2: Guardaré tu secreto
Lo primero que pude observar fueron sus expresivos ojos color oliva, barba de algunos días, labios gruesos y cuerpo bastante trabajado. Vestía con un saco azul bastante ajustado y su corbata era negra. Lo comparé con un profesor del erotismo y mis hormonas tomaron el control de mi cuerpo al comenzar a fantasear con él.
¡Que me azote con la regla!
Sacudí el rostro. Estar tanto tiempo soltera me estaba pasando factura. Soy de las que le da un viento y ya estan excitadas.
El hombre parecía sacado de una novela de angeles. Alto, atractivo, imponente, pero con un tinte de divertido. Casi se me divorcian las piernas.
Seguía mirándome de forma curiosa, maliciosa y hasta con algo de complicidad. Sus ojos se deslizaron por todo mi cuerpo y se detuvo en mi zona íntima. Por instinto, mis manos intentaron cubrirme, aunque llevaba un vestido. Casi me golpeo la frente. Me dió mucho miedo su mirada porque parecía que sabía lo que había pasado.
¿Lo sabía?
El perro a su lado movió el rostro para darle un golpecito en el muslo con su tierna nariz y el hombre de al menos unos treinta años, dio otro paso.
—Buenos día—saludó cerrando la puerta detrás de él y estiró la mano en mi dirección. Su perro ladeó el rostro como si estuviera confundido por algun sonido que no entendía.
Recordé el gato que atropellé hace unos meses y lloré internamente al pensar que mi mala suerte me acompañaría por el resto de mis días y que jamás iba a aprender de mis errores. No era posible que siendo una adulta me seguían ocurriendo todas estas cosas. ¿Por qué no puedo dar una buena impresión a nadie?
Recordé la voz de Josué implorándome que me diera un baño de sal para quitarme la mala suerte. Definitivamente, lo haría esta noche.
Me quedé estática en el mismo lugar mirándolo con horror, sospechaba que sabía lo que había pasado.
El hombre bajó la mano al ver que no le devolví el saludo pero sus labios se separaron en una sonrisa maliciosa. Dientes increíblemente perfectos. Mi culo se tensó en pánico.
—Si te preocupa que te juzgue, no voy a hacerlo—, hizo un gesto con la mano. Yo lo miré a él, después a su mano y finalmente a su perro.
—¿Cómo? — ladeé el rostro.
—Guardaré tu secreto —me dijo muy tranquilo.
—¿Cuál secreto? —le pregunté asustada. Volví a removerme. ¡El vibrador seguía encendido!
—Que te gusta tener orgasmos frente a tus vecinos.
El mundo se detuvo, mi rostro tomó un tinte rojizo, mis orejas se calentaron y mi corazón comenzó a latir desbocadamente.
Comencé a implorarle a Dios que me llevara. Después recordé que si moría sería mil veces peor porque la gente en la morgue tendría que verme la pechuga y encima moriría con un aparato de silicon vibrando como si no hubiera un mañana.
—Juro que no es lo que parece—intenté por alguna tonta razón excusarme—. Solo estaba estornudando.
Él pacería muy divertido con la situación y yo estaba caliente, pero de la vergüenza.
—A menos que la gente ahora estornude gimiendo, tiene sentido—ladeó la sonrisa. Ay, no. Él no me estaba creyendo —. Sin embargo, no puedes mentirle a alguien que tiene un aparato que amplifica los sonidos.
Un frío de terror me recorrió el cuerpo. El hombre movió su rostro hacia un lado y señaló un pequeño audiófono de los que utilizan las personas con problemas auditivos.
—Y todavía sigue vibrando—me recordó.
Esto no puede ser cierto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro