Diviso a mi hermano desde la distancia y levanto la mano para llamar su atención.  Tuve que venir a la escuela para traerle más marcadores y dulces.  

Samuel es profesor de primaria desde hace seis años, todo el mundo lo adora porque es un pan de Dios. Es tres años mayor que yo. Josué y él a veces se llevan bien pero la mayoría del tiempo se la pasan discutiendo porque mi hermano dice que meditar e ir a la iglesia ayuda a mantenerse en paz y, Josué dice que tener sexo como conejo es mejor porque evita el malhumor. 

 Mi hermano Samuel tolera a Josué porque por cosas del destino es el mejor amigo de Gimena, ellos se conocieron en la Universidad. Yo no la conocía porque estuve mucho tiempo fuera del país. 

Me detengo en medio del pasillo para observarlo avanzar. 

—Me salvaste la vida—dice agitadamente y agarra todas las cosas—. El nuevo profesor es demasiado distraído y pierde todos mis marcadores— gira los ojos al decir eso.

—Lo importante es que ya traje todo, — digo comenzando a seguirlo, al ser su hora de almuerzo hay algunos niños correteando por el lugar e intento no tropezar con nadie.

—¿Tuviste trabajo hoy?— me pregunta cuando llegamos a su oficina. Es pequeña y algo colorida. Todavía no entiendo cómo es profesor, en la preparatoria era demasiado introvertido. 

—Hoy es viernes—murmuro sentándome en un pupitre un poco más pequeño que yo—. Yo no trabajo los viernes. 

—¿Se te alinearon los chakras?— pregunta tranquilo, ofreciéndome un plátano amarillo, lo agarro y comienzo a abrirlo—. No sé de qué va a servirte eso, pero igual espero que todo se arregle. No puede ser posible que sigas con la mala racha. Necesitas un trabajo estable, cuidar perros es mas como un pasatiempo. 

—A mi me gusta cuidar perritos. 

—Mati—me dice de forma cariñosa—. Tienes un bachillerato en Administración de Empresas, necesitas ejercer tu profesión. 

—Eso lo sé, Samuel—me tenso, no me gusta hablar de mi mala suerte. Nunca puedo conseguir un trabajo en lo que quiero—. No sé si el problema soy yo o si de verdad el gatito que asesiné me está haciendo pagar por lo que le hice. 

Me da una mirada severa. 

—Yo no creo en esas supersticiones, tienes que ver qué estas haciendo mal, a lo mejor dices algo incorrecto en las entrevistas y por eso no te llaman. Debes buscar e investigar. 

—Lo haré. 

—Bien, y de todo lo demás, ¿como estás?

—Hasta el momento todo va bien— le digo no muy convencida y Samuel lo nota. Es tan intuitivo, no tengo más remedio que contarle parte de lo que me ocurrió la semana pasada con el nuevo vecino. Solo sabe que un hombre se besó conmigo en mi apartamento.

Ese es el tipo de confianza que nos tenemos, que podemos contarnos todo.  

—Tienes que tener cuidado, Fátima —me dice corrigiendo algunos papeles y levanta la mirada—. No todo al que le abres las piernas es buen sujeto. 

Muevo la cabeza para estar de acuerdo con él y cuando introduzco el plátano a mi boca para morderlo, la puerta se abre y mi vecino entra por ella. Entonces, me observa fijamente a mi, a mis labios y al plátano que se pierde en el interior de mi boca. 

¿Por qué esto me está pasando a mi? 

—Espero no interrumpir—es lo primero que dice cuando me observa. 

—No, tranquilo, ella es mi hermana Fátima Espada. Solo vino a traerme unas cosas—mi hermano se pone de pie para presentarme. Yo lo observo con horror mientras tengo el plátano en la boca, ni me había dado tiempo a morderlo, parece que me estoy follando la fruta. 

Tambien me pongo de pie. Muerdo rápidamente la punta del plátano y la mastico. Desde que le pedí que se fuera de mi casa no hemos vuelto a hablar, pero hoy la suerte no esta de mi lado. 

—Hermana, él es David Moncada, el nuevo profesor de ciencias.