Capitulo 3: Todo por un amigo
Las conversaciones se entremezclaban, dificultando la distinción del orden en el aula 3-A mientras los estudiantes hablaban de manera trivial. Aprovechaban el tiempo antes de que el profesor ingresara, algunos atentos a la entrada mientras compartían sus experiencias del fin de semana.
Querían asegurarse de regresar a sus asientos a tiempo para evitar un regaño repentino o la mirada fulminante del profesor Aizawa Shota, con su característico cabello negro ondeando debido a su quirk y su ceño fruncido, una expresión que no les gustaba ver.
De entre todos ellos, solo uno permanecía en silencio, con los brazos cruzados y la mirada perdida. Su rostro reflejaba desgano y apatía, como si estuviera completamente desconectado de la conversación que se desarrollaba a su alrededor. Incluso Iida Tenya, el presidente de la clase, no estaba sentado en su asiento con su habitual postura aplicada y obediente.
Era inusual verlo así, claramente algo le había sucedido. Algunos comenzaron a susurrar la posibilidad de que quería llorar. Sus amigos notaron su estado y detuvieron sus conversaciones, al igual que Katsuki, quien soltó abruptamente el cuello de la camisa de Denki, que fue a causa de la broma pesada que este había hecho contra él.
Los amigos se reunieron alrededor de la mesa de Eijiro, con la excepción de Katsuki, quien permanecía junto a ellos, pero detrás del asiento de su amigo. Estaba de pie, listo para escuchar lo que Eijiro tenía que decir. Quería estar allí para él, pero sin que lo notara, tratando de ocultar su preocupación y evitando que lo vieran como alguien que podría ofrecer abrazos y consuelo. Según él, esas actitudes débiles no encajaban con la personalidad fuerte que mostraba a los demás.
—¿Qué te pasa, Kirishima? —preguntó Mina de pie, apoyándose en el pupitre detrás de él y ladeando la cabeza con una expresión llena de duda.
—¿Te mordió un perro? —bromeó Denki, intentando hacer reír a Eijiro, pero solo recibió un pequeño golpe en la nuca por parte de Sero.
—¡Cierto! Se me olvidó preguntarte, ¿cómo te fue con Murasaki el sábado? —recordó Mina, sin darse cuenta de que su pregunta intrusiva fue lo que desencadenó la reacción de Eijiro.
La atención de todos en el aula se centró en Eijiro cuando sus gestos desmedidos y lloriqueos llamaron la atención. En ese momento, sus quejas dramáticas resonaron en el aire.
—¡Fue terrible, todo salió mal! —gritó Eijiro, su voz llena de angustia.
La situación debía ser realmente dolorosa para que Eijiro se manifestara de esa manera. Mina lamentaba haber alterado a su amigo con su pregunta, aunque no podía evitar querer saber los detalles de la cita que tanto había planeado. Sabía cuál sería la respuesta, pero ansiaba conocer todos los pormenores.
—No siente lo mismo, ¿verdad? —Sero colocó una mano en el hombro de Eijiro en un gesto de apoyo.
—No, no lo hace —confirmó Eijiro, con las comisuras de los labios aún más caídas.
Sero, Denki y Mina se acercaron a él, ofreciéndole su apoyo al tomarlo por el hombro. Querían brindarle fuerzas para sobrellevar el doloroso rechazo de sus sentimientos por parte de Murasaki. Eijiro creyó haber ganado la confianza, la amistad y el cariño de Murasaki. Había sido caballeroso con ella, le había sacado sonrisas y se había esforzado al máximo para ganarse su corazón. Pero nada de eso fue suficiente.
—¿Y saben qué me dijo? —continuó Eijiro con un semblante experimentado—. "Quedemos como amigos".
La expresión de Eijiro reflejaba una mezcla de tristeza y decepción. Sus amigos lo escuchaban atentamente, compartiendo su dolor en silencio. Mina se acercó a él y le dio un abrazo reconfortante, mientras Denki y Sero le ofrecían palabras de aliento.
—Lo siento mucho, Eijiro. Debes sentirte realmente mal —dijo Mina con empatía.
—Sí, es terrible. Pero sabes, a veces las cosas no salen como esperamos. Tal vez Murasaki simplemente no ve lo maravilloso que eres, pero eso no significa que no haya alguien más ahí fuera que sí lo haga —agregó Sero con optimismo.
Eijiro asintió con tristeza, agradeciendo el apoyo de sus amigos. Aunque el rechazo de Murasaki dolía, sabía que contaba con el apoyo incondicional de sus compañeros.
—Gracias, chicos. Sé que puedo contar con ustedes. Y tal vez tengan razón, quizás haya alguien más ahí afuera para mí —dijo Eijiro con una pequeña sonrisa, intentando mantener la esperanza.
Los amigos de Eijiro se reunieron a su alrededor, prometiéndole estar ahí para él en los momentos difíciles. Juntos, decidieron que lo mejor era salir a distraerse y pasar un buen rato para ayudar a Eijiro a superar su desilusión amorosa. Aunque la herida en su corazón era profunda, el apoyo de sus amigos le daba la fuerza para seguir adelante.
El revuelo creció cuando la mayoría de los estudiantes estaba enterado de la confesión de Eijiro que fue él mismo quien gritó a los cuatro vientos. Las conversaciones se llenaron de rumores y especulaciones sobre por qué la dueña de su corazón no lo había aceptado. El ruido llegaba hasta el aula contigua, y parecía que el profesor de ahí saldría en cualquier momento para callarlos.
Katsuki observaba desde la ventana, recostado en el vidrio. Miraba con enojo el campus de U.A. buscando una respuesta a lo qué debería hacer. Aunque claramente no podía hacer nada.
Gruñía de rabia, incapaz de soportar ver a su amigo destrozado. No sabía qué hacer para ayudarlo, ya que nunca había experimentado el amor y no tenía idea de cómo se sentía ser rechazado. Por eso, no intentaría empatizar con Eijiro ni compartir anécdotas para darle consejos. Entonces, ¿qué podía hacer por él aparte de aconsejarlo y consolarlo?
Katsuki sabía que mostrar su apoyo era lo correcto, pero no encontraba las palabras adecuadas y quería evitar actuar de manera exageradamente sentimental. Además, la mayoría de sus amigos y compañeros de clase ya habían intentado consolar a Kirishima sin éxito.
Mientras más pensaba en la situación, más frustrado se sentía por no poder hacer nada por su amigo.
Si la propietaria de Only Sweet era la responsable del estado de ánimo de Eijiro, Katsuki creía que la mejor manera de ayudarlo sería persuadirla para que aceptara los sentimientos de su amigo. Esta idea surgió impulsivamente en su mente.
Aunque Katsuki no era conocido por sus habilidades para encontrar las palabras adecuadas, sí era conocido por su determinación y acción. Si tuviera que hablar con ella, lo haría sin importar las circunstancias, incluso si eso significaba enfrentarse a ella. Si no lograba que aceptara los sentimientos de Eijiro, al menos quería darle una buena reprimenda y decirle unas cuantas verdades hirientes.
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—¿Me acompañan entonces? —preguntó Mina con entusiasmo.
Debido a que Eijiro se sentía mal, solo cuatro de los cinco amigos permanecían juntos.
Tres de ellos estaban decididos a ir. Mina estaba agradecida de que Sero y Denki aceptaran acompañarla. Katsuki no dijo nada, pero su constante caminata junto a ellos parecía indicar un sí definitivo. Era mejor no insistirle y dejar que sus propias piernas decidieran en silencio.
Mientras tanto, Katsuki estaba absorto en imaginar cada escena de él y ella enfrentándose con verdades dolorosas y ultrajes, con Murasaki disculpándose ante Eijiro al final y arrepintiéndose de rehuir los nobles sentimientos de su amigo. Sonreía malicioso, victorioso antes de nada.
—¡Estoy tan emocionada por probar el nuevo Dance Pad! —exclamó Mina con entusiasmo.
—¡Yo quiero jugar Pac-man! —dijo Denki con orgullo.
—¿Pac-man, en serio? —preguntó Sero, arqueando una ceja. No entendía por qué quería jugar ese juego antiguo existiendo tantos juegos buenos y recientes.
Sero no pudo evitar reír, y Mina no fue la excepción al contagiarse de risa, agarrándose el estómago. Y, por supuesto, Denki puso una expresión ofendida y molesta, ya que realmente lo decía en serio.
—¡Cuidado, Bakugou! —gritaron al unísono, deteniendo su risa y cubriéndose con miedo.
Katsuki se adelantó sin prestar atención al semáforo que indicaba que no debían cruzar. Pasó entre los autos sin problemas, ignorando las críticas de algunas personas por su imprudencia. Nada ni nadie podía detenerlo cuando tomaba una decisión.
Quedaron perplejos al ver a Katsuki dirigirse hacia la entrada de la pastelería con una expresión de frustración en su rostro. Les costó entender por qué iba allí, ya que sabían que no le gustaban mucho lo dulce y que sus razones para ir no serían nada buenas.
Corrieron tras él al recordar la situación de Eijiro. Comprendieron que Katsuki no se quedaría atrás, pero no permitirían que hiciera algo imprudente y violento contra Murasaki. Lo único que ella había hecho era poner triste a Eijiro por el rechazo.
—¡Espera, Bakugou! —rogaron, corriendo hacia él. La respiración les fallaba, el sol brillante les producía fatiga y calor en cada rincón de su cuerpo.
Pero ya era tarde. Katsuki se adentró sin miedo en la pastelería, y los tres, que iban detrás de él, se sintieron avergonzados por una riña que aún no había ocurrido. Rápidamente dejaron a un lado la lasitud y fueron a detenerlo.
Katsuki se quedó perplejo al ver a la persona detrás del mostrador, era diferente a la que había visto la última vez. Un chico esbelto con cabello azul oxford largo hasta los hombros, recogido en un moño, y unos ojos amarillos, casi dorados, giró para ver el alboroto bochornoso de tres estudiantes de U.A agarrando a su compañero de los brazos y ropa. Parpadeó confundido, sin perder su constante seriedad cortante que parecía reflejar tristeza o haber pasado un mal día. Los demás clientes que disfrutaban de sus postres, incluyendo algunos de la prestigiosa academia de héroes, no tardaron en prestar atención a los cuatro.
—Discúlpanos, Kiiro —Mina se inclinó en una reverencia tratando de tapar el escándalo, colocándose delante de sus amigos.
—Tranquila, Mina. Es bueno verte por aquí —Una pequeña y sincera sonrisa iluminó su semblante serio.
Mina se sintió halagada por esas palabras y le devolvió una sonrisa amable.
—¡Hey, tú! ¿dónde está la pastelera? —interrumpió Katsuki, apartando a Mina con moderación en su fuerza.
Kiiro, también conocido como Kaneko Hoshiyo, no se dejó intimidar por la actitud temperamental y arrogante de Katsuki. Decidió evadirlo y giró la cabeza con indiferencia, negándose a ser cuestionado con superioridad y grosería.
Katsuki, furioso, estaba dispuesto a agarrarlo con brusquedad para conseguir respuestas. No pensaba irse sin una disculpa por ser despreciado de esa manera que lo exasperaba. Su furia lo impulsaba a actuar sin pensar con claridad, impulsado por el profundo odio hacia la propietaria de Only Sweet que no se hallaba ahí. Si no lo hubieran detenido, habría corrido hacia Hoshiyo como una fiera.
—Será mejor irnos —dijo Sero con esfuerzo, luchando por articular palabras mientras intentaba contener a Katsuki—. Perdónanos, Kiiro. No volverá a ocurrir —anunció avergonzado.
—Hasta luego, Kiiro —se despidieron apresuradamente, sacando a la fuerza a Katsuki sin prestar atención a su alrededor.
Caminaron unas cuadras, exhaustos y con el rubor de la vergüenza en sus mejillas por la bochornosa escena que había protagonizado Katsuki. Aunque no estaban enojados, exigían explicaciones de sus acciones, sabiendo que necesitaban escucharlas de su boca, aunque estaba claro que era por Eijiro. Sin embargo, las dudas de los demás fueron interrumpidas por el malhumorado Katsuki.
—¿Quién demonios era ese? —interpeló, con los puños apretados en los bolsillos.
—Es un amigo de Murasaki y ayuda en la pastelería, casi como su segundo al mando —explicó Denki, exaltado y tosiendo levemente por el cansancio.
—Sí, Murasaki es la propietaria y Kiiro es un empleado y amigo dispuesto a ayudarla en su trabajo los días que ella asiste a clases en la universidad —añadió Mina—. No vuelvas a hacer eso, podríamos ser vetados y quedar mal para siempre.
—Exacto, no seas impulsivo. No puedes intervenir de esa forma en los problemas de los demás. Si quieres ayudar, solo demuestra tu apoyo y comprensión a Kirishima —Apoyaron los otros dos el discurso de Sero con gesto serio, cruzando los brazos para mostrar su determinación.
Katsuki se alejó enojado en dirección opuesta, ignorando a sus amigos y pisoteando el suelo con furia. Su actitud reflejaba la rabia que sentía, quería que todos notaran su mal humor y que entendieran que no quería ayudar a Eijiro como los demás. Se juró a sí mismo que no dejaría en paz a Murasaki, no se rendiría. Si no la encontró esa tarde de primavera, sin duda lo haría al día siguiente.
Estaba decidido a hacer todo lo posible para sacar a Eijiro de su tristeza por ella, estaba seguro de que lo lograría.
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