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La sangre tira

La noticia de la muerte de David caló hondo en la comunidad, en especial en su grupo de amigos. Por su parte, Mara sintió cierta tranquilidad, pues así no tendría que preocuparse de mantenerlo contento para que no la traicionara. Había sido silenciado sin tener que intervenir ella, nada podía parecerle más satisfactorio.

Sin embargo, dicho sentimiento duró poco, debido a que el desceso fue producido por un arma y no podía parar de pensar que se trataba de la que ella le pasó para que se deshiciera. Hasta cierto punto, temía poder quedar vinculada a la pistola, sobre todo ahora que el arma estaba en poder de la policía, como evidencia del homicidio de David.

«La policía ya tiene en su poder el arma con la que presuntamente se cometió este horroroso crimen, que terminó con un accidente vehicular, como ya les habíamos estado reportando. Seguiremos ampliando», concluyó el reportero que había entrevistado a un policía en el lugar del hecho.

El muy imbécil había encontrado la forma de jodérsela desde el más allá.

Y con lo lengua suelta que era David, no le extrañaba la idea de que pudo haberle contado algo a la chica con la que estaba, la que lo mató. Si había sido lo suficientemente imbécil para llevar el arma cuando fue a buscar prostitutas y dejar que una lo matara, podía serlo como para contar algo.

Necesitaba saber si él había dicho algo, si la prostituta sabía algo de su plan... Si sería capaz de contar algo a la policía.

Cualquiera contaría cualquier cosa para salvar su cuello.

Mara tenía fijada la mirada en el televisor, con una total cobertura de lo que había pasado hacía solo un par de horas, con información preliminar vaga, pero contundente para ella: la policía había recuperado en la escena el arma. Estaba en la sala del hospital, sin saber si debía salir, pues afuera estaba lleno de periodistas, que esperaban a que saliera un familiar o amigo de David.

Mientras los padres de David lloraban desconsolados y Mateo los apoyaba con cierta seriedad propia del estado de shock, Mara percibió cuando un detective ingresó para ver a una paciente, a lo que le siguió. Lo vio entrar a una habitación y se quedó junto a la puerta, cuando le escuchó decir al entrar:

—Amanda...

Mara frunció el ceño y siguió poniendo atención a la conversación.

—¿Qué hiciste?

—No... No quería que terminara así. —Sollozó—. Quería tener pruebas... Quería llamarles y que lo atraparan por... —Se quedó callada unos segundos y respiró hondo—. Me asusté, porque... Y luego solo... Y después disparé... No quería... Él estaba...

—Señorita Amanda Ruiz López... Queda bajo arresto por el homicidio de David Quiroga Aldunate...

Amanda siguió llorando. Mara hizo un gesto de desagrado, ¿por qué no solo era capaz de admitir que lo mató y ya? Ya la habían atrapado, cometió un homicidio frente a todos, era inútil llorar y decir que no quería hacerlo, era mejor decir "sí, lo hice, ¿y qué?" que perder la dignidad por algo así.

Era extraño. El detective la arrestó, pero no estaba con otro policía, es más, en ese momento, Mara tuvo que meterse a la habitación de al lado para que no la viera al salir, por lo que, además él la dejó sola y sin custodia afuera, cuando se suponía que estaba bajo arresto.

La pelinegra salió de ahí y se metió rápidamente a la habitación de Amanda, aprovechando el momento de soledad para conversar. Se fijó en que tenía una esposa aprisionándole la muñeca a la barrera de la cama del hospital y su vista estaba perdida.

—Hola... —dijo con suavidad Mara—. Escuché que tú mataste a mi amigo y...

—Tiene que ser una puta broma. —Amanda la observó y notó de inmediato el parecido con Dulcinea, pero eso no fue lo que provocó su reacción—. ¿Tu amigo? Tu amigo era un puto loco que violaba y mataba a chicas.

—¿Así que te sientes feliz de haberlo matado?

—¿Segura que eres su amiga y no una reportera? ¿Y cómo podría estar feliz por haber matado a alguien? O sea, sí, que bueno que murió, pero...

Amanda sentía que le estaba a punto de dar un colapso con todo eso. Era demasiada información que procesar y tenía sentimientos contradictorios. Sí, se sentía feliz porque el tipo ya no podría lastimar a otra chica, pero a la vez estaba abrumada por lo que hizo. Le resultaba horrible pensar en eso, en que jaló el gatillo, en aquel momento en que temió por su vida y la única solución que encontró fue dispararle.

—Era su amiga —contestó Mara—, pero honestamente él era... Ufff... No te mentiré: no estoy triste, creo que más bien estoy en shock. Ni siquiera sé qué sentir hacia ti.

—Que raro, normalmente la gente se enoja cuando alguien le hace algo a su amigo. Por ejemplo, ese maldito maltrató por mucho tiempo a mi mejor amiga... —Amanda empezó a sollozar de nuevo—. Y luego un día ella no volvió... —Tomó una pausa y rompió en llanto—. ¡Estuve mucho tiempo buscándola y nadie le importó! Y entonces resulta que habían encontrado su cuerpo y por mucho tiempo fue solo una desconocida, ni siquiera tuvo un funeral... ¡Ni siquiera pude darle una sepultura! Solo supe que la encontraron muerta... Desnuda... Golpeada... Violada... Incluso después de muerta, él la profanó...

Mara tenía los labios apretados en ese momento, sin saber cómo reaccionar ante lo que le contaba la chica.

—Lo busqué, lo busqué por meses... Seguían apareciendo chicas, seguían apareciendo cuerpos en distintas partes... A nadie le importaba realmente, nadie pensó que podía ser un asesino en serie, hasta que yo lo dije y aún así no me creían. Tuve que investigar por mi cuenta durante meses, hasta que encontré a una chica que había visto su nombre... Tenía el auto que otros vieron que usaba para recoger a Dulcinea, tenía la edad, la apariencia física... Tenía una foto contigo... —Era evidente su enojo—. Y tú tenías ese parecido físico que llegaba a dar escalofríos. Y ahora más que nunca lo entiendo: él mató a Dariana y a más de una decena de chicas, solo porque no te podía matar a ti. Eres la chica de las noticias, la que llora por su novio que desapareció. Si tú hubieras desaparecido como Dariana, en un par de horas habría estado toda la puta policía buscándote, porque eres una niña rica, no una prostituta. A nadie le importa nuestras vidas.

—Sí, bueno. Así funciona, ¿te pido disculpas o qué? No es como que nadie sepa que su profesión es altamente riesgosa, ¿no?

—Es que en serio: en la televisión lloras, pero acá frente a mí no has mostrado un poco de tristeza por todo lo que te he contado, ni siquiera por el hecho de que ese bastardo, supuestamente tu amigo, está muerto. ¿Es que acaso todos los niños ricos tienen una roca en lugar de un corazón? ¿O solo tú y tu amigo son unos putos monstruos?

—Mira, si me vas a basurear, mejor me voy.

—Ándate, no es como que yo te hubiera pedido venir, tú entraste sola, ni siquiera entiendo por qué.

Mara bufó.

—Sí, tienes razón. Te seré muy honesta entonces: te agradezco que lo mataras, ¿sí? Puedes verme como una aliada si quieres, solo no menciones mi nombre a un policía. Si te dejan llamar a un abogado, quiero que memorices un número, yo arreglo.

—¿Por qué me ayudas?

—Como ya te dije: no me menciones.

—Ni siquiera sé tu nombre.

—Genial. Ahora dime absolutamente todo lo que pasó, si descubro que me mentiste u omitiste algo, dejaré que te hundas sola.

Amanda le contó cada detalle desde que entró al auto de David, explicándole que ya tenía claro cuál era. Dijo cada cosa que pasó, hasta en qué parte estaba el arma y cómo fue el forcejeo.

—Todavía no entiendo por qué quieres saber todo.

Mara suspiró.

—Soy mujer y sé cómo era David. Puedes decir lo que quieras sobre mi frialdad, pero eso no significa que empatice contigo y esas chicas.

Que gran actuación.

—Creo que lo justo debe ser que tengas un abogado que te defienda y te ayude a que otros entiendan tu punto, debes contarle lo mismo que a mí y decirle a la policía, pero omite eso de que sabías quién era cuando entraste a ese auto, solo di que estabas trabajando y te defendiste.

—¿Y por qué nadie puede saber que me ayudas?

—Imagina lo destrozados que estarían sus pobres padres al ver que la amiga de su hijo está defendiendo a la asesina de él.

Tenía sentido para Amanda. Mara tenía una gran capacidad para manipular al resto y hacerles creer que sus intenciones siempre eran buenas.

—Gracias por esto, de verdad. —Amanda le sonrió—. Perdón por lo que te dije antes, de verdad me equivoqué contigo.

—Descuida, entre mujeres debemos apoyarnos. —Fingió una sonrisa.

Tras salir de ahí, puso una cara de desagrado y caminó hacia la salida del área, que era por el sentido opuesto del pasillo. Debido a la conmoción del momento, nadie se preguntó qué se había hecho esa noche, ella solo siguió caminando por el hospital, tratando de pensar en qué haría para solucionar aquello. Notó que su padre la estaba llamando al celular, el cual tenía en silencio.

—¿Qué? —contestó.

—Sé dónde estás, mandé un auto a buscarte.

—Está lleno de buitres afuera.

—Lo sé, ya arreglé todo para que puedas salir por otro lado.

Mara se quedó pensando en silencio por unos segundos, mientras torcía ligeramente la boca.

—Dime cómo salgo de aquí.

***

Ya en su casa, Mara evitó hablar con su padre, aunque era muy difícil, pues él de todos modos le decía cosas, lo que fuera, con tal de hacerla reaccionar. Ninguno de lo empleados se encontraba presente, pues su padre los había despachado tras el regreso de su hija, incluso el chofer que la había llevado esa noche tuvo que retirarse.

—¿Puedes callarte? Incluso con audífonos te escucho —dijo la chica, luego de masticar un trozo de carne.

—¡Que bueno! Porque de lo que te tengo que decir, no te vas a librar.

—Si va a ser así hasta que te escuche, bien, habla entonces.

Mara se quitó sus audifonos y dejó los utensilios sobre la mesa, según el orden que debían llevar.

—Necesito saber si estás involucrada en algo de lo que ha pasado.

—¿Por qué lo piensas?

—Primer error: negar antes de preguntar por qué.

—Porque no lo estoy y me ofende que lo creas, por lo menos lo suficiente como para preguntar algo así.

—No me puedes manipular. Después de todo, quien te ha enseñado a como vivir, he sido yo. Es muy sospechoso que sucedan dos crímenes en ¿dos días? Y justo a personas tan cercanas a ti.

—No puedo controlar al mundo.

—No significa que no lo intentes, te conozco. Al final del día, eres mi hija y la sangre tira.

Mara suspiró.

—Se me quitó el hambre.

La chica se levantó de la mesa y fue a su habitación, tratando de contener la ira que sentía al ver que su plan estaba siendo amenazado por un incidente que ni siquiera tenía relación con ella.

Estaba furiosa y tiró las cosas de su escritorio en un arrebato. Ella sabía que debía mantener la calma, nadie podía darse cuenta de cómo era realmente. Había perdido a un peón, pero no el juego.

***

Un par de días después, luego de desayunar y ducharse, Mara se puso un vestido negro, no muy recatado en realidad, pues era con un escote y un corte en la pierna, y usó unos zapatos de plataforma. Su padre la miró con un claro gesto de molestia, pero solo volteó a caminar a la salida. Esa mañana, ya estaban de nuevo sus empleados en la casa, cumpliendo con cada orden para que sus patrones hicieran lo menos posible.

Una vez en el cementerio, el chofer abrió la puerta y le extendió la mano a Mara, quien la aceptó luego de dejar salir primero una pierna del auto, mostrándola sin escrúpulo a las cámaras de los periodistas. Descendió del auto con ayuda del chofer y se llevó su mano libre a sus lentes negros de sol, para mantenerlos bien sujetos y así no fuera posible ver su mirada indiferente.

Caminó hasta donde todos estaban reunidos y se sentó con sus amigos, detrás de los padres de David. Había una gran multitud, compuesta principalmente por los chicos que estudiaron en su mismo instituto, incluso si no eran del mismo año, aunque también había personas de la ciudad, ajenas a ese círculo. De alguna forma retorcida, había cierta identificación con lo ocurrido en la comunidad y las personas se sentían en la obligación de presentar sus condolencias, pues después de todo, el padre de David era un conocido juez.

Y desde luego, el padre que dirigió el entierro habló del cielo, con falsas palabras para describir a David. ¿Qué más se podía esperar? Todos son buenos cuando ya están muertos.

Mara se pasaba un pañuelo negro de seda por debajo de los lentes, simulando que se secaba las lágrimas, con total elegancia.

—No sé qué es peor —susurró a su oído Mateo—, si el hecho de que ni siquiera puedes llorar o el hecho de que finges hacerlo.

—Cállate, mira que estamos en un cementerio.

—¿Y eso?

—Hay que tener respeto por los muertos para no acabar como uno... —Volteó a verlo y sonrió—. Pronto.

Continuó con su actuación, con un semblante triste, mirando hacia el ataúd, mientras este descendía.

Desde luego, tras terminar la ceremonia y empezar a dispersarse la multitud, los periodistas volvieron a sacarles fotos al grupo de jóvenes. Había cerca un punto de prensa, al que se dirigió el padre de David:

—Hoy es un día lamentable para mi familia —habló—. Enterramos a mi hijo, mi único hijo, quien fue atacado por una... Mujerzuela, que entró a su auto e intentó asaltarlo...

—¿Estamos viviendo en la misma realidad? —preguntó Mara a Mateo, estando a algunos metros, donde las cámaras ya no los grababan—. Que yo sepa, David fue a buscar una chica, a la que probablemente iba a golpear y violar, para luego tirarle unos pocos euros que ni para indemnización alcanzan. Solo que esta vez, la chica ganó. —Sonrió.

—Y ahora el pequeño David es la imagen de los pobres hombres de los que las mujeres se aprovechan. —Mateo soltó una risilla.

—Como juez —continuó su discurso el padre de David—, me comprometo con darle orden a esta ciudad y que se haga justicia, pero sobre todo, a limpiar las calles de personas de ese tipo, que quieren aprovecharse de los buenos ciudadanos de nuestra comunidad.

—¿Escuché bien? —Mateó alzó las cejas—. ¿Sabes quién fue el que le enseñó a David a ir con trabajadoras sexuales?

—Obviamente tú no —bromeó Mara.

—Obvio, no gracias a Dios, soy gay. —Siguió riendo el chico—. Ah... Que deplorables son los hombres.

—Tú eres hombre —interrumpió Iker, con el ceño fruncido.

—Cierto... Corrijo entonces: que deplorables son los hombres heterosexuales, y David, quien ya todos sabemos que realmente nunca fue hetero. —Sonrió con arrogancia y se señaló a la cara.

Mara rio ante su comentario, pero tuvo que parar al ver que el rostro de Mateo cambió, pasando a un estado catatónico, pues un chico puso su mano sobre su hombro y volteó a ver al chico.

—Simón... ¿Qué haces aquí?

—Bueno, nunca me junté realmente con David —respondió—, pero sé que ustedes eran mejores amigos, así que, vine a apoyarte.

Simón lo tomó por sorpresa y lo abrazó, a lo que Mateo no parecía reaccionar.

—¿Ellos siguen saliendo? —le preguntó Iker en voz baja a Mara.

—Supongo —contestó ella, con extrañeza en el rostro.

—Mateo... —susurró Simón a su oído, sin soltar al chico—, lamento mucho tu pérdida.

Simón le dio un beso en el cuello, cerca del lóbulo de la oreja, y se apartó, sin soltar los brazos del chico. Mateo, sin embargo, continuaba absorto.

—¿Quieres que nos veamos más tarde para conversar un rato? —insistió Simón—. Quiero que sepas que puedes contar conmigo si estás mal, ¿sí?

Mateo se quedó callado, pero asintió con la cabeza. Simón le sonrió y se acercó a besarlo, pero rápidamente se apartó, pues ambos habían acordado hacía ya casi un año que iban a mantener lo suyo en secreto, por miedo a las represalias.

Aunque, claramente, él no tenía idea de lo que de verdad estaba pasando en la mente de Mateo en ese momento.










†††










31 de octubre de 2023:

¡HOLA, FELIZ HALLOWEEN Y FELIZ PRIMER CAPÍTULO DE CHICAS MALAS!

Así es, por fin he publicado la secuela de Chicos Malos.

Quiero que sepan que me emociona mucho este proyecto y lo estuve planificando desde que escribí el primer libro, pensando a ratos que quizás debía ser uno solo, pero decidí que lo mejor era dividirlos en el libro que ya leyeron y en este ❤️

De todo corazón, espero que les guste uwu

Nos vemos en una semana 🤭

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