Capítulo 1: Pie de Limón
El tintineo alegre de la campana de viento resonó al abrirse la puerta de madera y vidrio del establecimiento. Los alrededores del recinto eran como entrar a un paraíso de cuentos de hadas, rebosante de adornos coquette con temática dulce y encantadora. La atmósfera irradiaba felicidad y plenitud, con colores pasteles que armonizaban con la decoración y los dos únicos trabajadores que se turnaban en el local.
Las paredes en tonos menta, amarillo y chicle siempre arrancaban una sonrisa a los clientes, además de la cálida bienvenida. Sin embargo, ese día, hubo una excepción: un visitante que no pudo quedar encantado con la magia de la pastelería Only Sweet.
—¡Por aquí!
Unos jóvenes con ropa casual llamaron la atención al acomodarse en una mesa cercana al mostrador de postres. Desde allí, intentaron atraer la atención de los dos chicos que acababan de entrar.
Kaminari Denki empujaba la espalda de Bakugou Katsuki, quien se resistía a dar ni un paso más.
Katsuki, obligado a entrar, repudiaba la explosión de colores que dominaba la pastelería. El lugar no encajaba con sus gustos, y aunque reconocía la calma que emanaban los tonos pastel, no le proporcionaban felicidad alguna. Al contrario, se sentía torturado entre tanta decoración colorida y empalagosa. Estaba sumergido en una fobia total hacia la alegría dulce y colorida.
Las insistentes peticiones de sus compañeros de clase no lograban persuadir a Katsuki para que visitara la nueva y famosa pastelería que había abierto hace unos meses. A pesar de estar ubicada cerca de la U.A., en el mismo lugar donde solía haber una pequeña casa de té, él no sentía ninguna motivación para ir.
En pocos días, la mayoría de estudiantes y otros transeúntes quedaron maravillados con la atención y la cálida bienvenida que ofrecía la pastelería. Todos estaban emocionados por visitar el lugar, excepto Katsuki, a quien no le llamaba la atención en absoluto. Fue necesario que Denki lo empujara para que finalmente Katsuki decidiera adentrarse en el lugar rebosante de dulzura.
Katsuki se sentía incómodo entre tanto color y decoración. No entendía cómo sus amigos podían disfrutar de un lugar tan empalagoso. A regañadientes, se dejó arrastrar hasta la mesa donde estaban sentados sus amigos.
—¡Vamos, Bakugou! ¡Mira todos estos postres deliciosos! —exclamó Denki, señalando la vitrina llena de diferentes postres y pasteles.
Bakugou gruñó en respuesta, pero finalmente se sentó en la silla, con los brazos cruzados y una expresión de fastidio en el rostro. A pesar de su desagrado por el entorno, no podía negar que el aroma a azúcar y vainilla que flotaba en el aire era tentador.
—Chicos ¿cómo están? —dijo Denki, suspirando cansado y entrecerrando los ojos mientras se secaba el sudor de la frente.
El arduo trabajo había valido la pena después de todo. Con el cumpleañero presente, finalmente podrían comenzar a celebrar y disfrutar del increíble menú de postres que habían estado ansiosos por probar.
—Nosotros estamos bien, la pregunta es para ti. Se nota que fue complicado lidiar con Bakugou —bromeó Hanta Sero, apoyando la barbilla en sus brazos cruzados y bostezando.
Sero había sido quien más había tenido que soportar el hambre y el deseo de probar alguna de esas delicias. Estar de espaldas a la vitrina era tentador, lo suficiente como para querer romper el vidrio y tomar uno.
—¡Chicos, no hagan más tiempo y empecemos con la celebración! —exclamó Ashido Mina, radiante y ansiosa por probar las delicias que les esperaban. Era la única chica del grupo de amigos y su entusiasmo era contagioso.
Mientras tanto, Katsuki no paraba de maldecir en leves murmullos, arrepintiéndose de haber aceptado seguir a Denki. Se sentía estúpido por haber creído en la supuesta competencia de comida picante. Desde un principio algo no le cuadraba del todo, pero aún así había aceptado la invitación.
Las ganas de huir lo consumían. Si no fuera por los agarres de Mina y Denki, que sostenían sus brazos, ya hubiera escapado urgentemente. Planeaba explotarles las caras, pero provocar explosiones en un ambiente cerrado no era una buena opción. Sabía que saldría perdiendo y acabaría teniendo problemas con el propietario. Aun así, se moría por manifestar al dueño lo horrible que era su establecimiento.
—¡Basta de dramas! ¿para qué me trajeron hasta aquí con engaños? — Intentaba soltarse los brazos, torpe y gruñendo en cada movimiento suyo.
—¡Feliz cumpleaños!
Gritaron sus cuatro amigos al unísono, felices, levantando los brazos al aire. En vez del cumpleañero, ellos eran los únicos que disfrutaban del festejo. La cara de pocos amigos de Katsuki no ayudaba a dar un buen ambiente de fiesta de cumpleaños, o bueno, más bien era un mini festejo, que bien no era mucho; pero, le pusieron mucho esmero planeando. Todo por la infinidad de cariño hacia la amistad del arrogante chico, y tambien por que morían por degustar postres en esa pasteleria de nuevo, no podían perder esa oportunidad, de ese modo Katsuki compartiría el mismo gusto por los dulces postres de ahi como ellos y todos quienes frecuentaban ahí.
—Por lo que puedo ver ahora ya están completos, ¿qué van a pedir? —preguntó la camarera, con una sonrisa amable e ignorando la actitud hosca de Katsuki
La propietaria de Only Sweet, que también hacía de camarera, tenía la apariencia de una joven de piel nívea y translúcida como una gota de lluvia, con ojos morados y cabello celeste trenzado. Vestía un encantador vestido rosa hasta las rodillas adornado con estampado de frutas, y unas zapatillas del mismo color, combinando perfectamente con las flores de cerezo típicas de abril. Su actitud afable destacaba, al igual que su encantadora sonrisa, que era tan agradable como los perfumes de frutas que solía usar. En esa ocasión desprendía un aroma sabor a frutillas.
Denki y los demás pidieron sus postres favoritos, mientras Bakugou seguía mirando con desdén todo lo que le rodeaba. A pesar de su mal humor, no pudo evitar sentir un ligero interés por probar uno de los pasteles que tenían una apariencia más sobria. Pero su orgullo y capricho era más fuerte.
La joven estaba ocupada tomando notas en su pequeña libreta, pero su sonrisa no se desvanecía. Recibir los pedidos era su parte favorita, pero lo que más disfrutaba era ver a los clientes saborear sus postres. Esa era la verdadera alegría que sentía en lo más profundo de su corazón. Sin embargo, se sorprendió al darse cuenta de que un cliente aún no había hecho su pedido.
—¿Y tú, chico cumpleañero? ¿Qué vas a pedir? —preguntó, inclinando ligeramente la libreta hacia el airado joven.
—Cierto, Bakugou, ¿qué vas a pedir? Si es por el dinero, no te preocupes. Los chicos y yo hemos acordado invitarte a todo lo que quieras hoy en tu día —intentó animarlo Kirishima Eijiro. Se preguntaba si su amigo se sentía incómodo por pedir algo, ya sea por falta de dinero u otras razones que solo él conocía.
—Quiero un café negro, sin azúcar ni nada de eso. Aborrezco todo lo que es dulce —mencionó Katsuki con brusquedad.
Desde que abrió la pastelería, nadie había expresado opiniones tan agrias como Katsuki. Aunque, en el fondo, le molestó un poco, tal vez más de lo que quería admitir. Se preguntaba cómo alguien podía detestar lo dulce. Sobre todo, sentía lástima por sus acompañantes, cuya incomodidad y tristeza era evidente en sus rostros. Quizás se arrepentían de haberlo traído sin preguntarle si realmente quería ir.
Ella pensó: «Qué caprichoso es».
La situación era claramente incómoda, pero ella no podía quedarse de brazos cruzados como los demás. No soportaba ver muecas afligidas. Nadie dejaría de sonreír en su presencia, ese era el objetivo de su pastelería: sacar una sonrisa a cualquiera que cruzara por la puerta.
Con calma, carraspeó antes de hablar.
—Si no te gusta lo dulce, podría recomendarte el pie de limón. En otras pastelerías suelen agregar demasiada azúcar para contrarrestar la acidez, pero a mí me gusta conservar la esencia de los frutos cítricos.
—Buena opción —opinó Eijiro recuperando su alegría— ¿Qué opinas tú, Bakubro?
—Siempre das las mejores opciones con tus recomendaciones, Murasaki —Dijo Mina.
—No se diga más, ¡un pie de limón para el gruñón que está a mi lado! —Denki no dejó opinar al cumpleañero y en su lugar pidió él.
—¡Excelente! Enseguida traigo los pedidos —Miró a todos con un gesto lleno de ternura y luego se encaminó detrás de la vitrina. Se puso a cortar tajadas y servir los respectivos postres, fijándose en cada detalle.
Cada uno recibió sus respectivos platillos bien presentados. Sin duda, un lugar perfecto para todos los amantes de lo adorable y hermoso.
Todos los presentes deliraban por el aroma que desprendían sus respectivos pedidos. Quedaron hechizados, y sin haber dado un mordisco, podían sentir el sabor recorrer sus paladares.
Fue entonces cuando uno de ellos reaccionó, recordando lo importante que era aquel día. No solo estaban allí para degustar, sino también para celebrar un año más de vida de su amigo. Eijiro detuvo a todos con un grito, pidiendo que se detuvieran. Todos lo miraron y recordaron lo que habían acordado: cantar "Feliz Cumpleaños". Esta tradición es común en todo el mundo, y por poco arruinan la verdadera esencia de la celebración de un cumpleaños.
—¡Ah cierto, la canción! —exclamó Mina contenta, haciendo gestos como un director de orquesta. Preparándose y preparando a los demás.
Cuando llegaron a la sílaba "Feliz", los detuvo la propietaria del lugar. Ella pensó en hacer algo especial. A pesar de la actitud áspera de Katsuki, ella creía que detrás de esa fachada se escondía un corazón amable y decidido que estaba en el fondo muy feliz por sus cumpleaños. Decidió hacer un esfuerzo extra con la esperanza de que Katsuki disfrutara de la pastelería tanto como los demás clientes disfrutaban de sus postres. Todo para satisfacer y alegrar a los clientes.
—Disculpen mi atrevimiento, pero me gustaría acompañarles con mi kalimba —dijo cortésmente, con su característica sonrisa. La propuesta conmovió a todos, excepto al cumpleañero, a quien parecía no importarle.
—Por supuesto, linda señorita —aseguró Denki.
—No hay problema, nosotros encantados —añadió Eijirou, perdido en esos ojos morados, mientras los suyos reflejaban admiración y mucho más.
Mientras tanto, Mina gritaba un "sí" prolongado y entusiasta, y Sero asentía feliz.
Con delicadeza, tomó el instrumento musical y comenzó a hacer vibrar las notas sonoras y delicadas que formaban el tema de "Feliz Cumpleaños". El sonido era tan grácil como si estuviera tocando las cuerdas con gran afecto para el festejado.
El repertorio instrumental sonaba más claro que las voces de los demás, quienes se contuvieron para no opacarla con sus cantos.
En lugar de que Katsuki se sintiera sentimental, los demás no pudieron evitar derramar lágrimas. Sus propias voces y el sonido de la kalimba ablandaron sus corazones. Contener las lágrimas les provocaba un nudo en la garganta. De alguna manera, cada uno se sentía como si fuera el festejado, imaginándose en una gran fiesta donde solo se escuchaba esa hermosa melodía.
Katsuki, visiblemente molesto, escuchaba la melodía sin mostrar ninguna otra emoción, pero en su interior, algo resonaba de manera distinta. La hermosa tonada le gustaba, la precisión exacta de las notas parecía ir al compás con los latidos de su corazón, y en efecto, generaba paz escuchar ese kalimba. Sin embargo, la terquedad para expresar sus sentimientos lo contradecían.
Al finalizar la melodía, todos vitorearon alegres.
—¡Bravo! —Fue la felicitación tanto para la intérprete como para el cumpleañero.
Se levantaron de sus asientos y rodearon a Katsuki en un abrazo, que lo dejó incómodo y agobiado. Soltando un suspiro pesado, intentó relajarse.
—¡Que muerda el pastel, que muerda el pastel! —exclamó Denki, ansioso por ver la escena del pastelazo.
—¡Idiota! ¿dónde vez que haya un pastel? —respondió Katsuki con enfado.
—No es necesario, siempre y cuando haya rastro de crema en tu rostro —bromeó Denki mientras tomaba un poco de crema del pie de limón y la aplicaba en la mejilla del malhumorado.
Rieron el grupo de amigos excepto Katsuki, y la joven propietaria también rió discretamente, aunque le preocupaba que el chico bromista terminara golpeado debido a los movimientos amenazantes del cumpleañero.
Terminaron disfrutando de sus pedidos, mientras Katsuki observaba con desagrado un trozo de pie de limón, dudando si probarlo o no. Al final decidió darle una oportunidad y descubrió que no era tan malo como pensaba. La joven tenía razón al decir que le gustaba mantener la esencia, ya que el sabor agrio del limón se mantenía intacto, al igual que su aroma.
Al despedirse, intercambiaron palabras amables y agradecimientos con la propietaria del lugar por permitirles tener el establecimiento solo para ellos. Katsuki, manteniendo el silencio y la seriedad se estaba marchando, pero fue Eijiro quien intervino y lo obligó a agradecerle a la propietaria con una reverencia antes de salir.
Después de que se marcharan, la joven propietaria se acercó a la puerta, la abrió y cambió el letrero de "cerrado" a "abierto", justo cuando el reloj marcó las diez en punto.
Katsuki estaba a punto de enfrentarse a un día lleno de celebraciones en su honor, organizadas por personas que lo consideraban importante en sus vidas. A medida que avanzaba la tarde, el sabor del limón seguía impregnado en su boca, tentándolo a probar de nuevo ese pie de limón.
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