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06 | Taehyung.



Llevaba mucho tiempo sin releer una conversación.

Estúpido detective. Estúpido, interesante y atractivo detective de mierda.

Además, llevaba muchísimo más tiempo sin que alguien se atreviera a dejarme en leído...

Detalles. Estoy seguro de que Jungkook se encuentra trabajando ahora mismo y no tiene tiempo de seguirme la corriente con el coqueteo para nada reservado que compartimos desde hace unos días.

Mamá dará sus clases de piano esta tarde a unos niños de diez y doce años, por ende, cuando salgo de clases opto por ir al distrito para estudiar ahí, considerando que es un ambiente muchísimo menos ruidoso... No tiene nada que ver con el detective.

— ¡Buenas tardes a mi sargento favorito! —Me anuncio con entusiasmo una vez que llego al escritorio de Bolton.

El hombre me sonríe cálidamente y chocamos nuestros puños a modo de saludo. Noto que él le da un vistazo a mi elección de prendas, pues hoy decidí vestirme como el adulto que casi soy: una camisa blanca, un suéter color canela encima y jeans negros. Decente. Pero mis conocidos están muy acostumbrados a verme con ropa deportiva.

—Hola, Tate. ¿Qué tal la universidad?

—Hoy fue muy tedioso. Pero hay mucho para estudiar, tengo un examen la próxima semana —le cuento—. ¿Hay alguien arriba?

—Todos salieron hace unos treinta minutos, ya sabes, por un caso de emergencia.

Asiento ante la información que me da el sargento y luego de charlar unos cinco minutos más, voy hasta la oficina de Homicidios.

El silencio es bien recibido por mi mente inquieta y me sirvo un café antes de sentarme en el escritorio de la esquina que ha estado vacío por más de diez años. Aunque no soy policía —y nunca lo seré—, podría decirse que esta mesa me pertenece.

Mi mochila azul pierde peso considerablemente cuando saco el corpulento libro de Economía Política junto con mi cuaderno de resúmenes, y coloco los mencionados sobre la superficie plana frente a mí.

Apago mi teléfono como parte de mi rutina indiscutible a la hora de estudiar, y vuelco toda mi concentración y esmero en el contenido del escrito. Hoy no tengo muchas ganas, pero debo hacerlo si quiero aprobar apropiadamente esos exámenes que se avecinan.

Pierdo por completo la noción del tiempo una vez que comienzo a nadar en toda la información y en la creación de cuadros conceptuales. Me encuentro creando una canción para memorizar los párrafos relacionados al presupuesto y gasto público, cuando una cabellera ondulada y rubia aparece en mi campo de visión.

Dejo de aplaudir —mejor dicho, de componer la canción que me acabo de inventar— y miro a Skylie; la rubia me sonríe mientras se acerca al escritorio.

—Hey, Tate.

—Hola, Sky. ¿Todo en orden?

—Es un día duro... Caso duro —dice, en compañía de un suspiro pesado—. Encontramos a dos niños asesinados y otro está perdido.

Trago saliva al mismo tiempo que siento como si me dieran una dura patada en el estómago.

—Mierda...

— ¿Me haces un favor?, ¿imprimes las fotos que el forense acaba de enviar a la base? Necesito orinar o mis riñones van a explotar.

—Sí, yo me encargo.

La rubia me agradece antes de salir disparada en dirección hacia el baño.

Busco el archivo que los forenses mandaron hace unos minutos y mi culo curioso siente la necesidad de mirar las imágenes. Por ello, abro las fotografías mientras están imprimiéndose y, entonces, mi respiración se atasca momentáneamente. Sangre, dos cuerpos pequeños y golpes.

No, joder, no. Mala idea, Tate.

Trago saliva y quito las imágenes de la pantalla, porque mi estómago no está en condiciones de ver tal atrocidad, no hoy.

Hago las impresiones correspondientes y, justo cuando estoy a punto de terminar, comienzo a escuchar varios pasos acercándose. Un instante más tarde, todo el cuerpo de detectives ingresan a la oficina, seguidos por mi padre.

Inevitablemente, mi mirada se enfoca en el detective Jeon. Pero hay algo distinto en él... Aquel habitual punto de frustración de sus ojos negros ahora es aún más perceptible, y se mezcla con una pizca de furia. Se ve algo... ¿Vulnerable?

Llego a la rápida deducción de que su humor actual se debe al caso en el que están trabajando y que todavía deben resolver.

Mi papá comienza a formular las indicaciones de siempre para darle un rumbo a la investigación y yo, como acostumbro, me quedo callado en mi lugar, pretendiendo que no existo. Trato de retomar mis estudios, pero las imágenes que acabo de ver vuelven a relampaguear en mi mente y me veo obligado a apretar los párpados.

Joder, hoy no voy a poder dormir.

Minutos más tarde ya me resulta imposible concentrarme en mis preocupaciones, pues la oficina se ha convertido en un caos a causa del intercambio de información entre los miembros de la unidad, detalles de los posibles sospechosos y también la frustración de cada uno de los presentes por lo que ocurrió con esos pobres pequeños. Todos se encuentran enojados, y tienen un gran motivo para estarlo.

Cuando hallo un hueco de silencio, me levanto de mi asiento para dirigirme a los policías que me rodean.

—Sé que no deben tener apetito, pero debo preguntar: ¿alguien quiere que le traiga algo para comer?

Todos se quedan callados. Hay desazón en todas las facciones que logro apreciar desde mi lugar.

Mi padre da lentos pasos para asomarse por su oficina, con los ojos fijos en mí.

—Tate tiene razón —dice—. Deberían almorzar.

—Yo solo quiero café y hallar al cabrón que hizo esto —Blake es el primero en replicar.

—Estoy bien, Tate, gracias —Crawford agrega, pero ese "estoy bien" no logra convencerme en absoluto.

Miro a Evan y él simplemente niega con la cabeza. Luego, antes de que pueda darle un vistazo a Jungkook, él se pone de pie.

—Iré contigo —anuncia, y mis dos cejas se alzan de manera involuntaria debido al asombro que me embarga por esas simples palabras.

La primera reacción de mi sistema es observar a papá. No tengo la habilidad de leer mentes, pero sé que me está diciendo «ten mucho cuidado» únicamente con la mirada.

El detective toma su abrigo negro y, con una expresión de concreto enfado, comienza a caminar a mi par.

Una vez que salimos de la oficina y comenzamos a bajar el único piso que nos separa de la recepción del distrito, me relamo los labios para iniciar una cuidadosa charla.

— ¿Se encuentra bien, detective? —Pronuncio con cautela, atento a su reacción.

Jungkook se toma un momento antes de responderme.

— ¿Quieres que te mienta o que te diga la verdad?

—La verdad, por favor.

—Estoy un poco impactado —confiesa, y parece algo tímido cuando lo hace.

—Eso está bien —prosigo, pero me sorprende que mi tono de voz se haya dulcificado tanto... Eso no ocurre a menudo—. Después de todo, usted es humano.

—Esas criaturas... Eran niños inocentes y... —Gruñe por lo bajo antes de chasquear la lengua, en una muestra clara de frustración—. ¿Entiendes lo retorcido que es esto?

—Sí. Pero también entiendo que usted y el resto del equipo deben tener la mente fría para resolver este caso lo más pronto posible —le recuerdo, sin permitirme apartar la vista de su rostro.

El detective no dice más nada, simplemente se limita a dar un ligero asentimiento con la cabeza.

El caos en el que se ha convertido la entrada principal de la comisaría no me pasa desapercibido, pero decido restarle importancia y caminar directo a la salida. Al parecer, hoy no es el mejor día de la ciudad. Hay una vasta repercusión por lo que pasó.

Me giro hacia el detective para continuar con la conversación, pero mi ceño se frunce al darme cuenta de que él no está ahí. Mi sentido de la vista no se demora mucho en reubicarlo, y noto que él está de pie, mirando a una niña pequeña que se encuentra en una de las sillas de espera, sosteniendo en sus manos una pequeña caja metálica de color rosa.

Vuelvo a acercarme a él.

— ¿Qué sucede?

—Ella... —Comienza a decir, pero su boca se cierra de repente y traga saliva.

«Está muy afectado. » Me cuenta la vocecilla en mi cabeza. «Probablemente en Corea no tenía que lidiar con esta clase de acontecimientos tan macabros. »

Con sigilo y una pequeña mueca, me acerco hasta la chiquita y me acuclillo frente a ella. Noto que sus ojos azules están hinchados. Luego, su mirada parece curiosa mientras me analiza, pero no da ninguna señal de temor en su lenguaje corporal.

—Disculpa, cielo —pronuncio con la simpatía suficiente, para que la niña se cerciore de que no quiero hacerle daño—. ¿Puedo preguntar por qué estás aquí sola?, ¿estás bien?

— ¿Es usted policía?

—No, no lo soy —contesto, y miro por encima de mi hombro, solo para darme cuenta de que Jungkook está junto a mí—. Pero mi amigo aquí sí.

—Lo recuerdo —ella dice, observando al detective—. Él habló con mi mamá hace unas horas.

Oh. Comienzo a darme una idea de lo que ocurre aquí.

— ¿Necesitas ayuda? —Interesado, le pregunto.

—Mi hermano fue asesinado hoy —dice; me confirmo, entonces, que mi teoría pasajera era la correcta—. Quisiera saber si hay alguna recompensa por hallar al culpable... Si no, deberían poner una. El dinero hace que la gente quiera ayudar. Sé que no hay mucho, pero...

Abre la cajita infantil y mis ojos miran con cautela el contenido: hay un par de dólares, probablemente unos doce o trece.

Miro a Jungkook y me doy cuenta de que ser testigo de esto lo ha quebrado por completo. Joder, ¿y a quién no? Trato de ignorar la sensación de malestar que se apodera de mi cuerpo.

Debido a que el detective no está en el mejor estado, decido hacerme cargo de esta conversación, porque considero que él ya tiene demasiado en la cabeza.

Pero es difícil, claro que sí. La tristeza que me oprime el pecho es intensa, siento que es tan poderosa como para ahogarme. El coraje y la ira son las principales sensaciones vertiginosas que se arremolinan en la boca de mi estómago, y solo puedo repetirme una y otra vez: ¿qué mierda está mal con el ser humano?, ¿cómo alguien puede cometer este tipo de maldad?

—Lamento mucho lo de tu hermanito —digo, dando todo de mí para mostrarme íntegro mientras me expreso—. Y déjame decir que cada una de las personas en este edificio están haciendo todo lo posible para encontrar a quien le hizo, te lo prometo —le aseguro mientras que las comisuras de mis labios se elevan un poco, mostrando un inicio de sonrisa que no llega a concretarse—. Son los policías más inteligentes de la ciudad, ¿qué te parece si confiamos en ellos?

Una lágrima se le escapa a la preciosa niña y eso hace que todo lo que soy se contraiga con cientos de emociones diferentes.

—Está bien.

Le doy una gentil caricia en su melena rubia y me incorporo.

—Ahora, sigue ahorrando, ¿de acuerdo?

Ella asiente y un segundo después, su madre —igual o más devastada que la criatura por la pérdida tan grave que acaba de sufrir— aparece en mi campo de visión para llevársela en brazos.

Suspiro profundamente antes de voltearme hacia el detective.

Cuando lo hago, me encuentro con un semblante totalmente indescifrable. Me gustaría saber qué está pensando ahora mismo, pero no voy a tomarme el irrespetuoso atrevimiento de preguntar; de hecho, llego a la conclusión de que hablar ahora mismo no es una buena idea.

La angustia aumenta un poco más dentro de mí al ser consciente del brillo abatido en los orbes oscuros del detective pero, sin embargo, él me sigue cuando retomo mi caminata fuera del establecimiento.

Jungkook necesita familiarizarse más con el nivel de violencia presente en Chicago.

Es una jornada tensa.

Y todo se descontrola aún más cuando la voz de Blake se escucha a través de las radios de Jungkook y Evan.

—No encontramos al niño. Repito, no encontramos al niño.

Noto que la cordura de los dos oficiales —que acaban de regresar— se tambalea ante el aviso.

El oficial americano es el primero en soltar una ruidosa maldición, y el detective atesta una patada bruta contra la silla de su escritorio, la cual queda tendida en el suelo.

La unidad de Homicidios lleva todo el día persiguiendo falsas e inconclusas pistas. El sospechoso que tienen en custodia está tomándoles el pelo como si fuese un profesional y no da ninguna información concisa. El otro tipo está prófugo, y todos están más que seguros de que tiene al niño... Lo que no se sabe, es si lo tiene vivo o muerto.

—Estoy harto —Jungkook gruñe—. Esto es una mierda.

Mi ceño se frunce cuando noto que el detective, convertido en una masa que irradia cólera, comienza a avanzar con largas zancadas hacia el oeste de la estancia.

— ¡Jeon! —Evan exclama justo antes de seguirlo—, ¡¿qué mierda estás haciendo?!

—Evan, detenlo —me apresuro a decirle una vez que me pongo de pie—, no puede entrar con su arma a la sala de interrogación.

Y no necesitamos ser genios para comprender que esa es precisamente su intención.

Esto no va a terminar bien.

— ¡Jungkook, detente! —Evan vuelve a gritar, pero Jeon es más veloz que nosotros dos.

—Asumo toda la responsabilidad a partir de ahora —aclara el detective con contundencia, justo antes de cerrar frente a nuestras narices la puerta de la sala de interrogación, y trabándola desde adentro con una silla.

—Mierda —murmura Evan.

— ¿Quieres que llame al sargento? —Le pregunto en voz baja, pero él niega reiteradas veces con la cabeza.

Honestamente, no tengo ni la menor idea de qué puedo hacer para ayudar. El detective está fuera de sí en este instante y siento que es capaz de cualquier cosa.

Evan y yo avanzamos a la sala de vigilancia continua, desde donde podemos apreciar todo lo que ocurre dentro de la habitación bloqueada. El oficial junto a mí hace el intento de golpear el vidrio para llamar la atención de Jungkook, pero no tiene nada de éxito.

Vuelve a maldecir y a golpear el cristal polarizado al ver el revólver en la mano de su compañero.

—Vas a decirme ahora mismo dónde está esa criatura, pedófilo hijo de puta —el enojo es palpable en el tono ronco del detective Jeon.

Me cubro la boca con una mano en el mismo instante que él presiona la punta del revólver en la frente del delincuente, mientras le sostiene el cabello con una mano, para mantener su cabeza inclinada hacia atrás.

Si lo mata, su carrera está acabada.

Evan también estará en problemas. Papá igual.

—No te atreverías a dispararme, forastero —le contesta el hombre, con aire desafiante—. No tienes las bolas lo suficientemente grandes.

— ¿Quieres apostar? —Jungkook desliza la pistola hacia el cuello de su contrario.

— ¡Maldita sea! —Evan vuelve a chillar y se lleva las manos a la nuca, sin dejar de mirar la vigorosa secuencia.

—Lo hará, ¿verdad? —Cuestiono, y un filo temeroso se filtra en mi voz susurrante.

— ¿Por qué no vas a preguntarle tú mismo?

—Voy a contar hasta tres —el detective enardecido vuelve a rezongar.

Un clic-clac se escucha. Le ha quitado al seguro a su Glock.

—Joder, no quiero ver...

En un fallido intento por ignorar la demencial y ansiosa escena, mis manos ahuecan la zona de mis ojos, desviándome hacia la derecha. Cuando lo hago, mi ceño se frunce al instante en que el sistema de cámaras de seguridad de la sala entra en mi campo de visión.

Todo está siendo registrado.

Este detective está en graves, gravísimos problemas.

—Uno —la voz del hombre coreano vuelve a inundar mis oídos y un escalofrío me recorre entero—. Dos...

Puedo jurar que soy capaz de sentir el calor que el cuerpo de Evan desprende debido a los nervios que, probablemente, están quemando cada parte de su cerebro en este preciso momento.

— ¡Está bien, está bien! Mi compañero siempre menciona una fábrica en la calle Rancine 5400... —Hace una pausa y jadea con desespero, sus ojos parecen que van a salirse de lugar en cualquier momento—. ¡Si no está ahí, juro que no tengo nada más!, ¡por favor!

Jungkook suelta de forma abrupta al tipo y escucho que Evan deja escapar un suspiro tembloroso, pero que indica alivio.

—Comienza a rezar para que el niño esté ahí y vivo, basura asquerosa —Jungkook da por finalizada la charla con el demorado y sale con rapidez de la sala.

Automáticamente, los dos policías que me acompañan toman sus radios para decir la dirección por el canal de comunicación. En menos de dos minutos, ambos se esfuman a toda velocidad y yo me quedo quieto en mi lugar, procesando todo lo que acaba de ocurrir.

Pensando que ya no hay nadie cerca, el sospechoso que sigue detenido rompe en llanto y se cubre el rostro con las manos. Maldito cobarde.

No puedo evitar sonreír y pensar en lo extremadamente caliente que es el estúpido e iracundo detective.

Papá me revuelve el cabello suavemente cuando pasa delante de mí, mientras que con su mano libre carga los numerosos informes con respecto al caso cerrado de hoy. Trato de recordar cuándo fue la última vez que la unidad tuvo que hacer tanto papeleo, pero nada salta a relucir.

Escucho que Evan le pregunta a Skylie y Crawford si irán al bar esta noche, pero ambos niegan... Ah, ¿por qué será? Creo que quieren disminuir el estrés de otra manera.

Mi vista barre la extensión de la estancia hasta que encuentro nuevamente al detective. Sus expresivos ojos negros aparentan estar cansados pero, con todo lo que pasó hoy, estoy seguro de que esta noche le costará conciliar el sueño.

Son las siete de la tarde cuando guardo mi libro y mis apuntes en la mochila. En ese mismo momento, veo que Jungkook se levanta y se retira en dirección a la sala donde se encuentran los casilleros, que también suelen utilizar como vestidor y como habitación de descanso. Me despido de todos mis tíos adoptivos y de Evan, y me permito decirle al último mencionado que ha hecho un buen trabajo.

Nadie se ha enterado de la locura de su compañero... Y creo que lo mejor para todos es que se mantenga así, en secreto.

Efectúo pasos lentos hasta la sala de descanso y me asomo por la misma, rápidamente hallando a Jungkook sentado, cabizbajo, en el banco de madera que está en medio de los casilleros azules.

Me aclaro la garganta, pero él no se inmuta.

—Felicidades por el gran trabajo de hoy, detective —comienzo a hablar—. Atrapó al culpable y salvó la vida de un niño.

Su semblante se modifica notoriamente y alza la mirada, observándome con una ceja arqueada.

— ¿Es una broma? Dos pequeños están muertos.

Hago caso omiso al indudable resentimiento que se filtra en su tono.

—Lo sé, solo trato de... —Relamo mis labios—. Sacarle peso de la espalda.

Debajo de sus largas pestañas, sus ojos oscuros me miran como si deseara estrangularme solo con el poder de su mente.

—No estoy de humor para soportarte, piojo. —Su voz es contenida pero más ronca, y refleja que se siente un poco tenso al entablar una conversación conmigo.

Me acerco con cautela y me ubico a su lado, dejando mi mochila en el suelo.

—Estaba convencido de que diría algo así —digo, y noto que el detective me da un vistazo de reojo—. Y por eso mismo, quiero invitarlo a salir esta noche. Necesita mejorar su humor.

Una risa carente de humor brota de la garganta de Jungkook.

—Ni lo sueñes —replica, firme y seguro.

Aquello no me altera, pues esperaba una contestación similar de su parte. Él cree que ser tajante y mantener un aspecto serio es el recurso necesario para finalizar cualquier interacción que podamos tener... ¡Qué equivocado está!

— ¿Está seguro de lo que dice? —Prosigo, y me veo obligado a reprimir la mueca burlona que intenta colarse por mis labios.

—Completamente.

No es un hombre de muchas palabras, está claro.

—De acuerdo, detective, usted gana... —Hablo, seguido de un bufido dramático—. No me deja alternativa.

Sus vigilantes ojos me observan con más detenimiento que antes. Noto que su entrecejo se frunce un poco.

— ¿De qué hablas?

Un atisbo de sonrisa se asoma en las comisuras de mis labios y vuelvo a humedecerlos con ayuda de mi lengua.

—Lo que hizo hoy va en contra del reglamento, ¿sabe? —Ladeo la cabeza y chasqueo la lengua con fingido pesar—. Me refiero a: entrar a la sala de interrogación con su arma reglamentaria, apuntarle en la cabeza y en el cuello a un detenido, quitar el seguro de la misma, amenazar de muerte y demás... ¿Necesito seguir, detective?

La mirada escandalizada que me dedica me hace reprimir una carcajada. Ahora parece algo aterrorizado, pero noto que se esfuerza por mantener sus facciones inexpresivas.

—Continúa —me pide. Parece que comienza a disfrutar de mi numerito ingenioso.

El hecho de que esté mirando mi boca hace que la inquietud detone en mi interior como dinamita.

Aclaro mi garganta antes de seguir.

—Eso es algo totalmente inapropiado por parte de un detective como usted. Podrían suspenderlo, sin mencionar que lo enviarían de una patada a la junta de revisión. Sin embargo... —Levanto mi dedo índice—, ¿sabe qué es interesante? Llámelo magia o un hechizo, pero las cámaras dejaron de grabar cuando usted estaba en medio de un ataque nervioso...

Una sonrisa que vacila entre la satisfacción y la irritación se dibuja en su pomposa boca, y luego se muerde el labio inferior. Comienza a asentir lentamente con la cabeza.

Mierda. Él realmente sabe que es muy atractivo, y lo está usando a su favor.

—Mi punto, detective Jeon —continúo, ahora luciendo más relajado y en control de la situación—, es que esas grabaciones podrían reaparecer en el sistema si usted rechaza una vez más mi inocente y amable invitación.

El peso de su mirada está puesto en mi rostro, como si buscase descifrar algo de mí, algo que lo libere de mi estratégico chantaje. Pero, claramente, no logra su cometido.

Jungkook se cruza de brazos a la altura del pecho y levanta una ceja.

—Eres un pedacito de mierda. —No es una pregunta, pero tampoco es un reproche.

Sonrío con aire victorioso.

—Mis ex's me dicen eso todo el tiempo.

El detective mira por encima de sus hombros para corroborar que no haya nadie cerca y, entonces, se inclina hacia adelante, acortando considerablemente la distancia entre nuestros rostros.

Su proximidad y el hecho de que puedo percibir la calidez de su aliento me desequilibra tanto, que mis nervios se han alterado al punto de no recordar una mierda de todo lo que acabo de decir.

«Ojalá no note el cortocircuito mental que estoy sufriendo, puta madre. »

—Bien, ganas esta vez —inesperadamente accede, y una sonrisita sospechosa aparece en su boca—. ¿Qué tienes en mente, piojo? Quiero que me sorprendas.



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