08 | Taehyung.
Qué ganas que le tengo.
Ya he perdido la cuenta de cuántas veces me he masturbado en lo que va de semana, aunque no consigo aburrirme. Debo dejar de lado esta maldita manía de perderme en mis propios pensamientos relacionados al detective, pero no logro quitarme de la cabeza la imagen tan atractiva de ese hombre impulsivo e irascible.
Soy consciente de que el detective le es fiel a la ley, pero ese cuerpo que se carga es ilegal.
Es imposible plasmar con palabras la perfección del hombre que casi, por muy poco, me come la boca hace menos de una semana. Siempre estoy rememorando esos ojos negros cargados de un brillo impaciente al mirarme, sus labios finos y rosados, generalmente humedecidos porque tiene la costumbre de remojárselos con la punta de la lengua. Incluso su nariz, que es algo pequeña y respingada, consigue ponerme duro.
Oh, y su cabello. Ese maldito cabello oscuro que a veces se peina y otras no, esa cabellera que usualmente es algo rizada. Creo que ese rasgo es el que le da un aspecto más juvenil.
No sé cuánto tiempo he pasado con la boca abierta desde que —otra vez— me perdí pensando en Jungkook, pero temo que si sigo así, en algún momento se me caiga la baba estando en público.
Necesito controlarme apropiadamente.
Toma número dos. ¡Acción!
El distrito hoy es un caos, un poco más de lo habitual. El sargento Bolton está muy ocupado gritando por teléfono, así que opto por saludarlo con un gesto de mi mano que él corresponde a la distancia.
Subo hasta la oficina de Homicidios donde, para mí sorpresa, el clima es mucho más tranquilo y silencioso que el resto del edificio. Al parecer, hoy no les ha tocado un caso o ya lo han resuelto; según noto apenas doy el primer vistazo, todos están haciendo papeleo mientras conversan sobre fútbol.
— ¡No le hagas caso a éste, Jay! —Crawford exclama, refutando agraciadamente lo que Evan acaba de decir—. Los Raiders son muy malos, llevan años sin ganar algo destacable.
—Pero son persistentes —Evan se encoge de hombros mientras defiende a su equipo perdedor.
—Hazme caso, Jay —Crawford insiste y mira al detective Jeon, quien parece estar conteniendo la risa—. Dallas Cowboys. Eso es todo. Recuerda ese nombre y serás feliz.
— ¿Siquiera le preguntaron si le interesa el fútbol americano? —Me entrometo a la conversación, tomándolos por sorpresa. Crawford es el primero en carcajear con falsedad.
—Por supuesto que... No, no le preguntamos —hace una mueca pensativa luego de un suspiro, pero rápidamente vuelve a mirarme—. La pregunta es: ¿a quién no le gusta el fútbol americano?
Con una sonrisa ladina y sabiendo que voy a hacerlo enfadar, levanto mi mano. El detective Vallon rueda los ojos.
— ¿No tienes clases? —Evan me pregunta.
—Sí, en cincuenta y cinco minutos. Pero mamá me pidió que le trajera comida a papá.
Evan suelta una risa por lo bajo, y se inclina un poco para que yo sea el único que pueda oír lo que dirá a continuación.
—La dieta, cierto —me susurra con desdén y yo asiento, igual de burlón.
Qué malos hijos somos.
En fin, sí, mi madre se tomó la molestia de poner a dieta a mi padre hace unas semanas. Y aunque el proceso está marchando positivamente, papá suele sufrir algunos ataques de angustia cuando su unidad decide que comer pizza en grupo es buena idea. Por supuesto, ellos no tienen ni idea del pequeño pero estricto régimen en el que su jefe está sometido.
—Toc, toc —me anuncio golpeando suavemente la puerta entreabierta de la oficina de mi padre.
Él alza la vista y luego identifica la vianda especial que he traído para su deguste; su semblante se modifica velozmente y no se demora en cubrirse el rostro con las manos.
—Por favor, dime que esa no es otra ensalada multicolor —su tono delata lo cansado que está de la dieta, y tengo que contenerme para no reír.
—De hecho, es un revuelto de zapallos —corrijo, y relamo mis labios. Tengo una carcajada en la punta de la lengua—. Lo lamento. Órdenes de la jefa.
—Esto no puede estar sucediéndome... —Suspira y hace una mueca antes de aceptar la comida que le he traído—. Da igual. Gracias, hijo.
—Sabes que mamá solo lo hace porque se preocupa por tu salud —le recuerdo.
— ¿Acaso estoy gordo?
Vacilo por un segundo y eso es suficiente para que mi padre me regale una mirada asesina.
—No, papá, no estás gordo —digo—. Pero ya no realizas actividad física y en los últimos meses has comido muchas cosas fritas.
—No tengo tiempo para hacer deportes —espeta, y rápidamente me doy cuenta de que ya se ha puesto a la defensiva.
—Lo sé, tienes mucho trabajo —murmuro, sonando tan recriminatorio que logro sorprenderme a mí mismo—. Ya me tengo que ir, que tengas un buen día.
—Taehyung —papá pronuncia, por ende, me detengo antes de tomar la perilla para salir—, ¿hay algo sobre lo que quieras hablar?
«Me quiero tirar a tu detective hoy mismo. »
—No, papá. ¿Y tú?
Niega con la cabeza lentamente, como si mi respuesta no le hubiese convencido ni un poco. Mi intención es marcharme de una buena vez de su despacho, pero él vuelve a hablar.
— ¿Por qué no le dices a Evan que te lleve? —Dice, y la idea me parece bastante agradable—. Hace un frío de locos.
Frunzo los labios, manteniendo un semblante pensativo.
—Solo si terminó con su papeleo —contesto—. Realmente puedo caminar.
Papá me despide y, como siempre, me desea una buena jornada en la universidad. Agh. Lo dudo, porque intuyo que la clase de hoy será de lo más aburrido del universo. Pero no puedo darme el lujo de saltearla, no cuando los exámenes están tan cerca.
Una vez que cierro la puerta de la oficina de mi padre, veo que Crawford se pone de pie para comenzar a acercarse a mí.
—Tate, luego de tus clases, ¿puedes hacerme un favor?
— ¿Tengo opción? —Levanto una ceja sarcásticamente.
El detective rubio rueda los ojos con diversión.
—Necesito que le lleves esto a mi hermano —espeta, justo antes de entregarme una carpeta delgada llena de papeles blancos—. Son las recetas médicas de nuestra madre, dijo que él se encargaría.
—Sí, claro —accedo sin protestar. Adoro a su mamá, siempre me regala galletas en Navidad—. Iré ahora.
— ¿Seguro? —Cuestiona, inseguro, y con el ceño fruncido—. No llegues tarde a la universidad.
—No lo haré, no te preocupes.
Crawford mira hacia la derecha, donde mi hermano se encuentra sentado tras su escritorio.
—Evan, ¿terminaste con esos documentos? Para poder llevar a Tate.
Evan se ve como si tuviese muchas ganas de morirse esta mañana; el suspiro frustrado que suelta y lo desordenado que tiene el cabello castaño delatan aquello.
—Necesito al menos veinte minutos más, mis neuronas no están funcionando correctamente hoy —dice con tono agonizante, y yo no puedo evitar reír—. Jay, ¿terminaste?
Ah, caray. Esto sí me interesa.
El detective Jeon aparta la mirada de su ordenador y mira con cierta confusión a Evan. Ni siquiera repara en mi presencia, simplemente finge que yo no estoy de pie a centímetros de su persona.
—Eh, sí —contesta, aunque no se ve exactamente complacido de revelar tal detalle.
— ¿Puedes alcanzarlo hasta la estación de bomberos? —Mi hermano le pregunta, pero suena más a una orden indirecta—. Por favor.
No necesito girar la cabeza para verificar que el detective se encuentra absolutamente disgustado con la petición de Evan. Sé que no le convence demasiado la idea de pasar tiempo cerca de mí... Y eso me fascina.
—Sí. —Contesta, y detecto resignación en su tono tranquilo.
—Genial —Evan replica, en compañía de una sonrisa fugaz.
El odio mal disimulado está plasmado en el semblante de Jungkook y soy capaz de notar que efectúa una mueca de enfado al mismo tiempo que se pone de pie para tomar su chaqueta de cuero. Mientras él recoge sus pertenencias personales para salir, yo me volteo hacia mi hermano y, con ayuda de mis dedos, hago un gesto de beso de chef.
Tener un hermano mayor es bueno, pero tener un hermano mayor que te ayude con el tipo que te gusta es lo mejor del universo.
Claramente, le debo una cerveza.
— ¿Ya está listo, detective? —Le pregunto con fraudulenta simpatía y él rueda los ojos—. Tomaré eso como un sí.
El silencio reina desde que el detective y yo hacemos nuestro camino para abandonar el edificio policial. Su mirada oscura —como siempre— es gélida, con ese rastro de "odio todo, pero a ti te odio más" reflejado con exactitud en sus pupilas. Su seriedad podría resultarle temible a cualquier otro chico, pero a mí me divierte.
Estamos tratando de atravesar la concurrida puerta principal del distrito, cuando me acerco al detective para marchar a su par.
Antes de romper el hielo entre nosotros, esbozo una media sonrisa un tanto forzada.
— ¿Le comieron la lengua y no fui yo?
Jungkook suspira, notablemente irritado.
—Cállate —bisbisea.
—No parece muy feliz de verme, detective.
—Soy alérgico a los piojos.
Suelto una risita y le doy un empujoncito con mi codo.
—No se veía muy alérgico a mi cercanía la semana pasada.
—No vas a olvidar eso, ¿verdad? —Cuestiona, mirándome a la cara.
—Depende —mi semblante se torna pensativo por un momento—. ¿Usted lo hará?
— ¿Qué te hace pensar que no lo he hecho ya? —Puntualiza.
—La manera en la que evita mirarme a la cara, la distancia que está tratando de mantener entre nosotros, sus manos inquietas... —Expreso con cuidado cada palabra y hago una pausa para relamerme los labios—. ¿Está nervioso, detective?
Jungkook guarda silencio durante un instante.
—De hecho, estaba muy feliz hasta que me topé con tu cara.
— ¿Le parezco feo? —Cuestiono. Realmente estoy disfrutando de nuestra pequeña charla y de tener el control de la misma.
—Horrendo.
—Eso es algo muy nocivo para decirle a cualquier persona, detective —espeto—. Yo podría tener problemas de autoestima y escucharlo decir cosas así podría romperme por dentro... —Lo miro, notando que su mandíbula angulosa se ha tensado un poco—. ¿No se ha detenido a pensar en el daño que puede causar con una simple palabra?
Cuando pienso que he logrado encerrarlo en una burbuja de culpabilidad, el detective envía su vista hacia la mía y noto que enarca con ligereza una de sus cejas. Su mirada tan jodidamente perspicaz solo me deja en claro una cosa: necesito darle un par de lecciones a mi cuerpo para no reaccionar de manera tan notable ante un ser tan caliente y desafiante como lo es éste hombre.
—Si tuvieras algún problema personal, piojo, creo que ya ha quedado en claro que podrías hablarlo conmigo cómodamente —farfulla con tranquilidad, y me veo en la obligación de retener la sonrisita que está a punto de aparecer en mi boca—. Te escucharía e intentaría ayudarte.
—Eso es muy... considerado.
Él se encoge de hombros.
—No sería la primera vez que lo hago.
Subimos a su camioneta negra y, como el jodido policía que es, no se molesta en abrocharse el cinturón de seguridad. Pienso en decirle algo al respecto, pero sé que va a pasarse mi opinión por el centro del ano. El vehículo comienza a andar, pero frena prontamente cuando el semáforo nos atrapa en la concurrida avenida.
Para llenar de conversación el silencio patente que Jungkook disfruta, me aclaro la garganta, listo para hablar.
—Cuando me faltaba poco para terminar la escuela, todos estaban locos por el baile de graduación —empiezo, dándole una mirada rápida a mi acompañante—. A mí no me parecía la gran cosa, honestamente. Mis amigos me sofocaban porque yo no me había molestado siquiera en encontrar pareja... —Me encojo de hombros—. Sabía que varías chicas querían ir conmigo, pero la idea me parecía tan, pero tan aburrida...
Jungkook sonríe con aire burlón y detiene sus ojos en mí.
—Déjame adivinar: para que tu ego se dispare hasta las nubes, llevaste a la chica popular contigo.
—No. Le iba a proponer a mi mejor amiga que fuéramos juntos, ya sabe, para al menos estar presentes.
—Es tan cliché llevar a tu mejor amiga al baile de graduación —puntualiza, frunciendo un poco la nariz.
¿Acaso va a encontrarle un defecto a cada cosa que salga de mi boca? Cabrón.
—Oh, pero en ese momento era algo así como mi novia... —Aclaro, atento a su semblante. Una risa baila en la punta de mi lengua ante su reacción cargada de desconcierto, pero la elimino antes de poder soltarla—. En fin. Me enteré que estaban molestando a una chica de mi clase por ser fea, gorda y rara.
—Típico de estos americanos —dice luego de resoplar.
—No sé de dónde sacaron que ella era fea, tenía unos ojos hermosos —espeto honestamente; recuerdo bien la cara de la chica—. Fui con ella al baile de mierda y fue una de las primeras personas a la que le dije que era gay, usted sabe, para que no se hiciera una idea errónea. Simplemente quería divertirme y ella resultó ser muy simpática... —Hago una pausa antes de seguir—: Créame, desearía tener una fotografía de los rostros de las damas populares cuando la vieron llegar conmigo.
— ¿Tenías el cabello azul como un pavo real? —En su pregunta hay una chispa de sarcasmo, como si buscase burlarse de mí.
—No, detective —vuelco los ojos con gracia—. Tenía mi cabello natural.
Jungkook hace una pausa breve y se dedica a estudiar mi rostro.
— ¿Por qué me cuentas todo esto, piojo? —Interroga, sonando genuinamente interesado.
—Para que me conozca —digo luego de haberme relamido los labios—. Con un poco de suerte, la próxima vez que estemos cerca, me besará.
Me dedica una mueca desvergonzada y niega con la cabeza, pero la diversión en su expresión no se pierde. Incluso puedo distinguir el hoyuelo inadvertido en una de sus mejillas.
—Yo tenía veinte años cuando me enlisté en la academia, justo después de haber cumplido con el servicio militar —el detective comienza a decirme, y mis cejas se disparan al cielo debido al asombro, pero procuro otorgarle toda mi atención—. Estaba comenzando, todavía tenía tiempo de cambiar de opinión si resultaba ser que el cuerpo policial no era lo mío. Ahí conocí a un chico, un año mayor que yo. Nos hicimos muy cercanos, él me atraía mucho y una cosa llevó a la otra.
— ¿Y qué ocurrió?
Se encoge de hombros.
—Me atrapó en la cama con su hermana.
La carcajada que se me escapa es tan ruidosa como incontenible. No puedo evitar cubrirme la boca con una mano, para luego comenzar a acentuar que eso me ha resultado de lo más maligno. Él también ríe, lo que me hace sostener que aquello ya es asunto pasado y pisado.
—Comienzo a creer que no dejó Corea porque quiso... Sino porque lo botaron de allí.
Jungkook me muestra su dedo medio y las risas vuelven a entrometerse en el interior del coche.
La conversación se desvía hacia el asunto del clima y, para cuando nos damos cuenta, hemos llegado a la estación de bomberos. Le aviso al detective que no me demoraré tanto, y él me contesta que me esperará.
Me coloco la capucha de mi hoodie y avanzo hasta la entrada principal de la estación, observando a mis alrededores. No quiero cruzarme con Kane, por ello, procuraré ser lo más discreto posible. Es probable que Collin esté en su oficina, así que debo llegar allí sin que nadie más me vea.
Lo consigo como el campeón que soy, por supuesto que sí. La charla con el hermano de mi tío laboral no se extiende demasiado, pero me agradece francamente por traer los documentos, así como también me promete que tendré un trago gratis cuando nos encontremos en el bar.
Me despido del jefe de batallón y dirijo el curso de mis pies hacia la salida.
Pero como estoy condenado a la mala suerte, la figura de Kane se interpone en mi camino.
Una de mis cejas se arquea involuntariamente al encarar su semblante que denota molestia clara.
— ¿Cambiaste de opinión? —Pregunta, cruzándose de brazos.
Otra vez con su mierda.
—No.
Veo que él mira por encima de mi hombro, y de repente una sonrisa tan sarcástica como colérica se desliza por sus labios delgados.
—Oh, ya entiendo lo que está ocurriendo —espeta, en una muestra abierta de enfado.
— ¿De qué hablas? —Mi ceño se frunce y miro hacia la misma dirección, notificando que sus ojos acaban de visualizar al detective que aguarda por mí. Niego con la cabeza y añado—: Baja la voz.
—No bajo nada —contesta, elevando cada vez más su tono—. ¿No te parece algo rápido que ya hayas amanecido entre las sábanas del nuevo policía?
Debería sentirme ofendido, pero este planteo me resulta tan patético e infantil de su parte, que solo puedo quedarme quieto y sereno. No me apetece formar parte de su juego estúpido.
—Es detective —corrijo, para variar—. Y lo que yo haga no es de tu incumbencia.
—Por supuesto que lo es. Ni siquiera respondes a mis mensajes.
—Porque no tengo nada para decirte, Kane —puntualizo con la mayor determinación que puedo—. Y contrólate. No inicies una escena frente a tus compañeros de trabajo.
Da un paso adelante, quedando nuestros rostros peligrosamente cerca.
—Tú iniciaste esto el día que me sedujiste y terminamos tirando en mi auto.
—Y tú llevaste todo esto hasta el extremo —contesto, para luego retroceder un paso. No me da miedo este muchacho, pero odio que invada mi espacio personal—. Te he dicho un millón de veces que no me interesa estar en una relación.
—No sabes lo que dices —escupe.
Me encojo de hombros, tranquilo y sosegado en demasía.
« ¿Debería sentirme apenado por la escenita que se está montando?... Parece muy afectado. »
«... No, cerebro, no vayas por esa puerta. No es mi culpa no sentir algo por él. »
—Lo sé a la perfección, descuida —le respondo.
—Estoy seguro de que en menos de un mes saldrás de la mano con ese desgraciado.
—Si lo hago, no es tu puto problema, imbécil —ataco, sonando más agresivo de lo que pretendía. Me cansé de su mierda—. Déjame en paz, tú y yo no tenemos nada más que ver.
—Estás mintiendo. —dice entre dientes, como si estuviese a punto de llorar.
Repentinamente, un tercero aparece en escena; se trata del capitán de la estación, Finn. El rostro familiar nos observa tanto a mí como a Kane, y se cruza de brazos. Es claro que huele algo extraño aquí, una situación tensa.
— ¿Todo bien aquí?
Kane y yo intercambiamos una mirada, pero no decimos nada. Sin embargo, me esfuerzo por esbozar una sonrisa algo forzada.
—Sí, solamente conversábamos sobre el final de una película.
— ¿Cuál? —Interesado, el capitán extiende la charla.
—La maldición de la Llorona —espeto.
Kane resopla y se lleva un par de dedos al puente de su nariz, como si todo esto le superase.
—Esa película es muy mala —Finn puntualiza. Afortunadamente, el hombre no se percata de que he dicho tal título con doble intensión.
—Exacto, capitán —digo, y palmeo su hombro a modo de despedida—. Ya me voy, hasta luego.
El capitán me saluda amigablemente, todo lo contrario a Kane, ya que lo escucho murmurar inaudibles declaraciones. A pesar de no haber escuchado bien, estoy convencido de que no eran más que insultos hacia mi persona... Y no puede importarme menos.
— ¿Todo está en orden? —El detective me pregunta una vez que regreso hasta él.
Me sorprende encontrarme con que se ha bajado del coche mientras esperaba por mí. ¿Acaso se preocupó cuando vio el pequeño encuentro con ese tipo? Es poco probable, pero voy a fingir que sí.
—Sí, por supuesto —contesto naturalmente, mientras rodeo la camioneta para volver al interior de la misma.
—Tu amigo no parece muy feliz.
—No es mi amigo.
Cerramos las respectivas puertas al mismo tiempo y yo me encuentro poniéndome el cinturón de seguridad cuando el detective me mira, con genuina preocupación en sus gélidos ojos negros.
— ¿Tienes problemas con él, piojo? —Interroga, sin quitarme la mirada de encima.
Suspiro.
—Tuvimos una aventura, pero él quería involucrar sentimientos y le dije que no —explico—. Ahora no deja pasar ninguna oportunidad que tenga para molestarme.
— ¿Quieres que hable con él?
Su pregunta me toma con la guardia totalmente baja; de hecho, siento la necesidad de pestañear un par de veces para confirmarme de que he oído bien. Mi pulso se desboca en respuesta a su comentario, así que debo esforzarme el doble para contestar con cuidado y no dejar en evidencia el dulzor que me ha provocado escuchar eso de su parte.
Vamos. No todos los días tu crush se ofrece a poner en su lugar a alguien que te tiene harto.
— ¿Haría tal cosa, detective? —Ladeo la cabeza, apretando las palmas contra mis mejillas.
Jungkook pone los ojos en blanco con gracia. Estoy convencido de que adora mi humor, aunque se esfuerce por ocultarlo.
—Hmm... Sería una gran molestia —dice, sarcástico y pensativo, y me roba otra risa ruidosa—, pero lo haría si es que él realmente es un estorbo para ti.
Le doy una palmada lenta y bromista en el brazo, y... ¡Epa! Esos brazos sí que van al gimnasio.
—No se preocupe. Pero le agradezco la buena intención.
Jungkook y yo emprendemos el viaje en coche hacia la universidad, y nos sumergimos en una amena charla cuyo tópico principal se centra en lo diferentes que son las comidas de Corea y Estados Unidos. No puedo evitar recalcar que su tono de voz suena diferente y sus ojos brillan de una manera muy particular cuando habla de su país, y eso me parece muy tierno. Es obvio que hay una persona con emociones y pasiones debajo de esta muralla ruda que le muestra al mundo.
Me despido del detective robándole un beso en la barbilla, muy cerca de su cuello, y él no duda en murmurar un «piojo intrépido». Sin embargo, siento que hemos avanzado una casilla más en este trato tan tenso y excitante que componemos entre los dos.
En los pasillos del establecimiento educativo no hay muchas personas, pues todos ya deben estar aguardando el inicio de las clases. Avanzo con prisa hasta el aula correspondiente y cuando llego, barro la extensión del ambiente hasta localizar a Moon. Mi linda bebé me ha guardado un lugar a su lado.
Mientras voy hacia ella, busco a Asim, pero no lo encuentro.
— ¿Viste a Asim? —Le pregunto a mi mejor amiga.
— ¿Quién?
—Asim. El chico que a veces me acompaña a la cafetería.
—Ah —Moon frunce el ceño; la conozco bien y me doy cuenta de que probablemente ella ni siquiera recuerda la cara del chico en cuestión—. No, no lo vi.
Resoplo, mientras sigo mirando a mis alrededores. Ninguno de los rostros presentes corresponde a Asim. Se supone que hoy estudiaríamos juntos luego de esta clase, por ello me sorprende no encontrarlo.
El profesor hace su arribo y el aula se hunde en un silencio sepulcral.
—Psss, Emma —susurro con excesiva cautela, llamando a la chica sentada delante de mí—. ¿Viste a Asim?
Ella niega con la cabeza.
Decido no darle más vueltas al asunto. Probablemente mi amigo tuvo algún problema y por eso no ha hecho su aparición.
Me siento derecho en la silla y vuelco toda mi concentración a la aburrida clase. Peste pordiosera, ¡qué aburrimiento! Odio Sociología Jurídica con todo mi corazón.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que el profesor abrió su boca y jamás la cerró por dictar los temas propuestos para la clase, pero su voz es prácticamente opacada por unos gritos en el exterior que consiguen que todos los presentes levantemos la cabeza y observemos en dirección a la puerta.
Finalmente, se escuchan tres disparos que logran desatar el descontrol.
cuál es su personaje favorito hasta el momento? no me gusta tener preferencia entre mis propios personajes, pero amo mucho a tae, es muy espontáneo y sarcástico, i love it :/
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