12 | Taehyung.
Estoy a punto de largarme a llorar cuando el profesor Davis interrumpe su interesante clase y dice que ya nos podemos retirar.
Moon, en cambio, salta de su asiento completamente feliz de que la tortura llegase a su fin y comienza a molestarme para que me apresure en guardar mis cosas.
Somos uno de los últimos alumnos en abandonar el salón y, mientras caminamos hacia la salida, rodeo los hombros de mi mejor amiga con mi brazo. Por su parte, ella me abraza por la cintura.
De pronto, mi sangre comienza a hervir irremediablemente cuando notifico la disgustosa figura de Kersey, avanzando hacia mí. Él clava su mirada en la mía y luego le da un descarado vistazo a Moon que logra hacer volar por los aires a mi furia.
¿Cómo se atreve a mirar de esa manera a mi mejor amiga, conmigo presente? Es un maldito degenerado.
— ¿Qué estás mirando, zorra? —Suelto, observándolo por encima de mi hombro y sin dejar de avanzar.
Él no contesta, se limita a simplemente seguir caminando a pasos torpes. Joder, lo detesto.
—No le des la atención que está buscando —Moonie me murmura, pero suena como regaño—. Me preocupa que quiera provocarte y que tú caigas en su juego. Vas a perjudicarte.
—Quiero molerlo a golpes —admito, aunque eso no es novedad para mi mejor amiga.
—No ganarás nada con eso.
Me obligo a suspirar hondamente y a asentir con la cabeza, por más de que no comparto la declaración de mi amiga. Claro que voy a ganar algo: satisfacción. Creo que, desde lo ocurrido con Asim hace poco más de dos semanas, no hay día en el que no piense lo hermoso que sería ver a Carl Kersey en el piso y ensangrentado. No quiero matarlo, no soy así. Solo quiero que sufra un poco, a ver si así comprende al menos un cuarto sobre lo que fue la corta vida del chico al que acosó durante años.
Sin embargo, tengo el placer de conocer bien a Moon; ella es una chica algo susceptible, que odia cualquier tipo de conflicto, ya sea propio o ajeno. Se pone muy triste cuando dos o más personas discuten, independientemente del motivo. Ni hablar cuando las cosas sobrepasan la barrera de la violencia física. Si de ella dependiera, el mundo disfrutaría de la paz mundial.
—Prométeme que vas a comenzar a pasar por alto sus intentos de encabronarte —ella me pide, con ese tono tan dulce y que hace temblar todas mis creencias. ¿Cómo hago para decirle que lo prometo, cuando estoy casi seguro de que no podré cumplir con mi palabra?
La atmósfera tensa que se ha formado entre nosotros se ve interrumpida cuando una tercera voz familiar resuena por detrás de nosotros. Y yo, inevitablemente, me siento salvado, pues me ahorro de mentirle en la cara a la única persona que me conoce a la perfección.
— ¡Moon, Tate! —Ante el llamado, nuestros pasos se detienen por sí solos—. Chicos, estuve buscándolos por todas partes.
Cuando nos volteamos, mis ojos escanean con curiosidad el rostro sonriente de Tess Fisher, una de mis compañeras de Derecho Comercial.
—Aquí nos tienes, dulzura. —Respondo, y automáticamente siento que Moon me clava sus ojos azules de manera asesina, pero yo no me permito apartar la vista de la rubia que tengo delante.
—Quería invitarlos a una fiesta esta noche —dice—, la fraternidad la ha organizado hace menos de dos horas y pensé que les gustaría asistir.
Evalúo la posibilidad mientras frunzo los labios, y puedo jurar que Tess comienza a sonrojarse un poco, incapaz de sostener mi mirada.
— ¿Harán algo en honor a esas dos larvas muertas?, ¿algún fondo de caridad o cosas similares? —Interrogo sin pelos en la lengua, pues no pienso aceptar la oferta si sé que favorecerá a esos simios que Asim mató.
La mueca involuntariamente inocente que esboza me da a entender cuán desconcertada se siente debido a mis preguntas.
—Uhm... No.
Sonrío.
—Cuenta conmigo.
—Sí, conmigo igual. —Moon espeta muy a su pesar, destilando desinterés en cada una de sus palabras.
«Aww, mi bebé está celosa.»
— ¡Excelente! —Vocea, y su entusiasmo es palpable—. Te enviaré la dirección.
Habla en singular, cuando se supone que está invitando a dos personas...
—Esperaré tu mensaje con ansias. —Digo, en combinación con un guiño.
Tess me regala una sonrisa tímida antes de despedirse de nosotros y seguir su camino. Mi expresión se mantiene pícara, convirtiéndose en un claro contraste del semblante de mi mejor amiga. Ella se ve ofendida, bastante molesta.
Retomamos nuestro andar, aunque Moon ahora se opone a que la abrace.
—Debes dejar de coquetearle, Taehyung. —El reproche tiñe sus palabras e incluso establece una distancia mínima entre nosotros.
—Coquetear es mi especialidad. No te pongas celosita —espeto, aproximando mi rostro al suyo en busca de algún indicio de risita.
—Le gustas mucho a esa tía, idiota —vocifera, empujándome levemente.
Chasqueo la lengua en una negativa.
—No jodas, Moonie.
— ¡Lo digo en serio! —Protesta, acentuando la amargura tanto en su gesto como en su voz—. Le encantas.
Me encojo de hombros, con genuina intrascendencia.
—Lástima, porque yo solo tengo ojos para una mujer —las palabras abandonan mi boca con desdén y una pizca de ternura, mientras sigo acercando mi rostro al suyo. ¡Vamos! No me detendré hasta que expulse alguna de sus estruendosas carcajadas.
—Sí, para Monica Bellucci —el fastidio es evidente en su voz.
Su contestación me deja pensativo y hago un puchero. No encuentro fallas en su lógica.
—Bueno, para dos.
Llegamos afuera y siento que las bolas se me encogen debido al frío helado que azota a la ciudad. Si mi termómetro corporal no falla, estoy casi seguro de que la temperatura actual debe estar rondando entre cinco o seis grados bajo cero. Las nubes grises y esponjosas cubren el amplio cielo y las brisas, tanto frescas como contiguas, no tienen ni un poco de consideración con mi cabello.
Mientras me pongo los guantes negros para abrigar a mis manos, mi ceño se frunce cuando, a la distancia, notifico el vehículo de Evan.
Comienzo a caminar hacia él con cuidado, porque no está en mis planes resbalarme a causa del hielo que cubre el suelo y terminar con la cabeza abierta.
La cólera se filtra en mi sistema al notar que el imbécil de este hombre solo trae una campera de cuero encima. ¡Se va a morir de hipotermia! Pero decido hacer caso omiso a su irresponsable outfit y me cruzo de brazos cuando me detengo frente a él.
— ¿Acordamos que me llevarías a casa y lo olvidé por completo? —Pregunto.
Su reacción me resulta indescifrable por un instante. Mi hermano agacha ligeramente la cabeza y se relame los labios, pero noto un atisbo de mueca pícara extendiéndose por sus comisuras.
—De hecho, no vine por ti. —Contesta, con un tono monótono y tranquilo.
Mis labios se abren para responder, pero Moon se me adelanta cuando dice:
—No, no lo hizo —dicho aquello, da un paso para situarse junto a Evan.
Me cuesta tres segundos comprender la situación. Finalmente, siento como si mi boca se cayera al suelo a causa de la sorpresa que este encuentro acaba de provocarme. Ninguno de los dos se muestra alterado o nervioso, más bien, parece que mi respuesta facial les divierte.
—Oh, mierda —es lo único que sale de mi interior y me cubro las mejillas (heladas) con mis manos, sin apartar la vista del par—. ¿Esto realmente está pasando?
— ¿Qué cosa? —El sarcasmo en los vocablos de mi hermano no es más que burla disfrazada.
Unas risas se me escapan, antes de morderme el labio. Ahora que mi cerebro ha recibido toda la información concreta, no me siento asombrado en absoluto. Este romance —o lo que sea— iba a ocurrir tarde o temprano; incluso cuando Moon y yo hacíamos el malogrado intento de ser novios en nuestra adolescencia, podía darme cuenta de que ella se comía con los ojos a Evan, a pesar de los seis años de diferencia que tienen.
No estoy muy seguro de qué tipo de relación llevan, pero me agrada la manera en la que se miran.
—Ya entiendo —mascullo, adoptando un semblante tan irónico como pícaro—: no pudiste conmigo, así que ahora vas tras mi hermano.
Se encoge de hombros a modo de contestación.
—Sí, la verdad es que quiero destruir tu familia —suelta con tanta naturalidad que logra hacerme reír.
—Diviértanse —les digo y clavo la vista en mi hermano, para luego señalizar a ambos con mi índice—. Usen condón.
— ¡Taehyung! —Evan me reprende entre dientes, en una muestra clara de timidez—. Solo iremos a almorzar.
Ah, mi hermanito mayor no es un desvergonzado como yo.
—Sí, apuesto a que comerán muy bien —continúo mofándolos, pues la expresión facial absolutamente abochornada de Evan me causa mucha gracia.
—Apuesto a que tú también —mi amiga añade, en combinación con un ligero movimiento de cabeza en dirección hacia mis espaldas.
Me doy la vuelta, algo confundido por su accionar, y finalmente comprendo a lo que ella se refería. El detective se encuentra a algunos metros de distancia, con una mirada severa adornando su pálido rostro y reposando contra la puerta de su camioneta negra de servicio. A diferencia del suicida de mi hermano, él sí está bien protegido del frío.
Veo que se cruza de brazos e incluso puedo escuchar su voz en mi mente, como si compartiéramos telepatía: apúrate, piojo, que no tengo todo el día.
Trato de reprimir la sonrisa que amenaza con aparecer en mi cara y me vuelvo hacia Moon y Evan.
—Me disculpo, mis queridos, pero tengo a un detective caliente a quien debo atender —comunico, agregando un filo socarrón y altanero a mi declaración.
—Ustedes usen condón. —Moon dice.
— ¡Moon! —Evan vocea a modo de regaño y termina negando con la cabeza, al tiempo que ella y yo carcajeamos—. Jesús, jodidos críos.
Yéndonos por caminos separados una vez que nos despedimos, avanzo con cuidado hasta donde se encuentra Jungkook. Me detengo delante de su figura y lo analizo con cautela, curioso por su reacción... Dudo que me bese, considerando que Evan está cerca. Pero, ¿quién sabe? El detective suele sorprenderme de vez en cuando.
—Buenas tardes —dice, y no me pasa desapercibido el tonito cargado de extrema formalidad.
—Pensé que estaría ocupado.
—Terminé antes de lo previsto —me responde luego de encoger levemente sus hombros.
Una sonrisa pequeña y disfrazada con fingido apocamiento se desliza por mis labios.
—Se apresuró para poder venir a buscarme, ¿verdad? —Digo en un susurro mínimo e inclino la cabeza hacia la derecha.
—No —arquea una ceja.
Doy un paso para acortar la distancia presente entre nosotros.
— ¿Seguro? —Insisto.
Su gesto alarmado cuando mira por encima de mí me resulta excepcionalmente cómico.
—Tu hermano está mirando —en un leve murmuro, se toma la molestia de recordarme lo que yo ya sé.
—Mi hermano se está comiendo a mi mejor amiga —interrumpo, poniéndole un freno a su preocupación—, el patán no tiene derecho a decir absolutamente nada.
— ¿Por qué la llamas mejor amiga cuando en realidad es tu ex? —Al decir, su expresión suave adopta genuino ánimo, casi puedo jurar que está a punto de reírse.
—Porque para ex's ya tengo una lista larga que me odian y me darían una paliza si tuviesen oportunidad —puntualizo, sonando más sosegado de lo que pretendo—. En cambio, Moonie me adora y yo a ella.
El silencio que le sigue a mis palabras es algo pesado; el detective se toma un momento para pestañear, sin quitarme el par de ojos de encima, como si tratase de encontrar algún destello de falsedad en lo que acabo de decir... Pero no lo logra.
— ¿Qué tan malo eres para que tus ex parejas te odien tanto como dices? —Insinúa.
—El peor, detective —mis comisuras se curvan inocentemente hacia arriba y agrego—: Lo sabrá cuando le rompa el corazón.
Tomándome por sorpresa, mi contrario se acerca un poco más a mí; me esfuerzo por no inmutarme en absoluto, pero se me dificulta cuando percibo su aliento cálido por encima de mi oído izquierdo.
—No si yo te rompo el culo primero —bisbisea, con aquel tono profundo y calmado que me resulta tan jodidamente atractivo, a pesar de ser lo más ordinario del mundo.
Un cosquilleo me recorre por completo, desde la punta de mis dedos hasta la punta de la polla. De hecho, tengo que concentrarme y recordar que soy un joven íntegro, porque de lo contrario, siento que puedo correrme con sus meras palabras.
El duelo de miradas desafiantes se suspende cuando propongo:
— ¿Vamos por un sándwich italiano?
La sonrisa coquetea con la que el detective responde a mi pregunta, es todo lo que necesito para jalar su brazo y ubicarnos en los respectivos asientos del vehículo.
Conozco el lugar perfecto para que almorcemos y, en el camino, el detective y yo nos distraemos charlando sobre lo duro que es el frío en la ciudad. Por supuesto, él incorporó a Corea en la conversación, mencionando que allá los inviernos suelen ser bastantes similares a los de Chicago. ¡Por Dios! Tengo evidencia suficiente como para afirmar que este hombre está enamorado de ese país.
Me pregunto por qué tomó la decisión de irse de su lugar de origen, si tanto respeto, admiración y cariño siente por dichas tierras. Asimismo, su llegada fue rapidísima; recuerdo que él arribó a Estados Unidos poco más de un mes y medio después de que mi padre le ofreció el trabajo en su unidad. De todas formas, creo que lo está haciendo muy bien. Hay algunos cabos sueltos, por supuesto, como por ejemplo su inglés; no es el mejor en ello y en ocasiones suena muy extranjero, pero se hace entender correctamente la mayoría del tiempo.
Sé que se aproxima una disputa entre nosotros, así que me apresuro a sacar el dinero para pagar por los dos sándwiches italianos. El detective me fulmina con su mirada oscura y yo me pongo a mover mi cuerpo levemente al ritmo de la canción que se escucha en el local de comida.
Como parte de una costumbre que ya es patente entre nosotros, almorzamos en el asiento trasero de su auto, en compañía de la música que la radio emite. Jungkook revisa que sus abdominales sigan en el mismo lugar cuando termina de alimentarse y yo le digo que es un tonto, pero con mi barriga... Sí, jalé mi pielcita y formé una boca con ella. Muy atractivo.
Poco después, siento que el monstruo mimoso que habita dentro de mí, se despierta de una pequeña siesta. El detective no parece muy seguro de qué hacer cuando me siento sobre su regazo, de todas formas, percibo que ya está perdiendo la vergüenza... ¿Cómo lo sé? Por la mano traviesa que apoya sobre mi espalda baja.
Él me regala una sonrisa ligera y arrogante mientras niega lentamente con la cabeza, y yo le devuelvo un guiño antes de cazar sus labios entre los míos.
Sus manos ahuecan mi cara y su lengua, ávida y urgente, busca la mía en un beso húmedo, cuya intensidad se construye poco a poco. Hundo mi palma en su cabello suave y algo despeinado, jalando del mismo con la dureza suficiente como para arrancarle un gruñido.
La presión de sus deliciosos y mojados labios contra los míos se vuelve aún más consistente cuando me presiono contra su entrepierna, creando una exigua fricción que obliga al detective a tomar una honda respiración.
—Deja de hacer eso. —Refunfuña, y detecto un intenso filo de reproche en su tono. Parece que está regañándome.
— ¿Por qué? —Cuestiono, aunque ya sé qué es lo que ocurre—. ¿Le calienta, detective?
—Te odio —gruñe y aprieta mi nuca para morder mi labio inferior.
Gimo en respuesta.
—Tóqueme, por favor. —El tono suplicante y desesperado que empleo no me enorgullece, pero ahora mismo no puedo evitarlo.
—Mírate nada más —Jungkook suelta una risa pícara y siento que aprieta mis caderas— Afuera hace un frío para morirse y aquí estás tú, ardiendo como un volcán.
—Estoy caliente, sí —admito, acercando mis labios a su cuello para susurrar—: Pero al menos no estoy a punto de correrme en los calzoncillos como usted.
—Te gusta ponerme así, ¿miento, pequeño engendro? —Interroga con aire desafiante.
—Mucho... —Le robo un beso—. Déjeme ayudarlo con eso, detective, por favor.
Surgiendo de pronto, sus labios dibujan una sonrisa traviesa.
—Quizás si me suplicas un poco...
Me detengo, pero a continuación una risita ladina se instala en mi boca. No contaba con que dijera algo así y, sin embargo, estoy muy seguro de lo que debo contestar.
—Buen intento —musito y le regalo un guiño antes de continuar—: Sé que usted es una persona que no tiende a cambiar de parecer, así que, en el hipotético caso de que yo le rogara como un cachorro para que me deje chupársela, usted no alteraría esa estúpida condición de las tres citas antes de tener sexo.
El silencio que le sigue a mis palabras es lujurioso y tenso, parece una navaja intangible lista para cortarnos a ambos.
— ¿Puedo confesar algo?
—Claro que sí —le concedo.
—Tu culo me pone mucho, pero tu inteligencia me pone muchísimo más.
La parte microscópica de mi cerebro que alberga el sentido común está intentando controlarme para que no devore su boca ante lo que acaba de decir. No puedo hacer otra cosa más que quedarme quieto, con una sutil mueca satisfactoria en mi cavidad, y presionando mis labios para ahogar una sonrisa.
Con lentitud me inclino a su imponente figura.
— ¿Esto cuenta como cita, detective? —Pregunto, y mis dientes rozan ligeramente su cuello antes de agregar—: Por favor, diga que sí... Ya nos quedarían dos restantes.
—No me dejaste pagar, así que no.
— ¡Usted pagó la pizza del otro día! —Vocifero, levantando los brazos en una muestra clara de enfado—. No es justo.
—Bueeeeno, de acuerdo —rueda los ojos con sobreactuada pesadez; sin embargo, no es capaz de reprimir la sonrisita que aparece en las comisuras de sus labios—, esto cuenta como cita.
Estoy listo y a punto de saltar sobre su figura para comerlo a besos, pero su maldito teléfono nos interrumpe. Él, como el buen trabajador que es, no demora más de un segundo en contestar.
—Dime, Vallon —dice, pero aprovecha para revolverme el cabello con su mano libre mientras mantiene la conversación con Crawford—. De acuerdo, voy para allá.
Cuando cuelga, deja escapar un suspiro y me mira.
—El deber llama —asumo con calma, aunque no estoy molesto en absoluto.
He estado rodeado de policías toda mi vida, sé cómo es el estilo de vida que llevan, así que no me enoja que el detective esté a punto de botarme por ir a trabajar.
—Así es —asiente.
— ¿Qué hará esta noche? —Pregunto.
—Trabajar encubierto, ¿y tú?
—Me reuniré con amigos... —Contesto, sintiendo algo de desconfianza por la respuesta que acaba de ofrecerme y automáticamente agrego—: Tenga cuidado, ¿bien?
La expresión que se instala en el rostro del detective, me desconcierta completamente. Ahora sus cejas espesas están un poco fruncidas y su mandíbula se encuentra tensa, convirtiéndose en una línea firme. Me mira como si fuese alguien distinto.
— ¿Qué es lo que estoy viendo? —Empieza a espetar, sin apartarme la vista de encima—, ¿el piojito se preocupa por mí?
Ruedo los ojos, le murmuro de regreso un ligero «idiota» y me dispongo a reunir mis cosas para marcharme.
Cuando estoy listo para bajarme, la voz del detective es la que me detiene.
—Tae, he pensado mucho en tu falta inconcebible de patriotismo por Corea... —Dice, rascándose la nuca, como si estuviese incómodo de preguntar algo relacionado a ello—. ¿Acaso no vas a hacer el servicio militar?
Joder. Me quiero reír. No, no solo reír... Quiero estallar a carcajadas en su cara. ¡Este hombre y su bendito país! ¿Cuántos besos más le tengo que dar para que entienda que soy norteamericano?
Como sé que va a tener intenciones indiscutibles de matarme cuando le responda, abro la puerta del coche para huir antes de que sea mi fin.
—Renuncié a mi nacionalidad coreana cuando tenía quince. ¡Annyeong, detective!
Creo que Moon todavía no comprende que es hermosa.
Ha pasado aproximadamente cuarenta minutos desde que salió de la ducha para terminar de alistarse y ya se ha cambiado de vestido unas tres veces. ¿Es en serio? Todo lo que se pone le queda de maravilla.
Por supuesto, me ha repetido la pregunta "¿qué te parece este?" tantas veces que ya no recuerdo. Y mi respuesta siempre fue la misma: me gusta todo lo que usas.
La veo batallar frente a su espejo con el cierre de su vestido negro que, al parecer, es el definitivo. Así que dejo mi teléfono y me levanto de su cama, la cual fue el espacio perfecto para esperar a que mi mejor amiga termine de producirse.
Me acerco por detrás y me encargo de atrapar la cremallera entre mis dedos.
—Déjame ayudarte con eso.
—Gracias —me dice, una vez que he logrado subir el cierre.
—Estás preciosa, Moonie. —Añado, con la esperanza de que me crea.
Ella me regala una sonrisa tímida y se voltea para comenzar a ocuparse de su cabello.
— ¿Me vas a contar qué clase de relación tienes con Evan? —Doy inicio a mi pequeño interrogatorio cuando llego a la conclusión de que es un buen momento.
Mi mejor amiga parece no inmutarse en absoluto ante mi repentina pregunta.
—No es nada serio —dice, y no detecto ninguna señal de dubitación en su oración—, de lo contrario, te hubiese contado al respecto.
— ¿O sea que esta noche puedes estar con otras personas?
—Esta y todas las demás —a través del espejo que la refleja, noto que levanta una de sus cejas—. No pienso que lleguemos a algo formal.
—Gracias por aclarármelo.
— ¿Por qué? —Se gira para mirarme con una sonrisa burlona en su rostro—. ¿Estás celoso?
—Me muero de celos —me inclino un poco hacia ella, le robo un corto beso en la nariz y mientras ella carcajea, me limito a aclarar—: Simplemente quería tener las cosas en su lugar. Sabes que te mataría si te encuentro con otro tipo mientras estás de novia con mi hermano. Corre lo mismo en cuanto a él.
A pesar de que hace burla de mis palabras, noto que su semblante se ha suavizado bastante gracias a mi pequeño discurso.
— ¿Y el detective? —Pregunta, para cambiar de tema.
—Nada extravagante —digo. No quiero sonar como un maldito pervertido y decirle que me masturbo por él todas las noches—. Me pidió que tengamos tres citas antes de follar.
— ¿Tres citas? —Aquello le hace tanto ruido a Moonie, que deja de arreglarse para girarse y observarme ceñuda—. Creí que no te gustaban. ¿Qué es lo que te está haciendo ese hombre?
—Pero tengo que acceder si quiero tirármelo —mis manos viajan por sí solas hasta mi rostro y me cubro con ellas mientras bufo pesadamente—. Lo sé, son condiciones de mierda, ya se lo he dicho.
— ¿Y qué tal si folla mal? —Ella continúa indagando al respecto.
—En ese caso, yo mismo me cortaré la polla.
Veinte minutos más tarde, finalmente, mi amiga termina de alistarse y utilizo la aplicación de Uber para conseguirnos un medio de transporte. Pagar el viaje me duele un poco, pero por suerte mamá me dio dinero extra antes de salir; sin embargo, me pregunto por qué habrán escogido una casa para esta fiesta que está tan alejada del centro y de nuestra universidad.
Y cuando llegamos, la alarma se enciende en mi sistema porque me encuentro con rostros... Extraños. Casi sospechosos. Hay gente que no se ve como universitarios, sino que todo lo opuesto.
Cuando ingresamos a la casa iluminada por luces bajas y de colores, que dificultan considerablemente la visión, comienzo a reconocer algunas caras de mis compañeros de clase. Pero hay algo raro, tengo un mal presentimiento sobre esto.
Finalmente, mis ideas que parecían descabelladas, comienzan a adquirir coherencia. Esta no es una fiesta común y corriente, aquí alguien está vendiendo droga, o hay algún asesino mezclado entre la multitud.
¿Cómo lo sé? Porque de otra forma, el detective y Skylie no estarían de encubierto, fingiendo disfrutar esta ruidosa reunión.
Sky está sobre las piernas de Jungkook... ¿Acaso pretenden ser pareja? Eso es algo nuevo. Ella lleva un collar con una piedrita oscura, probablemente ahí tienen la cámara donde los monitorean desde las cercanías.
¡Mierda! Mi padre me va a matar.
Repentinamente, los ojos del detective me encuentran y me observan durante un momento, sin expresar nada en voz alta, pero diciendo mucho solo con sus ojos oscuros.
El mensaje es claro: no tengo que estar aquí. Y, sin más, cojo de la muñeca a mi mejor amiga.
—Hey, vamos afuera —le murmuro, y por suerte, ella no impone ninguna queja.
Al tomar su mano, comienzo a guiarla hasta la puerta por la que ingresamos hace no más de siete minutos.
— ¡Tate! —Una voz femenina y vagamente familiar me llama la atención, y me volteo un poco para encontrarme a Tess avanzando hacia mí. Por otra parte, escucho que Moon murmura algo que no logro descifrar debido al elevado sonido de la música—. ¿Ya te vas? Acabas de llegar.
—Solo vamos afuera un rato... —Le digo y añado, aunque mi mejor amiga vaya a matarme luego—. ¿Quieres venir? Podemos charlar sin tanto olor a marihuana interponiéndose entre nosotros.
No conozco bien a Tess, pero es una buena chica y en caso de que algo ocurra aquí dentro, no quiero que le pase nada. Lo mejor es permanecer afuera.
Su expresión se endulza a la velocidad de la luz mientras asiente con la cabeza. Moon tiene razón: le encanto. ¿Cuándo estará bien decirle que me gustan los hombres? No quiero que se haga ilusiones conmigo.
— ¿Quién organizó esta fiesta, Tess? —Le pregunto una vez que estamos en el jardín delantero de la propiedad.
—Un amigo de un amigo de Jason —contesta, y su semblante se carga con inquietud evidente mientras me mira—. ¿Por qué? ¿Te resulta aburrida?
—No, no. Solo que muchos no me parecían universitarios.
—Ya sabes cómo son estas fiestas... —Se encoge de hombros—. Entran muchas personas.
Moon no quiere saber nada con esta chica y lo deja en evidencia cuando se cruza de brazos y finge mirar hacia otro lado.
En mi intento por localizar dónde se encuentran escondidos los miembros restantes de la unidad, mi vista recorre los alrededores con lentitud, aunque procurando ser disimulado. Hay muchísimas personas aquí y temo que alguien salga herido, especialmente Sky y el detective, que todavía siguen allí dentro.
Súbitamente algo o, mejor dicho, alguien, me llama la atención. Una figura delgada me observa desde la distancia, y lo que más me sorprende es que, por la forma y tamaño de sus ojos, parece asiático. Está vestido de negro, lleva la capucha de su chaqueta puesta y está fumando.
Frunzo el ceño, mientras mi cerebro trata de ponerle un nombre al rostro que me resulta un poco familiar.
Sin embargo, cuando el tipo (no muy alto) se da cuenta de que estoy mirándole, su semblante se convierte en una máscara de sobresalto. Parece alarmarse y sus manos hacen un gesto torpe al arrojar la colilla de cigarrillo al suelo.
Se da la vuelta, marchándose con pasos veloces y la cabeza muy abajo. Es como si... ¿se escondiera? No lo sé. Una parte de mí quiere seguirlo.
Y estaría dispuesto a hacerlo si un disparo no hubiese conseguido que mis nervios vuelen hasta las nubes que decoran el cielo nocturno. Joder, pienso lo peor instantáneamente. ¿Estarán todos bien? Trato, con todas mis fuerzas, de lucir relajado y en control de la situación, pero no lo consigo de tan solo pensar que algo le puede haber ocurrido al detective... Y a Sky, claro.
En medio de mis pesimistas pensamientos, noto que la unidad de mi padre, en formación, irrumpen en la ocupada instancia mientras se identifican como la policía de Chicago. Un bullicio se abre paso en mi campo auditivo, mientras veo a la distancia a la redada llevándose a cabo. Aunque no se oyen más disparos, yo no me quedo tranquilo.
Al cabo de unos minutos, siento como si mi alma volviese a introducirse en mi cuerpo, pues mis orbes oscuros localizan a mi papá, a Evan y al bendito detective Jeon.
Están bien.
Suspiro, percibiendo la leve mejoría en mi pulso, al tiempo que los veo salir con un tipo esposado.
— ¡Yo no lo hice, se los juro! ¡Quiero un abogado! —Grita el hombre, mientras es obligado a avanzar.
—Cállate —Evan le espeta.
Para cuando me doy cuenta, mi padre está de pie frente a mí. Sus dedos pulgares se sostienen de las extremidades de su chaleco antibalas y su expresión me da a entender que estoy en problemas.
— ¿Puedes explicarme qué haces aquí? —No suena como si estuviese molesto, pero tampoco suena indiferente. Quiere una explicación sensata.
—Me invitaron —sueno desesperado—. No sabía que...
—Está bien —me interrumpe—. Hiciste lo correcto al salir cuando viste a Jeon y a Sky.
— ¿Atraparon al que buscaban?
Asiente con la cabeza.
—Lleva a Moon a su casa y luego ve a dormir —dice y, aunque suena autoritario hasta la médula, lo compensa al darme una ligera caricia en el cabello—. Hoy no habrá más fiesta aquí.
Mis labios se convierten con una línea tensa, pues no estoy conforme con su indicación.
— ¿Y tú? —Interrogo—. ¿Cuándo vienes a casa?
—Después de ingresar a esos dos tipos y de hacer el papeleo.
Vacilo durante un instante. Una parte de mí quiere seguir de fiesta, otra quiere irse con Moon a un bar y embriagarme un poco, pero... Extraño a mi papá. Puedo contar solo con los dedos de una mano cuántas veces lo vi en esta semana. Sé que él trabaja duro porque ama su vocación, sin embargo, me hace muchísima falta.
— ¿Puedo esperarte en la estación? —Le pregunto, preparándome para presentar mis válidos argumentos cuando me diga que no.
—Hijo, es tarde... —Empieza a decir, pero un suspiro se le escapa cuando yo me relamo los labios y me cruzo de brazos, sin inmutar mi postura ni quitarle la vista de encima. Parece comprender que mi intención es estar, al menos, un rato con él—. De acuerdo. Podemos tomarnos una taza de café juntos.
—Genial.
La dispersión aleatoria de personas disminuye una vez que la policía acomoda a su culpable en una de las patrullas. Moon le ha pedido a su padre que venga a recogerla y le ofreció a Tess darle un aventón hasta su casa. ¡Increíble! A pesar de haber intercambiado algunas miradas muy significativas con mi hermano, ni él ni ella se acercan a hablar directamente.
Y yo tampoco hubiese tenido el impulso de acercarme al detective por el cual tanto me preocupé y asusté, si él no me intercepta de repente, clavándose como una piedra gigante frente a mí. Analizo su semblante serio y gélido, y concluyo que parece enfadado. Ahora, ¿eso es bueno o malo?
Durante ese corto momento de batalla de miradas, piensos en muchísimas cosas. No puedo dejar de rememorar el alivio tremendo e indescriptible que sentí minutos atrás, cuando lo vi reaparecer y abandonar la casa en la que estaba trabajando encubierto. ¿Qué significa eso? Me detesto a mí mismo.
Abro la boca con intención de hablar, pero Jungkook me gana.
— ¿Puedes explicarme qué haces aquí? —Suelta, haciendo uso de un tono duro.
Quiero echarme a reír. ¡Acaba de hacer la misma pregunta que mi papá!
Pero carcajeando en su cara solo obtendría resultados aún más negativos, así que me reservo aquello.
—Ya se lo expliqué a mi padre, papi —menciono en voz baja, atento a su reacción corporal—. No se preocupe.
No parece muy seguro de qué hacer, pero da un paso en mi dirección y, a pesar del ineludible frío de la noche de la ciudad, juro que soy capaz de percibir el calor de su cuerpo. Emana, además, mucha tensión. Toda la que se ha establecido entre nosotros desde que nos vimos por primera vez.
—Hiciste lo correcto en salir cuando nos viste.
Oh, esto es todo. Comienzo a conjeturar que mi padre y él comparten el mismo cerebro.
— ¿Me lleva a la estación? —Le pregunto con amabilidad suficiente, aunque todavía mantengo la ceja enarcada.
No parece muy feliz cuando asiente poco a poco, pero aun así me indica con un movimiento ligero de cabeza que me suba a su camioneta.
Cuando el vehículo se pone en marcha, es Jeon el que lidera la caravana de policías por las calles del Oeste de la ciudad. La calefacción, por supuesto, está encendida, pero no creo que él y yo la necesitemos. Vamos, entre nosotros siempre hace calor.
De hecho, no existe palabra, ni siquiera un concepto inventado, que pudiese describir al menos una pequeña parte de todo el deseo que siento por este hombre. Puedo jurar que es recíproco, porque de otra manera, un hombre tan políticamente correcto, serio y que emana frialdad hasta por los poros, jamás hubiese entrado a mi juego de seducción.
Suelto un suspiro profundo y, con la intención de desligarme de toda esta maraña de ideas y pensamientos que tengo en la mente ahora mismo, mi mano izquierda se desliza hacia su entrepierna.
En respuesta, el detective tuerce la boca y su mandíbula se aprieta, sin apartar la vista del frente. Continúo llevando a cabo un leve masajeo a su intimidad, sintiendo como su anatomía reacciona –y mucho– a mi contacto.
Está bastante nervioso. Su piel ha palidecido varios tonos y su manzana de Adán sube y baja cada vez que traga saliva con dureza.
—Todavía... Faltan... Dos citas. —Su voz es ronca, contenida y parece que está al borde de un precipicio. No obstante, me resulta difícil ignorar el esfuerzo y el control que está demostrando en estos momentos.
—Compremos algo por el camino —ofrezco la primera solución que se cruza por mi cabeza—. Eso es una cita.
Finalmente ríe y me mira por un veloz segundo.
—Muy gracioso —dice, dándome a entender que mi propuesta es insulsa—. Cenemos el fin de semana.
Aunque su invitación me ha tomado con la guardia baja, a tal punto que lentamente mi mano se aparta de su endurecido bulto, sé que tengo que dejarme ver como el mejor de los problemas para él. No puedo mostrarle la faceta de mí que está chillando como un gatito recién nacido. ¡Me invitó a cenar! Esto es muy bueno y muy malo.
«Taehyung, sé el rey de siempre y respóndele sin balbucear.»
—Sus condiciones apestan, pero acepto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro