A Santiago lo conocí en un evento de la universidad, trabajaba como contable en las oficinas administrativas.  Era diez años mayor que yo, divorciado, con una orden de protección en su contra. Sin embargo, al ser tan ignorante le creí todas sus mentiras, que su ex solo quería verlo mal. Comenzamos a salir y aunque al principio parecía hablarme un día e ignorarme una semana, yo estaba feliz porque nadie me había tratado como él lo hacía. 

Estaba ciega y loca por él. Mis amigos me advirtieron que era un hombre extraño y con muchos secretos. No obstante, me alejé de todos ellos porque yo solo tenía ojos para Santiago. Estuvimos un año saliendo. Nuestra relación era algo extraña. Yo siempre tenía que ir a su casa y llegar a donde él estuviera. Nunca hubo algún detalle de su parte, excepto el día que me pidió ser su novia. 

Ahí cambió y se portó como un caballero, hasta que un día me dio un empujón que me lanzó al suelo. Pero al disculparse de la forma más bonita, lo perdoné. 

Fui tan ciega. Lo siguiente que vino fue la primera traición, hubo un rumor en la universidad de que se estaba viendo con otra mujer pues alguien los vio y me lo dijeron. Yo al principio estaba herida y de nuevo, le creí que todo era un malentendido porque estaba embobada por él. Después siguieron llegando más rumores. 

Meses más tarde,  me pidió casarnos. Yo estaba más que ilusionada e hice todos los preparativos a escondida de mis padres. Sabía que siendo tan joven, no iban a permitirlo. 

Y cuando me dejó plantada en el altar, no volví a ser la misma. Comencé a tener miedo y a ser pesimista.

Afortunadamente quedaba solo un mes para culminar mi carrera. Caí en depresión pero me esforcé para pasar los últimos exámenes y regresé a mi ciudad natal. Corté de golpe todo lo que me recordaba a él, eso incluye a Karla y Will. 

Viví muchos meses en casa de mi madre pero verme a mí, era como ver un fantasma. No hablaba con nadie, ni siquiera con mi propia madre. Ella me buscó ayuda con un psicólogo. Después de varios meses, decidí mudarme sola e intenté vivir mi vida. 

Conocí personas a lo largo de los años pero ninguna lograba quitarme el miedo a ser herida y fui rechazándolos hasta que me convertí en esto. Una introvertida a la que le ocurren desgracias. 

—Pero llegaste tú y esos miedos volvieron. Y no porque crea que vayas hacerme lo mismo. Es porque he vuelto a sentir  y solo tengo miedo. 

—¿Sientes algo por mí?—su pregunta me obliga a tragar con dificultad. 

—No es lo mismo que sentí por ese desgraciado—confieso en voz baja, aclarando ese hecho—. Es más profundo, muy raro y me hace sentir bien. Diferente. Alguien que puede lograr muchas cosas. Alguien...que puede ser feliz.