunca! ¿Y hay diferencia entre gustar y enamorarse? Suena complicado entender esos sentimientos —respondió Katsuki con hastío.
La respuesta fría y llena de preguntas dejó a Eijiro atónito, parpadeando sin cesar y tratando de encontrar una respuesta.
—El amor y los sentimientos relacionados con el amor son complicados, especialmente cuando los vives, pero...
Katsuki se mostró confundido por el consejo, al igual que Eijiro, quien dudó de lo que en realidad quería decir. Ni siquiera Eijiro sabía cómo explicarle a Katsuki acerca del amor o la diferencia entre gustar de alguien y estar enamorado.
—Olvida eso, simplemente no te prives de sentir emociones que involucren a otras personas —dijo Eijiro, dándole una palmadita en la espalda a Katsuki.
—¿Y eso a qué viene?
—No lo sé —respondió Eijiro, mirando a su alrededor sin mover la cabeza y mordiéndose el labio inferior—. Mejor dejemos esta conversación, el helado se está derritiendo y hay alguien que te está esperando. No la hagas sentir como si hubiera venido en vano.
—¿Me vas a dejar solo con ella?
—Confronta tus errores —dijo Eijiro mientras se alejaba poco a poco—. No quise decir que ella fuera un error, sino tu plan. Tú me entiendes.
—¡De paso que quiero ayudarte, mal agradecido!
—No puedes forzar al amor, pero gracias. ¡Nos vemos mañana!
Finalmente, Eijiro se retiró corriendo, aliviado. Mientras tanto, Katsuki renegaba por haber fallado totalmente con su plan y por haber terminado estando en "una cita" que incluía helados.
Katsuki observó el cielo por un rato, dándose valor para acercarse a Uteki.
Uteki se sobresaltó al ver de repente un helado cerca de su nariz. Lo tomó y luego vio a Katsuki al rostro. La espera había terminado con un delicioso manjar que la refrescó un poco del intenso sol.
—Aquí tienes tu helado horrible. Me largo —dijo Katsuki con mal genio.
—No es justo, esperé mucho, así que estás obligado a acompañarme hasta que termine mi helado —Uteki ladeó la cabeza, saboreando el helado—. Estaríamos a mano.
—¡Qué bien! —exclamó irónicamente—. Pero cómo puedes ser más agotadora que el sol —Katsuki tomó nuevamente asiento a su lado.
Katsuki terminó apresuradamente el helado, sin disfrutarlo, solo para entregarle el tomatodo y marcharse. Ya no quería seguir soportándola.
—Toma y gracias —dijo bruscamente, entregándole el tomatodo a Uteki.
Ella se quedó quieta. Fingió inocencia, ni siquiera miró el tomatodo, solo sonrió sabiendo que Katsuki no disfrutaba de su compañía; quería que él se quedara cerca de ella solo para molestarlo más.
Como dato, se dice que el jugo de limón es beneficioso en la alimentación diabética, ya que ralentiza la conversión del almidón en azúcar, reduciendo el índice glucémico del alimento.
La azúcar es deliciosa, la mayoría de las papilas gustativas prefieren lo dulce sobre lo amargo. Aunque está muy sobrevalorada, también hay alimentos ácidos deliciosos que, aunque al principio pueden resultar desagradables, se vuelven adictivos.
Uteki quería exprimir toda la acidez de ese limón llamado Katsuki. Curiosa por si él también tenía algo de dulzura en su interior. Incluso bañar la mitad de un limón con azúcar suena delicioso. Podrían compartir un poco de su dulzura con él y él podría compartir un poco de su acidez con ella.
Ayudarse mutuamente a equilibrarse.
—Será mejor apurarnos, o llegaremos tarde al evento de ferias en la universidad —dijo Uteki poniéndose de pie.
—¿Qué? —preguntó Katsuki molesto y confundido— ¿A dónde? Solo toma tu maldito tomatodo y déjame en paz.
—Me hiciste venir hasta aquí y me hiciste esperar mucho por un helado —Uteki metió la última cucharada de su helado a la boca—. Debo ir a ayudar a mi carrera para la feria y visitar a unos amigos de la universidad, ahí me lo devuelves.
Sin esperar a que Katsuki aceptara, Uteki se encaminó hacia el metro subterráneo. Katsuki amenazaba con quedarse con el tomatodo para siempre, pero Uteki continuaba su paso sin darle importancia.
A regañadientes, él corrió al lado de ella, siguiéndola. La cercanía con Uteki le resultaba incómoda a Katsuki, recordando los miércoles por la tarde cuando la seguía a escondidas. Por ello Katsiki se adelantaba ligeramente para no estar al lado de ella, tratando de mantener su orgullo y rivalidad intactos.
En el metro, Katsuki se sentó a siete asientos de distancia de Uteki. Notaba de reojo que ella lo miraba de vez en cuando, pero cuando él volteaba, ella disimulaba y se reía para sí misma en voz baja.
Al bajar del metro, Uteki caminaba tan rápido que dejaba a Katsuki rezagado en varias ocasiones. Ella se detenía de vez en cuando para ubicarlo y esperarlo con paciencia.
Dentro de la universidad, mientras Uteki iba a su aula para consultar sobre los preparativos de la feria de su carrera, dejó a Katsuki en el primer piso con vista al campus. Él esperaba como un niño, con su gorra desacomodada en la cabeza y comiendo papitas que ella le había comprado por consideración.
Al terminar de comer, guardó la bolsa de basura en el bolsillo de su sudadera. Cruzó los brazos y se apoyó en el barandal, buscando una posición más cómoda para observar de pie.
No notaba diferencias entre las instalaciones de U.A. Los estudiantes caminaban, hablaban y estudiaban en un campus amplio. La única distinción era que no llevaban uniforme, lucían ropas de diferentes colores y estilos, especialmente los de la carrera de Diseño Gráfico, con sus extravagantes atuendos y sacando sus pinturas para secarse al sol. Una pintura en particular llamó la atención de Katsuki, no por su belleza, sino porque parecía hecha por un niño de cinco años.
Katsuki observaba con interés, especialmente a una chica ruidosa que parecía ser la líder del grupo de Diseño Gráfico, bromeando, riendo y dirigiendo a sus compañeros con buen humor.
De repente, la chica lo notó observándolos y Katsuki se percató de que ella lo había descubierto. Su pulso se aceleró nervioso al verla subir las escaleras, seguramente para enfrentarlo por mirarlos. Se sentía pequeño e intruso en ese lugar desconocido.
Finalmente, la chica llegó a su costado y se apoyó en la barandilla como él.
—¡Hola! ¿Qué tal? —Saludó alegremente, extendiendo su puño para chocar con el de Katsuki—. Nunca te he visto por aquí, ¿eres nuevo?
Katsuki frunció el ceño ante el gesto amigable de la chica, sorprendido por la inesperada interacción. Con cierta desconfianza, chocó su puño con el de ella.
—No, yo solo estaba... —Katsuki fue interrumpido por ella.
—Te ves demasiado joven, ¿tienes dieciocho? —Ella se acercó aún más a Katsuki con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Sí —respondió Katsuki con recelo, sintiéndose incómodo.
—Ah, ya entiendo, vienes por la feria de carreras. Pero empezará a las cuatro de la tarde. —Con una actitud confiada y divertida, le despeinó los cabellos a Katsuki a pesar de que tenía una gorra en la cabeza—. Te recomendaría pasar por el stand de Diseño Gráfico, ya que noté tu interés en nuestras pinturas.
—Solo estaba mirando, no me interesa en lo absoluto —aclaró Katsuki, manteniéndose a la defensiva y serio.
—No seas modesto, seguro ya tienes en mente qué carrera estudiar —propinó un pequeño golpe en la cabeza de Katsuki—. Oye, ¿eres un artista creativo de clóset?
Katsuki frunció el ceño con expresión de pocos amigos, sintiéndose atrapado en una situación imprevista y sin saber cómo escapar.
—Verás, yo también era una artista de clóset. Hasta que me decidí por esta carrera, y mira, ya ando pintando y diseñando mejor que Leonardo Da Vinci —dijo ella, señalando con orgullo su pintura que estaba en el patio de los de Diseño Gráfico.
—Ja, ¿hablas de eso? Desde el primer momento que lo vi pensé que era algún tipo de arte abstracto —respondió Katsuki con sarcasmo, rodando los ojos.
La chica puso un gesto ofendido, pero no molesta; al contrario, sabía que sus habilidades artísticas en el lienzo eran nulas, pero cuando se trataba de trabajar de manera digital, era una experta.
—¿Hasuna?
—¡Vaya, qué alegría! —exclamó ella al reconocer la voz de Uteki que la llamaba, girándose para saludarla con un beso en la mejilla—. ¿Y eso? Dijiste que no participarías ni vendrías a la feria.
Uteki llegó en el momento justo. Y antes de responder a Hasuna, miró a Katsuki, quien también lo estaba observando desde el momento en que escuchó la voz de ella.
—¿Uteki, tú ya conocías a sonrisa derretida?
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