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🥀 Un Recuerdo En El Infinito: Aiseen & Arlette🥀

Este es un pequeño fragmento de un momento especial entre Aiseen y Arlette antes de que nacieran Aneliesse y Alana

A petición y dedicado a: DanielaPuglisi0

Aiseen abrió suavemente la puerta de los aposentos y una cálida luz dorada proveniente de la chimenea le recibió. En el centro de la habitación, su hermosa mariposa estaba inclinada sobre las cunas, con una sonrisa tierna en sus labios mientras acariciaba el cabello de uno de sus hijos, quien ya estaba casi dormido. A su lado, el otro niño se acurrucaba contra el suave colchón, con los párpados pesados, luchando contra el sueño.

Aiseen se detuvo por un momento, observando la escena con una sonrisa en los labios. Había algo increíblemente apacible en la imagen de su familia unida en esa intimidad nocturna que hizo sentir su corazón completamente lleno. Él Se acercó silenciosamente, sin querer interrumpir la paz que reinaba en la habitación

—¿Cómo están mis pequeños traviesos? ¿Ya están cansados de montar mi espalda? —susurró con una suavidad que sólo ella podía escuchar. Arlette levantó la mirada y sus ojos se iluminaron al verlo, aunque sus labios formaron un gesto de silencio.

—Están a punto de quedarse dormidos —respondió en un susurro, mientras se inclinaba para dar un último beso en la frente de cada niño—. Ha sido un día largo para ellos, no dejaban de saltar.

Aiseen asintió y, con delicadeza, pasó una mano por la espalda de su esposa, transmitiéndole un calor que ella reconoció al instante.

—Estaba pensando... —comentó él, con su voz baja y llena de cariño—. ¿qué te parece si vamos un momento al lago? La tarde está tranquila y la cascada debe estar preciosa bajo el sol.

Arlette sonrió, dándole una mirada cómplice y con notable dedo ella buscó los labios de ese hombre de mirada dura y fruncida pero con ella era la mirada más tierna y abrigadora que hubiera visto en su vida. Ella le dio un beso pero el momento fue ligeramente interrumpido por el movimiento de Cedric dentro de la cuna y ambos miraron como el pequeño tomó la mano de su hermano Alek y no evitaron sonreír.

—Estaba pensado que podíamos ir a la cascada o podíamos a la habitación.

—¿A la habitación?

—Sí, si no quieres ir a la cascada vamos a la habitación mandé a despejar la cómoda del fondo yo podría montarte sobre ella y coger....

—¡Aiseen! —interrumpió ella a su esposo tapándole la boca con la mano para después retirarla con una sonrisa en los labios y él sonrió mucho más al ver como las mejillas de su mariposas se coloreaban de un rojo tomate—. Vamos a la cascada.

—Excelente.

—Y después vamos a la cómoda.

Ambos sonrieron cómplices y echándole una última mirada a sus hijos, que ya dormían profundamente, Aiseen tomó de la mano a su esposa y ambos salieron de la habitación, listos para disfrutar de un momento a solas, bajo la luz de sol de la tarde  y el suave murmullo de la cascada que los aguardaba cerca del castillo de Armes.

Llegando a las puertas del castillo, Con una sonrisa en los labios, Aiseen sujetó las riendas y, con un gesto ágil, subió a Arlette al caballo y luego se subió él tras ella. En un movimiento fluido, él la alzó, acomodándola delante de él en la silla, la rodeó con sus brazos para tomar las riendas, pero también para mantenerla cerca, protegiéndola de cualquier posible accidente en el camino y ella se sentía segura en sus brazos.

Juntos, cabalgaron a través del bosque dejando tras de sí el sonido de las pezuñas del caballo resonando en la quietud de la tarde. A lo lejos, el suave murmullo del río y la cascada comenzó a llenar el aire, anunciando que estaban cerca de su destino.

Al llegar al borde del río, y Aiseen tiró suavemente de las riendas, deteniendo a su caballo justo a orillas del agua y con cuidado, el príncipe descendió primero, y luego, con una sonrisa tierna, extendió los brazos para ayudar a Arlette a bajar.

Ella se apoyó en sus manos, sintiendo la fuerza y la suavidad de su toque mientras él la ayudaba a tocar tierra firme. Una vez juntos, tomaron de nuevo sus manos y comenzaron a caminar a lo largo de la orilla, y del césped verde y mullido bajo sus pies. La brisa traía consigo el aroma del agua fresca y de las flores que bordeaban el camino.

Finalmente, llegaron a un árbol robusto que se alzaba majestuosamente junto al río. Sus ramas se extendían como un manto protector, ofreciendo sombra y un refugio perfecto. Aiseen se sentó primero, y con un gesto invitó a su amada a recostarse junto a él y Arlette se acomodó a su lado, apoyando su cabeza en su pecho mientras él rodeaba sus hombros con un brazo, atrayéndola aún más cerca.

El sonido de la cascada, el susurro de las hojas y el latido tranquilo del corazón de su desalmado crearon un ambiente de paz y serenidad bajo la tranquilidad ese árbol, envueltos por la naturaleza y el amor que compartían, y así se mantuvieron en silencio disfrutando del simple placer de estar juntos, en un momento que parecía eterno, pero en un momento él interrumpió el momento preguntando.

—¿Te gusta el castillo?

—¿Sí, por qué?

—Te he notado un poco retraída en él, sabes que si no te sientes cómoda solo debes decirme mi reina.

—No te voy a negar que extraño a Diana a Asenya y a Merrie, pero entiendo que debes estar aquí por un tiempo prudente por tu regencia y el servicio que le juraste a Veikan.

—Pronto el clima cambiará y deberemos irnos.

—Lo sé —ella le sonrió—. Se que Cedric y Alek me mantendrán ocupada mientras tú te sientas en la cabeza del concejo de Armes, sobre todo Cedric —Aiseen sonrió sabiendo lo travieso que era su gemelo mayor—. Alek es un poco más tranquilo.

—¿Entonces te has sentido bien siendo madre? —preguntó Aiseen con su voz cargada de genuino interés y ternura. Su mirada se desvió hacia ella, buscando su respuesta con amor.

Arlette, con los ojos fijos en la cascada sonrió antes de responder.

—Me ha gustado mucho —dijo su voz suave, pero llena de emoción—. Estar a tu lado y ser la madre de nuestros hijos ha sido la experiencia más hermosa de mi vida, ellos me han enseñado lo fuerte que puedo llegar a ser después de ser tan sobre protegida durante toda mi vida y después por ti.

Aiseen asintió, sintiendo una profunda gratitud hacia ella. Pero notó un destello de duda en sus ojos, como si algo más estuviera en su mente. Ella se giró un poco, susurrando con cierto titubeo.

—Estaba pensado que los niños ya están creciendo... y no sé si deberíamos.... yo podría no tomar el té la próxima vez.

Aiseen frunció el ceño con ligereza pero aún así no dejó de mirarla con amor y comprensión, sabiendo lo que implicaban sus palabras. Con suavidad, él tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella.

—Creo que podemos esperar un poco más —le dijo con ternura—. No hay prisa. Quiero que ambos estemos seguros de nuestra decisión.

Arlette sonrió, aliviada por la respuesta pensando que el se negaría tajantemente ante la posibilidad de un bebé más. —Gracias —dijo, inclinándose hacia él y apoyando su cabeza en su hombro—. Una vez oí a padre decir que no habría ningún hombre que pudiera amarme y protegerme con la delicadeza que merecía y yo lo creí, hasta que apareciste tú, gracias por quererme como me quieres.

Aiseen sonrió de medio labio con esa típica sonrisa sexy que le caracterizaba y plantó un beso en la frente de Arlette, un gesto lleno de afecto y gratitud. —Soy yo quien debe agradecerte —susurró—. Tú salvaste. Creíste en mí cuando nadie más lo hizo... cuando ni yo mismo sentía que valía algo. Mi padre me abrió los ojos y tú no dejaste que mi mundo se terminara de venir abajo. Me diste una familia, un hogar... un amor que nunca pensé que merecía.

Ella lo miró a los ojos, susurrando con ternura dijo: —Soy feliz contigo, siempre me has protegido y amado de una manera que jamás imaginé. Estoy contenta de vivir esta vida contigo, y no quiero que cambie.

Aiseen le dio un beso en los labios y al separarlos ambos vieron a un par de mariposas volar al rededor de las ramas más bajas del árbol. —Llegaremos juntos a este lugar siempre, hasta que la edad nos alcance, y espero que los dioses nos permitan traer aquí a nuestros nietos —dijo él levantándose del césped para trata de atrapar una de las mariposas rojas con sus manos mientras está volaba bajo y en un movimiento ágil, Aiseen logró atrapar al animal con delicadeza.

Arlette se levantó del césped y se acercó a él con cuidado, mientras él colocaba la mariposa sobre sobre la manos de ella.

—¡Es hermosa! —dijo ella sonriente mirando aquella mariposa de alas rojas.

Él se acercó a su esposa y plantó un beso en su mejilla y al instante la mariposa voló lejos de la mano de Arlette, mientras él la rodeaba de la cintura. Pronto ambos se superaron palabras secretas al oído y decidieron despojarse de algunas de sus prendas sumergiéndose en el río junto a la cascada donde nadaron juntos entre risas, besos y nuestras de cariño mutuo no olvidando que los había unido y que los mantenía juntos.

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