Capítulo 7: Curita y molestia
Katsuki demostró su verdadero talento en el baloncesto al encestar un punto al primer intento, revelando su destreza en el deporte. Si hubiera aceptado unirse al juego antes, habría logrado anotar aún más puntos en el partido.
Decidió participar en el juego al descubrir que el equipo contrario era la clase 3-B. Harto de pasar un domingo aburrido en casa y cansado de ver a sus compañeros jugar sin él, decidió enfrentar las burlas de Monoma Neito, quien menospreciaba al equipo de la clase A. No podía permitir que subestimaran a sus compañeros "extras", quienes también dependían de su confianza. Aunque no lo demostrara abiertamente, le dolía que intentaran menospreciarlos.
Los ánimos de sus compañeros desde las gradas y en la cancha lo impulsaron a dar lo mejor de sí mismo. Con dos rebotes y un lanzamiento certero, anotó su segundo punto, igualando el marcador. La clase A estaba a punto de salir victoriosa, y la humillación del equipo contrario dependía de él. Esta ronda determinaría la apuesta y la penitencia que el equipo perdedor debería cumplir.
Katsuki se concentró en esquivar los contraataques de los jugadores de la clase 3-B, evitando empujones, trampas y el uso de quirks prohibidos en el juego. Su misión era mantenerse ágil y limpio ante los intentos desesperados de los malos perdedores del equipo rival.
—¡Es Murasaki! —exclamaron la mayoría de los presentes, utilizando el sobrenombre de la chica de la pastelería que tanto se conocía la mayoría de ellos, incluido Katsuki. Aquellos que estaban sentados en las gradas se pusieron de pie y se acercaron a saludarla, mientras que los que estaban jugando simplemente le hacían un gesto desde lejos, levantando la mano en señal de saludo hasta que ella les respondía de la misma manera.
Entre los repetidos "hola" que resonaban alrededor de Murasaki, Katsuki intentaba bloquear el ruido con sus propios gritos forzados por la adrenalina, concentrado en perseguir el balón que Tetsutetsu de la clase 3-B había arrebatado a su compañero Todoroki Shoto.
Shoto, resignado a no poder recuperar el balón, se mantuvo quieto y tranquilo. Al pensar que no podía hacer más, se dirigió hacia donde estaba la multitud reunida alrededor de Murasaki.
—Estoy encantada de verlos a todos, pero si me disculpan, me gustaría hablar a solas con Kirishima —dijo Murasaki con amabilidad y nerviosismo, jugueteando con sus dedos.
La idea de exponer en público el problema entre Eijiro y ella generaba incomodidad. Aunque bastaba con que solo ellos dos lo supieran, decidió exponerse ante todos, especialmente ante Katsuki, para demostrarle que había cumplido su promesa de disculparse con su amigo.
La voz temblorosa de Eijiro llamó la atención de su amigo Katsuki, quien finalmente prestó atención al motivo de la visita de Murasaki. Observando cómo ella y Eijiro se alejaban unos metros de la cancha hacia el patio trasero donde se encontraba el parque lleno de niños jugando, Katsuki se centró únicamente en los dos, quienes se disponían a tener una conversación privada.
—¡Bakugou, atrápalo! —gritó Denki desde el costado de la cancha.
Denki se encontraba en una situación comprometida. Con pocas opciones para pasar el balón, decidió confiar en Katsuki para que pudiera recuperarlo y llevar al equipo a la victoria. A pesar de que Jirou o Izuku también eran buenas opciones, Denki apostó por la destreza de Katsuki en momentos de presión.
El balón llegó directo a la cabeza distraída de Katsuki, quien estaba observando a Eijiro y Murasaki en la distancia. El sonido del impacto resonó en todo el campo, silenciando momentáneamente el bullicio del juego y atrayendo todas las miradas hacia él.
Katsuki reaccionó con furia, lanzando una serie de improperios mientras se frotaba la herida en su frente causada por el balón. A pesar del dolor, se acercó a Denki, quien intentaba disculparse por el accidente. Sin embargo, Katsuki simplemente lo apartó con un empujón y se dirigió hacia donde estaba observando a esos dos.
Mientras tanto, el equipo rival aprovechó la ausencia de Katsuki para anotar el tercer punto, asegurando su victoria. Logrando ganar a la clase 1-A, lo que hizo que se iniciara na disputa entre los jugadores.
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—¿Amigos? —Murasaki y Eijiro se estrecharon las manos, recuperando la alegría perdida por Eijiro días atrás, ahora compartían risas reconfortantes.
—Amigos —respondió Eijiro, sellando su acuerdo.
Al soltarse las manos, Katsuki observó la escena con amargura. La idea de amistad no encajaba en sus planes y presenciar ese gesto lo enfureció aún más. Aquel día de su enfrentamiento con ella, había planeado palabras diferentes que no llegó a decir por completo. Su intención era que Murasaki se disculpara y se hiciera cargo del corazón de Eijiro, actuando como un falso cupido con flechas de plástico.
—¡No, no! —exclamó Katsuki, tirando de su propio cabello con frustración, atrayendo las miradas de los niños cercanos— ¡Tú no solo debías disculparte!
Acercándose a ellos, colocó sus manos en las nuca de Eijiro y Murasaki, intentando forzar un beso entre ellos. Quizás esperaba que al unirlos físicamente surgiera una chispa romántica, como en las novelas dramáticas que su madre veía y él soportaba. Pero Eijiro y Murasaki no eran marionetas que pudiera manipular a su antojo, empezaba a parecer una niña jugando a los enamorados con sus muñecos.
La incomodidad y el malestar se reflejaron en los rostros de Murasaki y Eijiro ante la brusquedad de Katsuki. Estabas a centímetros de unirlos.
—¡Vaya! ¿Y ese moretón? —Murasaki eludió el beso forzoso y se preocupó por la herida en la frente de Katsuki, que ardía intensamente.
Katsuki no tardó en reaccionar, dejó de lado al forzado beso y se palpó la herida con una leve preocupación.
—Uy, esto te va a doler —dijo Murasaki con calma, tomándolo de la muñeca sin miedo a la ira de Katsuki—. Ven conmigo, tengo un botiquín en la pastelería. Podré desinfectar esa herida mientras resuelvo unos asuntos en la pastelería.
Katsuki intentó zafarse de su agarre, protestando por la forma en que lo sujetaba.
Una niña se acercó tímidamente a Eijiro, observando la escena con confusión, siendo la única entre todos los infantes que tuvo valor de preguntar por ellos.
—Señor —llamó la niña a Eijiro—, ¿él no quiere regresar a casa con su mamá?
La niña señaló a Katsuki que seguía forcejeando y gritando a Murasaki. Eijiro se limitó a sonreír de burla ante ese comentario y trató de explicarle lo que realmente estaba pasando.
—¡Ella no es mi mamá! —gritó Katsuki, ofendido.
—Bakugou, deja de comportarte así delante de los niños. Murasaki solo quiere ayudar —instó Eijiro, empujando suavemente a Katsuki hacia Murasaki.
—No seas terco, Bakugou Katsuki —Murasaki tiró con fuerza de su mano, finalmente logrando que caminara junto a ella.
Murasaki pensó: «Qué terco es».
A arrastras llegaron juntos a los interiores de la pastelería, que yacía cerrada y con un cartel que anunciaba su cierre. Era domingo, y Murasaki había acudido para realizar las labores de limpieza y preparación de postres para el lunes. Lo que no esperaba era encontrarse en el camino con las clases 3-A y 3-B disfrutando de un partido de baloncesto en el lugar. Fue por ello que provechó la situación para disculparse con Eijiro.
Sin embargo, lo que realmente no esperaba era encontrarse cara a cara con Katsuki debido a un desafortunado accidente con el balón.
Murasaki buscó apresuradamente el botiquín y regresó hacia donde se encontraba Katsuki, quien le daba la espalda, mirando fijamente hacia la salida. Ella decidió sentarse a su lado para atender la herida en su rostro a pesar del evidente disgusto de Katsuki.
La valentía de Murasaki al tomar el rostro de Katsuki y dirigirlo hacia ella lo sobresaltó. No le importaba si en cualquier momento él explotaría o le lanzaría alguna grosería.
—No te muevas, necesito aplicarte el agua oxigenada —dijo Murasaki mientras preparaba el algodón y el desinfectante para tratar la herida de Katsuki—. Pareces una queque con un pedazo quemado.
Una burla escapó de los labios de Murasaki al observar de cerca la frente dañada y fruncida de enojo de Katsuki. La herida del chico parecía una quemadura carbonizada, producto del balón que lo había golpeado y ensuciado.
—¿Debería reírme?
—Hmm... no, solo estaba siendo carismática —respondió Murasaki mientras humedecía el algodón con agua oxigenada—. A veces es bueno sonreír un poco, aunque sea para disimular el dolor. En momentos de dolor es donde uno más debe sonreír.
Katsuki gruñó de dolor cuando el algodón mojado tocó su herida ardiente.
—Te lo dije, una risa te habría distraído del ardor —comentó Murasaki mientras limpiaba la herida hasta que no quedara rastro de suciedad ni sangre—. ¡Listo, ya está! —exclamó satisfecha y aliviada.
—Ahora déjame ir, todos esos colores me están enfermando —murmuró Katsuki mientras se levantaba de la silla, visiblemente disgustado por la decoración del lugar.
—Espera —dijo Murasaki, cerrándole el paso a Katsuki al colocarse delante de él. Sin darle tiempo a reaccionar, sacó una curita cuadrada, arrancó los adhesivos de un tirón y la aplicó en la frente de Katsuki. Desafortunadamente, no había espejo cerca, por lo que él no pudo ver el diseño decorativo de la curita.
—¿Qué demonios? —exclamó Katsuki, intentando ver lo que le habían puesto en la frente y asegurarse de que no fuera algo infantil que pudiera ser motivo de burla.
—Esforzarte por mirar hacia arriba podría dejarte bizco —advirtió Murasaki.
—Cállate, no actúes como si yo fuera un niño —replicó Katsuki, rodeando a la chica y saliendo del lugar sin despedirse. Su comportamiento lo hacía parecer un niño malcriado.
Murasaki suspiró, aceptando que tal vez se encontraría con Katsuki de nuevo en algún momento. Parecía que el destino disfrutaba hacer que se encontraran en los peores momentos.
Mientras tanto, un brote de árbol de limón agrio crecía en medio de un jardín de flores.
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