Capítulo 6: Hasta nunca los miércoles
—Qué coincidencia habernos encontrado hoy. —Murasaki se deshizo de sus audífonos y los guardó en su mochila—. ¿Qué pasó con la rutina de los miércoles?
La voz de Murasaki resonó en los oídos de Katsuki, invitándolo a entablar la conversación que había sido inevitable desde el primer día en que comenzaron su juego de perseguir y dejar ser perseguido. Estaba desconcertado; creía que Murasaki no se había percatado de su presencia, y se preguntaba desde cuándo supo que era perseguida, o si lo había sabido desde el principio.
Se refugiaron juntos en una parada de bus para resguardarse de la lluvia. Las sandalias de Murasaki estaban hechos un desastre.
Murasaki recordó el nombre y apellido de Katsuki, gracias a la última vez que los amigos de él lo mencionaron en aquél evento de U.A dedicado a la clase 3-A, donde él se negaba firmar su libreta.
—¡Qué sorpresa encontrarte de nuevo, Bakugou Katsuki! —saludó Murasaki con una sonrisa sincera.
Katsuki respondió bruscamente, pero su comentario fue interrumpido por un charco de agua lanzado por un conductor imprudente que pasó cerca de ellos, silenciando a Murasaki antes de que pudiera hablar. La joven estaba visiblemente molesta por la situación.
—Para mí no es ni una sorpresa y tampoco me genera alegría —replicó Katsuki con odio en sus ojos.
Sin rodeos, Katsuki expresó sus sentimientos con sinceridad, preocupado por Eijiro y deseando que Murasaki entendiera lo importante que era para él. Le explicó cómo el rechazo de Murasaki había afectado a Eijiro y cómo ya no era el mismo. A pesar de su estilo directo y poco diplomático, logró transmitir sus emociones con una intensidad que no admitía dudas.
Murasaki escuchaba en silencio, sorprendida por la franqueza de Katsuki. Al principio, parecía molesta, pero a medida que él hablaba, su actitud fue cambiando. Finalmente, asintió lentamente, reconociendo que quizás había subestimado la situación.
Murasaki movió la mirada inquieta, buscando las palabras adecuadas mientras el peso de la situación se hacía evidente. A pesar del bullicio a su alrededor, su mente se enfocó en el recuerdo de la expresión anhelante de Eijiro al confesarle sus sentimientos, y la incapacidad de corresponderlos la llenó de remordimiento.
Murasaki pensó: «Qué buen amigo es».
En un momento de claridad, Murasaki reconoció la profundidad de los sentimientos de Eijiro y lamentó no haber sido consciente de su impacto. Con sinceridad, se disculpó ante Katsuki por herir a su amigo sin intención.
Katsuki, asintió con fastidio, sintiendo que finalmente estaba logrando transmitirle su punto de vista a Murasaki. Sugirió que era mejor que ella misma hablara con Eijiro, mostrando una faceta más empática.
Murasaki reflexionó por un momento, asimilando las palabras de Katsuki. Finalmente, suspiró y miró a Katsuki con determinación.
—Está bien, hablaré con Kirishima y gracias por ser honesto conmigo —dijo Murasaki, extendiendo la mano hacia Katsuki en un gesto de agradecimiento.
Katsuki la miró sorprendido, su ceño fruncido denotaba su incomodidad. Sin embargo, en lugar de estrecharle la mano, simplemente se limitó a asentir con la cabeza.
—Demonios, no es nada —respondió Katsuki con tono brusco, desviando la mirada hacia un punto indeterminado en el suelo.
Ella retiró su mano lentamente, comprendiendo que Katsuki no estaba acostumbrado a expresar sus sentimientos abiertamente.
Murasaki se sintió incómoda al ver que Katsuki estaba a punto de irse y decidió continuar la conversación, a pesar de la tensión en el ambiente.
—¿Has tenido alguna experiencia similar? —preguntó Murasaki, tratando de abordar el tema del rechazo amoroso.
Katsuki la miró con expresión interrogante, mostrando su desinterés por seguir hablando. A pesar de su fastidio, decidió escucharla.
—Me refiero a si alguien no correspondió tus sentimientos —explicó Murasaki, sintiéndose avergonzada por la dirección incómoda que estaba tomando la conversación, especialmente después de rechazar al amigo de él.
La respuesta de Katsuki fue cortante y con un tono de sarcasmo.
—¿Ahora resulta que eres una detective además de pastelera? —dijo Katsuki con una mirada enojada, insinuando que la situación estaba siendo tomada como burla considerando lo de ella e Eijiro.
Murasaki se sintió indignada por la respuesta de Katsuki y decidió abordar directamente el tema.
—Yo no sigo a nadie como un acosador, detective Katsuki. Pero me gustaría saber si hay algo más que quisieras saber de mí, además de confrontarme por tu amigo —dijo Murasaki, desafiante pero manteniendo la compostura.
El título de acosador, que Katsuki no aceptó de buena gana. No creía que estuvo comportándose de esa manera, y su orgullo como aspirante a héroe culto se veía desafiado. La osadía de Murasaki al confrontarlo de esa manera, sumado al dolor emocional infligido a su amigo, parecía haber herido profundamente su integridad. La opinión brusca de Murasaki había causado estragos en Katsuki, provocando una erupción de rabia que amenazaba con explotar.
—Además de hablar del tema de Eijiro contigo, no me interesa ni una mierda saber de ti —dijo Katsuki, dándole la espalda a Murasaki y comenzando a alejarse.
—¿Ah, sí? Debiste haberme confrontado desde el primer miércoles en que empezaste a seguirme. ¿Por qué esperar hasta ahora? —gritó Murasaki, queriendo que Katsuki escuchara sus palabras.
Katsuki se detuvo en seco, cuestionándose a sí mismo por qué la había seguido durante todo ese tiempo. La confusión lo invadió en ese momento, preguntándose si todo se reducía a un capricho por romper la monotonía de su rutina. Quizás solo estaba tratando de encontrar una excusa para encontrar razones por las cuales no debía confrontarla, algo inusual en él, que solía actuar antes de pensar.
—Fue por aburrimiento. Tu vida monótona y repetitiva parecía ser un entretenimiento momentáneo, pero ahora me doy cuenta de que no tenía sentido, al igual que tú. No hay nada en ti que me interese, si no fuera por Eijiro, jamás habríamos tenido este encuentro —respondió bruscamente sin mirar atrás, dejando claro su postura mientras se alejaba—. Y por cierto, dile hasta nunca a los miércoles.
Murasaki observó a Katsuki alejarse con una mezcla de incredulidad y molestia. Se sintió un poco culpable por haberlo confrontado de esa manera, pero al mismo tiempo, se sintió satisfecha.
Mientras Katsuki se alejaba, Murasaki se quedó de pie en silencio, contemplando la situación. Se sentía un poco confundida por la intensidad de las emociones que habían surgido entre ellos. Había sido una confrontación inesperada, pero necesaria para poner fin a la situación en la que se encontraban.
Quizás nunca entendería completamente las razones detrás del comportamiento de Katsuki, pero al menos había logrado defenderse.
Con un suspiro, Murasaki se dio la vuelta y comenzó a caminar en la dirección opuesta. Aunque los miércoles ya no serían lo mismo, sabía que había tomado la decisión correcta al confrontar a Katsuki y poner fin a esa extraña dinámica entre ellos.
A pesar de que no habían pasado muchos miércoles juntos, Murasaki sabía que echaría de menos esos días. De alguna manera, él lograba hacerlos divertidos, ya que no siempre tienes a alguien siguiéndote como tu sombra.
Al llegar a la entrada de su hogar, a unas dos cuadras de distancia de donde estaba, Murasaki se encontró con el ambiente familiar que tanto disfrutaba. El olor fresco y húmedo del césped en el jardín la recibió antes de cruzar la alfombra de bienvenida. Después de cambiar sus sandalias por pantuflas, se dispuso a entrar.
—Vas a resfriarte —advirtió su madre, colocándole una toalla sobre la cabeza para secar su cabello mojado antes de que Murasaki pudiera escapar hacia la cocina.
Su madre sujetó su cabeza y secó su cabello y rostro en varios movimientos.
—¿Estás bien, cariño?
—Mamá, te prometo que la lluvia no tiene nada que ver conmigo —respondió Murasaki entre risas, provocadas por los movimientos torpes de las manos frotando su cabeza y rostro—. Y si volví temprano fue porque hubo un problema con unos villanos en la universidad.
—¿Estás segura de que no hay nada más que deba saber? —preguntó su madre con una sonrisa acompañada de dudas— Además de que has estado últimamente olvidando llevar paraguas.
—No miento, mírame —dijo Murasaki, apartándose de las manos de su madre y la toalla para mostrarle su rostro—. Y te aseguro que no olvido llevar paraguas a propósito.
Murasaki logró convencer a su madre, la señora Kosame Nijina. Ambas sabían que su semblante no mentía, pero Nijina siempre se preocupaba por las emociones de su hija, especialmente cuando llovía.
Nijina le pidió a Murasaki que fuera a dejar sus cosas y cambiarse mientras ella le servía la comida. Agradecida por la atención, Murasaki subió a su habitación sin decir nada más.
—¿Trajiste algo? —preguntó Kosame Henshin, la hermana menor de Murasaki, mientras le quitaba la mochila de la espalda a su hermana mayor. Murasaki, acostumbrada a este gesto, no protestó y se centró en cambiarse de ropa, ya que la que llevaba estaba mojada.
—Cuadernos, y más cuadernos —dijo Henshin mientras revisaba el contenido de la mochila en la cama de Murasaki.
—¡Ash! No trajiste nada hoy —exclamó decepcionada al no encontrar postres—. Por cierto, ¿no se te arruinaron los audífonos la semana pasada? ¿Por qué los sigues llevando? —preguntó señalando los auriculares que Murasaki aún conservaba.
—Me compraré otros pronto —respondió Murasaki antes de quitarle los auriculares y la mochila a su hermana.
—A veces no te entiendo. ¿Por qué conservar unos audífonos inservibles? —preguntó Henshin cruzando los brazos y adoptando una expresión burlona.
—Puedes disimular no estar al tanto de lo que sucede a tu alrededor. A veces es útil llevarlos aunque no funcionen —explicó Murasaki antes de dirigirse al comedor.
—¿A quién pretendías evadir con esos audífonos inútiles? ¿Un acosador enamorado, quizás? —bromeó Henshin, provocando risas en Murasaki al recordar la situación con Katsuki.
Murasaki no podía imaginar a Katsuki enamorado o interesado en alguien, menos en ella. Para ella, él era un ser de otro mundo, ajeno al amor. Recordó cómo Katsuki la seguía y cómo ella fingía no darse cuenta gracias a la música inaudible en sus auriculares. Pero sabía muy bien que no se trataba de un acosador enamorado.
—¿De qué te ríes? Estoy en lo correcto, ¿verdad? —preguntó Henshin lanzándole una almohada a Murasaki, pero falló el tiro.
—Estás muy preguntona y ocurrente —respondió Murasaki entre risas mientras se acomodaba la camiseta—. ¿Me pasas el cargador del celular?
Henshin se negó al principio, pero finalmente accedió con una sonrisa desganada y le entregó el cargador que estaba sobre la mesita de noche.
—Mañana iré a la pastelería y te traeré un postre, te lo prometo. Hoy no pude hacerlo —dijo Murasaki tratando de animar a su hermanita.
—Pero asegúrate de traer dos, Cabeza de Chicle —respondió Henshin en tono juguetón.
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